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Fútbol en los Juegos Olímpicos
- 22/07/2021 00:00
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Recién en el siglo XIX se había inventado el fútbol tal como hoy lo conocemos. Por eso, en los Juegos Olímpicos anteriores a 1900 no apareció como deporte competitivo. Fue recién en aquellos Juegos Olímpicos de París, en 1900, cuando el fútbol comenzó como un certamen en el que se enfrentaban combinados locales compuestos por jugadores exclusivamente amateurs. Tanto en 1900 como en 1904 se jugaron partidos de exhibición. No jugaban propiamente seleccionados nacionales, sino combinados de distintos países que provenían de clubes deportivos o instituciones educativas. Por esta razón, ni la FIFA ni el COI consideraron estos partidos como oficiales, aunque finalmente entregaron medallas olímpicas a las naciones que habían sido representadas por clubes o colegios.
En los Juegos de 1908 se convertiría en una competencia en la que participaban selecciones nacionales que debían intentar ajustarse a las rígidas normativas de la Carta Olímpica sobre el no uso de atletas profesionales, mientras trataban de darle la vuelta al ambiguo concepto de profesionalismo, que era parte integral de las ligas de las distintas naciones.
En el primer partido oficial de la historia del fútbol olímpico como deporte de competición, se enfrentaron Dinamarca y un combinado francés, con grosera victoria danesa por 9 a 0.
Eran otros tiempos y también era otro el fútbol. Pero el Campeonato Olímpico de 1924 marcó el punto inaugural de una nueva era de grandeza. Se jugó en París y significó por primera vez la participación de un seleccionado sudamericano. Se trató de Uruguay, que contaba con una de sus generaciones futboleras de mayor talento. Nadie los conocía y por eso el huracán charrúa tomó al resto de los participantes totalmente desprevenidos, arrasando con todo lo que se le puso enfrente. Cuando uno piensa en temas como el amateurismo, la falta de apoyos oficiales, o las dificultades para ejercer el deporte, tendría que remontarse en el tiempo y vivir las experiencias celestes en su primera aventura olímpica. Para comenzar, viajaron a Europa en tercera clase. Una vez llegados a España, tuvieron que dirigirse por su cuenta hacia París, mientras disputaban partidos a cambio de techo y comida. En su periplo español enfrentaron nueve duelos y los ganaron todos. Pese a ello, llegaron a París como unos perfectos desconocidos. Peor aún: los menospreciaron como carne de cañón, víctimas propiciatorias que sucumbirían ante los poderes del fútbol europeo. No fue así. Un fútbol insólito, rapidísimo, asociado, ajeno al pelotazo largo y oportunista, caracterizó a los celestes. En su debut, Uruguay batió a Yugoeslavia por una paliza de 7-0, y siguió una ruta triunfal, invicta, que los llevó hasta la medalla de oro, venciendo a Suiza en la final por 3-0.
Cuatro años más tarde, en las olimpiadas de Amsterdam, los uruguayos repitieron la faena. Aunque enfrentaron rivales más dificultosos, también finalizaron invictos. En la final por la medalla de oro, enfrentaron a su clásico rival, Argentina, derrotándolo en un partido de desempate.
Además, los jugadores uruguayos eran perfectos representantes de lo que significaba el amateurismo. Ninguno cobraba un centavo por sus actividades futboleras. En sus filas estaban representados todos los oficios. Lustrabotas, carniceros, picapedreros, verduleros, repartidores de hielo y músicos ambulantes.
Fue gracias al éxito de los campeonatos olímpicos de 1924 y 1928 que pudo emerger con fuerza el primer mundial de fútbol, jugado en 1930 y que también fue ganado por la selección uruguaya.
La expansión del fútbol profesional a lo largo y ancho del planeta resultó imparable. Y en la medida en que el fútbol profesional crecía, también se acrecentaban las distancias entre el fútbol del torneo olímpico y los campeonatos del mundo. Quienes más se beneficiaron de estas diferencias fueron los países del bloque soviético. En aquellas naciones, los futbolistas eran trabajadores del Estado, que recibían todo tipo de beneficios, pero manteniendo su condición de amateurs, es decir no cobrando –en teoría– por jugar al fútbol.
Por ello, entre los Juegos Olímpicos de Londres, 1948 y los de Moscú, 1980, los países del bloque socialista se llevaron 23 de las 27 medallas en juego.
Recién en 1984, el Comité Olímpico Internacional incluyó a los futbolistas profesionales, buscando generar mayor paridad entre los participantes, e incrementando el interés entre el público. A la FIFA le perturbaba un torneo profesional paralelo que pudiera chocar con sus mundiales. Por ello, acordaron que los continentes menos desarrollados a nivel futbolístico podían utilizar jugadores profesionales. Se trataba de África, Asia, Oceanía, América del Norte y Central. Por su parte, los seleccionados de Europa y América del Sur debían seguir asistiendo con jugadores juveniles.
Este concepto de jugar con juveniles caló rápidamente y a partir de los Juegos de Barcelona 1992, los jugadores de todas las selecciones debían contar con menos de 23 años para poder participar. Para ponerle un poquito de pimienta al asunto, también se decidió que cada seleccionado podía incluir tres jugadores mayores de 23 años a manera de refuerzo. De este modo, el Torneo Olímpico de Fútbol se tornó el equivalente a una especie de mundial sub-23, que complementaba el Mundial de mayores y los torneos sub-20 y sub-17 organizados por la FIFA.
Durante los Juegos Olímpicos de 1996 se incorporó el fútbol femenino, que se ha desarrollado con gran éxito hasta hoy.
Para estos juegos olímpicos, los favoritos a llevarse la medalla de oro son Brasil, Alemania y España. Curiosamente, la poderosa Alemania nunca ha obtenido la medalla de oro. Lo consiguió cuando estaba fragmentada: en una ocasión Alemania Federal (occidental) se llevó la medalla de oro en las olimpiadas, mientras que su contraparte, Alemania Democrática (oriental) también venció, llevándose la medalla de oro en los juegos de Montreal 1976. Pero ninguna de ambas victorias fue acreditada a la República de Alemania como tal.
En cuanto a Brasil, es el campeón vigente (título que significó sacarse una larga espina en los Juegos Olímpicos de 2016) y trae entre sus filas a modo de refuerzo veterano al longevo Dani Alves, quien actualmente juega en el Sao Paulo.
España trae un plantel poderoso, en el que destaca Pedri, la joven perla del fútbol club Barcelona y muchos lo consideran el gran candidato.
Francia, Japón, México, Sudáfrica.
Honduras, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Rumania.
Argentina, España, Egipto, Australia.
Brasil, Alemania, Costa de Marfil, Arabia Saudí.