Casco Antiguo: una historia de abandono y gentrificación
- 23/11/2024 00:00
- 22/11/2024 18:58
El Casco Antiguo experimentó un proceso de abandono a principios del siglo XX. Tanto las élites como las instituciones públicas dejaron este sector de la ciudad y se trasladaron hacia los nuevos ‘ensanches’ construidos en los actuales corregimientos El Casco Antiguo resguarda los elementos de mayor valor del patrimonio arquitectónico y de la historia panameña desde 1673 -cuando se inició su construcción- hasta la fecha. El Casco Antiguo es la síntesis de los diferentes estilos arquitectónicos que se erigieron en este barrio desde su origen colonial, pasando por la influencia francesa y norteamericana, que quedó como legado de los respectivos intentos de construcción del Canal a finales del siglo XIX e inicios del XX.
A pesar de su importancia, el Casco Antiguo sufrió un proceso de abandono a inicios del siglo XX, por parte tanto de las élites como de las instituciones públicas, que salieron de este sector de la ciudad hacia los nuevos “ensanches” que se construyeron en los actuales corregimientos de La Exposición o Calidonia y en Bella Vista, y también hacia el nuevo centro cívico de Balboa, en la Zona del Canal.
El vacío que se presentó debido a la salida de las élites, instituciones y empresas del antiguo barrio residencial de intramuros fue llenado por los trabajadores afroantillanos del Canal y los moradores expulsados por los norteamericanos de la antigua Zona. Una parte de este crecimiento ocurrió a través de la construcción de las “casas de inquilinato” en los nuevos barrios obreros en Calidonia, El Chorrillo y Santa Ana, el otro por la reconversión de las antiguas viviendas del Casco Antiguo en viviendas de inquilinato.
Para la década de 1950, el censo de población y vivienda mostraba que 26 de las manzanas que conforman el corregimiento de San Felipe, y el 100 % de las manzanas de los corregimientos de El Chorrillo y Santa Ana estaban conformadas el 75 % o más por “cuartos de vecindad”, las cuales “contienen dos o más viviendas que no disponen de servicio sanitario ni de baño de uso privado”. De acuerdo con el arquitecto Samuel Gutiérrez en su libro El problema de las barriadas brujas en la ciudad de Panamá (1965), “el 65 % de las casas de inquilinato existentes son viejas estructuras de madera que se encuentran podridas, destartaladas y superpobladas- algunas con medio siglo de construidas-, al extremo de constituir seria amenaza para sus ocupantes”.
Protección, recuperación, reactivación y gentrificación Desde la década de 1970 se viene aprobando una serie de normativas que buscaban proteger los aspectos patrimoniales arquitectónicos del corregimiento de San Felipe - antigua ciudad amurallada-y parte del arrabal de Santa Ana. El primer instrumento en crearse fue la Ley 91 de 1976, que delimita, especifica y protege los conjuntos monumentales históricos de Panamá Viejo, Portobelo y el Casco Antiguo. Luego, en 2003, con la declaratoria del Sitio Arqueológico de Panamá Viejo y Distrito Histórico de Panamá por parte de la Unesco, se consolida el valor patrimonial de este espacio urbano.
A esta valoración patrimonial se le añade el Decreto Ley 9 del 27 de agosto de 1997, que establece un régimen especial de incentivos para la restauración y puesta en valor del Casco Antiguo, el cual ha sido modificado en 2002 y luego en 2013. Este régimen de incentivos contenía tres elementos principales, a) establecía unas jerarquías de conservación para las edificaciones tomando en cuenta su fecha de construcción; b) otorgaba una serie de incentivos al financiamiento hipotecario y de exención fiscal, y c) facilitaba los desahucios de los inquilinos de las edificaciones del Casco Antiguo, por parte de los propietarios si estos tenían interés en desarrollar proyectos de restauración.
A los incentivos dados mediante normativas, se le agrega la inversión estatal en infraestructura. Dos proyectos realizados entre 2011 y 2014 por Odebrecht tuvieron impactos antagónicos en lo que respecta a la valorización del Casco Antiguo. Por un lado, el proyecto de la cinta costera III que incluía el viaducto que circunda la península del Casco Antiguo (B/.782 millones), rechazado por expertos locales y de la Unesco, que señalaban que el viaducto ponía en peligro “el valor excepcional” del Casco Antiguo, al romper su relación con el mar.
Del otro lado, el proyecto de Preservación del Patrimonio Histórico de la Ciudad de Panamá (B/.255.5 millones), el cual incluyó “la rehabilitación del sistema de agua potable, la construcción de un nuevo sistema de drenaje pluvial, la adecuación del sistema de alcantarillado, la reconstrucción del pavimento con adoquines de arcilla y de aceras en zonas intervenidas, la instalación de nuevas luminarias y el mejoramiento del alumbrado público existente”, según se indica en el sitio web de la empresa constructora.
Los incentivos y las inversiones en infraestructura realizadas en San Felipe han convertido al barrio en el principal atractivo turístico de la Ciudad de Panamá. Estos incentivos han impulsado la restauración de propiedades y han atraído negocios en los sectores de hotelería, gastronomía, artesanía y entretenimiento nocturno. Este proceso ha incidido en la reducción del uso residencial de suelo, el cual ha pasado de 46.7 % en 2000, al 22 % en 2023.
Los datos de los censos de población y vivienda confirman la transformación en la estructura socioeconómica del barrio. Entre 1990 y 2023, la población disminuyó en 87 %, pasando de 10.282 a 1.258 habitantes. En 2000, las cinco ocupaciones con más trabajadores en el barrio eran las de empleada doméstica, aseador, secretaria, agente de la policía y guardia de seguridad. Para 2023, son directivos de la administración pública, limpiadores de hoteles y oficinas, albañiles, vendedores de comidas al mostrador, maestros de enseñanza primara. El porcentaje de personas con ingresos menores a B/600 mensuales -valor del salario mínimo actual en Panamá- disminuyo del 91 % al 55 %, mientras que los pobladores con ingresos superiores a B/2.500 mensuales crecieron del 0.5 % al 11 %.
Desde el punto de vista económico, el Casco Antiguo ha logrado el éxito inmobiliario y turístico. Las propiedades que aquí se venden alcanzan precios por metro cuadrado de más de B/3.000, las rentas son igualmente elevadas, oscilando entre los B/1.000 y B/3,3000 mensuales. Para fiestas como los carnavales se reporta la visita de al menos 13.000 turistas, 10 veces más que la población residente en la actualidad.
La experiencia de la renovación del Casco Antiguo en los últimos 27 años muestra que, a pesar del éxito económico alcanzado, la ausencia de políticas de vivienda social y de planificación urbana ha incidido en que este sector de la ciudad aún deba enfrentar amenazas persistentes como el despoblamiento que ha originado su recuperación, la falta de gestión de problemas cotidianos como la recolección de los desechos, el desempleo, el colapso de la infraestructura, el congestionamiento vehicular y las precarias condiciones de vivienda en los corregimientos circundantes de Santa Ana y El Chorrillo.
La desatención de estos problemas ha traído como consecuencia que la inseguridad, la delincuencia y el pandillerismo aún se mantengan entre los principales desafíos para la estabilidad social del sector. Se requiere de acciones por parte del Estado que aseguren que el “éxito comercial” también logre generar mejoras materiales para las comunidades donde se realizan estas intervenciones que permitan dar sostenibilidad a la preservación y puesta en valor del principal espacio urbano patrimonial de Panamá.
El Casco Antiguo resguarda los elementos de mayor valor del patrimonio arquitectónico y de la historia panameña desde 1673 -cuando se inició su construcción- hasta la fecha. El Casco Antiguo es la síntesis de los diferentes estilos arquitectónicos que se erigieron en este barrio desde su origen colonial, pasando por la influencia francesa y norteamericana, que quedó como legado de los respectivos intentos de construcción del Canal a finales del siglo XIX e inicios del XX.
A pesar de su importancia, el Casco Antiguo sufrió un proceso de abandono a inicios del siglo XX, por parte tanto de las élites como de las instituciones públicas, que salieron de este sector de la ciudad hacia los nuevos “ensanches” que se construyeron en los actuales corregimientos de La Exposición o Calidonia y en Bella Vista, y también hacia el nuevo centro cívico de Balboa, en la Zona del Canal.
El vacío que se presentó debido a la salida de las élites, instituciones y empresas del antiguo barrio residencial de intramuros fue llenado por los trabajadores afroantillanos del Canal y los moradores expulsados por los norteamericanos de la antigua Zona. Una parte de este crecimiento ocurrió a través de la construcción de las “casas de inquilinato” en los nuevos barrios obreros en Calidonia, El Chorrillo y Santa Ana, el otro por la reconversión de las antiguas viviendas del Casco Antiguo en viviendas de inquilinato.
Para la década de 1950, el censo de población y vivienda mostraba que 26 de las manzanas que conforman el corregimiento de San Felipe, y el 100 % de las manzanas de los corregimientos de El Chorrillo y Santa Ana estaban conformadas el 75 % o más por “cuartos de vecindad”, las cuales “contienen dos o más viviendas que no disponen de servicio sanitario ni de baño de uso privado”. De acuerdo con el arquitecto Samuel Gutiérrez en su libro El problema de las barriadas brujas en la ciudad de Panamá (1965), “el 65 % de las casas de inquilinato existentes son viejas estructuras de madera que se encuentran podridas, destartaladas y superpobladas- algunas con medio siglo de construidas-, al extremo de constituir seria amenaza para sus ocupantes”.
Desde la década de 1970 se viene aprobando una serie de normativas que buscaban proteger los aspectos patrimoniales arquitectónicos del corregimiento de San Felipe - antigua ciudad amurallada-y parte del arrabal de Santa Ana. El primer instrumento en crearse fue la Ley 91 de 1976, que delimita, especifica y protege los conjuntos monumentales históricos de Panamá Viejo, Portobelo y el Casco Antiguo. Luego, en 2003, con la declaratoria del Sitio Arqueológico de Panamá Viejo y Distrito Histórico de Panamá por parte de la Unesco, se consolida el valor patrimonial de este espacio urbano.
A esta valoración patrimonial se le añade el Decreto Ley 9 del 27 de agosto de 1997, que establece un régimen especial de incentivos para la restauración y puesta en valor del Casco Antiguo, el cual ha sido modificado en 2002 y luego en 2013. Este régimen de incentivos contenía tres elementos principales, a) establecía unas jerarquías de conservación para las edificaciones tomando en cuenta su fecha de construcción; b) otorgaba una serie de incentivos al financiamiento hipotecario y de exención fiscal, y c) facilitaba los desahucios de los inquilinos de las edificaciones del Casco Antiguo, por parte de los propietarios si estos tenían interés en desarrollar proyectos de restauración.
A los incentivos dados mediante normativas, se le agrega la inversión estatal en infraestructura. Dos proyectos realizados entre 2011 y 2014 por Odebrecht tuvieron impactos antagónicos en lo que respecta a la valorización del Casco Antiguo. Por un lado, el proyecto de la cinta costera III que incluía el viaducto que circunda la península del Casco Antiguo (B/.782 millones), rechazado por expertos locales y de la Unesco, que señalaban que el viaducto ponía en peligro “el valor excepcional” del Casco Antiguo, al romper su relación con el mar.
Del otro lado, el proyecto de Preservación del Patrimonio Histórico de la Ciudad de Panamá (B/.255.5 millones), el cual incluyó “la rehabilitación del sistema de agua potable, la construcción de un nuevo sistema de drenaje pluvial, la adecuación del sistema de alcantarillado, la reconstrucción del pavimento con adoquines de arcilla y de aceras en zonas intervenidas, la instalación de nuevas luminarias y el mejoramiento del alumbrado público existente”, según se indica en el sitio web de la empresa constructora.
Los incentivos y las inversiones en infraestructura realizadas en San Felipe han convertido al barrio en el principal atractivo turístico de la Ciudad de Panamá. Estos incentivos han impulsado la restauración de propiedades y han atraído negocios en los sectores de hotelería, gastronomía, artesanía y entretenimiento nocturno. Este proceso ha incidido en la reducción del uso residencial de suelo, el cual ha pasado de 46.7 % en 2000, al 22 % en 2023.
Los datos de los censos de población y vivienda confirman la transformación en la estructura socioeconómica del barrio. Entre 1990 y 2023, la población disminuyó en 87 %, pasando de 10.282 a 1.258 habitantes. En 2000, las cinco ocupaciones con más trabajadores en el barrio eran las de empleada doméstica, aseador, secretaria, agente de la policía y guardia de seguridad. Para 2023, son directivos de la administración pública, limpiadores de hoteles y oficinas, albañiles, vendedores de comidas al mostrador, maestros de enseñanza primara. El porcentaje de personas con ingresos menores a B/600 mensuales -valor del salario mínimo actual en Panamá- disminuyo del 91 % al 55 %, mientras que los pobladores con ingresos superiores a B/2.500 mensuales crecieron del 0.5 % al 11 %.
Desde el punto de vista económico, el Casco Antiguo ha logrado el éxito inmobiliario y turístico. Las propiedades que aquí se venden alcanzan precios por metro cuadrado de más de B/3.000, las rentas son igualmente elevadas, oscilando entre los B/1.000 y B/3,3000 mensuales. Para fiestas como los carnavales se reporta la visita de al menos 13.000 turistas, 10 veces más que la población residente en la actualidad.
La experiencia de la renovación del Casco Antiguo en los últimos 27 años muestra que, a pesar del éxito económico alcanzado, la ausencia de políticas de vivienda social y de planificación urbana ha incidido en que este sector de la ciudad aún deba enfrentar amenazas persistentes como el despoblamiento que ha originado su recuperación, la falta de gestión de problemas cotidianos como la recolección de los desechos, el desempleo, el colapso de la infraestructura, el congestionamiento vehicular y las precarias condiciones de vivienda en los corregimientos circundantes de Santa Ana y El Chorrillo.
La desatención de estos problemas ha traído como consecuencia que la inseguridad, la delincuencia y el pandillerismo aún se mantengan entre los principales desafíos para la estabilidad social del sector. Se requiere de acciones por parte del Estado que aseguren que el “éxito comercial” también logre generar mejoras materiales para las comunidades donde se realizan estas intervenciones que permitan dar sostenibilidad a la preservación y puesta en valor del principal espacio urbano patrimonial de Panamá.