Vida y cultura

El triángulo

Shuttterstock
Actualizado
  • 19/10/2024 00:00
Creado
  • 18/10/2024 18:49
La autora
Cursó estudios de Derecho y Periodismo en la Universidad de Panamá. Sus trabajos han sido publicados por la Editorial Casa de las Orquídeas y en la revista Maga. Libro publicado: Planeta Venus (Fundación cultural Signos, Panamá, 2000).

Manuel entró nervioso en la oficina del investigador, se sentó sin hablar, cruzó los brazos. Parecía un reo que espera su sentencia. Esto no era nada nuevo para el investigador; con los años que tenía de experiencia había visto y escuchado de todo.

-Sr. García, sé que esto debe ser muy difícil para usted, a veces las cosas son menos graves de lo que uno piensa.

-¿De verdad usted cree eso?

-Por supuesto.

-Su afirmación no me pareció muy segura, pero no se preocupe.

-Se ve usted nervioso y cansado, qué le parece... -Manuel no lo dejó continuar, podía soportarlo todo, pero que otro hombre le tuviera lástima, ¡eso no!

-Cualquiera diría que es la misma, yo sé que no es así. Ella ha cambiado tanto. Se ve más joven, ha perdido peso, está tan bella, los ojos le brillan, yo sé que no es por mí. Se ríe por cualquier cosa, canta y llenó la casa de flores. Al principio pensé que era mi imaginación. Me fui dando cuenta, poco a poco, de su cambio. Dejó de celarme, de preguntarme dónde estaba, a dónde iba, aceptaba sin replicar las excusas estúpidas que le daba. Empezó a tener una vida propia, aparte de mí y los niños. No piense usted mal, no es que se haya vuelto una mala esposa y madre, o que descuide la casa; por el contrario, ya no los absorbe con ese amor maternal que paraliza y hace a los hijos inútiles y dependientes. Los niños la adoran más que nunca, han empezado a verla como a una amiga en la que pueden confiar. A veces se une a ellos para hacer travesuras como una niña más, pero pone orden cuando es necesario. La casa nunca antes marchó tan bien, contrató una señora, viene tres veces a la semana para ayudarla con los quehaceres. No podemos darnos el lujo de tener una empleada de tiempo completo, esta decisión me sorprendió, ella siempre se ha preocupado tanto por el dinero. Cuando llego del trabajo la encuentro arreglada y con los labios pintados. Le pregunto si piensa salir y me dice que no. Yo no sé qué hacer, empiezo a dar vueltas por la casa, si pensaba salir me quedo a ver si alguien la llama o si mi presencia la pone nerviosa, pero no es así. Ella se sienta en la terraza y lee poesía, escucha música o juega con los niños.

-Estoy tan confundido, no sé qué hacer ni qué pensar. Sabe, en la intimidad también ha cambiado. La he sentido más segura, más dispuesta a disfrutarla, hace mucho que no tiene migrañas cuando la busco, últimamente empezó a dormir sin panty, ella que era tan puritana, me ha pedido que hagamos el amor con la luz encendida. En ese momento no supe qué hacer, no lo esperaba de ella. Me confesó que hace mucho tiempo no tenía un orgasmo y yo creyéndome el gran amante. Después de tantos años juntos, por primera vez guió mis manos por su cuerpo, me enseñó cómo y dónde acariciarla, la oí gemir de placer. Ella empezó a recorrer mi cuerpo como gata en celo. Fue una noche maravillosa, nunca la había sentido tan mujer. Yo me quedé con una espina clavada, no pude dormir, me pasé la noche pensando dónde, cuándo, quién la había cambiado. Amanecí con ojeras, ella ni las notó. Ese día decidí contratarlo, no podía más con esto, solo necesito pruebas porque yo sé que me engaña, que hay otro y necesito saber quién es. Yo he sido un buen marido, pero las mujeres siempre quieren más. Según ellas, uno no las entiende ni las comprende. Bueno, le he sido infiel un par de veces, pero nada del otro mundo, además en los hombres no es tan grave. Lo siento, no he parado de hablar, necesitaba desahogarme.

-No se preocupe, yo lo entiendo.

Manuel notó que el investigador se movía algo nervioso sobre su silla.

-Estoy esperando su informe.

El investigador vaciló un poco antes de empezar a hablar.

-Sr. García, la historia es más común de lo que usted piensa – tosió para aclararse la garganta y poder seguir-.

Debe saber que se conocieron en un supermercado un día cualquiera, conversaron mucho, intercambiaron teléfonos, no sé quién llamó primero, pero empezaron a salir y una cosa fue llevando a la otra...

-Déjese de tonterías y dar rodeos, ¿quién es él?

-Aquí está el informe, adentro encontrará la dirección y unas fotos. Se llama Teresa Ríos.

Tomado de Digna R. Valderrama. Planeta Venus. Fundación Cultural Signos, Panamá, 2000.