Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Lionel, en la ruta por el último escalón
- 19/10/2022 00:00
- 19/10/2022 00:00
Si hay un deporte que encarna todas las bondades y los desequilibrios de la sociedad argentina es el fútbol, un deporte sin parangón que no detiene su palpitar aunque el país transite, como en los actuales momentos, por una galopante inflación de más del 70% por año (una de las más altas del mundo), y uno considere que la mirada razonada debería estar plenamente posada en otras preocupaciones terrenales.
El fútbol representa una de las más altas ilusiones para el pueblo argentino, escapa a la razón, hoy sienten que esta vez están más cerca de volver a recibir apoteósicamente en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza a su selección trayendo a casa la Copa Mundial de Fútbol.
Llevan 36 años desde México 86, repitiendo cada cuatro años las imágenes o la narración apasionada de la célebre corrida de Jorge Buruchaga para anotar, tras una jugada maestra y genial de Maradona, el tercer y definitivo gol para la victoria 3-2 ante Alemania que les significó su segundo y último título mundial. Un momento épico al que necesitan refrescar con otro actual, de igual significado.
No hay crítica o cuestionamiento al mundial, debido a las particulares características y condiciones de Catar 2022, que les desinfle los ánimos. Ni siquiera los altos precios de los boletos para ver en directo los tres partidos de la selección albiceleste en el grupo C, en donde está ubicada como cabeza de grupo, han contenido el caudal de solicitudes; los boletos están agotados. Argentina es uno de los diez países con mayor demanda para la adquisición de entradas.
¿Qué particular elemento es el que provoca que tengan nuevamente las expectativas altas en este torneo, si en anteriores versiones contaron con el “mejor jugador del mundo” y no lo consiguieron? Una de las bazas novedosas es su entrenador: Lionel Scaloni.
Scaloni cuenta hoy a su favor con números elocuentes que hablan de su labor en la conducción argentina durante cuatro años: 35 partidos invictos con la selección, un peldaño debajo de Italia que ostenta el récord mundial con 37 partidos, el cual podrían superar en la copa pues Italia no participa; campeón de la Copa América 2021 derrotando en la final 1-0 a Brasil en el estadio Maracaná, un título que no ganaban desde hace 28 años; campeón de la primera versión Conmebol-UEFA de la Finalíssima 2022 al derrotar a Italia 3-0; y clasificando a Catar 2022 cinco fechas antes de concluir la eliminatoria sudamericana, lejos del angustioso cierre para alcanzar el cupo hace cinco años hacia Rusia 2018.
Si le sumamos el potencial de sus jugadores y la valoración de estos en el mercado del fútbol profesional, es indudable que cuentan con argumentos sólidos para tener fe en alcanzar su tercera copa.
Scaloni es uno de esos afortunados personajes a los que se suele ponderar por estar en el momento justo y propiciar las condiciones adecuadas. Sin haber dirigido un equipo profesional, tuvo su primera oportunidad de formar parte de un cuerpo técnico en 2016-17, cuando su mentor Jorge Sampaoli llegó al club español Sevilla y lo integró a su equipo de trabajo.
Posteriormente, con Sampaoli al frente de la selección argentina para Rusia 2018, Scaloni volvió a integrar su equipo de trabajo como analista de los rivales que les correspondían. Un mundial para Argentina al que podríamos describir con el título de la película de Pedro Almodovar, “Al borde de un ataque de nervios”.
Sampaoli, un técnico obsesivo en sus planteamientos tácticos, hiperactivo, agitador impasible de los jugadores desde el área técnica y amante del rock pesado, transmitía hacia afuera ebullición sin periodos de calma. Se habló de pugnas internas que quebraron la relación con los jugadores, entre ellos Lionel Messi. El corte final de su cargo se daría con la derrota ante Francia 4-3 en los octavos de final.
Para llenar el vacío dejado en la dirección técnica de Argentina, país de grandes jugadores pero también de destacados entrenadores referentes del fútbol mundial (un renglón en el que hoy superan ampliamente a Brasil como exportador de técnicos), la prensa valoraba por encima de Scaloni a dos calificados candidatos: Diego Pablo Simeone por su impronta en el exterior con el Atlético de Madrid y a Marcelo Gallardo, por sus conquistas entrenando a lo interno del país al River Plate.
Pero a Scaloni, que había continuado trabajando en las divisiones inferiores de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) llevando a la selección Sub-20 al Torneo Internacional de La Alcudia, España, le presentaron una rendija con luz en la ventana al fungir como entrenador interino en dos partidos amistosos, Guatemala y Colombia (3-0 y 0-0), y aprovechó la ocasión para tomarse la osadía de abrir la ventana completamente y quedarse.
Su contrato, que debería terminar después que concluya Catar 2022, ha sido extendido hasta el mundial Canadá, Estados Unidos y México 2026.
A este periodo de la selección albiceleste la afición argentina, aparte de inventarle y apoyarle con sus tradicionales cantos, lo ha bautizado como La Scaloneta. Una forma de definir su estilo de juego, los halagadores resultados, y la cohesión de un equipo con estrellas mundiales y otras en clara proyección de crecimiento.
¿Cuál ha sido el quid de la cuestión para que Scaloni haya dado con la fórmula? Hay quienes sustentan que le debe mucho a su capacidad para renovar, estableciendo un puente firme de transición hacia la era post-Messi. Otros, al surgimiento de una camada de futbolistas valiosos, en todas las líneas, a los que los buenos resultados les ha permitido afianzarse. Es cierto también que Scaloni le ha aportado defensivamente a Argentina un equilibrio defensivo que le ha facilitado ser menos vulnerable a recibir anotaciones, sin perder fuego ofensivo; bastaría con ver hasta ahora las estadísticas de sus partidos.
Tal vez hay un elemento más que debería ponderarse, sin desconocer las otras capacidades: su cercanía afectiva y el manejo del grupo. Se dirá que Scaloni tiene la facilidad de contar con el envidiable recurso de tener en su formación a Messi, Di María, Otamendi, Dybala (si alcanza a sanarse), Lautaro, Montiel, más toda la larga lista en la que caben Álvarez, Mac Allister, Correa, Lo Celso, Pezzella, Paredes etc, etc., pero manejar un grupo tan excepcional con fuerte carácter y líderes en el vestuario, a veces “intocables”, no es tarea liviana y requiere una sabiduría cotidiana.
En la mirada inicial, a priori, se podría asociar con rasgos del explosivo estilo Sampaoli, por haber sido este su mentor como entrenador; sin embargo, Scaloni ha demostrado tener estilo propio y reflexivo. Su cercanía en sus tiempos futbolísticos con la base de la selección ha sido esencial: fue campeón con Argentina en el Mundial Sub-20 de Malasia 1997, bajo la conducción de Néstor Pékerman y participó en el mundial de 2006 compartiendo selección con Messi.
Entre Lionel Scaloni, 44 años, y Lionel Messi el capitán indiscutible de la selección, 35 años, sólo hay 9 años. Una diferencia de edad que algunas veces puede jugar en contra de director y dirigido, al provocar por la cercanía una merma en el respeto y la obediencia; para Scaloni ha sido una virtud, pues se han fundido sus conocimientos con el afecto y la comprensión, como un jugador más en busca del objetivo final: la Copa.
Argentina abre ante Arabia Saudita su participación, el 22 de noviembre. Recibirá el sábado 26 de noviembre a México, precisamente un rival del que Scaloni guarda gratos recuerdos, pues jugó contra ellos en el triunfo 2-1 por los octavos de final de Alemania 2006. Un partido clave porque podría definir la clasificación a la siguiente ronda. Cerrará sus partidos del grupo ante Polonia, el 30 de noviembre. Pase de primero o de segundo del grupo, la Argentina de Scaloni llega condicionada a demostrar desde el arranque del torneo que la Scaloneta no ha sido para los argentinos una ilusión más. “Linda tarea” seguramente diría Lionel Scaloni.