Vida y cultura

Las redes sociales y la propagación de discursos de odio

Voz de mujer
Imagen ilustrativa Shutterstock
Actualizado
  • 07/07/2024 01:00
Creado
  • 06/07/2024 18:15

Estos discursos no son una novedad. Lo que cobra relevancia hoy por hoy es reconocer los efectos nocivos en el espacio de socialización virtual

En la actualidad, es innegable que las redes sociales han revolucionado la comunicación, al permitir la difusión masiva, rápida y económica de información en diversos formatos. Sin embargo, esta capacidad de difusión también ha facilitado la propagación de mensajes denigrantes, insultos y difamaciones, así como el uso de expresiones peyorativas, dirigidas hacia individuos o grupos, basados en factores identitarios como etnia, religión, orientación sexual, género, identidad de género y discapacidad. Estos discursos de odio no solo incitan a la violencia y a la discriminación, sino que también buscan legitimar socialmente el trato desigual hacia grupos históricamente excluidos, frecuentemente en forma anónima o mediante perfiles falsos.

Estos discursos no son una novedad, ya que se manifiestan a través de palabras, imágenes, videos o símbolos que la sociedad tolera en la cotidianidad de representación estereotipada de personas o grupos en la opinión pública. Lo que cobra relevancia hoy por hoy es reconocer los efectos nocivos en el espacio de socialización virtual.

Para abordar esta problemática, se insta a instituciones estatales, educativas, empresas, organismos internacionales y sociedad civil a implementar estrategias que fomenten una comunicación responsable y respetuosa en sus comunidades en línea. Se trata de transformar positivamente ese entorno, involucrándose activamente en su identificación de contenidos que consideren nocivos y estableciendo políticas claras de curación de contenido, moderación y advertencia a usuarios.

Sabemos que este fenómeno y sus dinámicas son una prioridad para las Naciones Unidas, en concreto para la UNESCO, que ha realizado estudios y aportes referentes a la materia. De allí que el concepto se debate ampliamente en los países miembros, especialmente con relación a la libertad de opinión y expresión, ya que aún no existe una definición legal unificada. En algunos Estados europeos ya se ha comenzado a exigir a las empresas la responsabilidad de moderar o eliminar contenido que pueda considerarse contrario a las normas establecidas. Estas reglamentaciones reflejan un esfuerzo para que las plataformas en línea asuman una mayor responsabilidad y que ésta no solo recaiga en quienes producen, difunden o comparten contenido.

Para los medios de comunicación puede ser tentador exponer estereotipos de género negativos, ya que suelen alcanzar elevados niveles de interacción y reacciones. Este sensacionalismo viral produce debates insustanciales, en los que los usuarios suelen quedar atrapados en confrontaciones sin salida. En lugar de saturar la red con reacciones que no logran una reflexión importante, es más efectivo concentrarse en aportar dando visibilidad a campañas y programas existentes para despertar y agitar el pensamiento crítico de la audiencia en redes sociales. Estas acciones deben considerarse como aportes que revierten en credibilidad y confianza como espacios digitales seguros, positivos y constructivos.

Desde el Observatorio de Violencia Mediática de Panamá, proponemos desactivar los discursos de odio, aumentando en primera instancia las competencias mediáticas a través de la formación del profesorado, que sensibilizaría al alumnado. La juventud juega un rol importante ya que, al ser nativa digital, navega con agilidad y por más tiempo. Esto ayuda en la identificación y caracterización de líderes o voces tóxicas de opinión. Investigar y comprender el contexto en que se generan ciertas opiniones y discursos permite abordarlos con mayor eficacia. El monitoreo del nivel de viralidad y el seguimiento mediático nos ayudarían a responder a tiempo con respuestas bien fundamentadas y respetuosas, que desarmen los argumentos discriminatorios y eduquen a observadores sobre los peligros y las falacias del discurso de odio. Enfocarse en desmontar lógicamente los argumentos presentados, evitando ataques personales, nos permitiría además contar con evidencia para denunciar estas acciones ante las plataformas. Si se trata de comentarios de usuarios de medios de comunicación o instituciones, se podrían redoblar esfuerzos para promover que su audiencia se abstenga de hacer comentarios de esa índole y a que verifiquen el origen del contenido difamatorio, evitando compartirlo para no causar mayor daño a sus protagonistas.

Por lo tanto, considero que la lucha contra los discursos de odio en las redes sociales es una responsabilidad compartida que requiere fomentar una comunicación más ética y responsable, utilizando la educación y la sensibilización como herramientas poderosas para desmontar prejuicios. Es crucial que tanto los usuarios como las autoridades competentes se comprometan activamente en reducir significativamente la narrativa que sustenta la dicotomía entre “Nosotros” y “Ellos”. Esta narrativa, influenciada por una visión androcentrista que suele ignorar o subestimar las perspectivas, necesidades y contribuciones de las mujeres, propicia la deshumanización, la discriminación y la violencia contra el “Otro”, y puede utilizarse para justificar políticas de exclusión.