Mois Navon: ‘Todos tenemos un propósito en la vida’
- 22/08/2024 00:00
- 21/08/2024 17:50
El ingeniero, filósofo y rabino reflexiona sobre si hay espacio para la ética en la inteligencia artificial Mois Navon, profesor de ética en la inteligencia artificial de la Universidad de Ben Gurión (Israel) es considerado como el padre de los vehículos autónomos ya que fundó la start-up israelí Mobileye, una compañía conocida por idear un sistema virtual automotriz que alerta a los conductores de los posibles peligros que puede haber en la carretera.
Nativo de California (Estados Unidos), Navon también tuvo la oportunidad de trabajar como ingeniero de la NASA donde colaboró en la elaboración del programa antimisiles, conocido como ‘Guerra de las Galaxias’, destinado a proteger a Estados Unidos de un hipotético ataque de misiles nucleares.
La biografía de Navon se complementa con su faceta divulgativa relacionada a la ética y la filosofía. Dos aspectos fundamentales para Navon ya que, por un lado, determinan lo que está bien y lo que está mal y, por el otro, redescubren ese propósito de vida que cada ser humano tiene por cumplir.
En estos días se encuentra por Panamá para promover la inteligencia artificial (IA) y su uso responsable, así como la necesidad de experimentar una vida plena en la que la tecnología no interfiera en los lazos afectivos entre los seres queridos.
La ética en la IA Algunas de las cuestiones más acuciantes en torno a la IA son su habilidad para recopilar datos de los usuarios de forma indiscriminada así como la capacidad de alterar datos e imágenes dando pie a la proliferación de las noticias falsas. Ante este panorama que todavía se encuentra difuso, Navon consideró que la inteligencia artificial puede ser ética siempre y cuando los seres humanos así lo permitan.
“Nosotros tenemos que pensar permanentemente en la parte ética mientras desarrollamos, diseñamos, implementamos y usamos la inteligencia artificial. Podemos poner a la inteligencia artificial a tomar decisiones, pero esas decisiones de repente no serían las mejores. En cambio, hacen cosas malas como robar propiedad intelectual, violar la privacidad de los demás o atacar a una persona, etc”, aseguró.
Siendo el diseñador del chip de los vehículos autónomos, Navón puso el ejemplo del dilema ético que se presenta entre la eficiencia y la seguridad al momento de fabricar estos vehículos. Si se quiere un carro eficiente, este puede ir de forma rápida y agresiva pero puede lastimar a muchas personas en el camino.
En cambio, si se hace de forma segura, ese vehículo no iría a ningún lado. Por lo que siempre habrá esa tensión añadida a la hora de establecer ese balance durante la creación de un producto que utilice la tecnología y la inteligencia artificial.
Otro de los desafíos éticos y morales que presenta la inteligencia artificial de cara a los ciudadanos se traduce en la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto estarían dispuestos a entregar parte de su privacidad en nombre de la seguridad? Este desafío se plantea en contextos como el uso de la inteligencia artificial para el control epidemiológico de una pandemia o la vigilancia y el seguimiento de posibles amenazas terroristas.
“Puede suceder que alguien esté dispuesto a entregar su privacidad a cambio de mayor seguridad, pero después estará la preocupación de qué pasará después con esos datos y si quienes los manejan van a hacer un mal uso de ellos. Allí es donde entra la ética en la inteligencia artificial”, consideró.
El ingeniero instó a un debate saludable y sosegado sobre el lugar de la IA en la sociedad en el que se tengan en cuenta los aspectos éticos y filosóficos bajo la teoría moral del utilitarismo bajo la que se contempla la satisfacción de la mayor cantidad de personas.
Así mismo, sugirió que cada país tenga un centro de pensamiento que aborde temas relacionados al uso de la IA en la gobernanza y en la vida diaria así como referendos que sometan los avances de la IA a la voz y el voto del ciudadano.
“La manera vertiginosa en la que está avanzando la tecnología está superando nuestra habilidad de adaptarnos a ella para usarla de manera correcta. No hay duda de ello. La humanidad no había experimentado esto desde la Revolución Industrial que aconteció entre los siglos XVIII y XIX. Si bien la tecnología tiene grandes aspectos positivos, también hay que tomar en cuenta el enorme lado negativo como los robots humanoides, que se hacen nuestros amigos e interfieren con nuestra capacidad de comunicarnos como individuos”, opinó.
La innovación al manejar Navon pronosticó, al igual que el vicepresidente de la compañía General Motors Paul Jacobson, que los vehículos sin conductor serán totalmente funcionales entre 2035 y 2050 mientras que, por otro lado, citó a la revista estadounidense Wired que aseguró que no se necesitará de una licencia de conducir para 2040. Su empresa Mobileye incluso experimentó esta posibilidad mediante el trayecto de un vehículo sin conductor que inició en Jerusalén y terminó en el Mar Muerto.
Según el ingeniero, el reto está en que los vehículos sin conductor sean más seguros que las personas que manejan un auto, ya que solo de esa forma estarían listos para andar sobre la carretera. No obstante, la start-up israelí ha estado detrás de distintas innovaciones ya disponibles en el mercado como un sistema de frenos automático que previene una colisión al volante así como las cámaras situadas en la parte trasera y delantera del vehículo para orientar al conductor al momento de estacionarse.
La ciencia y la religión, ¿unidas o separadas? Desde muy temprana edad, Navon se preguntó cuál es el propósito de vida que tienen los seres humanos. No fue hasta la época universitaria cuando se dio cuenta que la religión – en su caso, el judaísmo - tenía la clave para descifrar ese enigma.
“Me preguntaba: ¿Qué hacemos aquí en este mundo? y me dispuse a averiguarlo. Llegué finalmente a la conclusión de que hay un creador, que tenemos un alma y que, por ende, hay un propósito. Estamos aquí para arreglarnos a nosotros mismos y al mundo. Esta es una de las ideas fundamentales del judaísmo. Nosotros, los judíos, creemos que hay un propósito y una continuidad de la identidad personal de cada uno. No digo que el judaísmo se resuma únicamente a esta idea pero me sentí cómodo transitando por esa ruta. Es algo de lo que me apasiona transmitir a otras personas en mi rol como rabino”, dijo.
Al ser consultado por este diario sobre si la ciencia y la religión son dos conceptos divorciados entre sí, Navon consideró que ambas cosas pueden complementarse perfectamente.
“Desafortunadamente, hay un gran malentendido en el que se cree que la ciencia y la religión están en conflicto. No es cierto eso de que ‘una vez sabes de ciencia, sabes que no hay un Dios’. Ese pensamiento tiene su origen en la época de la Ilustración, en la que los seres humanos empezaban a entender realmente el mundo. Si bien el naturalista Charles Darwin hizo su teoría sobre la evolución humana, la ciencia nos demuestra lo maravillosa que es la complejidad que conlleva la creación de un ser vivo. ¿Qué es lo que produce esa evolución de forma guiada? La ciencia no le ha encontrado respuesta”, expresó.
El también filósofo sustentó su tesis de doctorado en el estatus moral de la IA, que discute cómo los seres humanos deben interactuar con aquellas máquinas que actúan como sus semejantes como lo hace el ‘chatbot’ ChatGPT.
“Nosotros debemos utilizar el ‘por favor’ y ‘gracias’ porque aunque sean máquinas puramente basadas en matemática y estadísticas, tú mismo en el fondo sabes que fuiste cortés con lo que tenías al frente. Si nosotros maltratamos e insultamos a este software, eventualmente nos comportaremos de la misma manera con otros seres humanos de carne y hueso. Al final, la cortesía y la amabilidad lo son todo para ser un mejor ser humano cada día”, reflexionó.
Mois NavonIngeniero, filósofo y rabino israelo-estadounidenseLa manera vertiginosa en la que está avanzando la tecnología está superando nuestra habilidad de adaptarnos a ella para usarla de manera correcta.”
Mois Navon, profesor de ética en la inteligencia artificial de la Universidad de Ben Gurión (Israel) es considerado como el padre de los vehículos autónomos ya que fundó la start-up israelí Mobileye, una compañía conocida por idear un sistema virtual automotriz que alerta a los conductores de los posibles peligros que puede haber en la carretera.
Nativo de California (Estados Unidos), Navon también tuvo la oportunidad de trabajar como ingeniero de la NASA donde colaboró en la elaboración del programa antimisiles, conocido como ‘Guerra de las Galaxias’, destinado a proteger a Estados Unidos de un hipotético ataque de misiles nucleares.
La biografía de Navon se complementa con su faceta divulgativa relacionada a la ética y la filosofía. Dos aspectos fundamentales para Navon ya que, por un lado, determinan lo que está bien y lo que está mal y, por el otro, redescubren ese propósito de vida que cada ser humano tiene por cumplir.
En estos días se encuentra por Panamá para promover la inteligencia artificial (IA) y su uso responsable, así como la necesidad de experimentar una vida plena en la que la tecnología no interfiera en los lazos afectivos entre los seres queridos.
Algunas de las cuestiones más acuciantes en torno a la IA son su habilidad para recopilar datos de los usuarios de forma indiscriminada así como la capacidad de alterar datos e imágenes dando pie a la proliferación de las noticias falsas. Ante este panorama que todavía se encuentra difuso, Navon consideró que la inteligencia artificial puede ser ética siempre y cuando los seres humanos así lo permitan.
“Nosotros tenemos que pensar permanentemente en la parte ética mientras desarrollamos, diseñamos, implementamos y usamos la inteligencia artificial. Podemos poner a la inteligencia artificial a tomar decisiones, pero esas decisiones de repente no serían las mejores. En cambio, hacen cosas malas como robar propiedad intelectual, violar la privacidad de los demás o atacar a una persona, etc”, aseguró.
Siendo el diseñador del chip de los vehículos autónomos, Navón puso el ejemplo del dilema ético que se presenta entre la eficiencia y la seguridad al momento de fabricar estos vehículos. Si se quiere un carro eficiente, este puede ir de forma rápida y agresiva pero puede lastimar a muchas personas en el camino.
En cambio, si se hace de forma segura, ese vehículo no iría a ningún lado. Por lo que siempre habrá esa tensión añadida a la hora de establecer ese balance durante la creación de un producto que utilice la tecnología y la inteligencia artificial.
Otro de los desafíos éticos y morales que presenta la inteligencia artificial de cara a los ciudadanos se traduce en la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto estarían dispuestos a entregar parte de su privacidad en nombre de la seguridad? Este desafío se plantea en contextos como el uso de la inteligencia artificial para el control epidemiológico de una pandemia o la vigilancia y el seguimiento de posibles amenazas terroristas.
“Puede suceder que alguien esté dispuesto a entregar su privacidad a cambio de mayor seguridad, pero después estará la preocupación de qué pasará después con esos datos y si quienes los manejan van a hacer un mal uso de ellos. Allí es donde entra la ética en la inteligencia artificial”, consideró.
El ingeniero instó a un debate saludable y sosegado sobre el lugar de la IA en la sociedad en el que se tengan en cuenta los aspectos éticos y filosóficos bajo la teoría moral del utilitarismo bajo la que se contempla la satisfacción de la mayor cantidad de personas.
Así mismo, sugirió que cada país tenga un centro de pensamiento que aborde temas relacionados al uso de la IA en la gobernanza y en la vida diaria así como referendos que sometan los avances de la IA a la voz y el voto del ciudadano.
“La manera vertiginosa en la que está avanzando la tecnología está superando nuestra habilidad de adaptarnos a ella para usarla de manera correcta. No hay duda de ello. La humanidad no había experimentado esto desde la Revolución Industrial que aconteció entre los siglos XVIII y XIX. Si bien la tecnología tiene grandes aspectos positivos, también hay que tomar en cuenta el enorme lado negativo como los robots humanoides, que se hacen nuestros amigos e interfieren con nuestra capacidad de comunicarnos como individuos”, opinó.
Navon pronosticó, al igual que el vicepresidente de la compañía General Motors Paul Jacobson, que los vehículos sin conductor serán totalmente funcionales entre 2035 y 2050 mientras que, por otro lado, citó a la revista estadounidense Wired que aseguró que no se necesitará de una licencia de conducir para 2040. Su empresa Mobileye incluso experimentó esta posibilidad mediante el trayecto de un vehículo sin conductor que inició en Jerusalén y terminó en el Mar Muerto.
Según el ingeniero, el reto está en que los vehículos sin conductor sean más seguros que las personas que manejan un auto, ya que solo de esa forma estarían listos para andar sobre la carretera. No obstante, la start-up israelí ha estado detrás de distintas innovaciones ya disponibles en el mercado como un sistema de frenos automático que previene una colisión al volante así como las cámaras situadas en la parte trasera y delantera del vehículo para orientar al conductor al momento de estacionarse.
Desde muy temprana edad, Navon se preguntó cuál es el propósito de vida que tienen los seres humanos. No fue hasta la época universitaria cuando se dio cuenta que la religión – en su caso, el judaísmo - tenía la clave para descifrar ese enigma.
“Me preguntaba: ¿Qué hacemos aquí en este mundo? y me dispuse a averiguarlo. Llegué finalmente a la conclusión de que hay un creador, que tenemos un alma y que, por ende, hay un propósito. Estamos aquí para arreglarnos a nosotros mismos y al mundo. Esta es una de las ideas fundamentales del judaísmo. Nosotros, los judíos, creemos que hay un propósito y una continuidad de la identidad personal de cada uno. No digo que el judaísmo se resuma únicamente a esta idea pero me sentí cómodo transitando por esa ruta. Es algo de lo que me apasiona transmitir a otras personas en mi rol como rabino”, dijo.
Al ser consultado por este diario sobre si la ciencia y la religión son dos conceptos divorciados entre sí, Navon consideró que ambas cosas pueden complementarse perfectamente.
“Desafortunadamente, hay un gran malentendido en el que se cree que la ciencia y la religión están en conflicto. No es cierto eso de que ‘una vez sabes de ciencia, sabes que no hay un Dios’. Ese pensamiento tiene su origen en la época de la Ilustración, en la que los seres humanos empezaban a entender realmente el mundo. Si bien el naturalista Charles Darwin hizo su teoría sobre la evolución humana, la ciencia nos demuestra lo maravillosa que es la complejidad que conlleva la creación de un ser vivo. ¿Qué es lo que produce esa evolución de forma guiada? La ciencia no le ha encontrado respuesta”, expresó.
El también filósofo sustentó su tesis de doctorado en el estatus moral de la IA, que discute cómo los seres humanos deben interactuar con aquellas máquinas que actúan como sus semejantes como lo hace el ‘chatbot’ ChatGPT.
“Nosotros debemos utilizar el ‘por favor’ y ‘gracias’ porque aunque sean máquinas puramente basadas en matemática y estadísticas, tú mismo en el fondo sabes que fuiste cortés con lo que tenías al frente. Si nosotros maltratamos e insultamos a este software, eventualmente nos comportaremos de la misma manera con otros seres humanos de carne y hueso. Al final, la cortesía y la amabilidad lo son todo para ser un mejor ser humano cada día”, reflexionó.