Panamá

Trump, Canal de Panamá, neoliberalismo y estado de seguridad

El presidente de EE.UU., Donald Trump junto a Elon Musk. EFE
Actualizado
  • 16/03/2025 00:00
Creado
  • 15/03/2025 14:15

La nueva administración del presidente Trump arranca llamativamente con nuevos correligionarios, los magnates del sector tecnológico y financiero, entre otros: Musk/Tesla, Zuckerberg/Meta, Bezos/Amazon. Una ‘neo-plutocracia global’, deslocalizada, no productiva e inscrita como clase dirigente del Estado más poderoso del mundo

Los acontecimientos que han signado las relaciones entre Panamá y los Estados Unidos, desde mediados del siglo XIX y, más específicamente desde 1903, se han caracterizado por el desequilibrio de fuerzas (económicas, militares, etc.). Por una política exterior colonial norteamericana de desposesión generalizada –cuya base conceptual tuvo como eje el expansionismo—; y esencialmente, por el carácter dependiente de la clase dominante panameña transitista, y con ella del Estado.

Este conjunto de singularidades que marcó el devenir sociopolítico de la era republicana fue abordado, al menos, por un segmento importante del ámbito académico y político, desde el análisis dialéctico (si se quiere desde el marxismo), que sugirió la existencia de una doble contradicción: nación-imperio/oligarquía-clases alternas.

Si bien este enfoque concitó sendas reflexiones— y, su validez podría completar tomos enteros en la actualidad—; también es cierto que, en él, subyacen limitaciones que, al considerar otras dimensiones de análisis, pudiesen ensanchar, la comprensión de la actual coyuntura.

Como las perspectivas que se abren en la segunda era Trump, el proceso de reconfiguración del sistema-mundo capitalista y su impronta regional latinoamericana; donde el Canal de Panamá juega un rol importante en los intereses y la hegemonía norteamericana.

Configuración de una nueva oligarquía global

La nueva administración del presidente Trump, arranca llamativamente con nuevos correligionarios (magnates del sector tecnológico y financiero, entre otros: Musk/Tesla, Zuckerberg/Meta, Bezos/Amazon).

Si bien la presencia de estos personajes podría, en apariencia ser lo más notable, más allá de sus evidentes intereses económicos, lo más relevante es el carácter performativo en términos ideológicos y culturales; como representación de un desdoblado imaginario democrático de ribetes empresarial-subjetivista. Esto, ciertamente refleja la constitución de una “Neo-plutocracia global”, deslocalizada, no productiva e inscrita como clase dirigente del Estado más poderoso del mundo.

Junto con esta Neo-plutocracia, se instala un discurso violento y transgresor (proto-fascista), así como una concepción política interna y externa que incorpora: pragmatismo (caso Venezuela), imperialismo (Groenlandia, Canadá, México, Panamá) autoritarismo (deportaciones, militarización de fronteras, control mediático), y conservadurismo (racismo, machismo, minorías y diversidades).

Cada uno de estos dispositivos se articulan y operan como significantes constitutivos de la lógica de Seguridad y del Control Social. De este modo, no resulta casual que, al reclamar el control sobre el Canal de Panamá, el presidente Trump invoque como argumento la Seguridad Nacional de EE. UU. y el menosprecio a la autodeterminación panameña.

Considerando estos factores, nos preguntamos ¿En qué condiciones se sitúa Panamá en el contexto de este proceso de reconfiguración geoestratégica y disputa hegemónica global, considerando su condición de dependencia y el vasallaje histórico de su clase dominante? Primero, veamos algunas precisiones conceptuales.

Del Estado de derecho al Estado de seguridad

Nos interesa analizar la red de significantes que, articulados entre sí, posibilitan comprender el estado situacional que se expresa en la coyuntura. El Estado de Seguridad (a diferencia de la Doctrina de Seguridad Nacional que es un dispositivo que emerge con el liberalismo, en el contexto de la Guerra Fría) aparece como un dispositivo instrumental a la Racionalidad Neoliberal, pues como señala Laval y Dardot (2013):

El neoliberalismo antes que una ideología o una política económica es, de entrada y ante todo, una racionalidad; y que, en consecuencia, tiende a estructurar y a organizar, no sólo la acción de los gobernantes, sino también la conducta de los propios gobernados.

En tanto dispositivo neoliberal, Agamben (2018) señala que la palabra «seguridad» ha entrado tanto en el discurso político que se puede decir, sin temor a equivocarse, que las “Razones de Seguridad” han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la Razón de Estado.

Ahora, las razones de seguridad constituyen un Estado que contrario a lo que le define en la modernidad (poner fin al miedo, institucionalidad, gestión socio-poblacional, participación en la toma de decisiones, etc.), se funda exactamente en lo contrario: debe producir o al menos no impedir que se produzca el miedo, y debe mantenerlo, a toda costa y duraderamente, pues extrae de él su función esencial y su legitimidad.

En la estrategia neoliberal, la lógica del Estado de Seguridad, se caracteriza por la imposición de un régimen de incertidumbre, el protagonismo militar (policial), el mediático (medios de información, control ideológico), la dilatación permanente de las exigencias sociales conducente a la fragmentación del tejido social, la abdicación de derechos, la apatía colectiva, la incredulidad, la hiper-individualización emocional y la happycracia.

Estado de seguridad y control social

Agamben (2018) plantea que, ya Foucault había mostrado que, cuando la palabra «seguridad» aparece por primera vez en Francia en el discurso político con los gobiernos fisiócratas antes de la Revolución, no se trataba de prevenir las catástrofes y las hambrunas, sino de dejarlas advenir para poder a continuación gobernarlas y orientarlas a una dirección que se estimaba beneficiosa.

Esta lógica posibilita el establecimiento de coordenadas tácticas disimiles, donde diferentes dispositivos operan de modo segmentado, ya sea por objetivos específicos, grupos poblacionales, instituciones, etc., de tal forma que puedan articularse, o no, a una estrategia general, en función de la relación de beneficios que pretenda extraerse de ellos. Esto es el fundamento de la fragmentación del tejido social que progresivamente aísla, parcela, y enajena, así como un componente necropolítico de gestión poblacional ex-ante/ex-post.

Desde esta perspectiva, no resulta extraño que la clase transitista/para-estatal, abdique de su participación en el proyecto global de la “Nueva Ruta de la Seda”; y quedar como una colonia frente a la ciudadanía y la región, pues ser obsecuente frente a las “privilegiadas relaciones con Estados Unidos” hace parte de su identidad, estrategia de seguridad y acumulación.

De este modo, no se previene—todo lo contrario—, se deja advenir cualquier tipo de consecuencia política y social, pues se “gobierna” en base a los dispositivos de Seguridad y se orienta en una dirección que beneficia (económicamente), como es habitual, a la clase transitista.

A modo de epítome

La dependencia panameña a la política de seguridad de los Estados Unidos tiene como antecedentes: el Tratado Hay-Buneau-Varilla, /1903, el Acta de Chapultepec/1945; Plan Truman/1946; TIAR/1947; OEA/1948; los programas de ayuda militar bilaterales (MAP)/1952 y 1958, entre otros. Con esto se instalaron prácticas racistas, clasistas y Mccarthistas; tendientes al disciplinamiento, segregación en la estrategia de seguridad interna; y a nivel externo, dejaba claro el alineamiento con la política exterior de los Estados Unidos.

En setiembre de 2022, tuve la oportunidad de cuestionar a la entonces canciller Erika Mouynes, a propósito de su gentil visita al Centro Regional Universitario de San Miguelito, en referencia al Tratado de Neutralidad y sus consecuencias presentes y futuras, su repuesta literal fue: “no tengas miedo no va a pasar nada”. Mi pregunta no contenía miedo, sino previsión. Queda en evidencia que dicha previsión, ahora, cobra vigencia.

En Román paladino: se sabe que el Tratado de Neutralidad es un dispositivo de la estrategia de seguridad orientado a de garantizar los intereses norteamericanos y, para Panamá, de permanente intervención. La “Real Politik” sitúa a Panamá en una coyuntura en la que todo sugiere más incertidumbre, amenazas y vulneración a la soberanía, más dependencia, genuflexión en la política exterior, represión, e incluso, intervención.

El autor es profesor de Sociología de la Universidad de Panamá.

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