La mística en la trayectoria cívica y moral de Carlos Iván Zúñiga Guardia (Tercera Parte)
- 03/08/2024 00:00
- 02/08/2024 15:43
Mi esposo no sólo atendía su cátedra, sino su bufete en la finca de Boquete, y yo, mi cátedra universitaria y mi profesorado en el Félix Olivares, sin descuidar la crianza de nuestros cinco hijos Si el hombre se propone idealizar su vida, luchar por sus semejantes, buscar un mundo mejor, creemos que el logro de todo ello constituye ese misticismo que eleva a los espíritus. Eso fue lo que hizo Carlos Iván. Y si en ocasiones me excedo en la presentación intimista de este bosquejo biográfico, es que la emoción embarga mi corazón, porque en nuestra senda compartida nunca experimenté cuán largo, sacrificado, amoroso, y solidario fue ese caminar.
Pero allí no queda la trayectoria de Carlos Iván, los parámetros fueron continuados también en la lucha por los pobres. Cuando volvimos de Sudamérica escribió ante el cincuentenario del Instituto Nacional:
“...No como un ex institutor ubicado en un lugar de la República, si no como un institutor que aún pisa aulas y escucha la palabra de los maestros, que la lección más perdurable y grandiosa que recibí del Instituto fue la explicación constante del pensamiento de Emerson que cual crisol espiritual guía las inquietudes institutoras: Sólo el que construye sobre ideas, construye para la eternidad.”
Por ello Carlos Iván edificó su vida vinculándola a este criterio del gran pensador Emerson, y al querido y perenne recuerdo de su Nido de Águilas. En el año de 1958 Inició su nueva etapa vivencial trabajando como abogado en la Ciudad de Panamá y su lado, yo lo acompañaba como profesora eventual en el Instituto Justo Arosemena. Pero como nuestra economía no era todavía lo suficientemente sólida para mantener a tan numerosa familia, nos trasladamos nuevamente a Chiriquí, donde Carlos Iván desarrolló aún más su sentido social.
La vida en Chiriquí fue fructífera. Inició su trabajo con la apertura de una nueva oficina de abogado y la atención de su finca boqueteña que había dejado anclada cuando nos fuimos en viaje de estudios.
Joven y preparado inició sus audiencias penales. La primera fue la de Hildo Rovira Pitti. Le tomó tres días la exitosa defensa. Para él era muy importante, no sólo por ser su primera experiencia como penalista, sino porque fue la primera audiencia celebrada en el Tribunal Superior de Chiriquí y radiada en toda la provincia.
En el Valle de la Luna estuvo al servicio de toda la comunidad. Perteneció al Club de Leones entre otras agrupaciones donde dio ejemplos de honestidad, colaboración y altruismo.
Cuando se inauguró la extensión de los cursos universitarios en la provincia chiricana, fuimos profesores pioneros en la organización y enseñanzas de los cursos de nuestra especialización. Iniciamos de esta manera en nuestras respectivas carreras como profesores de la Casa de Méndez Pereira. Muchos años más adelante comentó:
“En la época en que ejercí la docencia universitaria, la lección la iniciaba con un diálogo abierto con los estudiantes. Se debatía un tema de actualidad. Era la manera inteligente de conocer cómo pensaban las nuevas generaciones. En ese debate mi palabra era necesariamente objetiva, prudente y veraz, y a través de un filtro de respecto al estudiante que no pensaba como el maestro, sabía transmitir un estado de convicción”.
Mi esposo no sólo atendía su cátedra, sino su bufete en la finca de Boquete, y yo, mi cátedra universitaria y mi profesorado en el Félix Olivares, sin descuidar la crianza de nuestros cinco hijos.
Sus inquietudes intelectuales y políticas lo llevaron a fundar un grupo político municipal que se denominó Movimiento Agrario Nacionalista (MAN). Muchas personalidades chiricanas se inscribieron en el partido, así como también trabajadores y campesinos. Participamos en las elecciones de 1960, en las cuales el Movimiento obtuvo importantes triunfos en las concejalías donde participó, el Oriente Chiricano, Boquete, Puerto Armuelles, David y Alanje.
En el año de 1960, Carlos Iván vivió con vehemencia la huelga bananera de los trabajadores y desinteresadamente, cuando él vio que los obreros estaban perdiendo la lucha por las influencias económicas contrarias a sus ideales, les ofreció gratuitamente sus servicios. Viajó a Puerto Armuelles y se recluyó los meses de noviembre y diciembre en ese bastión, para organizar el Sindicato y luchar por los derechos de los trabajadores, que estaban totalmente mancillados por la compañía frutera. Todos estos datos aparecen en tesis universitarias y en los anales del Sindicato. Fueron catorce años de lucha constante, de viajes Puerto Armuelles, de peligros y de sacrificios económicos para lograr el objetivo social en ocasiones idealizado por mi esposo.
Después de esa lucha tenaz, de 1960, por las conquistas sociales antes mencionadas se logró crear un nuevo Sindicato asesorado por él. Esta agrupación fue totalmente diferente al sindicato amarillo que existía. Todos los trabajadores aportaban sus ideas y se respiró un ambiente de libertad y dinamismo. Tanto que para el año 1964. El nuevo Sindicato contaba con cinco mil miembros. Se crearon, por primera vez, las Asambleas de Representante y los Comités de damas que defendían los derechos de esos trabajadores. La finca Blanco y otras fueron testigos de las grandes asambleas generales.
Además del sindicato, los campesinos se organizaron en tal forma que las luchas fueron mancomunadas con el objeto de defender sus tierras adyacentes a la compañía. Todo ello inspirado en las ideas sociales de Carlos Iván.
Cómo la Compañía transnacional era sumamente poderosa, contaba con personajes de la política en la Asamblea Nacional, quienes abogaban por los intereses de dicha compañía. Los trabajadores, conociendo esas influencias, acordaron también elegir sus propios defensores ante el Órgano Legislativo. Así, en las elecciones del año 1964, los bananeros, campesinos, y hombres de la provincia que creían en sus ideales decidieron votar masivamente por Carlos Iván para que los defendiera en la Asamblea Nacional. Consideraban que se había constituido en un defensor espiritual, ético y legal digno de llegar a la Cámara Legislativa. Fue elegido diputado y de esa manera continuó su labor fecunda que contribuyó al logro de las grandes conquistas sindicales en esa región. Situación que repercutió en todo el territorio nacional.
Hoy, cuando leo en la prensa la pugna por las operaciones bananeras en Puerto Armuelles, donde la Compañía española Brezo. Quiere que se le vendan las tierras cultivadas de banano. Por 77 millones de dólares, mi corazón se entristece, porque pienso que el espíritu de aquellos trabajadores que preparó mi esposo para que lucharán por sus tierras y trabajos no debe morir. y si esas transacciones absurdas se dan, nos duele y sólo pedimos a los buenos baruenses que se recuerden de su asesor, cuando le decía:
“Luchen por sus tierras y su patria. No vendan lo que tienen, porque seguirán siendo pobres y asalariados de las grandes Compañías extranjeras. Sus tierras son y serán su gran patrimonio.”
Nunca olvido cuando en aquel entonces, los habitantes del rompió en el Barú luchaban por su terruño y un trabajador, lleno de tristeza, en una concentración, le expresaba. “Doctor, yo he sufrido tanto, que ya el sudor me duele”. Esas palabras llenas de sentimiento y dolor calaron siempre en el espíritu solidario de mi esposo.
Carlos Iván fue simpatizante del socialismo democrático porque sólo así podía ayudar a las causas nobles. Se inscribió por ello en el año de 1961 en el Partido Socialista, partido que había liderizado históricamente su amigo Demetrio Porras (hijo del expresidente Belisario Porras) y que había participado en las elecciones de 1952 como aliado del Frente Patriótico y del Partido Liberal, en la primera y bien llamada Alianza Civilista de la que mi esposo fue secretario general. El Partido Socialista, de cual fue nombrado presidente, fue el que lo postuló para diputado en 1964. Sus ideas nunca chocaron con sus convicciones religiosas. Sin embargo, las poderosas fuerzas económicas, principalmente, las de la Compañía bananera y otros ciudadanos panameños que sentían amenazados sus intereses, le crearon la aureola de comunista por defender a los humildes. Ataque que persistió por mucho tiempo hasta que su posición demócrata y civilista, demostrara posteriormente en la Asamblea Nacional, esfumó dichos ataques negativos, malévolos y carentes de veracidad.
Como esposa lo apoyé en su lucha por conseguir la curul, organizando a las mujeres en comités de damas y asistiendo a los mítines en las diferentes fincas bananeras. Nuestra beligerancia fue continua, de palabra y acción porque siempre, desde su juventud, él impulsó la participación femenina en grupos políticos y así me lo decía: “Valorizo tu labor ciudadana y el apoyo que me brindas”. Por ello, siempre me tuvo muy en cuenta en cualquier lucha que emprendía.
En este empeño desinteresado por conseguir las conquistas de los más humildes, Carlos Iván trabajó con sindicalistas valientes como Efigenio Araúz, Prudencio González, Héctor Requena, Afranio Acosta, Tomás Palacios Salinas, asesinado por la dictadura, Basilio Montezuma y otros.
Al ganar la curul tuvo como suplentes a Efigenio Araúz y Prudencio González.
Desde 1960 hasta el año de 1974, a pesar de que en 1969 el gobierno dictatorial le prohibió el acceso a la zona bananera, no dejó de luchar por las conquistas de los trabajadores. Durante su asesoría, en años anteriores a 1969 logró varios Convenios Colectivos con mejoras importantes, logró la creación de becas para los hijos de los trabajadores, la inclusión de la Compañía en el Seguro Social y otras conquistas a costa de muchas veces de la seguridad comprometida con atentados dentro de la zona bananera. No obstante, al final, el gerente de la Compañía, al ver su inteligencia y capacidad de negociación, dijo: “El Doctor Zúñiga es nuestro adversario, pero es honesto y claro, con él se puede negociar”.
En la Asamblea Nacional, desde el año 1964, se convirtió en el líder de la oposición y lo respaldaron los que defendían los derechos de los humildes. Presentó numerosos proyectos de ley a favor de los derechos del ciudadano que constan en los anales de la Asamblea y combatió, además las prácticas corruptas del Gobierno. Estos proyectos lo consideraron como el gran visionario del acontecer nacional.
Por otra parte, desde su emisora instalada en su casa, combatió diariamente, al acorde del canto matinal de los gallos, los tratados llamados tres-en-uno que estuvieron a punto de ser aprobados durante el Gobierno de Marco A. Robles. Iniciaba su análisis a las 7 de la mañana y el resumen salía diariamente en el periódico vespertino La Hora. En la noche, dichos planteamientos eran refutados por Diógenes De la Rosa en televisora Canal 4. A pesar de los ataques televisivos, las sesenta intervenciones de Carlos Iván demolieron los proyectos de Tratado tres-en-uno. Fue miembro de la Comisión Legislativa Permanente que presentó el informe que rechazó los proyectos. Como diputado, entre otros logros presentó el proyecto de Ley qué instituyó el 9 de enero como día de duelo nacional, el proyecto de Ley que creó las 200 millas de mar territorial y consiguió la partida para la construcción del edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá.
En 1968 participó en el Juicio político que se le siguió al Presidente Robles. Como anécdota quiero contar que un batallón de la Guardia Nacional, dirigido en esa época por el futuro dictador, llegó al recinto de la Asamblea para impedir la entrada de los diputados. Mi esposo, al momento que le impiden la entrada al recinto legislativo, en un gesto histórico, levantó en su mano la Constitución Nacional y expresó: “¡Señores, la Constitución ha muerto!”
En ese Juicio de Robles, Carlos Iván presenta un Salvamento de Voto donde denuncia el statu quo imperante y redime su responsabilidad ante la historia porque él anuncia premonitoriamente que para el país se avecinaba un golpe de Estado, a juzgar por la prepotencia que demostraba los militares en ese momento.
Al final de su período como diputado, en ese año de 1968, la posición de él como líder político era importante. Cuando se da el golpe de Estado, ya había finalizado su periodo como diputado y continuaba en su cátedra universitaria, lugar donde se inició la lucha en contra del golpe. Nosotros, como catedráticos de la Universidad, actuamos en el Consejo General Universitario donde se aprobaron resoluciones contra el golpe militar. Al iniciarse el período de elecciones de Rector programadas para el 5 de diciembre de 1968, mi esposo se presentó como candidato. Pero ese día de las elecciones, cuando él resultó ganador, después del conteo de los votos, a pesar de que los estudiantes y los grupos que lo apoyaban alegaban su triunfo y lo llevaron en hombros hasta la tarima, los grupos contrarios crearon dudas sobre el triunfo y mi esposo, en un gesto de honestidad, pidió que se contara nuevamente los votos y anunció que él no podía ser Rector de la Primera Casa de Estudios sí existía la mínima duda de su triunfo. Posteriormente se formó una debacle cuando grupos extraños y conocidos dentro de la Universidad, rompieron las urnas y regaron los votos por el piso. Sólo se oían ruidos sordos y gritos de universitarios disgustados que pedían ir a la casa de Lombardo. Mi esposo tuvo que poner orden en el Aula Máxima de la Facultad de Derecho para evitar confrontaciones imprevistas. Días después los militares, al no poder controlar la Universidad, proceden a su intervención y cierre, el 13 de diciembre 1968. Ese mismo día tomaron preso a mi esposo en David, en los precisos momentos en qué se disponía a viajar a Puerto Armuelles para discutir una convención colectiva de los trabajadores de las bananeras.
En otras palabras, mi esposo luchaba en dos importantes entidades, como profesor de la Universidad de Panamá, cuya lucha era en contra de la dictadura surgida desde el 11 de octubre de 1968 y como abogado de los trabajadores sus defensas eran al Sindicato bananero, todo ello le acarreó grandes dificultades. Tanto fue así, que cuando lo tomaron preso fui en calidad de su esposa a preguntar a los militares cuáles eran sus acusaciones y el excoronel Boris Martínez me expresó que “por razones de seguridad del Estado”, dada la importancia de su calidad de líder en dos entidades muy importantes: La Universidad de Panamá y el Sindicato de las Bananeras y ellos temían que podría levantar a las masas en contra del Golpe de Estado.
Todas estas contiendas de mi querido esposo repercutían grandemente en la familia y solamente el sacrificio, la unión de ideales y la responsabilidad dentro de nuestro hogar fueron estímulo para soportar los momentos de prueba. En su diario de la Cárcel Modelo escribía:
“Si se sufre, y si se sufre por el prójimo, se escapa la vida en cada instante de sufrimiento. Tengo para mi mujer y mis hijos las mejores palabras para dar fortaleza y situó mi detención como un episodio transitorio en el tiempo, que no merece un solo momento de tristeza. No demos el gusto a mis carceleros. Arriba el ánimo. ¡Sean dignos!”
En otra parte, escribió:
“Hoy es 1° de enero de 1969. Para mí tiene una significación especial. Hoy cumplo 43 años. Es la primera vez que pasó un aniversario en la cárcel. Mi último cumpleaños lo pasé muy feliz porque había acabado de aprobar el presupuesto nacional y había logrado aumentar la partida universitaria en 680 mil balboas en efectivo y 200 mil en bonos para completar la suma necesaria para la construcción del edificio de la Facultad de Derecho. En la legislación anterior había logrado medio millón de balboas para esa obra. Era mi gran obra como profesor de esa Facultad. Ahora, un año después, soy víctima del derecho escarnecido”.
Después de tres largos meses de cárcel es puesto en libertad. Su lucha se convirtió en un desafío más frontal en contra de la dictadura, siempre se declaró civilista y demócrata, nunca aceptó los irrespetuosos ofrecimientos de posiciones encumbradas en el gobierno militar. Con los derechos conculcados, su lucha fue solitaria, se dedicó a trabajar su profesión de abogado con grandes sacrificios, porqué al tomarse los militares la Universidad Nacional no quiso regresar a su cátedra de profesor de Derecho Penal en una Universidad intervenida, ya que sus convicciones demócratas no se lo permitían. “Dando espaldas al halago y al holgorio de una existencia plácida y parasitaria, se entregó a la lidia, enfrentando el ultraje, desafiando la villanía, sin otro intento.... que la criatura humana se deslastre de impurezas y se afirme el reinado supremo de la fraternidad y el amor”.
La vida en Chiriquí fue fructífera. Inició su trabajo con la apertura de una nueva oficina de abogado y la atención de su finca boqueteña que había dejado anclada cuando nos fuimos en viaje de estudios”.
Si el hombre se propone idealizar su vida, luchar por sus semejantes, buscar un mundo mejor, creemos que el logro de todo ello constituye ese misticismo que eleva a los espíritus. Eso fue lo que hizo Carlos Iván. Y si en ocasiones me excedo en la presentación intimista de este bosquejo biográfico, es que la emoción embarga mi corazón, porque en nuestra senda compartida nunca experimenté cuán largo, sacrificado, amoroso, y solidario fue ese caminar.
Pero allí no queda la trayectoria de Carlos Iván, los parámetros fueron continuados también en la lucha por los pobres. Cuando volvimos de Sudamérica escribió ante el cincuentenario del Instituto Nacional:
“...No como un ex institutor ubicado en un lugar de la República, si no como un institutor que aún pisa aulas y escucha la palabra de los maestros, que la lección más perdurable y grandiosa que recibí del Instituto fue la explicación constante del pensamiento de Emerson que cual crisol espiritual guía las inquietudes institutoras: Sólo el que construye sobre ideas, construye para la eternidad.”
Por ello Carlos Iván edificó su vida vinculándola a este criterio del gran pensador Emerson, y al querido y perenne recuerdo de su Nido de Águilas. En el año de 1958 Inició su nueva etapa vivencial trabajando como abogado en la Ciudad de Panamá y su lado, yo lo acompañaba como profesora eventual en el Instituto Justo Arosemena. Pero como nuestra economía no era todavía lo suficientemente sólida para mantener a tan numerosa familia, nos trasladamos nuevamente a Chiriquí, donde Carlos Iván desarrolló aún más su sentido social.
La vida en Chiriquí fue fructífera. Inició su trabajo con la apertura de una nueva oficina de abogado y la atención de su finca boqueteña que había dejado anclada cuando nos fuimos en viaje de estudios.
Joven y preparado inició sus audiencias penales. La primera fue la de Hildo Rovira Pitti. Le tomó tres días la exitosa defensa. Para él era muy importante, no sólo por ser su primera experiencia como penalista, sino porque fue la primera audiencia celebrada en el Tribunal Superior de Chiriquí y radiada en toda la provincia.
En el Valle de la Luna estuvo al servicio de toda la comunidad. Perteneció al Club de Leones entre otras agrupaciones donde dio ejemplos de honestidad, colaboración y altruismo.
Cuando se inauguró la extensión de los cursos universitarios en la provincia chiricana, fuimos profesores pioneros en la organización y enseñanzas de los cursos de nuestra especialización. Iniciamos de esta manera en nuestras respectivas carreras como profesores de la Casa de Méndez Pereira. Muchos años más adelante comentó:
“En la época en que ejercí la docencia universitaria, la lección la iniciaba con un diálogo abierto con los estudiantes. Se debatía un tema de actualidad. Era la manera inteligente de conocer cómo pensaban las nuevas generaciones. En ese debate mi palabra era necesariamente objetiva, prudente y veraz, y a través de un filtro de respecto al estudiante que no pensaba como el maestro, sabía transmitir un estado de convicción”.
Mi esposo no sólo atendía su cátedra, sino su bufete en la finca de Boquete, y yo, mi cátedra universitaria y mi profesorado en el Félix Olivares, sin descuidar la crianza de nuestros cinco hijos.
Sus inquietudes intelectuales y políticas lo llevaron a fundar un grupo político municipal que se denominó Movimiento Agrario Nacionalista (MAN). Muchas personalidades chiricanas se inscribieron en el partido, así como también trabajadores y campesinos. Participamos en las elecciones de 1960, en las cuales el Movimiento obtuvo importantes triunfos en las concejalías donde participó, el Oriente Chiricano, Boquete, Puerto Armuelles, David y Alanje.
En el año de 1960, Carlos Iván vivió con vehemencia la huelga bananera de los trabajadores y desinteresadamente, cuando él vio que los obreros estaban perdiendo la lucha por las influencias económicas contrarias a sus ideales, les ofreció gratuitamente sus servicios. Viajó a Puerto Armuelles y se recluyó los meses de noviembre y diciembre en ese bastión, para organizar el Sindicato y luchar por los derechos de los trabajadores, que estaban totalmente mancillados por la compañía frutera. Todos estos datos aparecen en tesis universitarias y en los anales del Sindicato. Fueron catorce años de lucha constante, de viajes Puerto Armuelles, de peligros y de sacrificios económicos para lograr el objetivo social en ocasiones idealizado por mi esposo.
Después de esa lucha tenaz, de 1960, por las conquistas sociales antes mencionadas se logró crear un nuevo Sindicato asesorado por él. Esta agrupación fue totalmente diferente al sindicato amarillo que existía. Todos los trabajadores aportaban sus ideas y se respiró un ambiente de libertad y dinamismo. Tanto que para el año 1964. El nuevo Sindicato contaba con cinco mil miembros. Se crearon, por primera vez, las Asambleas de Representante y los Comités de damas que defendían los derechos de esos trabajadores. La finca Blanco y otras fueron testigos de las grandes asambleas generales.
Además del sindicato, los campesinos se organizaron en tal forma que las luchas fueron mancomunadas con el objeto de defender sus tierras adyacentes a la compañía. Todo ello inspirado en las ideas sociales de Carlos Iván.
Cómo la Compañía transnacional era sumamente poderosa, contaba con personajes de la política en la Asamblea Nacional, quienes abogaban por los intereses de dicha compañía. Los trabajadores, conociendo esas influencias, acordaron también elegir sus propios defensores ante el Órgano Legislativo. Así, en las elecciones del año 1964, los bananeros, campesinos, y hombres de la provincia que creían en sus ideales decidieron votar masivamente por Carlos Iván para que los defendiera en la Asamblea Nacional. Consideraban que se había constituido en un defensor espiritual, ético y legal digno de llegar a la Cámara Legislativa. Fue elegido diputado y de esa manera continuó su labor fecunda que contribuyó al logro de las grandes conquistas sindicales en esa región. Situación que repercutió en todo el territorio nacional.
Hoy, cuando leo en la prensa la pugna por las operaciones bananeras en Puerto Armuelles, donde la Compañía española Brezo. Quiere que se le vendan las tierras cultivadas de banano. Por 77 millones de dólares, mi corazón se entristece, porque pienso que el espíritu de aquellos trabajadores que preparó mi esposo para que lucharán por sus tierras y trabajos no debe morir. y si esas transacciones absurdas se dan, nos duele y sólo pedimos a los buenos baruenses que se recuerden de su asesor, cuando le decía:
“Luchen por sus tierras y su patria. No vendan lo que tienen, porque seguirán siendo pobres y asalariados de las grandes Compañías extranjeras. Sus tierras son y serán su gran patrimonio.”
Nunca olvido cuando en aquel entonces, los habitantes del rompió en el Barú luchaban por su terruño y un trabajador, lleno de tristeza, en una concentración, le expresaba. “Doctor, yo he sufrido tanto, que ya el sudor me duele”. Esas palabras llenas de sentimiento y dolor calaron siempre en el espíritu solidario de mi esposo.
Carlos Iván fue simpatizante del socialismo democrático porque sólo así podía ayudar a las causas nobles. Se inscribió por ello en el año de 1961 en el Partido Socialista, partido que había liderizado históricamente su amigo Demetrio Porras (hijo del expresidente Belisario Porras) y que había participado en las elecciones de 1952 como aliado del Frente Patriótico y del Partido Liberal, en la primera y bien llamada Alianza Civilista de la que mi esposo fue secretario general. El Partido Socialista, de cual fue nombrado presidente, fue el que lo postuló para diputado en 1964. Sus ideas nunca chocaron con sus convicciones religiosas. Sin embargo, las poderosas fuerzas económicas, principalmente, las de la Compañía bananera y otros ciudadanos panameños que sentían amenazados sus intereses, le crearon la aureola de comunista por defender a los humildes. Ataque que persistió por mucho tiempo hasta que su posición demócrata y civilista, demostrara posteriormente en la Asamblea Nacional, esfumó dichos ataques negativos, malévolos y carentes de veracidad.
Como esposa lo apoyé en su lucha por conseguir la curul, organizando a las mujeres en comités de damas y asistiendo a los mítines en las diferentes fincas bananeras. Nuestra beligerancia fue continua, de palabra y acción porque siempre, desde su juventud, él impulsó la participación femenina en grupos políticos y así me lo decía: “Valorizo tu labor ciudadana y el apoyo que me brindas”. Por ello, siempre me tuvo muy en cuenta en cualquier lucha que emprendía.
En este empeño desinteresado por conseguir las conquistas de los más humildes, Carlos Iván trabajó con sindicalistas valientes como Efigenio Araúz, Prudencio González, Héctor Requena, Afranio Acosta, Tomás Palacios Salinas, asesinado por la dictadura, Basilio Montezuma y otros.
Al ganar la curul tuvo como suplentes a Efigenio Araúz y Prudencio González.
Desde 1960 hasta el año de 1974, a pesar de que en 1969 el gobierno dictatorial le prohibió el acceso a la zona bananera, no dejó de luchar por las conquistas de los trabajadores. Durante su asesoría, en años anteriores a 1969 logró varios Convenios Colectivos con mejoras importantes, logró la creación de becas para los hijos de los trabajadores, la inclusión de la Compañía en el Seguro Social y otras conquistas a costa de muchas veces de la seguridad comprometida con atentados dentro de la zona bananera. No obstante, al final, el gerente de la Compañía, al ver su inteligencia y capacidad de negociación, dijo: “El Doctor Zúñiga es nuestro adversario, pero es honesto y claro, con él se puede negociar”.
En la Asamblea Nacional, desde el año 1964, se convirtió en el líder de la oposición y lo respaldaron los que defendían los derechos de los humildes. Presentó numerosos proyectos de ley a favor de los derechos del ciudadano que constan en los anales de la Asamblea y combatió, además las prácticas corruptas del Gobierno. Estos proyectos lo consideraron como el gran visionario del acontecer nacional.
Por otra parte, desde su emisora instalada en su casa, combatió diariamente, al acorde del canto matinal de los gallos, los tratados llamados tres-en-uno que estuvieron a punto de ser aprobados durante el Gobierno de Marco A. Robles. Iniciaba su análisis a las 7 de la mañana y el resumen salía diariamente en el periódico vespertino La Hora. En la noche, dichos planteamientos eran refutados por Diógenes De la Rosa en televisora Canal 4. A pesar de los ataques televisivos, las sesenta intervenciones de Carlos Iván demolieron los proyectos de Tratado tres-en-uno. Fue miembro de la Comisión Legislativa Permanente que presentó el informe que rechazó los proyectos. Como diputado, entre otros logros presentó el proyecto de Ley qué instituyó el 9 de enero como día de duelo nacional, el proyecto de Ley que creó las 200 millas de mar territorial y consiguió la partida para la construcción del edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá.
En 1968 participó en el Juicio político que se le siguió al Presidente Robles. Como anécdota quiero contar que un batallón de la Guardia Nacional, dirigido en esa época por el futuro dictador, llegó al recinto de la Asamblea para impedir la entrada de los diputados. Mi esposo, al momento que le impiden la entrada al recinto legislativo, en un gesto histórico, levantó en su mano la Constitución Nacional y expresó: “¡Señores, la Constitución ha muerto!”
En ese Juicio de Robles, Carlos Iván presenta un Salvamento de Voto donde denuncia el statu quo imperante y redime su responsabilidad ante la historia porque él anuncia premonitoriamente que para el país se avecinaba un golpe de Estado, a juzgar por la prepotencia que demostraba los militares en ese momento.
Al final de su período como diputado, en ese año de 1968, la posición de él como líder político era importante. Cuando se da el golpe de Estado, ya había finalizado su periodo como diputado y continuaba en su cátedra universitaria, lugar donde se inició la lucha en contra del golpe. Nosotros, como catedráticos de la Universidad, actuamos en el Consejo General Universitario donde se aprobaron resoluciones contra el golpe militar. Al iniciarse el período de elecciones de Rector programadas para el 5 de diciembre de 1968, mi esposo se presentó como candidato. Pero ese día de las elecciones, cuando él resultó ganador, después del conteo de los votos, a pesar de que los estudiantes y los grupos que lo apoyaban alegaban su triunfo y lo llevaron en hombros hasta la tarima, los grupos contrarios crearon dudas sobre el triunfo y mi esposo, en un gesto de honestidad, pidió que se contara nuevamente los votos y anunció que él no podía ser Rector de la Primera Casa de Estudios sí existía la mínima duda de su triunfo. Posteriormente se formó una debacle cuando grupos extraños y conocidos dentro de la Universidad, rompieron las urnas y regaron los votos por el piso. Sólo se oían ruidos sordos y gritos de universitarios disgustados que pedían ir a la casa de Lombardo. Mi esposo tuvo que poner orden en el Aula Máxima de la Facultad de Derecho para evitar confrontaciones imprevistas. Días después los militares, al no poder controlar la Universidad, proceden a su intervención y cierre, el 13 de diciembre 1968. Ese mismo día tomaron preso a mi esposo en David, en los precisos momentos en qué se disponía a viajar a Puerto Armuelles para discutir una convención colectiva de los trabajadores de las bananeras.
En otras palabras, mi esposo luchaba en dos importantes entidades, como profesor de la Universidad de Panamá, cuya lucha era en contra de la dictadura surgida desde el 11 de octubre de 1968 y como abogado de los trabajadores sus defensas eran al Sindicato bananero, todo ello le acarreó grandes dificultades. Tanto fue así, que cuando lo tomaron preso fui en calidad de su esposa a preguntar a los militares cuáles eran sus acusaciones y el excoronel Boris Martínez me expresó que “por razones de seguridad del Estado”, dada la importancia de su calidad de líder en dos entidades muy importantes: La Universidad de Panamá y el Sindicato de las Bananeras y ellos temían que podría levantar a las masas en contra del Golpe de Estado.
Todas estas contiendas de mi querido esposo repercutían grandemente en la familia y solamente el sacrificio, la unión de ideales y la responsabilidad dentro de nuestro hogar fueron estímulo para soportar los momentos de prueba. En su diario de la Cárcel Modelo escribía:
“Si se sufre, y si se sufre por el prójimo, se escapa la vida en cada instante de sufrimiento. Tengo para mi mujer y mis hijos las mejores palabras para dar fortaleza y situó mi detención como un episodio transitorio en el tiempo, que no merece un solo momento de tristeza. No demos el gusto a mis carceleros. Arriba el ánimo. ¡Sean dignos!”
En otra parte, escribió:
“Hoy es 1° de enero de 1969. Para mí tiene una significación especial. Hoy cumplo 43 años. Es la primera vez que pasó un aniversario en la cárcel. Mi último cumpleaños lo pasé muy feliz porque había acabado de aprobar el presupuesto nacional y había logrado aumentar la partida universitaria en 680 mil balboas en efectivo y 200 mil en bonos para completar la suma necesaria para la construcción del edificio de la Facultad de Derecho. En la legislación anterior había logrado medio millón de balboas para esa obra. Era mi gran obra como profesor de esa Facultad. Ahora, un año después, soy víctima del derecho escarnecido”.
Después de tres largos meses de cárcel es puesto en libertad. Su lucha se convirtió en un desafío más frontal en contra de la dictadura, siempre se declaró civilista y demócrata, nunca aceptó los irrespetuosos ofrecimientos de posiciones encumbradas en el gobierno militar. Con los derechos conculcados, su lucha fue solitaria, se dedicó a trabajar su profesión de abogado con grandes sacrificios, porqué al tomarse los militares la Universidad Nacional no quiso regresar a su cátedra de profesor de Derecho Penal en una Universidad intervenida, ya que sus convicciones demócratas no se lo permitían. “Dando espaldas al halago y al holgorio de una existencia plácida y parasitaria, se entregó a la lidia, enfrentando el ultraje, desafiando la villanía, sin otro intento.... que la criatura humana se deslastre de impurezas y se afirme el reinado supremo de la fraternidad y el amor”.