Greg Nava: ‘El cine es una máquina de empatía y compasión’
- 18/04/2024 00:00
- 17/04/2024 16:52
El director de las cintas ‘El norte’ y ‘Selena’ visitó Panamá para el IFF 2024, durante el cual conversó sobre la importancia de mostrar nuevas historias en el cine y su rol como impulsador de las voces latinas en Norteamérica Hace 40 años el cineasta Gregory Nava (1949, San Diego, EE.UU.) no pensó en lo que dirigir su largometraje El norte haría por los derechos de los inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos. Lo que nació como un sueño y una pasión por contar la realidad de aquellos que buscaban refugio lejos de las guerras en Guatemala, se convirtió en un testimonio sin precedentes en el cine norteamericano.
El norte sigue la historia de Enrique (David Villalpando) y Rosa (Zaide Silvia Gutiérrez), un par de hermanos que intentan escapar del peligro activo en Guatemala durante la dictadura de José Efraín Ríos Montt, en una época en la que la población indígena maya sufría de persecución y muerte en su propia tierra. Los hermanos huyen de su pueblo natal para encontrar refugio en Estados Unidos, pero primero deberán atravesar la peligrosa “tierra de nadie” de Tijuana, México.
Para Nava contar estas historias es más que importante, es una necesidad: “Tenemos que reconocer que nuestras raíces son indígenas”, comentó a La Estrella de Panamá durante una conversación en el hotel La Compañía durante el pasado Festival Internacional de Cine (IFF). Nacido en San Diego, pero con ascendencia mexicana, Nava mantiene familiares en Tijuana, justo en la frontera con EE.UU., por lo que desde la infancia ha conocido los conflictos entre ambas culturas.
“Vengo de ese mundo de la frontera, donde ambas culturas se conectan y colisionan”, comentó a este diario, “es un mundo diferente y especial, el cual conozco muy bien, ya que de niño solía visitar a mi familia en Tijuana, y veía la diferencia entre un pueblo de cartón y uno de acero y vidrio como lo era San Diego, pero de niño uno no entiende las sombras sociológicas”.
En su conversatorio impartido durante el IFF Panamá, Nava ahondó en la historia que le inspiró a llevar a cabo El norte como una cinta independiente, de bajo presupuesto, pero que era la pasión de su corazón y de su productora Anna Thomas. Navas describió al viaje de Enrique y Rosa como “el viaje de las Américas”, el cual comienza en el “mundo indígena Maya, pasando por el mundo mestizo de México y llega al mundo anglo en Estados Unidos”.
El viaje se cuenta en la cinta a través de tres secciones, las cuales comienzan con la traición y el escape desde Guatemala, creando un ambiente hostil que luego será desafiado por inclusión del realismo mágico y una paleta de colores que buscan realzar “la belleza de la esencia latina”, hasta llegar al “sueño americano” en el norte.
El par de hermanos cree que tienen una buena idea de Estados Unidos, en parte gracias a las revistas Good Housekeeping que atesora su madrina Josefita (Stella Quan), quien les da sus ahorros para el viaje y les describe una tierra donde todos, incluso los pobres, tienen un refrigerador y un baño interior. Pero Nava y Thomas crearon una trama envuelta en giros inesperados en cada esquina, alimentada por las vivencias de Nava desde su infancia hasta sus años en la universidad.
“En Estados Unidos no había noticias sobre la masacre de Guatemala y otros países centroamericanos; no se reportaba esa realidad”, comentó el director, “por lo que El norte fue para muchos esa ventana de realidad de lo que sucedía a los migrantes que intentaban, y aún intentan, cruzar la frontera huyendo de la violencia como su única opción”.
Para Nava las “sombras” –como llama a aquellos latinos que se mantienen en el fondo del día a día–, estaban presentes a donde viera; eran las que podaban los jardines, cuidaban a los niños en las casas, limpiaban los restaurantes y barrían las calles cerca de su universidad en Los Ángeles. “Yo sabía que mis amigos anglos no podían ver lo que yo veía, por lo que quise hacer una película donde pudiera volcar lo que había en mi corazón y mostrar lo que era real”, señaló.
El cine que transforma Llevar El norte a las pantallas grandes de Norteamérica fue un trabajo de pasión desde las trincheras, enfrentándose a días de grabación intensos y noches sin dormir para todo el equipo de producción. “Me costó conseguir los fondos para esta película porque en esa época una historia de indígenas mayas huyendo de la persecución no era algo comercial”, dijo Nava, “pero lo que más debes tener al momento de hacer una película es pasión”.
En una de sus anécdotas, Nava describió el secuestro de la película mientras aún grababan las escenas de acción en México –ya que su deseo era grabar en Guatemala, pero el conflicto armado lo impidió–, cuando hombres armados amenazaron al equipo y dieron un mensaje de dejar México cuanto antes.
Volando nuevamente a Los Ángeles y pudiendo terminar la cinta, Nava no esperaba que El norte debutara con los elogios que recibió. “Se mantuvo un año entero en cines de Los Ángeles y fue un éxito en el festival de Nueva York”, comentó Nava, “por lo que me convencí de que, aunque Hollywood no contara nuestras historias, esas eran las que las audiencias querían”.
Una vez la cinta estrenó, la historia de Enrique y Rosa conmovió a las masas, dejando ver que la solidaridad no conoce de raza o de procedencia, y que la hipocresía de la política continúa aún conociendo las vidas que se pierden ante puertas cerradas. “Una vez la película vio la luz en 1983, en 1986 el Gobierno estadounidense promulgó una ley de protección a los inmigrantes que buscan refugio en el país, por lo que fue un sentimiento de victoria y lo que más me enorgullece de haber logrado transmitir como director”, subrayó Nava, quien actualmente es mentor de múltiples cineastas jóvenes latinos en EE.UU.
Tras el éxito de El norte, Nava se ha mantenido llevando historias latinas a la gran pantalla, con cintas como Mi familia (1995), Selena (1997), Frida (2002), igualmente en series como ‘American Family’ (2002). Su devoción por el séptimo arte está casada con su pasión por dejar rastro de las historias de los latinos en Norteamérica y llevar a las audiencias a interesarse el uno por el otro.
“Siento que como director es una responsabilidad hacer una película que puede mejorar el mundo, bajar los muros que hay entre la gente y hacerlos mirar a los lados, porque para mí el cine es una máquina de empatía y de compasión”, destacó el cineasta.
Actualmente, Nava se encuentra en los pinitos de un nuevo proyecto que llevará la vida de la activista por derechos civiles, Dolores Huerta, quien originó el lema “Sí se puede” y ha recibido el premio Eleanor Roosevelt de Derechos Humanos en 1998 y Medalla Presidencial de la Libertad en 2012.
Para Nava, el cine se mantiene como un canal de conexión con las personas, siempre que provenga de un lugar honesto y poniendo a “la humanidad como lo primero”. En sus cintas, la compasión toma el timón, y el claroscuro de lo que ser humano significa pinta las historias de Nava, aún cuando no todas tienen finales alegres.
En su aniversario de 40 años, El norte conserva su poder directo de conmoción y enojo. La historia no necesita actualización; se repite todos los días. La película realmente no hace ninguna declaración sobre la inmigración en sí, porque las cuestiones políticas son irrelevantes para sus personajes. Quieren lo que todos queremos: una vida mejor para ellos y sus hijos.
Así, Nava se sostiene del mito de Icaro, el cual comentó a este diario que es uno de los mejores consejos que ha recibido, pero con un giro: “En vez de caer, construye mejores alas”. “No hay un obstáculo que es tan grande, tan horrible o difícil que no puedas ver una manera de superar, solamente necesitas mejores alas y podrás llegar lejos”.
Hace 40 años el cineasta Gregory Nava (1949, San Diego, EE.UU.) no pensó en lo que dirigir su largometraje El norte haría por los derechos de los inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos. Lo que nació como un sueño y una pasión por contar la realidad de aquellos que buscaban refugio lejos de las guerras en Guatemala, se convirtió en un testimonio sin precedentes en el cine norteamericano.
El norte sigue la historia de Enrique (David Villalpando) y Rosa (Zaide Silvia Gutiérrez), un par de hermanos que intentan escapar del peligro activo en Guatemala durante la dictadura de José Efraín Ríos Montt, en una época en la que la población indígena maya sufría de persecución y muerte en su propia tierra. Los hermanos huyen de su pueblo natal para encontrar refugio en Estados Unidos, pero primero deberán atravesar la peligrosa “tierra de nadie” de Tijuana, México.
Para Nava contar estas historias es más que importante, es una necesidad: “Tenemos que reconocer que nuestras raíces son indígenas”, comentó a La Estrella de Panamá durante una conversación en el hotel La Compañía durante el pasado Festival Internacional de Cine (IFF). Nacido en San Diego, pero con ascendencia mexicana, Nava mantiene familiares en Tijuana, justo en la frontera con EE.UU., por lo que desde la infancia ha conocido los conflictos entre ambas culturas.
“Vengo de ese mundo de la frontera, donde ambas culturas se conectan y colisionan”, comentó a este diario, “es un mundo diferente y especial, el cual conozco muy bien, ya que de niño solía visitar a mi familia en Tijuana, y veía la diferencia entre un pueblo de cartón y uno de acero y vidrio como lo era San Diego, pero de niño uno no entiende las sombras sociológicas”.
En su conversatorio impartido durante el IFF Panamá, Nava ahondó en la historia que le inspiró a llevar a cabo El norte como una cinta independiente, de bajo presupuesto, pero que era la pasión de su corazón y de su productora Anna Thomas. Navas describió al viaje de Enrique y Rosa como “el viaje de las Américas”, el cual comienza en el “mundo indígena Maya, pasando por el mundo mestizo de México y llega al mundo anglo en Estados Unidos”.
El viaje se cuenta en la cinta a través de tres secciones, las cuales comienzan con la traición y el escape desde Guatemala, creando un ambiente hostil que luego será desafiado por inclusión del realismo mágico y una paleta de colores que buscan realzar “la belleza de la esencia latina”, hasta llegar al “sueño americano” en el norte.
El par de hermanos cree que tienen una buena idea de Estados Unidos, en parte gracias a las revistas Good Housekeeping que atesora su madrina Josefita (Stella Quan), quien les da sus ahorros para el viaje y les describe una tierra donde todos, incluso los pobres, tienen un refrigerador y un baño interior. Pero Nava y Thomas crearon una trama envuelta en giros inesperados en cada esquina, alimentada por las vivencias de Nava desde su infancia hasta sus años en la universidad.
“En Estados Unidos no había noticias sobre la masacre de Guatemala y otros países centroamericanos; no se reportaba esa realidad”, comentó el director, “por lo que El norte fue para muchos esa ventana de realidad de lo que sucedía a los migrantes que intentaban, y aún intentan, cruzar la frontera huyendo de la violencia como su única opción”.
Para Nava las “sombras” –como llama a aquellos latinos que se mantienen en el fondo del día a día–, estaban presentes a donde viera; eran las que podaban los jardines, cuidaban a los niños en las casas, limpiaban los restaurantes y barrían las calles cerca de su universidad en Los Ángeles. “Yo sabía que mis amigos anglos no podían ver lo que yo veía, por lo que quise hacer una película donde pudiera volcar lo que había en mi corazón y mostrar lo que era real”, señaló.
Llevar El norte a las pantallas grandes de Norteamérica fue un trabajo de pasión desde las trincheras, enfrentándose a días de grabación intensos y noches sin dormir para todo el equipo de producción. “Me costó conseguir los fondos para esta película porque en esa época una historia de indígenas mayas huyendo de la persecución no era algo comercial”, dijo Nava, “pero lo que más debes tener al momento de hacer una película es pasión”.
En una de sus anécdotas, Nava describió el secuestro de la película mientras aún grababan las escenas de acción en México –ya que su deseo era grabar en Guatemala, pero el conflicto armado lo impidió–, cuando hombres armados amenazaron al equipo y dieron un mensaje de dejar México cuanto antes.
Volando nuevamente a Los Ángeles y pudiendo terminar la cinta, Nava no esperaba que El norte debutara con los elogios que recibió. “Se mantuvo un año entero en cines de Los Ángeles y fue un éxito en el festival de Nueva York”, comentó Nava, “por lo que me convencí de que, aunque Hollywood no contara nuestras historias, esas eran las que las audiencias querían”.
Una vez la cinta estrenó, la historia de Enrique y Rosa conmovió a las masas, dejando ver que la solidaridad no conoce de raza o de procedencia, y que la hipocresía de la política continúa aún conociendo las vidas que se pierden ante puertas cerradas. “Una vez la película vio la luz en 1983, en 1986 el Gobierno estadounidense promulgó una ley de protección a los inmigrantes que buscan refugio en el país, por lo que fue un sentimiento de victoria y lo que más me enorgullece de haber logrado transmitir como director”, subrayó Nava, quien actualmente es mentor de múltiples cineastas jóvenes latinos en EE.UU.
Tras el éxito de El norte, Nava se ha mantenido llevando historias latinas a la gran pantalla, con cintas como Mi familia (1995), Selena (1997), Frida (2002), igualmente en series como ‘American Family’ (2002). Su devoción por el séptimo arte está casada con su pasión por dejar rastro de las historias de los latinos en Norteamérica y llevar a las audiencias a interesarse el uno por el otro.
“Siento que como director es una responsabilidad hacer una película que puede mejorar el mundo, bajar los muros que hay entre la gente y hacerlos mirar a los lados, porque para mí el cine es una máquina de empatía y de compasión”, destacó el cineasta.
Actualmente, Nava se encuentra en los pinitos de un nuevo proyecto que llevará la vida de la activista por derechos civiles, Dolores Huerta, quien originó el lema “Sí se puede” y ha recibido el premio Eleanor Roosevelt de Derechos Humanos en 1998 y Medalla Presidencial de la Libertad en 2012.
Para Nava, el cine se mantiene como un canal de conexión con las personas, siempre que provenga de un lugar honesto y poniendo a “la humanidad como lo primero”. En sus cintas, la compasión toma el timón, y el claroscuro de lo que ser humano significa pinta las historias de Nava, aún cuando no todas tienen finales alegres.
En su aniversario de 40 años, El norte conserva su poder directo de conmoción y enojo. La historia no necesita actualización; se repite todos los días. La película realmente no hace ninguna declaración sobre la inmigración en sí, porque las cuestiones políticas son irrelevantes para sus personajes. Quieren lo que todos queremos: una vida mejor para ellos y sus hijos.
Así, Nava se sostiene del mito de Icaro, el cual comentó a este diario que es uno de los mejores consejos que ha recibido, pero con un giro: “En vez de caer, construye mejores alas”. “No hay un obstáculo que es tan grande, tan horrible o difícil que no puedas ver una manera de superar, solamente necesitas mejores alas y podrás llegar lejos”.