Vida y cultura

Sobre la política de alimentación: un ensayo de reflexión (parte III)

Los esfuerzos para fortalecer la seguridad alimentaria comenzaron en Panamá durante los años 60. Pixabay
Actualizado
  • 22/01/2025 00:00
Creado
  • 21/01/2025 19:12

La inseguridad alimentaria afecta de manera más pronunciada a las comunidades indígenas, debido en parte a los efectos prolongados de los bajos salarios, las limitaciones en el acceso a viviendas adecuadas y otras consecuencias derivadas de políticas discriminatorias.

Asistencia alimentaria: a pesar de todo el apoyo al sector agrícola, la inseguridad alimentaria (acceso poco fiable a suficientes alimentos a diario) persiste en Panamá. En 2022, se consideró que el 16 % de los hogares padecía inseguridad alimentaria. Según algunas estimaciones, el 20 % de los adultos panameños experimenta inseguridad alimentaria, y el porcentaje de quienes reportan una inseguridad alimentaria muy baja casi se ha duplicado en los últimos diez años. La inseguridad alimentaria es mayor entre las comunidades indígenas, en parte como resultado de los efectos a largo plazo de los bajos salarios, las restricciones de vivienda y otros efectos a nivel de políticas discriminativas.

Los esfuerzos para fortalecer la seguridad alimentaria comenzaron en Panamá durante los años 60, con un programa del Ministerio de Agricultura, Comercio e Industria (MACI) que consistía en construir huertos y entregar semillas a indígenas y familias pobres. Cuando llegaron los militares en los 70 y se creó el MIDA, ese programa asistencial se eliminó.

El Cuadro 2 enumera algunos programas existentes a la fecha (2024).

Por la peculiar forma en que operan estas cosas, los programas de nutrición infantil no necesariamente representan ayuda nutricional, porque no todos los alimentos que allí se ofrecen son saludables. Desde el punto de vista de los defensores de los niños, los proyectos de ley necesitan urgentemente una reautorización formal para satisfacer mejor las necesidades de los niños panameños. Pero los programas de nutrición escolar están atrapados en la política. En Meduca se hacen esfuerzos para lograr los resultados esperados, pero por otro lado no existe ni la fiscalización requerida ni la estructura sancionatoria para asegurar que un programa de tal envergadura se realice sin corrupción gubernamental ni conflictos de interés por parte de la industria.

Educación nutricional: pautas dietéticas

Las guías alimentarias son el instrumento para recomendar sobre el consumo diario de alimentos de distintos grupos: carne, lácteos, frutas y verduras, cereales y, a veces, otros. En un principio, el mensaje de “comer más” de un grupo versus los otros generó poca controversia u oposición.

Esta situación cambió cuando las enfermedades crónicas superaron a las enfermedades por deficiencia de nutrientes como principales causas de muerte y discapacidad, y fue necesario que el asesoramiento dietético pasara de “comer más” a “comer menos”. El primer consejo de este tipo fue emitido en 1977 en Estados Unidos por el Comité Selecto del Senado sobre Nutrición y Necesidades Humanas.

Los objetivos dietéticos para Estados Unidos recomendaban una ingesta reducida de azúcares (al 10% de las calorías o menos) junto con objetivos específicos para una ingesta reducida de grasas, grasas saturadas, colesterol y sodio. Para lograr estos objetivos, el Comité recomendó reducir la ingesta de alimentos ricos en estos nutrientes: carne, leche entera, mantequilla y huevos.

Los productores de azúcar y alimentos ricos en grasas se opusieron firmemente, al igual que algunos grupos médicos y de nutrición. El furor por las recomendaciones obligó al Comité a celebrar más audiencias y a moderar sus consejos. Su informe revisado, por ejemplo, reemplazó la afirmación directa “disminuir el consumo de carne” por la menos provocativa “elija carnes, aves y pescados que reduzcan el consumo de grasas saturadas”, sentando así el precedente para formular eufemísticamente directrices dietéticas para no ofender a la industria alimentaria.

Para fortalecer la base científica de los consejos para prevenir enfermedades relacionadas con la dieta, el USDA y el Departamento de Salud, Educación y Bienestar (ahora HHS) en Estados Unidos decidieron atender la necesidad del público de una guía autorizada y consistente sobre dieta y salud. En 1980 publicaron conjuntamente las Guías Alimentarias, la cual el mundo entero ha adoptado desde entonces.

Las agencias pretendían que las directrices tuvieran base científica y, por tanto, no fueran controvertidas, pero generaron objeciones inmediatas de los productores de alimentos, especialmente de los productores de carne, junto con demandas de revisión por parte de las autoridades médicas y algunos científicos en nutrición. En 1981, las agencias designaron un comité asesor científico para revisar las directrices. Pero el comité sólo hizo cambios mínimos y las directrices revisadas en 1985 continuaron provocando controversia científica y política.

Una vez más, para intentar que las directrices fueran menos controvertidas, las agencias designaron otro comité asesor para revisar la ciencia. Sus directrices de 1990 daban básicamente el mismo consejo, pero lo formulaban de forma más positiva: “elegir” en lugar de “evitar”. Hasta entonces, las revisiones de las directrices habían sido voluntarias. Pero la Ley Nacional de Monitoreo de la Nutrición e Investigaciones Relacionadas de 1990 instruyó a las agencias a publicar conjuntamente pautas dietéticas cada cinco años:

“Cada uno de dichos informes contendrá información y pautas nutricionales y dietéticas para el público en general, y será promovido por cada agencia federal al llevar a cabo cualquier programa federal de alimentación, nutrición o salud... basado en la preponderancia del conocimiento científico y médico que esté vigente en el momento de elaboración del informe”.

En ese caso, las directrices tendrían que revisarse cada cinco años por ley.

Su historia posterior es de creciente complejidad y confusión, como lo ilustra la evolución de los consejos sobre el azúcar, como se ilustra en el Cuadro 3. El azúcar tiene calorías, pero no otros nutrientes; sus calorías están “vacías” y su consumo excesivo se asocia con aumento de peso, problemas metabólicos y enfermedades crónicas. Como nadie estaría más saludable comiendo más azúcar, las directrices de 1980 y 1985 aconsejaban “evitar demasiada azúcar” (tres palabras). Las directrices de decirlo positivamente de 1990, 1995 y 2000 utilizaban “elegir” y “moderar”. Después de eso, el recuento de palabras aumentó junto con la adición de bebidas, la principal fuente de azúcares en las dietas estadounidenses, en 2005. La directriz de 2010 combinó los azúcares con las grasas “sólidas” (es decir, las saturadas de la carne y los productos lácteos); la directriz de 2015 agrupaba los azúcares con grasas saturadas y sodio, y la directriz de 2020 añadió alcohol a la mezcla, además de especificar que el consumo de azúcar se restringirá al 10 % de las calorías diarias.

Junto con el número de palabras por directriz, también aumentó el número de páginas del documento de directrices. Las directrices de 1980 se publicaron en un delgado folleto de 20 páginas; las directrices de 2020 constan de 164 páginas de tamaño completo.

Teniendo en cuenta la importancia de las Guías, es difícil saber qué parte de su mayor complejidad se puede atribuir al comité asesor, las agencias o a qué agencia está a cargo (USDA y HHS alternan la responsabilidad principal para las pautas). El HHS lideró el proceso 2015-2020 y nuevamente está a cargo de la edición 2025-2030. Las funciones del comité y las agencias han cambiado con el tiempo, y la responsabilidad va en aumento para las agencias.

Desde 1980 hasta 2000, el comité fue responsable de todas las directrices de principio a fin: eligió las preguntas de investigación, revisó e informó sobre la investigación y redactó las directrices basadas en esa investigación. Sin embargo, en 2005, las agencias se hicieron cargo de la redacción de las directrices actuales. Este cambio separó la ciencia de su comunicación y permitió que el proceso se politizara más. (Los funcionarios de las agencias suelen ser seleccionados por el partido político en el poder). En 2020, las agencias asumieron un control aún mayor; también establecieron las preguntas de investigación para que el comité las considere. Esto deja al el Comité con una sola tarea: redactar un informe basado en la revisión de su investigación.

Independientemente de qué agencia esté a cargo y el nivel de control de la agencia, cada edición de las directrices ha suscitado críticas por su redacción y el uso de eufemismos. Desde 1980, las directrices han recomendado comer más frutas, verduras y cereales integrales. Pero cambian a nutrientes (azúcar, grasas saturadas, sodio) cada vez que recomiendan comer menos. Este cambio reduccionista ahora tiene su propio nombre: “nutricionismo”, la sustitución de nutrientes individuales para representar los alimentos complejos que los proporcionan.

Los argumentos más polémicos giran en torno a cómo las directrices podrían afectar las ventas de alimentos en las categorías de “comer menos”. Las empresas alimentarias quieren que sus productos estén protegidos contra los consejos de “comer menos”; nominan a miembros del comité asesor, presentan declaraciones de posición y ejercen presión entre bastidores para evitar recomendaciones desfavorables. Sus acciones generan tres preocupaciones especialmente polémicas sobre la influencia indebida de la industria alimentaria en el asesoramiento dietético: (a) conflictos de intereses entre los miembros del Comité y argumentos sobre cómo abordar (b) la sostenibilidad y (c) los alimentos ultraprocesados al asesorar al público sobre nutrición y salud.