Ñeques y la ecología del miedo
- 24/05/2024 00:00
- 23/05/2024 20:05
Científicos estudian los efectos indirectos de la evitación de depredadores en los agutíes. Analizan biomarcadores de estrés, comportamiento y secuencias genéticas En la naturaleza los animales tienen la misma meta: sobrevivir. Esto implica disponer de un ambiente apropiado que les garantice alimento, agua, morada y la oportunidad de reproducirse. Los depredadores deben aprender técnicas de cacería y las especies que son presas, estrategias antidepredación. Pero... ¿cómo cambia el escenario cuando una presa no tiene depredador en un sitio?
El Dr. Dumas Gálvez, investigador asociado a la Estación Coiba AIP y miembro del Sistema Nacional de Investigación, ha estudiado la relación de felinos silvestres y los ñeques (agutíes) que les sirven de presas. El científico se ha enfocado en la “ecología del miedo”, concepto que involucra los impactos no letales que los depredadores ejercen sobre sus presas.
Los efectos indirectos que experimentan las presas al tener que evitar a los depredadores también acarrea efectos en las poblaciones y los ecosistemas.
“Cuando pensamos en la relación entre presa y depredador, la muerte de la presa es el costo más alto, pero hay otros costos indirectos”, indica el científico. “Si las presas tienen un sitio con comida y otros recursos, pero pasan menos tiempo en esas áreas para evitar a los depredadores, eso representa menos recursos para invertir en reproducción”.
Añade que hay investigaciones de otras especies en otros lugares que demuestran que estos costos fisiológicos también pueden ser a nivel del metabolismo y la masa corporal porque los animales están bajo estrés.
Frente al ataque de un depredador, una respuesta inmediata de los ñeques es erizar su pelaje en la parte de atrás.
El miedo frente a una amenaza desencadena una respuesta de estrés que conlleva cambios endocrinos para conservar la vida.
Comportamiento El hábitat del ñeque en tierra firme (D. punctata) es el bosque. En lugares que colindan con residencias, como en Clayton, se acostumbran a la gente, si no los cazan. La dieta de este roedor incluye semillas de plantas neotropicales. Suelen almacenar las semillas bajo tierra o con hojas encima para comerlas después. Para evitar que otros ñeques les “roben” sus semillas, es común que las cambien de lugar. A veces las olvidan y, si las condiciones del suelo son óptimas, germinan.
Sus depredadores normalmente son los ocelotes, pumas, jaguares e incluso las boas, pero el que mayor presión ejerce es el ocelote.
El Dr. Gálvez se encuentra en la fase final del proyecto ‘¿Todavía tienen miedo? Fisiología y comportamiento de presas que han perdido a sus depredadores: el caso del agutí de Coiba’, que fue beneficiado dentro de la Convocatoria Pública de Fomento a I+D 2022 de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).
El aislamiento de Coiba y la falta de depredadores felinos en su bosque húmedo tropical ofrece un escenario distinto a los bosques de tierra firme para estudiar el miedo de los ñeques frente a una amenaza y poder comparar los resultados con otros estudios realizados en el Parque Natural Metropolitano (en la ciudad de Panamá), Gamboa, la isla Barro Colorado y otras del archipiélago de las Perlas.
Concretamente, el Dr. Gálvez y su equipo han realizado muestreos de pelaje de ñeques para cuantificar hormonas asociadas al estrés. Además, hicieron experimentos de dispersión de semillas para evaluar su comportamiento en torno al hurto y a la presencia de señales olfativas de depredadores, y análisis de ADN para confirmar si los ñeques de tierra firme (D. punctata) y de Coiba (D. Coibae) son o no especies distintas.
“Los ñeques en islas del archipiélago de las Perlas varían de coloración respecto a aquellos de tierra firme, sería interesante ir a otras islas y compararles, a nivel del ADN”.
En campo El equipo de investigadores ha utilizado trampas tomahawks para atrapar a los ñeques. Luego de sacarlos, los movilizaban en sacos para tomar los datos de tamaño, peso, sexo y la ubicación exacta donde los atraparon. Les rasuraron una parte del pelaje y les cortaron un pedacito de oreja. La herida era limpiada y se le aplicaba un bactericida en aerosol antes de liberarlos.
La colecta de muestreo en Coiba se ha realizado en el Sendero de los Monos, en la estación de MiAmbiente y en playa Hermosa. Los científicos también tienen muestras de tejidos de ñeques de la isla Cébaco, Contadora, isla Pedro González y de Barro Colorado para comparar.
Las muestras de pelo se usan para medir las hormonas corticosterona y cortisol, para cuantificar el estrés de los ñeques. Es importante aclarar que los niveles de estas hormonas no se afectan con la captura, ya que se acumulan en el pelo durante semanas, a diferencia de la saliva, donde las hormonas se expresan enseguida. Los análisis de fisiología de las hormonas se realizan en la Universidad de Panamá.
La idea es comparar los niveles de estrés entre los ñeques con diferentes presiones de ocelotes en diferentes partes de Panamá. Los experimentos con semillas tenían el propósito de cuantificar la tasa de dispersión de semillas en lugares con y sin señales olfativas de depredadores (orina) y la tasa de robo de semillas. Este experimento se hace en sitios con y sin depredadores.
“Hasta el momento, los resultados siguen las predicciones que teníamos, en el sentido de que los ñeques de Coiba y de Cébaco parecen no detectar las pistas químicas olfativas de la orina que dejan los depredadores felinos. Es interesante conocer las dinámicas en las islas y compararlas con las de tierra firme. En general, los trabajos científicos en islas de Panamá son escasos”, resume el investigador, quien también ha aplicado el tema de la investigación a las termitas arbóreas, para comparar los sitios con y sin depredadores.
En este trabajo ha colaborado el Mgtr. Emilio Romero, beneficiario de la Convocatoria de Doctorado de Investigación 2021 de la Senacyt, quien ha estudiado el estrés en humanos a partir de biomarcadores, y en este proyecto trabaja la parte de fisiología.
También participaron: Braulio Bonilla y Eleodoro Bonilla, Daniel Murcia (asistente), Roderick Valdés, Carlos Vega y Josué Ortega, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.
En la naturaleza los animales tienen la misma meta: sobrevivir. Esto implica disponer de un ambiente apropiado que les garantice alimento, agua, morada y la oportunidad de reproducirse. Los depredadores deben aprender técnicas de cacería y las especies que son presas, estrategias antidepredación. Pero... ¿cómo cambia el escenario cuando una presa no tiene depredador en un sitio?
El Dr. Dumas Gálvez, investigador asociado a la Estación Coiba AIP y miembro del Sistema Nacional de Investigación, ha estudiado la relación de felinos silvestres y los ñeques (agutíes) que les sirven de presas. El científico se ha enfocado en la “ecología del miedo”, concepto que involucra los impactos no letales que los depredadores ejercen sobre sus presas.
Los efectos indirectos que experimentan las presas al tener que evitar a los depredadores también acarrea efectos en las poblaciones y los ecosistemas.
“Cuando pensamos en la relación entre presa y depredador, la muerte de la presa es el costo más alto, pero hay otros costos indirectos”, indica el científico. “Si las presas tienen un sitio con comida y otros recursos, pero pasan menos tiempo en esas áreas para evitar a los depredadores, eso representa menos recursos para invertir en reproducción”.
Añade que hay investigaciones de otras especies en otros lugares que demuestran que estos costos fisiológicos también pueden ser a nivel del metabolismo y la masa corporal porque los animales están bajo estrés.
Frente al ataque de un depredador, una respuesta inmediata de los ñeques es erizar su pelaje en la parte de atrás.
El miedo frente a una amenaza desencadena una respuesta de estrés que conlleva cambios endocrinos para conservar la vida.
El hábitat del ñeque en tierra firme (D. punctata) es el bosque. En lugares que colindan con residencias, como en Clayton, se acostumbran a la gente, si no los cazan. La dieta de este roedor incluye semillas de plantas neotropicales. Suelen almacenar las semillas bajo tierra o con hojas encima para comerlas después. Para evitar que otros ñeques les “roben” sus semillas, es común que las cambien de lugar. A veces las olvidan y, si las condiciones del suelo son óptimas, germinan.
Sus depredadores normalmente son los ocelotes, pumas, jaguares e incluso las boas, pero el que mayor presión ejerce es el ocelote.
El Dr. Gálvez se encuentra en la fase final del proyecto ‘¿Todavía tienen miedo? Fisiología y comportamiento de presas que han perdido a sus depredadores: el caso del agutí de Coiba’, que fue beneficiado dentro de la Convocatoria Pública de Fomento a I+D 2022 de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).
El aislamiento de Coiba y la falta de depredadores felinos en su bosque húmedo tropical ofrece un escenario distinto a los bosques de tierra firme para estudiar el miedo de los ñeques frente a una amenaza y poder comparar los resultados con otros estudios realizados en el Parque Natural Metropolitano (en la ciudad de Panamá), Gamboa, la isla Barro Colorado y otras del archipiélago de las Perlas.
Concretamente, el Dr. Gálvez y su equipo han realizado muestreos de pelaje de ñeques para cuantificar hormonas asociadas al estrés. Además, hicieron experimentos de dispersión de semillas para evaluar su comportamiento en torno al hurto y a la presencia de señales olfativas de depredadores, y análisis de ADN para confirmar si los ñeques de tierra firme (D. punctata) y de Coiba (D. Coibae) son o no especies distintas.
“Los ñeques en islas del archipiélago de las Perlas varían de coloración respecto a aquellos de tierra firme, sería interesante ir a otras islas y compararles, a nivel del ADN”.
El equipo de investigadores ha utilizado trampas tomahawks para atrapar a los ñeques. Luego de sacarlos, los movilizaban en sacos para tomar los datos de tamaño, peso, sexo y la ubicación exacta donde los atraparon. Les rasuraron una parte del pelaje y les cortaron un pedacito de oreja. La herida era limpiada y se le aplicaba un bactericida en aerosol antes de liberarlos.
La colecta de muestreo en Coiba se ha realizado en el Sendero de los Monos, en la estación de MiAmbiente y en playa Hermosa. Los científicos también tienen muestras de tejidos de ñeques de la isla Cébaco, Contadora, isla Pedro González y de Barro Colorado para comparar.
Las muestras de pelo se usan para medir las hormonas corticosterona y cortisol, para cuantificar el estrés de los ñeques. Es importante aclarar que los niveles de estas hormonas no se afectan con la captura, ya que se acumulan en el pelo durante semanas, a diferencia de la saliva, donde las hormonas se expresan enseguida. Los análisis de fisiología de las hormonas se realizan en la Universidad de Panamá.
La idea es comparar los niveles de estrés entre los ñeques con diferentes presiones de ocelotes en diferentes partes de Panamá. Los experimentos con semillas tenían el propósito de cuantificar la tasa de dispersión de semillas en lugares con y sin señales olfativas de depredadores (orina) y la tasa de robo de semillas. Este experimento se hace en sitios con y sin depredadores.
“Hasta el momento, los resultados siguen las predicciones que teníamos, en el sentido de que los ñeques de Coiba y de Cébaco parecen no detectar las pistas químicas olfativas de la orina que dejan los depredadores felinos. Es interesante conocer las dinámicas en las islas y compararlas con las de tierra firme. En general, los trabajos científicos en islas de Panamá son escasos”, resume el investigador, quien también ha aplicado el tema de la investigación a las termitas arbóreas, para comparar los sitios con y sin depredadores.
En este trabajo ha colaborado el Mgtr. Emilio Romero, beneficiario de la Convocatoria de Doctorado de Investigación 2021 de la Senacyt, quien ha estudiado el estrés en humanos a partir de biomarcadores, y en este proyecto trabaja la parte de fisiología.
También participaron: Braulio Bonilla y Eleodoro Bonilla, Daniel Murcia (asistente), Roderick Valdés, Carlos Vega y Josué Ortega, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.