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- 22/07/2012 02:00
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EEUU. Eric Moussambani no ganó ninguna medalla, pero fue uno de los personajes célebres de los Juegos de Sídney-2000, como la antítesis de los héroes olímpicos por sus dificultades para acabar la prueba de 100 metros en la ciudad australiana, mientras el público pensaba que se ahogaba.
El ecuatoguineano, que ahora tiene 34 años y compitió en Sídney con 22, nunca había nadado en una piscina de 50 metros antes de competir en los Juegos de 2000.
Eric Moussambani nadó esos 100 metros en 1 minuto, 52 segundos y 72 centésimas, una marca que dobla los tiempos de los finalistas olímpicos y que incluso supera los registros en 200 metros de los grandes especialistas.
Con Moussambani, al que se apodó con ironía ‘Anguila’ tras aquellos Juegos de Sídney, se descubrió que en un evento lleno de ídolos, también tenían cabida los antihéroes.
El nadador africano consiguió participar en los Juegos Olímpicos sin alcanzar los tiempos mínimos requeridos gracias a un sistema diseñado para permitir la participación de deportistas de países en vías de desarrollo.
CARISMA E INTERÉS
Tras la prueba de Sídney se convirtió en un héroe popular invitado a programas de televisión y diversos actos, dejando a la sombra a los medallistas olímpicos. Moussambani siempre soñó con participar en el atletismo de los Juegos pero el equipo de Guinea Ecuatorial ya estaba completo para Sídney-2000 y el comité de su país le propuso prepararse en natación, para utilizar la plaza que les otorgaba el COI dentro de su programa para los países en vías de desarrollo.
Con solo ocho meses por delante, decidió mejorar su técnica de nado en una piscina de 25 metros en un hotel en su país, debido a la falta de estructuras. Cuando vio la de 50 metros en los Juegos de Sídney pensó que solo tenía que hacer el trayecto de ida.
‘Los últimos quince metros han sido muy difíciles’, comentó después de la competencia. Le tocó participar en una serie con dos nadadores de Tayikistán e India, que fueron descalificados por salida falsa y le tocó nadar solo.
Todas las miradas se fijaron en él. Desde las primeras brazadas, el público pensaba que se podía ahogar, con su nado poco ortodoxo y el escase avance que experimentaba con el paso de los segundos. Con el corazón en un puño, los aficionados celebraron cada metro avanzado por el nadador africano, como si hubiera ganado una medalla.