Las Mujeres en la Ciencia, Tecnología e Innovación
- 09/02/2025 00:00
- 08/02/2025 12:02
Hablar de una reconstrucción feminista de los saberes científicos es hablar de una reinterpretación desde la perspectiva de género, y del aporte que desde ella pueda hacerse para la emancipación de las mujeres El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, proclamado por la ONU en el año 2015. El objetivo principal de este día es lograr una mayor participación e inclusión de las mujeres y las niñas en el mundo de la ciencia y la tecnología y de esta manera romper esta brecha de género.
Actualmente, las mujeres continúan relegadas en la participación y reconocimiento de sus aportes en las disciplinas mencionadas. Para muestra un botón. Desde que fue creado el premio Nobel en 1901, ha sido otorgado a 912 hombres, 65 mujeres y 27 organizaciones. Salta a la vista la desproporción en la distribución de los reconocimientos por el trabajo científico.
Marie Curie fue la primera mujer que logró el Nobel de Física en 1903, junto a Pierre Curie. Después solo cinco mujeres han obtenido el Nobel de Física (Maria Goeppert-Mayer–1963; Ada E. Yonath-2009; Donna Theo Strickland-2018; Andrea Mia Ghez-2020 y Anne L’Huillier-2023) en más de un siglo. Mientras tanto le fue otorgado a 219 hombres.
Solamente ocho mujeres han recibido el Nobel de Química: Marie Curie-1911; Irene Joliot Curie-1935; Dorothy Crowfoot Hodgkin-1964; Ada E. Yonath-2009; Frances Arnold-2018; Emmanuelle Charpentier y Jennifer Anne Doudna-2020; Carolyn Ruth Bertozzi-2022. Este premio lo han recibido 187 hombres.
El Nobel de Fisiología o Medicina lo han logrado solo once mujeres: Gerty Theresa Cori-1947; Rosalyn Sussman Yalow-1977; Barbara McClintock-1983; Rita Levi-Montalcini-1986; Gertrude B. Elion-1988; Christiane Nüsslein-Volhard-1995; Linda B. Buck-2004; Françoise Barré-Sinoussi-2008; Elizabeth H. Blackburn y Carolyn W. Greider-2009; May-Britt Moser-2014; Tu Youyou-2015; Katalin Karikó-2023. Este premio ha sido otorgado a 903 hombres.
2019 y 2021, ninguna mujer entre los científicos premiados En otros premios el reconocimiento a las mujeres también ha sido escaso y disperso. Por ejemplo, el Nobel de la Paz ha sido entregado a 93 hombres, 27 organizaciones y solo a 19 mujeres. El de Literatura ha sido otorgado a 103 hombres y solo a 18 mujeres.
El premio Nobel de Economía, que fuera creado en 1968, lo han recibido solo tres mujeres (Elinor Omstron-2009; Esther Duflo-2019 y Claudia Goldin-2023), de un total de 96 galardonados.
El sesgo androcéntrico en las ciencias y su sistema de reconocimientos Según Diana Maffia, “cuando vinculamos género y ciencia, nos interesa discutir en especial las estrategias metodológicas que permitan una reconstrucción feminista de la ciencia, no sólo del papel de las mujeres como sujetos de producción de conocimientos, sino de los sesgos que el género imprime al producto, a la teoría científica”.
Este es el mérito principal de Londa Schiebinger (1993): “describir cómo los padres de la ciencia moderna incorporaron sus prejuicios (no sólo de género, sino también de clase y raza) en sus investigaciones sobre la ciencia y la historia natural; explorar el modo en que la raza, el género y la clase han dado forma a las clasificaciones y descripciones científicas no sólo acerca de humanos sino también de plantas y animales; mostrar cómo los científicos, como miembros privilegiados de la sociedad, construyen imágenes y explicaciones de la naturaleza que refuerzan sus propios lugares y valores culturales.” (Maffia, 2007).
Hablar de una reconstrucción feminista de los saberes científicos es hablar de una reinterpretación desde la perspectiva de género, y del aporte que desde ella pueda hacerse para la emancipación de las mujeres. Para ello concebiremos la ciencia como una construcción por parte de una comunidad, en la que influyen otras variables sociales además de los parámetros disciplinarios, y cuyo producto no debe ser confinado para su estudio al desarrollo dentro de la comunidad científica.
La educación no ha sido suficiente para empoderar a las mujeres, aunque desde el último tercio del siglo XX, en el mundo, la matrícula femenina ha crecido sin parar. Fundamentalmente porque se pudo controlar la natalidad con la patente de la píldora anticonceptiva en 1960 en Estados Unidos. Alrededor del mundo hay más mujeres que hombres en la Universidades. Panamá, no es la excepción.
Matricula femenina en la educación superior En términos generales en el tercer nivel en Panamá, las mujeres son el 61% de la matrícula universitaria, pero están concentradas en Formación docente con el 76%, en Comercio y Administración con el 66%. Mientras que en Informática los hombres son el 72% y en ingeniería el 77%.
Estas dos últimas son mucho mejor remuneradas y se consideran las carreras del futuro. En la Universidad de Panamá (66%) no solo la matricula femenina es superior a la masculina, también los es el egreso (68%).
Sin embargo, según la tasa de ocupación de graduados de la Universidad de Panamá, el mercado laboral prefiere la mano de obra masculina. Aunque se gradúan más mujeres que hombres, ellos entran al mercado laboral en mayor proporción (81.1%) que las mujeres (77.2%).
Esto se debe fundamentalmente a la división sexual del trabajo, que es la distribución social de las tareas a partir del sexo biológico y se divide en trabajo productivo y reproductivo; bajo esta perspectiva se les asigna a los hombres el espacio público (trabajo productivo) y a las mujeres, el espacio privado (trabajo de reproducción).
Esta asignación es una construcción social, interiorizada a tal grado que se considera que los roles tradicionales corresponden a la naturaleza y capacidades de hombres y de mujeres. Dado que estos roles tienen una distinta valoración social, la división sexual del trabajo se traduce en relaciones jerárquicas de poder y por lo tanto en desigualdad.
Una de las consecuencias de la división sexual del trabajo son las brechas salariales entre hombres y mujeres. La brecha salarial implica que las mujeres obtienen menos ingresos a lo largo de su vida, lo que se traduce, además, en pensiones más bajas y un mayor riesgo de pobreza en las personas mayores.
El ‘Uso del tiempo’ como categoría de la teoría de género Al interior del hogar la división de tareas entre mujeres y hombres es altamente diferenciada; es en este espacio donde se vislumbran claramente los roles o estereotipos de género construidos por nuestra cultura a lo largo de la historia, y que se reproducen socialmente día con día.
Estos estereotipos confinan a la mujer en el papel de ama de casa y al hombre, en el de proveedor, división que reduce a la mujer al ámbito privado y deja al varón el dominio del ámbito público, de lo cual se desprende la escasa participación política y social de las mujeres (Loría, 1998).
La autora es Directora del Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá.
Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas. Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, proclamado por la ONU en el año 2015. El objetivo principal de este día es lograr una mayor participación e inclusión de las mujeres y las niñas en el mundo de la ciencia y la tecnología y de esta manera romper esta brecha de género.
Actualmente, las mujeres continúan relegadas en la participación y reconocimiento de sus aportes en las disciplinas mencionadas. Para muestra un botón. Desde que fue creado el premio Nobel en 1901, ha sido otorgado a 912 hombres, 65 mujeres y 27 organizaciones. Salta a la vista la desproporción en la distribución de los reconocimientos por el trabajo científico.
Marie Curie fue la primera mujer que logró el Nobel de Física en 1903, junto a Pierre Curie. Después solo cinco mujeres han obtenido el Nobel de Física (Maria Goeppert-Mayer–1963; Ada E. Yonath-2009; Donna Theo Strickland-2018; Andrea Mia Ghez-2020 y Anne L’Huillier-2023) en más de un siglo. Mientras tanto le fue otorgado a 219 hombres.
Solamente ocho mujeres han recibido el Nobel de Química: Marie Curie-1911; Irene Joliot Curie-1935; Dorothy Crowfoot Hodgkin-1964; Ada E. Yonath-2009; Frances Arnold-2018; Emmanuelle Charpentier y Jennifer Anne Doudna-2020; Carolyn Ruth Bertozzi-2022. Este premio lo han recibido 187 hombres.
El Nobel de Fisiología o Medicina lo han logrado solo once mujeres: Gerty Theresa Cori-1947; Rosalyn Sussman Yalow-1977; Barbara McClintock-1983; Rita Levi-Montalcini-1986; Gertrude B. Elion-1988; Christiane Nüsslein-Volhard-1995; Linda B. Buck-2004; Françoise Barré-Sinoussi-2008; Elizabeth H. Blackburn y Carolyn W. Greider-2009; May-Britt Moser-2014; Tu Youyou-2015; Katalin Karikó-2023. Este premio ha sido otorgado a 903 hombres.
En otros premios el reconocimiento a las mujeres también ha sido escaso y disperso. Por ejemplo, el Nobel de la Paz ha sido entregado a 93 hombres, 27 organizaciones y solo a 19 mujeres. El de Literatura ha sido otorgado a 103 hombres y solo a 18 mujeres.
El premio Nobel de Economía, que fuera creado en 1968, lo han recibido solo tres mujeres (Elinor Omstron-2009; Esther Duflo-2019 y Claudia Goldin-2023), de un total de 96 galardonados.
Según Diana Maffia, “cuando vinculamos género y ciencia, nos interesa discutir en especial las estrategias metodológicas que permitan una reconstrucción feminista de la ciencia, no sólo del papel de las mujeres como sujetos de producción de conocimientos, sino de los sesgos que el género imprime al producto, a la teoría científica”.
Este es el mérito principal de Londa Schiebinger (1993): “describir cómo los padres de la ciencia moderna incorporaron sus prejuicios (no sólo de género, sino también de clase y raza) en sus investigaciones sobre la ciencia y la historia natural; explorar el modo en que la raza, el género y la clase han dado forma a las clasificaciones y descripciones científicas no sólo acerca de humanos sino también de plantas y animales; mostrar cómo los científicos, como miembros privilegiados de la sociedad, construyen imágenes y explicaciones de la naturaleza que refuerzan sus propios lugares y valores culturales.” (Maffia, 2007).
Hablar de una reconstrucción feminista de los saberes científicos es hablar de una reinterpretación desde la perspectiva de género, y del aporte que desde ella pueda hacerse para la emancipación de las mujeres. Para ello concebiremos la ciencia como una construcción por parte de una comunidad, en la que influyen otras variables sociales además de los parámetros disciplinarios, y cuyo producto no debe ser confinado para su estudio al desarrollo dentro de la comunidad científica.
La educación no ha sido suficiente para empoderar a las mujeres, aunque desde el último tercio del siglo XX, en el mundo, la matrícula femenina ha crecido sin parar. Fundamentalmente porque se pudo controlar la natalidad con la patente de la píldora anticonceptiva en 1960 en Estados Unidos. Alrededor del mundo hay más mujeres que hombres en la Universidades. Panamá, no es la excepción.
En términos generales en el tercer nivel en Panamá, las mujeres son el 61% de la matrícula universitaria, pero están concentradas en Formación docente con el 76%, en Comercio y Administración con el 66%. Mientras que en Informática los hombres son el 72% y en ingeniería el 77%.
Estas dos últimas son mucho mejor remuneradas y se consideran las carreras del futuro. En la Universidad de Panamá (66%) no solo la matricula femenina es superior a la masculina, también los es el egreso (68%).
Sin embargo, según la tasa de ocupación de graduados de la Universidad de Panamá, el mercado laboral prefiere la mano de obra masculina. Aunque se gradúan más mujeres que hombres, ellos entran al mercado laboral en mayor proporción (81.1%) que las mujeres (77.2%).
Esto se debe fundamentalmente a la división sexual del trabajo, que es la distribución social de las tareas a partir del sexo biológico y se divide en trabajo productivo y reproductivo; bajo esta perspectiva se les asigna a los hombres el espacio público (trabajo productivo) y a las mujeres, el espacio privado (trabajo de reproducción).
Esta asignación es una construcción social, interiorizada a tal grado que se considera que los roles tradicionales corresponden a la naturaleza y capacidades de hombres y de mujeres. Dado que estos roles tienen una distinta valoración social, la división sexual del trabajo se traduce en relaciones jerárquicas de poder y por lo tanto en desigualdad.
Una de las consecuencias de la división sexual del trabajo son las brechas salariales entre hombres y mujeres. La brecha salarial implica que las mujeres obtienen menos ingresos a lo largo de su vida, lo que se traduce, además, en pensiones más bajas y un mayor riesgo de pobreza en las personas mayores.
Al interior del hogar la división de tareas entre mujeres y hombres es altamente diferenciada; es en este espacio donde se vislumbran claramente los roles o estereotipos de género construidos por nuestra cultura a lo largo de la historia, y que se reproducen socialmente día con día.
Estos estereotipos confinan a la mujer en el papel de ama de casa y al hombre, en el de proveedor, división que reduce a la mujer al ámbito privado y deja al varón el dominio del ámbito público, de lo cual se desprende la escasa participación política y social de las mujeres (Loría, 1998).
La autora es Directora del Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá.