La cárcel que acogió al arte emergente

Actualizado
  • 13/08/2018 02:01
Creado
  • 13/08/2018 02:01
La tercera edición de Arte Nómada se presentó en un espacio en desuso de la Ciudad del Saber. Concluyó el pasado fin de semana

Era difícil sospechar que una cárcel, fría y en desuso, pudiese convertirse en una galería que acogiera al arte nacional y extranjero, un arte novel pero con mucho significado y, sobre todo, con mucha intención. Esta idea fue llevada a la realidad, asombrando al visitante al descubrirla. Es liderada por Natalia Ramírez, Mana Pinto, Val Schnack y Gabriel Trius, cuatro jóvenes que se dedican a impulsar a artistas emergentes a través de ‘Arte Nómada', un proyecto que ya presume su tercera edición. ‘Seleccionamos espacios abandonados en Panamá y los transformamos en exposiciones temporales', dijo Natalia. Y es que en los pasillos del edificio 201 de la Ciudad del Saber la creatividad fue la gran protagonista.

‘Este espacio que por más de 40 años fue un área de opresión, ahora lo convertimos en un espacio de unión, de expresión: un espacio libre', explicó Natalia. Y es que lo que fue una prisión para una de las bases militares acantonadas en el Canal, albergó hasta el pasado fin de semana muestras de doce artistas visuales. Ana Sofía Camargo, Daniela Cedeño, Marissa Chapman, Fabrizio Durán, Lorena Endara, Aura Rico, Daniel Valdés, Carolina Vélez, José Zeballos y el colectivo PATACóN fueron algunos de los elegidos para sorprender a todos con su composición.

Se trata de una especie de refugio cultural itinerante, que busca ‘que el artista se sienta libre y explore sus ideas'. Como explicó Schnack, este año el proyecto tiene un toque especial: la participación extranjera. ‘Estamos descubriendo que en Latinoamérica hay gente a la que le interesa participar en cosas de Panamá. Hoy contamos con compañeros de Colombia, México y Costa Rica'.

Para los cuatros jóvenes de 22 años de edad, la esencia de esta plataforma cultural es la comunidad, aquella creada en estos espacios. Además, el ímpetu que se transmite entre los organizadores, colaboradores y artistas. ‘Quienes participan se llevan un pensamiento hacia el futuro. Uno mucho más claro y enfocado al concepto de lo que se quiere crear', dice Schnack.

El Arte Nómada quiere involucrar también al urbanismo panameño, un guiño de responsabilidad social que motiva a quienes llevan las riendas del proyecto. ‘Hay muchos espacios en Panamá que están completamente decaídos. Nos gusta rehabilitarlos', relató Natalia Ramírez. Puntializó que anhelan, ‘en un futuro no muy lejano', adquirir un espacio cultural permanente, pero sin una muestra rígida.

UN PASEO ENTRE LAS CELDAS

Un mes de montaje y una producción de casi un año podría sugerir una muestra única y sin desperdicio.

Cuando el espectador caminaba por los pasillos angostos del lugar, se tropezaba con la fiesta fotográfica de Lorena Endara, colgada en los fuertes barrotes grises. Al fondo, la obra de José Ceballos, un performance inspirado en el uso desmedido de las nuevas tecnologías y dispositivos inteligentes. Unas rosas rojas, vidrios rotos, mensajes alusivos y dibujos de ‘zombies al teléfono' invitaron a la reflexión.

En otro de los pequeños calabozos, la obra de la artista panameña Ana Sofía Carmargo ejemplifica, a través de textiles y cerámica, la inconformidad del género femenino. ‘El concepto que desarrollé para Arte Nómada ahonda en los roles que han sido impuestos sobre la mujer, por ejemplo, las amas de casa', describe Ana Sofía, mientras camina despacio.

El festival regaló originalidad, arte y juventud. También concedió conferencias y lecturas. Quizá esta fue una de las exposiciones que más asombraron al receptor. Tal vez por su locación, por muestra y su espíritu fresco. ‘Los jóvenes de nuestra generación quieren impulsar la cultura. Son personas con responsabilidad social. Queremos un Panamá fuerte culturalmente', planteó Ramírez.

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