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FAO: 'Los pueblos indígenas son los mejores guardianes de la biodiversidad'
- 11/04/2022 00:00
- 11/04/2022 00:00
Cuando Mauricio Mireles tenía seis años se mudó a Oaxaca, un estado del sur de México multicultural en donde conviven alrededor 19 grupos étnicos; “Vivir en un país donde hay muchas naciones” lo inspiró a estudiar sociología y antropología. Mireles comentó que la admiración que tiene hacia los pueblos originarios radica en la “resiliencia” que tienen a pesar de todas las adversidades que se han visto obligados a atravesar. Para esta entrega Hombres Hoy, el actual Oficial de Políticas para Pueblos Indígenas e Inclusión social de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) explicó que la situación actual de la seguridad alimentaria de los pueblos originarios es “ bastante preocupante”, sin embargo, a pesar de que en estas zonas es donde se “esconde la pobreza extrema y los mayores índices de inseguridad alimentaria”, ellos siguen siendo “los mejores guardianes de la biodiversidad”.
Para mi estudiar sociología y antropología surge de vivir en México, ya que es un país donde hay muchas naciones dentro de naciones; culturas, lenguas, idiomas, tradiciones. Cuando mi familia decidió irse de ciudad de México para ir al sur, a Oaxaca, de donde es mi madre tuve la oportunidad de vivir eso, de convivir con estas culturas y eso me generó una absoluta fascinación.
Tendría 11 años; yo le dije a mis padres que realmente el título de antropólogo, sociólogo me lo dieron mucho tiempo después porque empecé a estudiar antropología cuando tuve la oportunidad de ver muchos mundos dentro de mi propio país.
Nunca fue un tema de estudiarlos como tal, pero cuando se está viendo la realidad rural de América Latina, se empieza a ver las grandes desigualdades, se ven muchas injusticias; lo que decimos en la antropología 'deuda histórica' y es ese afán de querer contribuir a ese proceso, de entender ese por qué, de que si bien todos somos de un solo país, a veces las oportunidades no se presentan a todos de igual manera y por qué ser indígena y ser afrodescendiente termina jugando un papel a la hora de decir quién tiene mejores oportunidades que otros. Esa fue la motivación principal.
Es una situación bastante preocupante; en América Latina y el Caribe tenemos una población de aproximadamente 60 millones de personas que se auto-reconocen como indígenas y de las cuales la mitad habitan en las zonas rurales de América Latina y el Caribe; es justamente en estas zonas donde se esconde la pobreza extrema, es ahí donde encontramos los mayores índices de inseguridad alimentaria. Realmente sí hay una tendencia en la región a ver que los pueblos indígenas conviven con las mayores tasas de pobreza, pobreza extrema, la falta de acceso a los servicios básicos, particularmente agua, y todo eso, termina afectando la seguridad alimentaria de los pueblos. Ahora hay otro tema importante que reconocer, que hay una serie de servicios que normalmente no llegan a estas comunidades; los pueblos tienen una tradición histórica de resiliencia y autosuficiencia; en muchas de las comunidades nosotros vemos que hay mayores índice de producción y de consumo de los alimentos que hay dentro de su propio territorio, es decir, que a veces ellos no están tan pendientes de la cadena retroalimentaría convencional como sí ocurre en una ciudad, porque ellos siguen teniendo prácticas de producción tradicional, entonces es como una dicotomía.
Panamá es un país emblemático en la región, particularmente en la subregión, primero porque es un país que entendió que la seguridad central es garantizar el territorio, la tierra, la regularización de los procesos vinculados a la tenencia y los derechos colectivos. Panamá es un país que ha hecho mucho en este sentido, ha sido bastante progresivo en reconocer estos derechos. Como en todos los países de la región hay muchos desafíos por enfrentar, particularmente vinculados a la región forestal. Los pueblos indígenas en Panamá tienen el 63% de los bosques en el país, la pregunta es cómo podemos hacer que a partir de ese 63% de este capital natural haya una compensación natural adecuada, una congestión de las áreas de protección natural adecuada, haya un mejor reconocimiento de las políticas dirigidas a la protección del medio ambiente y de los sistemas agroalimentarios para asegurar que ellos no se vean como entes pasivos, sino como socios activos en el territorio en la preservación de la biodiversidad... ese es el desafío, y la forma de tratar ese desafío es a través del consentimiento libre, previo, informado, ese es el principal mecanismo en donde podemos generar una estructura donde haya una participación adecuada, trasparente, en donde el proceso de decisión se refleje en los intereses de todos.
No podemos generalizar, hay más de 826 pueblos que habitan América Latina y el Caribe con distintas realidades territoriales, productivas, con distintos recursos naturales, lo que tenemos que hacer es asegurar que haya procesos de consulta y participación para que los pueblos puedan participar en mecanismos de agrodesarrollo de las oportunidades agroproductivas de la manera en que ellos consideren que sean superior, que sea mejor, por ejemplo: 30 millones de pueblos indígenas habitan en zonas urbanas, posiblemente para ellos la agroindustria es una oportunidad de empleo, es una oportunidad de traer ingresos para sus familias... entonces no necesariamente se vería como una amenaza, en otros casos, sí lo puede ser, y ahí hay que reconocer que hay de esos sistemas alimentarios que deben ser preservados, protegidos y que pueden representar una oportunidad en una cadena de valor con mayor visibilidad y mayor reconocimiento por el hecho de ser un producto indígena, esa es un gran oportunidad en la que se puede trabajar.
Básicamente es la discusión, y para hacerlo lo más sencillo posible no es hablar de pueblos indígenas, no es hacer por los pueblos indígenas; es hacer con los pueblos indígenas. En el momento en que nosotros empecemos a considerar una colaboración real ya generar todos los mecanismos en el diseño de nuestras propuestas en la forma de generar los espacios participativos, de pensar en la gestión de los proyectos, en una estructura real de coparticipación, de co-diseño, ahí vamos a encontrar muchísimas oportunidades.
Las aportaciones de los bosques son inmensas, si uno considera particularmente la gran concentración de bosques en manos de los pueblos indígenas ya podemos partir de esa colaboración especial. En términos numéricos, estamos hablando entre 330 a 380 millones de hectáreas en manos de los pueblos originarios; es un territorio cuatro veces el territorio de Colombia; esa es la dimensión del bosque que gestionan los pueblos indígenas, pero además de ser una gran extensión territorial, resulta ser que el estado de conservación es muy superior al de áreas de protección natural, eso nos explica y nos indica que sí son los mejores guardianes de la biodiversidad.
Esto nos afecta a todos. Nosotros estamos en un punto de inflexión en donde un ecosistema emblemático para América Latina y el Caribe como lo es la Amazonia, está cerca de llegar a ese 20%; actualmente el índice de deforestación de la Amazonía está en el 18%, si eso llegase al 20%, todo ese ecosistema, toda esa agua se convertiría en una gran sabana, entonces hay una afectación directa.
La principal carencia es una mala concepción e interpretación de las reales capacidades y de las aportaciones que pueden hacer los pueblos al desarrollo sostenible. Por mucho tiempo hemos cometido el gran error, de considerar que los pueblos indígenas son pobres y vulnerables, yo creo que ese es un error fundamental; en el momento en que nosotros comencemos a concebirlos como socios activos, como participantes a las personas que están en el territorio y diseñemos soluciones con el territorio, podremos encontrar otros mecanismos.
Su resiliencia y resistencia , no deja de impresionarme cómo en aras de toda la adversidad, en aras de todos los esfuerzos sistemáticos de la historia de intentar excluirlos, de intentar menoscabarlos, ellos siempre encuentran las fuerzas, la determinación de seguir adelante, y eso me parece que tiene un aprendizaje para toda la humanidad; hay muchísimo aprendizaje de ese conocimiento ancestral que en estos momentos de crisis climática podemos aprender de ellos.
Siempre he tenido la oportunidad de viajar con una cámara cuando estoy de misión; cuando las comunidades lo autorizan, y cuando hay un consenso por parte de los Sahilas. Me gusta la fotografía social, ver la relación de los pueblos con su paisaje.