Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
- 14/02/2021 00:00
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En este mes entrevistamos a la escritora Consuelo Tomás Fitzgerald, de isla Colón, Bocas del Toro, Panamá, quien posee una voz literaria original, sincera y de largo alcance. Comunicadora social. Ganadora del premio Nacional Ricardo Miró en poesía, cuento, novela y una mención en teatro. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, holandés, sueco, alemán, rumano, portugués y macedonio y bengalí. Ha publicado siete libros de poesía, tres de cuento, una novela y un texto dramatúrgico. En 2020 ganó el concurso Municipal de poesía León A. Soto con el poemario 'Breve recuento de sucesos'.
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Así es de alguna manera. Pero también propositivo si se mira bien. Yo vengo de una generación que vivió o estuvo más cerca de las luchas de otras generaciones no solo por la soberanía, sino también por la justicia social, y en la firme convicción de que había un proyecto de país, una construcción colectiva mediada por la organización y orientada por intelectuales preclaros y liderazgos visibles. Estuvimos cuando el proyecto debía convertirse en desmatelamiento de la impronta colonial de Estados Unidos en nuestro país. Pero la colonia no se fue de la cabeza y el espíritu de los antiguos dueños del poder político y nuevos dueños del poder económico, y todo se fue convirtiendo en otra cosa más oscura y gris que reventó con una invasión. De ahí en adelante, caída en picada hacia un abismo incierto. Lo peor es reconocer que todos fuimos responsables. Seguimos siéndolo.
Bueno, realmente teníamos ganas de participar, de prepararnos y formarnos para esas luchas. En mi grupo de referencia, que fue La otra Columna, muy apoyados por gente como Pedro Rivera, Monchi Torrijos, Rogelio Sinán, César Young, Bertalicia Peralta, Esther María Osses y otros que con gran generosidad nos escucharon, apoyaron y orientaron, teníamos un plegable en el que publicábamos no solo poesía, sino también ensayo y artículos de reflexión que giraban en torno a cosas como el Plan de Santa Fe, la OTAN, el movimiento de los No alineados. Tratamos de conectarnos con el resto del mundo y otros grupos de jóvenes cuando no había internet. En ese tiempo había varios grupos musicales como el grupo Liberación (Rómulo Castro), Trópico de Cáncer (hermanos Santizo); había brigadas de muralistas, grupos de teatro popular que iba a las barriadas y las comunidades; cineastas que se mojaban los pies contando el país y ayudando a otros a apreciar el cine como arte generador de conciencia y no solo como entretenimiento. Artistas que también se involucraban en temas de solidaridad con países agobiados por conflictos internos, muy azuzados y apoyados por el imperio. Había un caldo en el que se cocinaba un arte comprometido con la historia y el devenir social y político y que a pesar de que, lograda la tarea que culminó con la firma de los tratados, de alguna manera sabía que las dificultades no habían terminado y que iba creciendo un enemigo invisible interno. Gente que todavía está haciendo lo que puede, ya con 50 o 60 años o más y a la que sigo teniéndole gran respeto.
Panamá es un país marino. Costa por donde se le mire. En una hora vas del Pacífico al Atlántico. De una estrechez que ha sido su ventaja y también su calvario. El mar es casi un mandato más que metafórico. Yo viví en isla Colón hasta los tres años y para donde fuera, ahí estaba el mar. Y la ciudad de Panamá a la que llegué a vivir, tenía playas a las que se podía ir cerca, ahí en lo que ahora es San Francisco; y la avenida Balboa que era un paseo maravilloso de domingo. Solo ir a sentarse en el desaparecido parque Anayansi bajo el inmenso árbol Panamá, ya era relajante y una fuente permanente de historias. O tal vez porque, como dicen que venimos del mar, ¿recuerdas lo de la gran sopa universal? Tal vez por eso los seres humanos cada vez que podemos queremos estar cerca de él. Como de una matriz.
De niña descubrí en la biblioteca de mi padre un libro con poemas de Ricardo Miró (dedicado por el periodista Leónidas Escobar de quien mi padre era gran amigo). Me entretenía memorizándolos mientras caminaba por el patio. De eso solo recuerdo cuando pasa Mimí con su sombrilla/color de perla con encajes rosa y luego hablaba algo de una ebúrnea pantorrilla yo me hacía la importante recitándosela a mis hermanos. Loca total. Luego en una especie de enciclopedia hecha en Chile que se llamaba El libro de oro de los niños, había allí una sección de poesía, con poemas de María Elena Walsh, García Lorca, José Martí, Gabriela Mistral y otros que me gustaban mucho. Y bueno, ya de adolescente y luego de haber pasado por el siglo de oro español de las clases de literatura, empecé a descubrir otros poetas panameños como Demetrio Herrera, Demetrio Korsi, Rogelio Sinán, Esther María Osses, Stella Sierra, Ana Isabel Illueca, María Olimpia De Obaldía. Curiosamente en aquella escuela no nos obligaron a aprendernos ninguna poesía. La leíamos en voz alta solamente. Algunas chicas se las aprendían para recitarlas en los actos culturales, pero lo hacían porque querían. También me impresionó el trabajo de poetas como Orestes Nieto, Aristides Martínez, Julia Regales, Pedro Rivera, Moravia Ochoa, Ramiro Ochoa, Iván Oviero, Giovanna Benedetti, Mireya Hernández y latinoamericanos como Saúl Ibargoyen, Otto René Castillo, Roque Dalton, César Vallejo, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Rosario Castellanos y más allá como León Felipe, Blanca Valera, Allen Ginsberg, Walt Withman, en fin. Si te sigo mencionando no termino. Pero uno que es definitivamente de cabecera es José Martí.
En estos días leí un artículo de David Robinson que hablaba de la inutilidad de los poetas. En tiempo de contradicción porque, al final, reconoce que la belleza siempre es necesaria y siempre van a existir los espíritus sensibles. Las palabras precisas, encontradas y colocadas de manera exacta para describir, definir, provocar, emocionar, revelar, pueden ayudar a saltar abismos. Recordemos que una cosa que nos define como humanos, es el lenguaje. Y la poesía es pura síntesis de esa experiencia humana en el mundo que conocemos. Yo no me considero optimista, pero como el mundo siempre está cambiando, siempre podemos encontrar palabras nuevas para nombrarlo. Y espero sinceramente que las generaciones que siguen logren esas palabras y consigan pintar un mundo en el que quepamos todos y nadie sea excluido de ser nombrado. Y que siga habiendo lectores de poesía. Bueno, sí, al final sí soy optimista.