Vida y cultura

La era de la demagogia

Chen Chén se exhibe en la Casa de la Orden de Malta en San Felipe. Esther Arjona
Una sala en la planta alta del edificio exhibe obras de series anteriores. Esther Arjona
Panama country of rains. Esther Arjona
Clayton’s Guial in the Locks. Esther Arjona
Canal on Fire. Esther Arjona
  • 28/03/2025 00:00

El artista panameño Aristides Ureña Ramos presenta su más reciente ciclo pictórico denominado “Chen Chén, la era”, en la Casa de la Orden de Malta.

Aristides Ureña Ramos tenía ya varios años de no presentar una exposición. Sus más recientes proyectos, un mural en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, la pintura de la cúpula de la Catedral Metropolitana y la escultura dedicada a la firma de los tratados Torrijos-Carter, el monumento a la Soberanía, trabajada en Colombia e instalada en una de las rotondas de la entrada a la calzada de Amador, lo habían alejado de su habitual producción en lienzos. Y de vuelta a ellos, el artista se encontró en un punto en el que debía iniciar un nuevo ciclo.

Los ciclos de Ureña Ramos son muy reconocibles. Aunque la estructura de sus obras cuenta con elementos similares -un marco y una composición central, en la cual él visualiza la estructura musical de la salsa, el marco, como el coro que se repite, y la composición central, como el pregón, que es único- cada una de ellas se diferencia por una paleta de colores específica y elementos pictóricos que le dan cohesión.

Hace poco más de un año, inició esa búsqueda de nuevos elementos tanto de forma como de fondo. Y es que la obra del veragüense siempre está inspirada en la actualidad.

“Necesitaba cambiar, entrar en un nuevo ciclo pictórico. Sabía que quería hacer chenchén porque cuando ganó Martinelli, vi la similitud que tenía con Berlusconi, un gran comunicador”, dice, aclarando que su apreciación no significa que esté de acuerdo con lo que haya hecho, más bien, ha sido crítico de estas figuras. “A Martinelli siempre le había gustado Berlusconi y empezó a prometer chenchén para todo el mundo. Y ahora tenemos a un mejor comunicador, Donald Trump, que no estoy de acuerdo con nada de lo que dice”, asegura. Una figura cuyas declaraciones contundentes han generado un gran revuelo a nivel mundial. “Son grandes comunicadores, han sabido llegarle a la gente. Que es demagogia todo lo que hacen, pues sí. Listas de promesas que no se llegan a cumplir, porque la idea es ganar”, asegura. Después, no importa.

“Esto que está ocurriendo ahora es algo que yo llamo la era del chenchén. ¿Cómo lo voy a realizar? Tengo que dejar los azules, tengo que dejar los amarillos”, comenta.

En una visita a los archivos del New York Times en busca de información sobre Panamá, Ureña Ramos se enfrentó a una serie de publicaciones de las décadas de 1920 y 1930, en las que el contenido dejó de ser lo relevante. “Vieras la publicidad, los corsets, la ropa de las mujeres, las bebidas azucaradas de ese momento, la Coca-Cola, los jabones...”, quedó maravillado.

No se trata de fotografías y el uso del full color. En aquellos momentos reinaban los ilustradores que hacían unos dibujos muy fieles y detallados. La publicidad, al igual que las informaciones, se plasmaban sobre un papel que al envejecer gana tonalidades crema pálido, con una tinta que no llegaba al negro absoluto, más bien, un gris oscuro (graphite black). Así quedó establecida la nueva base cromática de este nuevo ciclo.

A diferencia de ciclos anteriores, las figuras humanas se tornan mucho más detalladas, evocando el manierismo renacentista italiano, reinterpretado para completar la estética de esos años de impresión simple, pero a la vez sofisticada, en blanco y negro.

Chen Chén se presenta en La Casa de la Orden de Malta hasta el domingo 30 de marzo. Las obras, todas con el colorido de los antiguos diarios, cuelgan de las paredes de la sala principal. Algunas están ubicadas en caballete. Una de ellas muestra tonalidades de un verde conocido. Si detallamos, el color nos lleva al del papel moneda. Algunos elementos los hemos visto en algunas de sus obras. Otros son una novedad.

Cuando el artista estaba trabajando en la primera obra de la serie, la noticia a nivel internacional era el peligro de que el Canal de Panamá dejara de funcionar debido a los bajos niveles de agua por la sequía. “Hice todo lo contrario, destacar el agua, Panamá es un país hídrico. Y no comprendo cómo siendo un país marino, no tenemos una cultura de mar. Por eso hay muchos peces en la obra, me interesaba recuperar esa cultura marina”, comenta.

El canalero ha quedado plasmado con figuras humanas, casi todos ellos desnudos, pero sin una carga erótica. “Me decía alguien que en Panamá a la gente no le gustan las obras con desnudos, pero eso no es cierto. Lo que sucede es que el desnudo es un lenguaje y se puede vulgarizar”, explica. “En 1505, en la ciudad de Florencia se exhibió el David de Miguel Ángel. Un hombre desnudo”, nos recuerda.

El sexo no es lo importante. De hecho, en las figuras, no está marcado, porque lo que me interesa es la expresión”, agrega. Igual ocurre con el David. Por eso, aunque a lo largo de la historia ha habido algunos intentos por retirarlo, eso no ha ocurrido.

Para el artista multidisciplinar, usar una imagen explícita es facilismo. “El lenguaje es más difícil y yo no soy panfletario. Cuando a mí me preguntan, ¿tu pintura es política?, respondo, ‘no lo es necesariamente, pero no lo excluye’, porque viene de esa consideración. Mi figura no es pornográfica, pero no excluye el cuerpo”, sugiere. La reacción del público dependerá, más que todo, de la educación y el conocimiento sobre arte que tenga”.

“Hay otra motivación que no la he inventado yo. En la academia de bellas artes, cuando te enseñan el lenguaje del cuerpo, ves El juicio final, obra de Miguel Ángel, y lo que se te enseña es que tú naces desnudo y en el juicio final no importa quiénes seamos, todos por igual vamos a rendir cuentas. Por eso todos están desnudos. Vestirlos marca una diferencia social. Por eso, cuando yo hago a todos los canaleros, algunos están vestidos, otros no...”, destaca.

Otra de las obras que presenta la exposición se llama La diosa de la lluvia. Un cuadro hecho a manera de retablo, en que por la cultura latina hay una historia racional abajo y el imaginario religioso arriba.

“Los canaleros están abajo y la fantasía está arriba”, indica Ureña. En las obras siempre hay una acción y pretende reconocer la función de nosotros, ‘los canaleros’. “Acercarnos a nuestra tradición, los símbolos que están arriba”, completa la idea.

Otras obras incluyen algunas figuras conocidas como Betty boop, en la obra Clayton’s guial in the Locks y el propio Donald Trump, vestido como un chino y rodeado de peces.

Otros personajes recurrentes son los “bla bla bla”. Gente que solamente habla y que representan la demagogia reinante. “Ahora tenemos los jueves de chenchén”, dice el artista con una sonrisa.

Y es que para Ureña Ramos estos personajes que tejen la actualidad son los que “nos dan la oportunidad a los artistas de hacer cosas. Cuando se dan estas situaciones es cuando más los artistas se activan, porque hay una reacción. Los panameños han reaccionado. Y esta es la razón de ser del arte”, considera. Unas 15 obras forman parte de la exhibición “Chen Chén, la era”, un ciclo pictórico que aún no concluye y que puede llevar al artista por otros filones.

Una segunda sala alberga algunas obras de series anteriores y que reflejan el desarrollo del trabajo de Ureña: Panama Pepper, relacionada con la imagen de Panamá en el extranjero debido al escándalo de los papeles de Panamá; Panama Summer, una mirada sociológica a este país tropical donde destacan figuras como la racataca y la chumerri y que dan pie a abordar el tema de la biodiversidad. Esta serie, con una paleta amarilla cuenta con algunas obras en las que no hay figuras humanas, pero están los animales. De Carachina, desarrollada en colores rojos y que luego evoluciona a obras con una mayor variedad de colores que evidencian cómo los chinos se han ido incorporando a la sociedad panameña, también hay unas cuantas y dos obras, en una tonalidad de verde muy vivo inspiradas en la visita que el artista hiciera a Darién en la que fue testigo del drama vivido por los migrantes que vieron la selva como un camino hacia un futuro mejor. Historias que en su mayoría no han tenido un final feliz, pero que nos hacen cuestionar si realmente abogamos por una diversidad.