Cuentos y poesía

Aguacate, azul y lechuga

Richard Stanziola Williamson Cedida
Actualizado
  • 01/06/2024 00:00
Creado
  • 31/05/2024 18:28
El autor
Panameño y británico, Richard es estudiante universitario de francés y español en Campbell College en el Reino Unido.
Cursó estudios de actuación y producción de teatro en Stagecoach en Londres. Ha participado como actor en producciones locales en Inglaterra de obras como’El rey león’. Ha sido parte del grupo de teatro de Campbell College, como actor y productor.

Astrid escoge su lazo amarillo favorito y le pide a su mamá que se lo ajuste bien fuerte en la corona de la cabeza, “para que no se me caiga en la casa de Adam”. Esta será la primera vez que ella irá a jugar a casa de su mejor amigo. Desde que comenzó la escuela, Adam ha sido su compañero en todos los recreos. “Es el único que dibuja y pinta como yo”, le explicó Astrid a su mamá hace un par de meses. Por mucho tiempo, ni su mamá ni su papá habían querido llevarla a jugar a casa de su mejor amigo. “Primero tenemos que hablar con los papás de ese niño”, respondían, pero nunca lo hacían. Pero hoy todo esto cambiará.

Astrid está parada frente a la puerta de la casa de Adam. Su papá toca el timbre y le estruja la mano hasta que ella lanza un leve “auch”. “Aún podemos cancelar. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?”, le pregunta su papá por décima vez. “Papi, claro que estoy segura”, responde Astrid con una sonrisa. Se escuchan sonidos de cerrojos y ladridos, hasta que finalmente la puerta se abre para dejar ver a Adam y dos hombres altos que dicen a la vez “¡Hola!”. Como parte de la bienvenida, un perrito negro con manchas blancas surge de entre las piernas de Adam y lanza un gran eructo.

Astrid no puede creer lo que ve. Es como si estuviese en otro planeta. Uno de los hombres altos es verde como una lechuga. El otro es verde como un aguacate. Pero Adam sigue siendo tan celeste como siempre. Astrid mira a su papá y ve que tiene cara de haber visto un extraterrestre. “Te estábamos esperando, Astrid. Tenemos chocolates y muchos juegos preparados,” dice el hombre verde lechuga. El papá de Astrid pregunta, “¿a qué hora la puedo recoger?”.

Pero antes de escuchar la respuesta, Adam agarra a Astrid de la mano y la lleva al patio a jugar a los superhéroes. “Ven Bentley, acompáñanos”, llama Adam a su perrito. En el patio, Adam tiene un inmenso columpio. Él agarra su escudo galáctico y tratando de hacer piruetas se para en la silla del columpio y se mece lo más rápido posible hasta caer boca abajo. Bentley corre a lamerle la cara a su amigo. Astrid pregunta con una risa nerviosa, “¿estás bien?”. Adam levanta la cabeza y responde entre carcajadas, “por supuesto. El escudo me protegió”.

“¿Quién te enseñó a columpiarte con el escudo?”, pregunta Astrid.

“No les digas a mis papás que lo hice”, responde Adam entre susurros.

“¿Y dónde están tus padres?”, pregunta Astrid.

“¡Pero si los acabas de conocer!”, responde Adam.

“¿Cuándo?”, dice Astrid, confundida.

“Los que te recibieron en la puerta. ¡Esos son mis padres! Uno es mi papa y el otro mi dad”, aclara Adam.

Astrid responde sorprendida, “¿Tienes dos papás? ¿Y por qué son verdes? Los papás no son verdes. Los loros son verdes. Las hojas son verdes. Las ranas son verdes. Pero los papás no son verdes”.

Adam lo piensa por un minuto y dice , “ellos nacieron así. Tenían padres azules y amarillos”.

Astrid se mira sus brazos, manos y piernas y responde, “todas las personas somos celestes como tú y como yo”. Adam se ríe y le dice, “acompáñame a la sala. Te mostraré algo”. Bentley parece entender lo que dice Adam y sale corriendo y regresa como una bala con un libro de fotos entre sus dientes. “Good boy, Bentley”, responde Adam agradecido.

Esto es lo que te quería mostrar. Mira, estos son los mejores amigos de mis papás. Este es Jorge. Su cara tiene chapoteos rojos, púrpuras y verdes. Jorge y su esposo tienen un bebé que adoptaron hace poco. El bebé es celeste como tú y como yo. Y mira esta otra foto. Ella es Érica y está casada con la mejor amiga de mi dad, Paige.

Astrid reacciona emocionada, “las dos son rosadas. Mi color favorito”.

“Así es”, responde Adam. “Ellas tienen dos hijos que ya están en la universidad. Uno es verde lechuga como mi papá y el otro es celeste como nosotros”.

Astrid ve todas las fotos del libro y le surge una pregunta: “¿mi piel se puede convertir en verde lechuga? ¿En chapoteos de colores?”.

Adam lanza una carcajada y le responde: “Tú naces con el color que tienes. Nadie te lo puede cambiar. Y nadie te debe hacer sentir mal por el color con el que naciste”.

“Estoy segura de que tus papás verdes no pueden hacer lo mismo que hacen los papás celestes”, dice Astrid.

Adam responde con una pregunta, “¿tus papás te mandan a cepillarte los dientes?

“Por la mañana y por la noche”, responde Astrid.

“Bueno, los míos también. ¿Tus papás te leen cuentos por las noches? ¿Te ayudan con las tareas? ¿Te preparan tu comida favorita? Bueno, los míos también”.

Astrid pregunta entre risas, “¿y tus papás también hacen chistes tontos y bailan como tortugas chuecas?”.

“Astrid, lo que importa es que son tus papás. Y no importa de qué color sean, ellos te aman con todo su corazón”, dice Adam antes de pegar un grito, “mira, mis papás están haciendo popcorn en la cocina. Vamos antes de que se enfríe”.

“¿Es popcorn verde?”, pregunta Astrid mientras corre disparada detrás de Bentley y Adam.