Vida y cultura

Una oportunidad para el espacio público, la conectividad y la innovación

Uno de los grandes retos para la renovación del campus de la UP es la movilidad. Carlos Gordón
fotografía aérea donde se puede apreciar el campus de la Universidad de Panamá y su entorno en 1957. Álvaro Uribe
Actualizado
  • 18/01/2025 00:00
Creado
  • 17/01/2025 18:27

El campus de la Universidad de Panamá es parte de un proceso de construcción urbana que refleja una forma de hacer ciudad.

Cualquiera que haya visitado el Campus Universitario Dr. Octavio Méndez Pereira, puede constatar el estado de franco deterioro en que se encuentra su infraestructura. La solicitud por parte de estudiantes y profesores de la Facultad de Medicina de la construcción de nuevas instalaciones en la Ciudad de la Salud -debido al hacinamiento y mal estado de las infraestructuras educativas-, ha conducido a la propuesta, por parte de la actual administración de gobierno, de la construcción de un nuevo campus universitario en un lote cercano a la Ciudad de la Salud. Este proyecto tendría un costo de B/.4 mil millones, y se desarrollaría en un período de 20 años.

El arquitecto y docente Rodrigo Guardia, en un artículo publicado en 2017 en la revista Canto Rodado, destacó el valor arquitectónico y patrimonial del campus Octavio Méndez Pereira como un ícono de la arquitectura panameña, influenciado por el Movimiento Moderno. Diseñado para integrar edificios funcionales y estéticos con el paisaje, fue inaugurado en 1950 con estructuras emblemáticas, como la Biblioteca y las facultades de Humanidades, Ciencias, Ingeniería y Arquitectura. Aunque experimentó una expansión significativa hasta 1955 -con la adición de instalaciones como la Facultad de Medicina y anexos a Ciencias-, su crecimiento desordenado posterior, que lo llevó a contar con 129 edificios en 2010, deterioró su calidad urbanística y su rol como referente cultural.

Proyectos como la carretera Transístmica (1943), el barrio de El Cangrejo (1948), el hotel El Panamá (1951), colegio Artes y Oficios (1951), el complejo hospitalario de la Caja de Seguro Social (1962), la Iglesia del Carmen (1957) y el Instituto Geográfico Nacional Tommy Guardia (1967). A la vez de que se daban estos desarrollos urbanos, también se generaron asentamientos informales en las proximidades de esta zona, como lo fueron los de loma La Pava y Viejo Veranillo. Todos estos proyectos urbanos representan hitos en la construcción de la ciudad.

La Ciudad Universitaria, con 23,5 hectáreas y hasta 40 mil estudiantes, ocupa un lugar privilegiado en el centro urbano de la ciudad de Panamá, conectada por importantes vías como la carretera Transístmica y la avenida Ricardo J. Alfaro. En su entorno inmediato residen 33.594 personas en ocho barrios con dinámicas contrastantes: mientras El Cangrejo ha experimentado un crecimiento poblacional significativo pasando de 1,127 habitantes en 2000 a más de 10,000 habitantes en 2023, sectores como Viejo Veranillo y Curundú han enfrentado un estancamiento y pérdida de al menos 700 habitantes en el mismo período.

La recuperación y transformación del campus

Uno de los grandes desafíos del campus de la Universidad de Panamá (UP) es la conectividad peatonal. A pesar de que sus “usuarios” principales - entre 25 mil y 40 mil estudiantes diariamente-, llegan a este campus educativo por transporte público, el recorrido resulta incómodo y con pocas facilidades. Esto no tendría que ser así, si las aceras que unen, por ejemplo, la estación del metro de Iglesia del Carmen con la Universidad de Panamá, a través de la Ave. Manuel Espinosa Batista, tuviesen una calzada más amplia, que incorpore paisajismo y arborización, soterramiento del tendido eléctrico y de internet, e incluso, ciclovías que conecten la estación con las diferentes facultades.

Para esto, la administración de la UP requiere el diseño de un plan de micromovilidad y transformación de los espacios de estacionamientos en espacio para la movilidad peatonal y el espacio público. A lo interno del campus es necesario reducir el espacio para el automóvil -a través de la implementación de medios como microbuses internos, bicicletas y aceras cubiertas-, que faciliten la caminabilidad y la movilidad activa tanto dentro del campus como hacia el entorno circundante. En este último punto hay que enfatizar la urgencia de mejorar los cruces de calle que conectan este centro con El Cangrejo y la vía España - sobre la Manuel Espinosa Batista-que en la actualidad son incómodos y peligrosos.

El campus universitario, con su valioso legado arquitectónico y generosos espacios abiertos, podría ser revitalizado mediante estrategias de placemaking, abordando su deterioro y saturación. Este enfoque propone rehabilitar jardines y plazas con mobiliario urbano y áreas sombreadas, crear espacios multiusos para actividades culturales y recreativas, mejorar la conectividad peatonal y ciclista, incorporar elementos que refuercen su identidad cultural, y fomentar la inclusión y apertura de estos espacios a la población en los barrios aledaños, para asegurar que los nuevos espacios se mantengan activos.

En una ciudad donde existe un alto déficit de espacios públicos abiertos acondicionados y de centros comunitarios y espacios de reunión e interacción social, el campus, con sus diferentes auditorios y espacios públicos renovados, podría brindar una oportunidad para estimular una mayor relación con los barrios circundantes. Esto permitiría una mayor conexión y pertinencia por parte de esos más de 30 mil vecinos del campus, que ahora se siente excluidos, indiferentes e incluso amenazados por el aislamiento en que se mantiene físicamente la institución.

Uno de los grandes retos de la modernización del campus de la UP es la incorporación de criterios de sostenibilidad. Este proceso de modernización de los edificios debe respetar el legado del Movimiento Moderno que preserva el campus, al tiempo que pone en valor elementos como los quiebra-soles y los espacios abiertos integrados al paisaje, optimizando su rendimiento energético. Incorporar paneles solares, mejorar el aislamiento térmico y restaurar las fachadas con materiales reciclados o innovadores reforzaría su funcionalidad sin comprometer su diseño histórico. Además, la instalación de sistemas de recolección de agua de lluvia y techos verdes permitiría que los edificios no solo conserven su valor arquitectónico, sino que también se conviertan en modelos de sostenibilidad y eficiencia.

El rol de las instituciones educativas trasciende la formación académica, posicionándolas como actores clave para promover la mejora comunitaria, la innovación y la creatividad en su entorno. Ejemplos como el Tecnológico de Monterrey, que ante el dilema de abandonar una zona peligrosa y en deterioro, apostó por la transformación de su campus y del área circundante mediante intervenciones urbanísticas y ambientales, muestra cómo es posible enfrentar este tipo de dilemas de forma exitosa.

La salida del campus de la UP del sector de Bella Vista -junto con el probable abandono de otras infraestructuras emblemáticas como el Complejo Hospitalario-, no solo marcaría una pérdida simbólica, sino también un paso más hacia el deterioro y abandono del centro urbano de la ciudad de Panamá, profundizando las desigualdades y debilitando el tejido urbano de la ciudad. Con B/.4 mil millones sobre la mesa para este proyecto, seguro evaluar más de una opción es posible.