¿Hablar de salud mental podría ser perjudicial?
- 15/05/2024 10:41
- 14/05/2024 19:29
Investigaciones de expertos destacan que el bombardeo de información de este tipo dentro y fuera de redes sociales podría traer consecuencias para algunas personas, incluso si no padecen de algún trastorno La conversación sobre la salud mental se ha extendido a las redes sociales. Es común encontrar en plataformas como Tik Tok o X contenido realizado incluso por personas no certificadas en relación a los traumas a lo largo de la vida, enfermedades psicológicas, entre otras temáticas.
Asimismo, el uso de terminología psicológica en redes sociales se ha hecho cada vez más común en este tipo de temas y en muchas ocasiones es utilizada incluso fuera de los mismos. Sin embargo, lo que empezó como una manera de erradicar el tabú de la salud mental, podría estar perjudicándola.
En años recientes, diferentes investigaciones han tratado como tópico si la saturación de información sobre salud mental podría suponer un peligro para esta.
Se destaca que aunque las campañas de salud mental dentro y fuera de redes sociales cumplen con la importante función de la concienciación y desmitificación del tema, también hay efectos negativos como el que algunas personas interpreten de manera exagerada sus síntomas o crean tener más problemas de los que realmente presentan.
‘Are mental health awareness efforts contributing to the rise in reported mental health problems? A call to test the prevalence inflation hypothesis’, un estudio publicado en la revista Science Direct por Lucy Foulkes, psicóloga investigadora de la Universidad de Oxford, también se refiere a este tema.
En él, Foulkes teoriza que los esfuerzos por disminuir las cifras de mala salud mental a través de la sensibilización de la población, solo ha conseguido que estos indicadores vayan en aumento.
Datos sobre la Organización Mundial de la Salud (OMS) respaldan esta hipótesis, pues más allá de presentar una disminución de estos problemas solo existe más prevalencia entre las personas y menos acceso a tratamientos para mejorar la salud mental.
Además, el gasto público en el tema sigue siendo bajo, por ejemplo, en las Américas es de un 2,0%, del cual más del 60% es destinado a hospitales psiquiátricos.
Actualmente la depresión continúa siendo la principal condición de trastorno mental entre las personas, siendo más frecuente entre las mujeres. Se calcula que entre el 10% y 15% de las mujeres en países industrializados y entre el 20% y 40% de mujeres en países de desarrollo sufren de esta enfermedad.
Los trastornos mentales y neurológicos en los adultos mayores, como el alzhéimer y otro tipo de demencias, siguen también en alza. En las Américas hay una prevalencia de 6,46% y 8,48% entre los adultos mayores, mientras existen predicciones que el número de personas con estos trastornos se duplicará cada 20 años.
En las Américas también hay una gran brecha en el acceso al tratamiento psicológico debido a trastornos afectivos, de ansiedad o por el consumo de sustancias en adultos, siendo esta del 73,5%.
Dentro de su investigación, Foulkes habla de dos posibles causas de este fenómeno: la primera se debería a que las personas están identificando mejor sus síntomas ligados a la mala salud mental; y la segunda tiene que ver con que las personas identifiquen formas leves de estrés o angustia como síntomas de salud mental.
“Proponemos que esto lleva a algunos individuos a experimentar un aumento genuino de los síntomas, porque etiquetar la angustia como un problema de salud mental puede afectar el autoconcepto y el comportamiento de un individuo de una manera que, en última instancia, es autocumplida”, es lo que se explica dentro de la investigación.
Por otro lado, el estudio también indica que el aumento del conocimiento sobre los síntomas de enfermedades relacionadas con la mala salud mental impulsa mayores esfuerzos de concienciación entre las personas, siendo dos procesos que se influyen mutuamente de una manera cíclica y cada vez más intensa.
Otros investigadores destacan que las intervenciones de salud mental en escuelas de Reino Unido y Australia tampoco han logrado grandes cambios entre la población estudiantil. Los niños que recibieron capacitaciones básicas sobre la terapia cognitiva conductual y conciencia plena no obtuvieron mejores resultados de salud mental a diferencia de aquellos que no participaron de estas charlas.
Aunado a esto, algunas investigaciones estadounidenses realizadas entre la población joven han demostrado que los adolescentes suelen “autoetiquetarse” como depresivos o ansiosos como un mecanismo vinculado con habilidades deficientes para afrontar las cosas, como la evasión o la “rumiación”.
Posibles soluciones Aunque no existe actualmente una hoja de ruta clara para disminuir los diferentes tipos de trastornos de salud mental entre la población, grandes organizaciones mundiales como la OMS destacan que se necesita una respuesta coordinada que permita la formación de políticas, planes, programas y servicios que prevengan estos padecimientos.
Además, con la existencia de estos las personas tendrían a mano más información basada en conocimiento profesional, podrían conocer un diagnóstico acertado y no valerse de la autopercepción o información que encuentran en internet o redes sociales.
Por otro lado, psicólogos como Foulkes destacan que es importante conocer los sectores de la población en los que el autodiagnóstico es persistente, así como en cuáles son más susceptibles a empeorar sus síntomas luego de autodiagnosticarse.
La conversación sobre la salud mental se ha extendido a las redes sociales. Es común encontrar en plataformas como Tik Tok o X contenido realizado incluso por personas no certificadas en relación a los traumas a lo largo de la vida, enfermedades psicológicas, entre otras temáticas.
Asimismo, el uso de terminología psicológica en redes sociales se ha hecho cada vez más común en este tipo de temas y en muchas ocasiones es utilizada incluso fuera de los mismos. Sin embargo, lo que empezó como una manera de erradicar el tabú de la salud mental, podría estar perjudicándola.
En años recientes, diferentes investigaciones han tratado como tópico si la saturación de información sobre salud mental podría suponer un peligro para esta.
Se destaca que aunque las campañas de salud mental dentro y fuera de redes sociales cumplen con la importante función de la concienciación y desmitificación del tema, también hay efectos negativos como el que algunas personas interpreten de manera exagerada sus síntomas o crean tener más problemas de los que realmente presentan.
‘Are mental health awareness efforts contributing to the rise in reported mental health problems? A call to test the prevalence inflation hypothesis’, un estudio publicado en la revista Science Direct por Lucy Foulkes, psicóloga investigadora de la Universidad de Oxford, también se refiere a este tema.
En él, Foulkes teoriza que los esfuerzos por disminuir las cifras de mala salud mental a través de la sensibilización de la población, solo ha conseguido que estos indicadores vayan en aumento.
Datos sobre la Organización Mundial de la Salud (OMS) respaldan esta hipótesis, pues más allá de presentar una disminución de estos problemas solo existe más prevalencia entre las personas y menos acceso a tratamientos para mejorar la salud mental.
Además, el gasto público en el tema sigue siendo bajo, por ejemplo, en las Américas es de un 2,0%, del cual más del 60% es destinado a hospitales psiquiátricos.
Actualmente la depresión continúa siendo la principal condición de trastorno mental entre las personas, siendo más frecuente entre las mujeres. Se calcula que entre el 10% y 15% de las mujeres en países industrializados y entre el 20% y 40% de mujeres en países de desarrollo sufren de esta enfermedad.
Los trastornos mentales y neurológicos en los adultos mayores, como el alzhéimer y otro tipo de demencias, siguen también en alza. En las Américas hay una prevalencia de 6,46% y 8,48% entre los adultos mayores, mientras existen predicciones que el número de personas con estos trastornos se duplicará cada 20 años.
En las Américas también hay una gran brecha en el acceso al tratamiento psicológico debido a trastornos afectivos, de ansiedad o por el consumo de sustancias en adultos, siendo esta del 73,5%.
Dentro de su investigación, Foulkes habla de dos posibles causas de este fenómeno: la primera se debería a que las personas están identificando mejor sus síntomas ligados a la mala salud mental; y la segunda tiene que ver con que las personas identifiquen formas leves de estrés o angustia como síntomas de salud mental.
“Proponemos que esto lleva a algunos individuos a experimentar un aumento genuino de los síntomas, porque etiquetar la angustia como un problema de salud mental puede afectar el autoconcepto y el comportamiento de un individuo de una manera que, en última instancia, es autocumplida”, es lo que se explica dentro de la investigación.
Por otro lado, el estudio también indica que el aumento del conocimiento sobre los síntomas de enfermedades relacionadas con la mala salud mental impulsa mayores esfuerzos de concienciación entre las personas, siendo dos procesos que se influyen mutuamente de una manera cíclica y cada vez más intensa.
Otros investigadores destacan que las intervenciones de salud mental en escuelas de Reino Unido y Australia tampoco han logrado grandes cambios entre la población estudiantil. Los niños que recibieron capacitaciones básicas sobre la terapia cognitiva conductual y conciencia plena no obtuvieron mejores resultados de salud mental a diferencia de aquellos que no participaron de estas charlas.
Aunado a esto, algunas investigaciones estadounidenses realizadas entre la población joven han demostrado que los adolescentes suelen “autoetiquetarse” como depresivos o ansiosos como un mecanismo vinculado con habilidades deficientes para afrontar las cosas, como la evasión o la “rumiación”.
Aunque no existe actualmente una hoja de ruta clara para disminuir los diferentes tipos de trastornos de salud mental entre la población, grandes organizaciones mundiales como la OMS destacan que se necesita una respuesta coordinada que permita la formación de políticas, planes, programas y servicios que prevengan estos padecimientos.
Además, con la existencia de estos las personas tendrían a mano más información basada en conocimiento profesional, podrían conocer un diagnóstico acertado y no valerse de la autopercepción o información que encuentran en internet o redes sociales.
Por otro lado, psicólogos como Foulkes destacan que es importante conocer los sectores de la población en los que el autodiagnóstico es persistente, así como en cuáles son más susceptibles a empeorar sus síntomas luego de autodiagnosticarse.