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Pep Guardiola, el catalán que cambió el campo de juego
- 19/05/2021 00:00
- 19/05/2021 00:00
Josep Guardiola i Sala, cuyo nombre universalmente se ha comprimido en el deporte para ser solo Pep Guardiola, será una figura relevante por encima de los renombrados jugadores del Manchester City y el Chelsea, cuando el próximo 29 de mayo sobre el césped del estadio do Dragao, se dé inicio a la final de la UEFA Champions League 2020-2021.
En el recorrido que hará, acompañando desde los camerinos del moderno estadio de Oporto, Portugal, hasta llegar a sentarse en el banquillo, posiblemente en su mente le correrán veloces todos los años de trayectoria como técnico desde cuando debutó conduciendo el Barcelona FC, el 17 de junio de 2008.
Son aproximadamente 12 años, que no han dejado de tenerlo de referencia en donde quiera que dirigió (España, Alemania e Inglaterra), o como ideólogo de una manera de interpretar con conceptos filosóficos y preparar con métodos modernos la puesta en escena de sus partidos en el campo de juego.
Aquel Barcelona de 2008 estacionado frente a las luces amarillas del semáforo, en un periodo de dudas y vaivenes, después de un ciclo con brillo teniendo principalmente a Ronaldhino y Samuel Eto'o como jugadores emblemáticos bajo la dirección del holandés Frank Rijkaard. Guardiola se encargaría de conducir una nueva locomotora de éxitos que arrasó luego en títulos obteniendo en su primera temporada 2008-2009 todo lo que disputaron: la Copa, La Liga, Champions, Supercopa de España, Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. Era un equipo que gustaba y ganaba.
Fue elegido mejor entrenador del mundo 2009 por la IFFHS. Su Barcelona iba a marcar época con nuevos nombres rutilantes interpretando su partitura, principalmente: Xavi Hernández, Andrés Iniesta y un tal Lionel Messi, al que no había hecho debutar, pero a quien le brindaría con sus conceptos y sobre todo con el equipo que le concibió en su entorno, la plataforma ideal para que desarrollara su juego en toda su plenitud. Messi sigue tan activo como él, pero más alejado de la abundancia de títulos y disputa de finales que en aquel entonces.
Cumplió cuatro años de éxitos con el Barcelona posesionándolo como el mejor equipo del mundo y contribuyendo a expandir, porque los triunfos conducen a ello, la enorme masa de seguidores y admiradores que se fue identificando, desde entonces, con los colores del club catalán por todo el planeta.
El Real Madrid, rival histórico, político y mediático, recurrió para atajar aquel fenómeno que le eclipsaba, a contratar un entrenador antagonista que se había posicionado en el fútbol italiano y que conocía al club culé tanto como Guardiola, por haber estado allí como asistente del entrenador inglés Bobby Robson y luego del holandés Louis Van Gaal: José Mário dos Santos Mourinho (simplemente Mourinho).
El entrenador portugués se había ganado el último visto bueno de Florentino Pérez, el multimillonario presidente del Real Madrid, la noche del 21 de abril de 2010 cuando el Inter de Milán eliminó al Barcelona en las semifinales de la Champions League, en el mismo Camp Nou, impidiéndoles llegar a disputar la final que se jugaba en el estadio Santiago Bernabéu. Una 'humillación' que hubiese sido eternamente 'imperdonable' si el Barcelona se coronaba campeón en la casa del madridismo. Mourinho había sido el verdugo del rival eterno. El Inter ganaría la final jugada en el Bernabéu derrotando 2-0 al Bayern Munich.
A la pugna Lionel Messi vs. Cristiano Ronaldo, ahora se sumaba la de Guardiola vs. Mourinho. Fueron años de crispación en los que muchas veces a un concepto o a una metáfora de Guardiola, el entrenador portugués respondía con alguna frase más cercana al 'bajo mundo' que a un personaje ligado a la élite del fútbol.
La confrontación futbolística se potenció con las diferencias políticas que marcan el discurrir en la vida española entre ambas comunidades, que incluso tendieron a afectar la convivencia a lo interno de la selección española que terminó coronándose campeona del mundo en el mundial Sudáfrica 2010.
En 2012 Guardiola se retiraría del Barcelona después de ganar dos Champions (2009 y 2011), argumentando que se sentía cansado, que no compartía algunos procedimientos de la presidencia del club y que necesitaba respirar otro aire para meditar en pleno reposo su siguiente paso. Vivió alejado en Nueva York en lo que llamo su “año sabático”, aunque en el fondo no dejó de seguir el fútbol y afianzó su conocimiento del idioma inglés.
Cuando reapareció en escena, después de anunciarse el 16 de enero de 2013 que asumía como entrenador del poderoso Bayern Munich, la decisión desconcertó pues el balompié alemán aparecía por su forma de entender y practicar el fútbol, muy alejado para aplicar y acoger los conceptos que Pep pregonaba para la esfera profesional de este deporte.
Con el Bayern Munich ganó nuevamente títulos, pero no logró la meta anhelada por los teutones de conquistar una Champions League bajo su dirección. Se marchó de Alemania para Inglaterra a dirigir, desde 2016, al Manchester City.
Reconstruyó el equipo de los 'Citizens' y en su primera temporada los ubicó en el tercer lugar del campeonato, manteniéndolos desde entonces como protagonistas indiscutibles. Un club que ha ubicado en la cima del fútbol inglés obteniendo con ellos en la Premier League tres títulos en cuatro años: 2018, 2019 y ahora 2021. Una racha interrumpida solo por el Liverpool que los destronó en 2020.
Con el título de la Premier bajo el brazo, obtenido anticipadamente por una amplia diferencia de puntos, desde el martes pasado (mientras el torneo aún sigue en curso), y llevando al City a su primera final europea, con 11 victorias y un empate en los 12 partidos europeos disputados, y habiendo superado el haber sido eliminado en los cuartos de final en tres ocasiones consecutivas en años justo anteriores, está centrado en el encuentro contra el Chelsea.
El resultado de esta final pondrá en entredicho o reafirmará el 'método Guardiola'. Por ende, si City pierde la final se hablará más del fracaso de Guardiola que si el derrotado es el entrenador alemán Thomas Tuchel, a pesar de que el entrenador germano estaría perdiendo su segunda final de Champions consecutiva, después de caer dirigiendo al PSG ante el Bayern Munich por 1-0 en la edición 2019-2020 del torneo.
A Tuchel se le abriría otra herida, pero tendrá como atenuante para 'coserla', el haber llegado al club londinense al final del año pasado y recuperado el rendimiento del equipo tanto en el torneo local, como llevarlo a una nueva final continental superando al Real Madrid en la semifinal con una 'clase magistral' a los merengues.
A una final de la trascendencia de la Champions se accede contables veces (a no ser que se hable del Real Madrid quien quiebra esta norma) y hay que ganarla, así que ni Tuchel ni el Chelsea harán concesión alguna a Guardiola y sus 'Skyblues', más allá del respeto y el reconocimiento. Pero si el City se alza con la corona, el 29 de mayo en la Liga de Campeones, su dominio inglés será incuestionable y a Pep Guardiola no se le podrá ya reprochar que solo alcanzó el título como entrenador en esta competición porque contaba con Lionel Messi quien marcaba la “verdadera diferencia”. Hoy, el Messi de Guardiola y del City es Kevin De Bruyne, un jugador excepcional, vital para el equipo y la Selección de Bélgica, al que le falta ganar un título de la trascendencia de la Champions para lograr más exposición y reconocimiento mundial.
Si gana el equipo de Pep Guardiola también se podría dar 'tela' a la prensa deportiva, para especular con un tema en los espacios deportivos que viven de avivar o crear polémicas.
Guardiola tiene un currículum como jugador excepcional. Llegó a la Masía del Barcelona con 13 años, fue juvenil hasta 1990; en 1991 el mítico Johan Cryff lo llevó al primer equipo. Con el Barcelona ganó la Copa de Europa en 1992 y con España la medalla de oro en fútbol en los Juegos Olímpicos del 92. Ganó las ligas españolas del 92, 93 y 94; dos Copas del Rey; cuatro Supercopas de España; una Liga de Campeones; una Recopa y dos Supercopas de Europa. Jugaría después en Italia, Qatar y en México con Dorados de Sinaloa (2005).
No deja de ser cierto que, como entrenador, en el fútbol profesional nunca dirigió planteles modestos en calidad de jugadores, recursos económicos y posibilidad de armar una plantilla a su gusto. Tuvo eso a favor en el Barcelona, Bayern Munich y cuando llegó al Manchester City, la chequera se presentó abierta para contar con los jugadores que encajaban en sus exigencias.
En 2012, cuando se retiró a su “año sabático” en Nueva York, trascendió que el entrenador catalán no se inclinaba por regresar a un club, más bien estaba ilusionado esperando un llamado y llegar a un acuerdo con la Federación Brasileña de Fútbol (CBF) para dirigir la Selección de Brasil para el mundial Brasil 2014. Se conoce que hubo acercamientos y los dirigentes brasileños no dieron al final el paso porque consideraron que la elección de un entrenador extranjero ofendía a los entrenadores brasileños, encontraría muchas reticencias, y posiblemente no daría la talla.
Los brasileños se quedaron con dos viejos conocidos, ganadores sí pero rezagados en sus métodos, la dupla: Luiz Felipe Scolari y Carlos Alberto Parreira. Guardiola ha demostrado que sabe interpretar, adaptar y empatizar con los jugadores de élite. Lo ha hecho incuestionablemente en sus planteles: con la riqueza futbolística que tenía Brasil y su visión del fútbol, ¿no era Guardiola adecuado para comandarlos?, ¿con Guardiola en el banco hubiese sido igual el humillante 7-0 de Alemania en la semifinal del estadio Mineirao? Si Pep gana la Champions League, alimentará solo la polémica porque al fin de cuentas, como afirman algunos historiadores: “La historia no es lo que habría podido ser, si no lo que fue”.
Independientemente del resultado de la Champions League, el 29 de mayo, desconocer que Josep Guardiola i Sala cambió, en estas dos últimas décadas, la forma de interpretar en el campo de juego ese deporte popular, simple y complejo que es el fútbol, puede ser más una expresión egoísta que una sabiamente razonada.