Vida y cultura

¿Tengo un hijo psicópata?

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Actualizado
  • 08/06/2024 00:00
Creado
  • 07/06/2024 19:23

Muchos niños y adolescentes muestran diferentes rasgos de psicopatía. Para poder diagnosticar esta personalidad tan letal con seguridad, se necesita un profesional idóneo en psiquiatría y, por demás, especialista en psicopatía

Es bien sabido que la mayoría de los psicópatas no son criminales, y que aunque existan indicios de conductas antisociales desde temprana edad, para que estas sean graves depende de una serie de factores que van desde la ausencia de padres, ausencia de conductas morales y éticas como ejemplos de vida, permisibilidad ante acciones cuestionables y falta de castigos por dichas acciones o bien que los padres antepongan excusas para todo proceder de sus hijos y, por último, ambientes deteriorados moralmente donde imperen las acciones delictivas.

También es importante aclarar que aun existiendo un hogar estable, padres comprometidos en el desarrollo del niño en su vida social y hogareña, vivan en un entorno donde rigen las buenas conductas sociales, éticas y morales, bien puede presentarse un psicópata en potencia, funcional para la sociedad sí, pero al fin y al cabo, psicópata.

Muchos niños y adolescentes muestran diferentes rasgos de psicopatía porque esta condición tiene múltiples grados, es decir, no todas las personas muestran las mismas intensidades o acciones y, para poder diagnosticar esta personalidad tan letal con seguridad, se necesita un profesional idóneo en psiquiatría y, por demás, especialista en psicopatía.

Grosso modo cuando un niño comienza a mostrar signos marcados de narcisismo, o sea, solo piensan en su propio bienestar y satisfacción de sus necesidades, manifiestan de manera persistente su egoísmo mostrando exigencias categóricas frente al resto de las personas de su círculo, y esta actitud se incrementa a medida que va madurando, no tienen remordimientos ni muestran miedo ante los castigos por sus acciones, les da placer torturar animales o se deleitan con quemar objetos, no les molesta ni les asusta ser testigos de actos violentos o les atraen y, en ocasiones, reconocen que hacen cosas indeseables porque solo tenían curiosidad por ver la consecuencia, estaríamos ante un potencial psicópata.

Debido a que su supremo interés es solo el suyo, presentarán explosiones de cólera o ataques de rabia, toman muy mal el llevarles la contraria y perciben la oposición como una amenaza intolerable; si dispone de fuerza, se pone a medirla con sus hermanos mayores o adultos, y suelen buscar venganza al no salirse con la suya.

Solo cuando ha llegado a conectar su acto con las consecuencias (con mucha paciencia y repeticiones), podrá entonces abstenerse de hacer algo malo. A pesar de todo, aquello que se le obliga a hacer, lo hará de mala gana, a medias y sin poner propósito en la tarea.

Otros rasgos distintivos de esta personalidad en edades tempranas pueden ser la capacidad de simulación y actuación. Los psicópatas tienen una mente superficial y manipulan durante sus interacciones interpersonales, sobre todo porque están plenamente conscientes de lo que están haciendo y sí saben diferenciar el bien del mal, pero muestran una falta absoluta de empatía. Carecen de interés o de habilidad para comprender las emociones ajenas, lo que les incapacita tener vínculos afectivos; son personas mentirosas, persisten en su convicción aunque no sea realista o veraz.

Pueden hacerle sentir, amigo lector, que hicieron mal al no comprender a otro, sin embargo, en su arte de manipular, lo que sale a la luz será disculpas forzadas sin el más mínimo sentimiento. Lo hace como si leyera un guion.

Su falta de empatía es la puerta para la crueldad; empiezan, como mencioné anteriormente, torturando animales para luego escalar hacia sus hermanos o empleados del hogar. Como los niños psicópatas estudian su entorno con cautela, en este punto verá al padre como una amenaza en potencia y se ensañará con la madre por el simple hecho de que observó detenidamente cómo es la jerarquía familiar.

Mientras crece, aparecerá lo que se llama “el adolescente tirano” y es aquel al cual no se le han establecido límites y se comporta como un pequeño emperador, exigente, demandante, intolerante, poco educado y agresivo. Es muy habitual en esta etapa que los jóvenes empiecen a adoptar posturas déspotas, dando órdenes a sus padres o incluso mostrarse especialmente violentos cuando no consiguen lo que quieren, y la ira será su arma para tratar de atemorizar a cualquier persona que esté a su alrededor, llegando incluso a la violencia física ante los más vulnerables del grupo.

Un estudio de la Universidad de Valladolid realizado con alumnos de secundaria a nivel global pone números a esta situación de tiranía y establece que el 31.7% de los jóvenes entre 13 y 18 años considera no solo que mandan en casa, sino que son la única autoridad familiar.

Otro rasgo distintivo es la irresponsabilidad permanente, carecen de compromiso, en especial en actividades extracurriculares o bien desarrollan intereses a medias por una actividad, la cual se esfuma rápidamente.

Cuando se involucran en algo, por lo regular solo lo hacen para sacar beneficios como ropa nueva o cara, aparatos tecnológicos o viajes a otros destinos y, cuando obtienen lo que quieren, piden más porque creen que se lo merecen, y lo otorgado para ellos no fue suficiente ni satisfactorio, en este punto, la frustración parental es más que notoria y desgastante. Alguien podría decir que no hay esperanzas y que estamos ante un potencial criminal (si es que no ha cometido un crimen aún).

Lo interesante aquí es recordar que existe la escala Hare, que va de la posición número 1 a la 22 en su diagnóstico. Se llama así gracias al Dr. Robert Hare, el mayor experto en el tema, y si este es temprano, se puede trabajar en acciones puntuales para contrarrestar cada etapa, sin embargo, responsablemente debo recordarle que no hay cura, porque es una condición de personalidad, no una enfermedad, y cada caso es único.

Por tal motivo la ayuda profesional es necesaria para que en su escala no llegue al nivel 22 donde se encuentra, como clínicamente se le conoce, “la semilla del diablo”.