El caballo en la ciudad: preámbulo del transporte urbano en el Panamá del s. XIX
- 27/07/2024 00:00
- 26/07/2024 19:13
En este apogeo del caballo, cuya población y explotación crecieron rápidamente en Panamá, hizo que adquiriese un símbolo de prosperidad y modernidad La centralidad de los caballos en la experiencia de los panameños del s. XIX, tanto urbanos como rurales, convirtió al animal en un símbolo prominente y muy flexible. En primer lugar, los equinos evocaban la tradición de las labores y vida en el campo así como también un rápido proceso de mecanización y desarrollo tecnológico impulsado por las elites durante los últimos años del s. XIX en la saga de la modernización urbana. Las mulas y caballos en Panamá tenían una gran tradición como forma de movilidad para el transporte de carga y pasajeros durante el tránsito por los caminos de Cruces y Real hasta la primera mitad del siglo XIX.
En la ciudad empezaba a ser común la presencia de taxis: coches o carruajes tirados por caballos, en las principales calles y plazas comerciales cambiando el uso de los entornos urbanos: las calles, de espacios para la socialización a espacio para la tecnología del transporte. Para que esto existiese era necesario la creación de superficies más lisas que permitiera menos fricción de los coches con el pavimento al ser empujados así como también un menor peso de los carruajes que facilitaran al animal empujar con mayor facilidad la carga.
En la era de la fiebre del oro de California y el advenimiento del ferrocarril Transístmico, nombrado también “the horse iron”, -caballo de hierro-; aumentó el número de caballos utilizados como medio transporte, tirando de coches o carruajes, pues funcionaban como una conexión hacia el destino final de sus pasajeros, así como una mayor proporción de viajes de mujeres. Para la implementación algún tipo de sistema de transporte público era crítico tener unos precios razonables, horarios establecidos y rutas predeterminadas. A medida que el volumen de pasajeros del ferrocarril creció, operadores privados comenzaron a utilizar el ómnibus, con horarios regulares desde la estación. Fue así que el servicio de ómnibus evolucionó a partir de los coches de alquiler y comenzó en la terminal ferroviaria, desde donde los pasajeros necesitaban trasladarse hacia hoteles y actividades comerciales del centro. Algunos hoteles como el hotel de La Marina, cerca de la Puerta de Mar, tenían adherido el servicio de traslados de pasajeros en ómnibus, relacionada al horario de la estación del Ferrocarril (La Estrella de Panamá, 19 de marzo de 1892).
Existía además la necesidad de mover grupos de personas y familias, principalmente los terratenientes con villas y fincas suburbanas, particularmente sobre el Camino de Las Sabanas, utilizada también para el recreo tanto en coche o a caballo por los campos después del trabajo. Como arteria de comunicación con los “pueblos interiores” del Estado, estaba en malas condiciones. Particulares de la ciudad eran los encargados hasta ese momento de su reparación, mediante colectas, durante la estación seca. Hacia 1878 ya existía una junta recaudadora del impuesto sobre vehículos de ruedas (ómnibus, carruajes de alquiler, etc.) y los fondos recaudados del impuesto por la municipalidad iban a ser dirigidos para su reparación (La Estrella de Panamá, 15 de abril de 1878).
En este apogeo del caballo, cuya población y explotación crecieron rápidamente en Panamá, hizo que adquiriese un símbolo de prosperidad y modernidad; ya fuese viajando en un carruaje por la ciudad, o criando y compitiendo caballos de carrera. Las élites empresariales y gubernamentales articulaban su identidad de clase y prestigio a través de la propiedad de costosos caballos, carruajes y establos.
Sin embargo el caballo llegó a convertirse en un peligro ambiental, no solo debido a la suciedad e insalubridad de las calles producto de la cantidad de excremento que formaba bancos a lo largo de las aceras de las calles sino también a causa del caótico tráfico y los peligros de muerte por accidentes. Eran frecuentes los percances causados por ejes rotos y caballos asustados (La Estrella de Panamá, 15 de marzo de 1886).
Si bien el ómnibus fue una mejora sustancial respecto de la limitada movilidad urbana a nivel local que existía anteriormente, la aparición y desarrollo del primer tranvía eléctrico sobre rieles en Panamá, construido en 1893, representó un gran salto. El confort del viaje era superior así como la velocidad del viaje.
Esta experiencia de la movilidad a tracción impulsada por caballos tuvo múltiples efectos en la ciudad. Como vehículo moldeó el espacio para la implementación de nuevas tecnologías del transporte como las mejoras la pavimentación de las calles, aceleró el proceso de clasificación del territorio urbano en distritos residenciales, comerciales y minoristas especializados, estimulando la expansión del centro urbano, el inicio de la separación entre el trabajo y la residencia; así como la aparición del suburbio en el extrarradio de la ciudad (Pueblo Nuevo de Las Sabanas, Juan Díaz, etc). Desde la perspectiva de los residentes, para los sectores con más recursos económicos y visitantes si bien trajo beneficios y costos, exacerbó también algunas tensiones latentes en la ciudad relacionadas a la clase social, el género y grupo étnico.
La centralidad de los caballos en la experiencia de los panameños del s. XIX, tanto urbanos como rurales, convirtió al animal en un símbolo prominente y muy flexible. En primer lugar, los equinos evocaban la tradición de las labores y vida en el campo así como también un rápido proceso de mecanización y desarrollo tecnológico impulsado por las elites durante los últimos años del s. XIX en la saga de la modernización urbana. Las mulas y caballos en Panamá tenían una gran tradición como forma de movilidad para el transporte de carga y pasajeros durante el tránsito por los caminos de Cruces y Real hasta la primera mitad del siglo XIX.
En la ciudad empezaba a ser común la presencia de taxis: coches o carruajes tirados por caballos, en las principales calles y plazas comerciales cambiando el uso de los entornos urbanos: las calles, de espacios para la socialización a espacio para la tecnología del transporte. Para que esto existiese era necesario la creación de superficies más lisas que permitiera menos fricción de los coches con el pavimento al ser empujados así como también un menor peso de los carruajes que facilitaran al animal empujar con mayor facilidad la carga.
En la era de la fiebre del oro de California y el advenimiento del ferrocarril Transístmico, nombrado también “the horse iron”, -caballo de hierro-; aumentó el número de caballos utilizados como medio transporte, tirando de coches o carruajes, pues funcionaban como una conexión hacia el destino final de sus pasajeros, así como una mayor proporción de viajes de mujeres. Para la implementación algún tipo de sistema de transporte público era crítico tener unos precios razonables, horarios establecidos y rutas predeterminadas. A medida que el volumen de pasajeros del ferrocarril creció, operadores privados comenzaron a utilizar el ómnibus, con horarios regulares desde la estación. Fue así que el servicio de ómnibus evolucionó a partir de los coches de alquiler y comenzó en la terminal ferroviaria, desde donde los pasajeros necesitaban trasladarse hacia hoteles y actividades comerciales del centro. Algunos hoteles como el hotel de La Marina, cerca de la Puerta de Mar, tenían adherido el servicio de traslados de pasajeros en ómnibus, relacionada al horario de la estación del Ferrocarril (La Estrella de Panamá, 19 de marzo de 1892).
Existía además la necesidad de mover grupos de personas y familias, principalmente los terratenientes con villas y fincas suburbanas, particularmente sobre el Camino de Las Sabanas, utilizada también para el recreo tanto en coche o a caballo por los campos después del trabajo. Como arteria de comunicación con los “pueblos interiores” del Estado, estaba en malas condiciones. Particulares de la ciudad eran los encargados hasta ese momento de su reparación, mediante colectas, durante la estación seca. Hacia 1878 ya existía una junta recaudadora del impuesto sobre vehículos de ruedas (ómnibus, carruajes de alquiler, etc.) y los fondos recaudados del impuesto por la municipalidad iban a ser dirigidos para su reparación (La Estrella de Panamá, 15 de abril de 1878).
En este apogeo del caballo, cuya población y explotación crecieron rápidamente en Panamá, hizo que adquiriese un símbolo de prosperidad y modernidad; ya fuese viajando en un carruaje por la ciudad, o criando y compitiendo caballos de carrera. Las élites empresariales y gubernamentales articulaban su identidad de clase y prestigio a través de la propiedad de costosos caballos, carruajes y establos.
Sin embargo el caballo llegó a convertirse en un peligro ambiental, no solo debido a la suciedad e insalubridad de las calles producto de la cantidad de excremento que formaba bancos a lo largo de las aceras de las calles sino también a causa del caótico tráfico y los peligros de muerte por accidentes. Eran frecuentes los percances causados por ejes rotos y caballos asustados (La Estrella de Panamá, 15 de marzo de 1886).
Si bien el ómnibus fue una mejora sustancial respecto de la limitada movilidad urbana a nivel local que existía anteriormente, la aparición y desarrollo del primer tranvía eléctrico sobre rieles en Panamá, construido en 1893, representó un gran salto. El confort del viaje era superior así como la velocidad del viaje.
Esta experiencia de la movilidad a tracción impulsada por caballos tuvo múltiples efectos en la ciudad. Como vehículo moldeó el espacio para la implementación de nuevas tecnologías del transporte como las mejoras la pavimentación de las calles, aceleró el proceso de clasificación del territorio urbano en distritos residenciales, comerciales y minoristas especializados, estimulando la expansión del centro urbano, el inicio de la separación entre el trabajo y la residencia; así como la aparición del suburbio en el extrarradio de la ciudad (Pueblo Nuevo de Las Sabanas, Juan Díaz, etc). Desde la perspectiva de los residentes, para los sectores con más recursos económicos y visitantes si bien trajo beneficios y costos, exacerbó también algunas tensiones latentes en la ciudad relacionadas a la clase social, el género y grupo étnico.