Los siete sentidos
- 15/03/2025 00:00
- 14/03/2025 16:41
La neurociencia ha revelado que, además de los cinco sentidos tradicionales, existen dos más: la propiocepción y la interocepción. El ejercicio y prácticas como el yoga pueden mejorar estos sentidos, ayudándonos a conocernos mejor y fortalecer nuestra inteligencia emocional Usted se preguntará, amigo lector, ¿siete sentidos de qué? Desde el colegio nos han enseñado que solo tenemos cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto; sin embargo, a través de la neurociencia hoy se sabe que hay dos sentidos adicionales: la propiocepción y la interocepción.
En este artículo me dedicaré a explicarle solo estos dos últimos; estamos claros de qué es lo que hacen los otros cinco y tenemos muy claro además que, gracias a ellos, percibimos todo aquello que nos rodea incluyendo feromonas, sabores o temperatura.
La propiocepción es el sentido que nos permite percibir la ubicación, el movimiento y la acción del cuerpo. Abarca un conjunto de sensaciones, incluyendo la percepción de la posición de las articulaciones y su accionar, la fuerza muscular y el esfuerzo; se lo pongo más sencillo: es el sentido que permite saber dónde está una parte determinada de su cuerpo sin tener que mirarla, así pues, podríamos decir que la propiocepción es la percepción de uno mismo en el espacio.
De hecho, la propiocepción es la base que nos permite motorizar, por así decirlo, el resto de áreas corporales. A través de la propiocepción, nuestro cerebro desarrolla su GPS interno, sabe dónde y cómo estamos, la velocidad a la que nos movemos y, por lo tanto, es capaz de controlar la fuerza que producimos.
Este sentido hay que trabajarlo a consciencia en casos de lesión de ligamentos, músculos, huesos o tendones, para así conseguir una rehabilitación completa. De hecho, es habitual la omisión de este sentido en nuestro proceso de recuperación, lo que supone, sin saberlo, en una pérdida de las capacidades absolutas de la zona dañada a medio y largo plazo, y es que, si no reeducamos la articulación, es probable que la lesión vuelva a aparecer más adelante, como ocurre en los esguinces o luxaciones.
Por lo tanto, trabajar y mejorar la propiocepción será el primer paso a la hora de mejorar el movimiento, esto podemos conseguirlo a través de diferentes ejercicios.
El séptimo sentido que desconocíamos y que la neurociencia se ha encargado de ponerlo en nuestro radar es el de la interocepción, el cual permite percibir todo lo que sucede dentro de nuestro cuerpo (corazón, pulmones, intestino, vejiga...). Con él logramos notar dolores de cabeza, náuseas, picores internos, el ritmo cardíaco o dolores musculares.
Con tal de poder percibir la estimulación interna o externa es necesario que exista algún tipo de elemento encargado de detectarla. Dicho de otro modo, es necesario que exista algún tipo de receptor biológico.
Los receptores interoceptivos se encuentran esparcidos por todo nuestro organismo, generalmente en todos los órganos principales y en los vasos sanguíneos. El sistema interoceptivo no emplea un único tipo de receptor, sino que recoge información de los mecanorreceptores (sensibles a la deformación), termoceptores (que captan la temperatura), barorreceptores (sensibles a la presión sanguínea) o nociceptores (que captan la ruptura de células y envían sensaciones de dolor al cerebro e informa del estado del o de los órganos en cuestión pudiendo verse afectados estos receptores por diferentes estímulos o situaciones según el órgano concreto del que estemos hablando) ¡Vaya complejidad!
Estos sentidos cobran una vital importancia cuando hablamos del lenguaje corporal... Cuando siente miedo, amigo lector ¿dónde lo siente? A muchos les da un calambre rápido o sienten un vacío en el estómago. Cuando siente ira, ¿cómo late su corazón? Cuándo está nervioso(a) ¿qué tanto le cuesta respirar?
No en vano el ser humano por siglos ha pregonado frases como: “cálmate que te dará un infarto”, “tranquila(o), respira con calma”, “tómalo suave que te va a explotar el hígado”.
Además, la interocepción desempeña un papel clave en otras funciones mentales como la memoria o la toma de decisiones. Parece influir, por ejemplo, en nuestra capacidad para tomar o no decisiones más o menos arriesgadas sin pensar en sus posibles consecuencias.
Recientemente, debido al vínculo que parece existir entre la interocepción y las dimensiones emocionales o cognitivas, han surgido varios estudios que la relacionan con ciertos problemas de salud mental como los desórdenes de la conducta alimentaria, la depresión, trastornos de ansiedad por uso de sustancias particulares.
Nuestro séptimo sentido puede fallar por defecto o por exceso. Así, hay personas que no son capaces de identificar y describir sus cambios corporales en X emoción y no se pueden conectar a su yo interno, mientras que otras presentan una excesiva atención hacia sus señales internas.
La mejor forma de afinar nuestro sistema interoceptivo es la actividad física. Algunos estudios han mostrado que incluso 15 minutos de ejercicio a cierta intensidad son capaces de mejorar estas habilidades, junto con ciertos aspectos emocionales y cognitivos. Otros expertos optan por el yoga, una práctica más centrada en la atención a las sensaciones corporales y control de la respiración.
Sería interesante que por un rato dejáramos de explorar el espacio o las profundidades de los océanos (que no es malo) y nos centráramos más en explorar nuestro interior, ya que para muchos de nosotros, nosotros mismos, somos un perfecto misterio.
Conocer a otros es inteligencia; conocerse a sí mismo es sabiduría. Manejar a otros es fuerza; manejarse a sí mismo es el verdadero poder.
La propiocepción nos permite percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo en el espacio sin necesidad de mirarlo, como un GPS interno.
Usted se preguntará, amigo lector, ¿siete sentidos de qué? Desde el colegio nos han enseñado que solo tenemos cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto; sin embargo, a través de la neurociencia hoy se sabe que hay dos sentidos adicionales: la propiocepción y la interocepción.
En este artículo me dedicaré a explicarle solo estos dos últimos; estamos claros de qué es lo que hacen los otros cinco y tenemos muy claro además que, gracias a ellos, percibimos todo aquello que nos rodea incluyendo feromonas, sabores o temperatura.
La propiocepción es el sentido que nos permite percibir la ubicación, el movimiento y la acción del cuerpo. Abarca un conjunto de sensaciones, incluyendo la percepción de la posición de las articulaciones y su accionar, la fuerza muscular y el esfuerzo; se lo pongo más sencillo: es el sentido que permite saber dónde está una parte determinada de su cuerpo sin tener que mirarla, así pues, podríamos decir que la propiocepción es la percepción de uno mismo en el espacio.
De hecho, la propiocepción es la base que nos permite motorizar, por así decirlo, el resto de áreas corporales. A través de la propiocepción, nuestro cerebro desarrolla su GPS interno, sabe dónde y cómo estamos, la velocidad a la que nos movemos y, por lo tanto, es capaz de controlar la fuerza que producimos.
Este sentido hay que trabajarlo a consciencia en casos de lesión de ligamentos, músculos, huesos o tendones, para así conseguir una rehabilitación completa. De hecho, es habitual la omisión de este sentido en nuestro proceso de recuperación, lo que supone, sin saberlo, en una pérdida de las capacidades absolutas de la zona dañada a medio y largo plazo, y es que, si no reeducamos la articulación, es probable que la lesión vuelva a aparecer más adelante, como ocurre en los esguinces o luxaciones.
Por lo tanto, trabajar y mejorar la propiocepción será el primer paso a la hora de mejorar el movimiento, esto podemos conseguirlo a través de diferentes ejercicios.
El séptimo sentido que desconocíamos y que la neurociencia se ha encargado de ponerlo en nuestro radar es el de la interocepción, el cual permite percibir todo lo que sucede dentro de nuestro cuerpo (corazón, pulmones, intestino, vejiga...). Con él logramos notar dolores de cabeza, náuseas, picores internos, el ritmo cardíaco o dolores musculares.
Con tal de poder percibir la estimulación interna o externa es necesario que exista algún tipo de elemento encargado de detectarla. Dicho de otro modo, es necesario que exista algún tipo de receptor biológico.
Los receptores interoceptivos se encuentran esparcidos por todo nuestro organismo, generalmente en todos los órganos principales y en los vasos sanguíneos. El sistema interoceptivo no emplea un único tipo de receptor, sino que recoge información de los mecanorreceptores (sensibles a la deformación), termoceptores (que captan la temperatura), barorreceptores (sensibles a la presión sanguínea) o nociceptores (que captan la ruptura de células y envían sensaciones de dolor al cerebro e informa del estado del o de los órganos en cuestión pudiendo verse afectados estos receptores por diferentes estímulos o situaciones según el órgano concreto del que estemos hablando) ¡Vaya complejidad!
Estos sentidos cobran una vital importancia cuando hablamos del lenguaje corporal... Cuando siente miedo, amigo lector ¿dónde lo siente? A muchos les da un calambre rápido o sienten un vacío en el estómago. Cuando siente ira, ¿cómo late su corazón? Cuándo está nervioso(a) ¿qué tanto le cuesta respirar?
No en vano el ser humano por siglos ha pregonado frases como: “cálmate que te dará un infarto”, “tranquila(o), respira con calma”, “tómalo suave que te va a explotar el hígado”.
Además, la interocepción desempeña un papel clave en otras funciones mentales como la memoria o la toma de decisiones. Parece influir, por ejemplo, en nuestra capacidad para tomar o no decisiones más o menos arriesgadas sin pensar en sus posibles consecuencias.
Recientemente, debido al vínculo que parece existir entre la interocepción y las dimensiones emocionales o cognitivas, han surgido varios estudios que la relacionan con ciertos problemas de salud mental como los desórdenes de la conducta alimentaria, la depresión, trastornos de ansiedad por uso de sustancias particulares.
Nuestro séptimo sentido puede fallar por defecto o por exceso. Así, hay personas que no son capaces de identificar y describir sus cambios corporales en X emoción y no se pueden conectar a su yo interno, mientras que otras presentan una excesiva atención hacia sus señales internas.
La mejor forma de afinar nuestro sistema interoceptivo es la actividad física. Algunos estudios han mostrado que incluso 15 minutos de ejercicio a cierta intensidad son capaces de mejorar estas habilidades, junto con ciertos aspectos emocionales y cognitivos. Otros expertos optan por el yoga, una práctica más centrada en la atención a las sensaciones corporales y control de la respiración.
Sería interesante que por un rato dejáramos de explorar el espacio o las profundidades de los océanos (que no es malo) y nos centráramos más en explorar nuestro interior, ya que para muchos de nosotros, nosotros mismos, somos un perfecto misterio.
Conocer a otros es inteligencia; conocerse a sí mismo es sabiduría. Manejar a otros es fuerza; manejarse a sí mismo es el verdadero poder.