Vida y cultura

La sociedad japonesa, desde una mirada occidental

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Actualizado
  • 31/03/2024 00:00
Creado
  • 30/03/2024 14:25

Escribir un libro ofrece la oportunidad de recordar, comprender y revivir los hechos y las situaciones que nos han llevado a ser quienes somos. Es la lección que Alejandro Félix de Souza rescata de su libro ‘Japón de cerca’

Un jovencito de 23 años, habiendo recién finalizado sus estudios en relaciones exteriores decidió aceptar un cargo en la misión diplomática de su país, Uruguay, en Japón. A pesar de las recomendaciones de sus compañeros de que no aceptara, porque “ese país esa muy caro” y no iba a poder ahorrar, se embarcó en una aventura que duró casi 10 años y lo marcó de por vida.

Fascinado por una cultura tan diferente a la propia, decidió escribir una especie de manual que, además de sus apreciaciones y alguna información que ofreciera un contexto al lector, ofreciera algunas pistas a sus compatriotas sobre qué tomar en cuenta para establecer negocios de forma exitosa. Veinticinco años después, el libro Japón de cerca cobra vida, con algunos ajustes, claro está, pero escrito como reza en su portada, con “una perspectiva desde el cariño y la convivencia en una sociedad fascinante”.

Ese jovencito es Alejandro Félix de Souza, quien en ese momento pensaba que estaría fuera de su país por cinco años y luego retornaría. La vida le presentó un camino diferente: estando en Japón avanzó en estudios superiores, dejó la misión diplomática y trabajó para una empresa japonesa, conoció a una panameña con la que se casó y casi a 10 años de estar viviendo en Japón viajó a Panamá para radicarse.

Aquel manual quedó guardado en un sobre (papel y diskette) y fue redescubierto hace poco tiempo. Alejandro Félix de Souza presentó recientemente estas notas y compartió con La Estrella de Panamá el proceso por el que pasó esta publicación, así como sus motivaciones.

Ante los ojos occidentales, la sociedad japonesa es muy compleja, aunque para ellos es muy práctica, lo que nos resulta paradójico. De Souza presenta una razón muy clara y específica por la que así resulta. “Como parte de su desarrollo histórico su sociedad fue sobrepoblada muy rápidamente -aunque el territorio total del Japón son casi 400.000 kilómetros cuadrados, el territorio habitable es aproximadamente 80 mil kilómetros cuadrados que es más o menos la superficie de Panamá- Tendríamos que imaginar un Panamá, que en lugar de albergar cuatro y medio millones de personas, según el último censo, acogiese 126 millones de habitantes”.

Esto, los forzó a desarrollar una cultura y una mentalidad a nivel individual que, obviamente se inculca desde los primeros años, de vivir en armonía con el prójimo, de no generar impactos negativos en el prójimo. “A partir de eso, se crean toda una cantidad de usos y convenciones sociales que sí, son muy difíciles de comprender para Occidente porque particularmente desde el Renacimiento tenemos esta exaltación de la libertad y el procurar la máxima expresión individual aunque esa expresión del individualidad a veces no respeta los límites del impacto sobre el otro, mientras que en Japón por parte de ese proceso histórico, los ha llevado a entender el mutualismo, o sea, cómo yo vivo con los otros y en coexistencia con los otros”, destaca.

Para el autor, lo distinto de Japón tiene que ver mucho con “lo distinto de quien observa”, porque “nosotros somos bastante incomprensibles para ellos; ese individualismo a veces salvaje, logrando cosas pisoteando a otras personas consciente o inconscientemente; eso para ellos es una actitud infantil. Ven la expresión de emociones como algo inmaduro, muy de personas que no han completado su desarrollo emocional porque para ellos la expresión de emociones es algo que puede llegar importunar a otro, incluso a la propia pareja”.

Todas estas cosas lucen muy complejas, pero a la vez son simples, porque esa es la forma en que ellos -los japoneses- de una forma muy concreta han entendido cómo resolver conflictos. Y para ellos es muy funcional.

La armonía como valor

El concepto de armonía en Japón se ha convertido en un valor supremo. “Las personas dejan mucho de su ego, deja mucho de su individualidad, al contrario que en Occidente, para que no se afecte la armonía, la existencia en estado mutuo con otros. Por eso es un valor. Y esto no es único solo para occidente sino también respecto a Asia. Japón es una sociedad muy única”, sostiene de Souza.

Y esto tiene que ver mucho con la cosmovisión de esta sociedad. “El mutualismo en coexistencia con otros lo llevan también a la responsabilidad hacia ‘los otros vivos’ y la responsabilidad hacia ‘los futuros vivos’, hacia las próximas generaciones. Es un concepto de interresponsabilidad intergeneracional que se ha cultivado por muchos siglos y que ha promovido la preservación de las fuentes de vida y sostenibilidad para las próximas generaciones”.

Japón fue de los primeros países que empezó a hablar del tema del cuidado del ambiente; esto está vinculado con sus creencias religiosas. “La naturaleza, en la religión sintoísta, que es animista, es vista como Dios. Las montañas, la lluvia, el sol, todos los fenómenos climáticos, geológicos y geográficos son vistos como divinidades y el ser humano, al revés de Occidente, no se ve como un ser humano dominador de esa naturaleza, sino como parte de la naturaleza. Entonces, viven y respetan la coexistencia con otro ser humano y con la naturaleza y el ambiente”, describe.

Claro está, ninguna sociedad está exenta de “rompedores de reglas”, pero la sanción moral que impone la propia sociedad, a quien rompe esa armonía es incluso más fuerte que la sanción legal, que es la que impera en occidente. “En Japón es muy importante pertenecer a un grupo, les ayuda mucho a ordenar su vida tener todos esos códigos ancestrales. Incluso la armonía es más prioritaria que el amor”. Si un miembro de la familia comente un acto reprochable, la familia será la primera en desconocerlo.

Cerca y lejos... el paso del tiempo

De Souza escribió estos apuntes a dos años de haberse mudado a Japón. “Todavía tenía capacidad de asombro”, admite, pero ya tenía más convivencia, con la sociedad japonesa”. Cuando yo llegué a Japón venía bastante informado y de fuentes occidentales que tenía una perspectiva, mixta, entre crítica y admiración, pero ponderada y bastante objetiva. Obviamente con el tiempo se van normalizando aquellas costumbres y conductas que en un principio se perciben como extrañas. Y luego, ya de vuelta en occidente, uno vuelve a desnormalizar. “A la distancia, digiero mucho más y e incluso valoro más. Cuando yo vine acá empecé a ver a Japón de otra manera; había cosas buenas que yo encontraba normales y después me di cuenta que era como vivir en otro planeta. La cortesía, por ejemplo, japonesa es real, es verdadera”, sin embargo, la distancia también ayuda a mirar otras realidades. “Es una sociedad que también tiene problemas. Todas las sociedades, aun las que vemos como las más avanzadas en temas de desarrollo humano, tienen problemas. La gente nunca está conforme. Pero sí cambió mucho mi perspectiva”

Luego de todo el tiempo transcurrido, ¿por qué es ahora cuando sale este libro a la luz?

“Viví, estudié, trabajé ahí casi una década, eso te hace muy perfeccionista; los japoneses, son muy perfeccionistas, lo ves en los arreglos de flores, en la ceremonia del té. Hasta la imperfección es parte de la perfección; el detalle infinitesimal, digamos hasta la molécula llegan en la en el perfeccionismo”, comenta.

Para alguien quien de por sí, es de naturaleza perfeccionista, el encuentro con esa cultura le hizo magnificar esa cualidad. “Yo no sentía que el libro estaba listo para publicar. Y luego la vida me llevó por otros caminos, me casé, empecé una maestría, cuando la termino, mi esposa quedó embarazada de nuestro segundo, hijo, mi esposa trabajaba y en el camino, fallece mi suegra panameña y había dejado algunos bienes y propiedades, cosas que requerían realmente una presencia física para poner las cosas en orden, entonces, nos vinimos a Panamá y y el libro quedó guardado”.

Hace un año, en una mudanza de oficina apareció el sobre con el manuscrito y un diskette. “NI me acordaba de su existencia, imagínate, escribí eso en el 93 y pensé, si este disquete o estos papeles se dañan con la humedad que tenemos en Panamá se me va a perder... así que se lo pasé mi asistente para que lo pasara en limpio y le encantó el libro. Me dijo mire usted tiene algo súper interesante y me parece que es algo que vale la pena publicarlo”, recuerda.

Tomando en cuenta que eran otros tiempos y otros sus objetivos, decidió pasarle eso textos a otras personas para tener algo de retroalimentación.

“Y me dijeron que sí, valía la pena. Entonces tuve que retrabajarlo porque después de cada capítulo había como un corolario de cómo hacer negocios; lo limpié, puse al final un capítulo sobre cómo hacer negocios y trabajar con japoneses, quité algunos elementos que hubiesen perdido actualidad, pero resistí la tentación de actualizarlo porque lo que quiero es capturar ese Japón de los noventa, y me he entusiasmado con escribir una segunda parte que se va a llamar Japón de lejos”, asegura.

Para de Souza, el publicar un libro “ha sido una experiencia súper buena. Disfruté mucho al escribirlo, pero imagínate tenía 25 años. Era un muchachito hasta atrevido intelectualmente, ahora soy un hombre maduro con hijos grandes graduados, casado. Con responsabilidad sobre terceros porque yo tengo una empresa y tengo que asegurar el sustento económico para familias de otros no solo para mí. Y me encantó revisar ese Alejandro de 25 años, ver que mucho de ese Alejandro de 25 años vive, lucha y está presente y gracias a ese viaje que hice hacia mí interior, pude contrastar la suela gastada del Alejandro de ahora, con menos pelo, más canas, más peso y el muchacho ese de 25 años”.

El viaje hacia uno mismo, admite de Souza, es difícil. “A veces uno se encuentra con cosas que no le gustan, pero es un viaje necesario, diría yo que imprescindible el cada tanto conectarse con el propio ser. Me acordé incluso de gente que fue tan linda conmigo: japoneses y extranjeros y que me ayudaron mucho, de muchos aprendizajes que después me sirvieron para toda la vida. Este libro es parte de mi deuda de gratitud hacia ese país y hacia las personas que conocí ene se país incluyendo a mi esposa, a quien amo y que contribuyeron como unos afluentes a un río a ser el Alejandro que soy hoy”.

Para el ex diplomático, director de The Corporate Diplomacy, empresa especializada en desarrollo de negocios, asesoría en fusiones, asuntos público sy comunicación corporativa, “definitivamente creo que tenía valores japoneses en mi cabeza y no me daba cuenta de que los tenía. Y ahora que vi el libro digo claro, esto lo aprendí allá, a veces aprendes cosas y no te das cuenta de quién ni como las aprendiste. Lo que me gustó del libro es que condensaba una época de Alejandro que no volvió pero que muchos de los aprendizajes que recibió entonces si están ahí. Ese Alejandro está en mí y ese Japón que viví está en mí”, concluye.