Vida y cultura

Una economía para la gente

El continente tiene la mayor biodiversidad del planeta. Pixabay
Actualizado
  • 23/11/2024 00:00
Creado
  • 22/11/2024 19:01

Con una mejor gestión, América Latina podría aprovechar sus abundantes recursos naturales, como agua limpia, minerales estratégicos y litio, para impulsar un desarrollo más equitativo y sostenible

El Premio Nobel de Economía 2024 fue otorgado al economista Daron Acemoglu. Autor de numerosos textos, ha predicado la importancia decisiva de las instituciones democráticas para la buena marcha de la economía. Ha mostrado que los países con instituciones estables e inclusivas han encontrado en ellas el contexto más propicio para el desarrollo. Sus reflexiones se han difundido internacionalmente y alientan las prácticas participativas, y la búsqueda de economías equitativas.

Datos recientes sobre América Latina muestran, al mismo tiempo, graves dilemas, tendencias promisorias que ameritan tomar muy en cuenta el pensamiento de Acemoglu. En primer lugar, el continente muestra una y otra vez la capacidad de innovación de sus jóvenes. Dos adolescentes indígenas mexicanas de uno de los estados más pobres, Oaxaca, terminan de ganar el Premio Nobel Juvenil a las innovaciones sociales. Desarrollaron en su escuela secundaria una investigación para liberar de impurezas químicas al principal producto que los artesanos de su pueblo generan con sus manos. Utilizan para ellas tinturas de colores, y las estudiantes lograron crear un sistema de filtros que elimina los desechos químicos que dejan.

Un informe de la Cepal (2024) sobre América Latina muestra que, a pesar de agudos problemas, la pobreza promedio se ha reducido levemente. Las redes de protección social han sido clave en ello. Se estima que su refortalecimiento en Brasil, en los dos últimos años en la gestión Lula, ha mejorado sensiblemente las cifras sociales del país más poblado de la región. Si se sacan esas cifras, la mejora de la pobreza casi desaparece. Sigue muy presente a través de la persistencia de la pobreza extrema, que es de 10 %. Pero, falta muchísimo por hacer, porque la desigualdad, causa central de la pobreza en un continente tan rico, sigue estancada en un alto coeficiente Gini de 0.45.

Con una mejor gestión económica y social, las cifras podrían mejorar notablemente dado que la región tiene un tercio de las aguas limpias del planeta, reservas ingentes de minerales estratégicos y de algunos de los imprescindibles para las nuevas tecnologías como el litio, y condiciones agrícolas y geoeconómicas muy favorables.

El estrés de agua

El continente tiene la mayor biodiversidad del planeta, entre sus componentes 600 variedades de cereales y utiliza solo unas pocas de ellas. Una de las dificultades para su potenciación es el agua. El Amazonas, que recorre seis países, es el conjunto de selvas tropicales y bosques más rico del mundo con condiciones ideales para generar lluvias, y absorbe gran cantidad de los gases venenosos producto de la contaminación de los combustibles sólidos que se transforman en dióxido de carbono, que ha elevado a máximos históricos el calentamiento global. Sin embargo, las prácticas depredadoras, la deforestación, los incendios intencionales causados por intereses espurios, la minería ilegal y la codicia sin límites de grupos de gran poder económico, están contribuyendo a secar el Amazonas. 420.000 niños de las comunidades indígenas que lo pueblan no pueden asistir a clases porque el río ha perdido gran parte de su caudal. 1700 escuelas rurales y numerosos centros de salud han cerrado, y los indígenas exigen protección. Son quienes mejor saben cuidarlo, y lo hacen con toda dedicación.

En una asamblea especial de la ONU, 169 países terminan de aprobar un estatuto con numerosas salvaguardas para defenderlos de los crímenes ecológicos permanentes.

América Latina tiene amplias posibilidades por delante, pero se requerirán nuevas soluciones como el drenaje del Amazonas que proponen ecologistas brasileños, la implementación efectiva de una alianza de los países amazónicos, el apoyo pleno a las instituciones inclusivas de que habla el premio nobel 2024, y una economía centrada en el bienestar de la gente, como la que preconiza la Cepal, el BID, la CAF, el PNUD y el papa Francisco, entre otros.