Vida y cultura

Evidencia arqueológica y el intercambio regional

En enero, el equipo de la Dra. Julia Mayo retomó la excavación de la tumba 9. Tamara Del Moral | Senacyt
Paisaje de El Caño. Tamara Del Moral | Senacyt
La mayoría de los espejos de El Caño son circulares. Tamara Del Moral | Senacyt
Esmeralda, parte de los hallazgos en la tumba 9. Julia Mayo
Actualizado
  • 23/02/2024 00:00
Creado
  • 22/02/2024 21:35

Los investigadores buscan pruebas de los sistemas de intercambio entre la región central del istmo y las áreas mesoamericana, andina, y otras del área istmo-colombiana

Desde el año 2008 la Dra. Julia Mayo y su equipo han excavado siete tumbas completas en el sitio arqueológico de El Caño, en la provincia de Coclé. En 2022 comenzaron a excavar la tumba 9, cuyo fondo se encuentra a unos 4,5 metros de profundidad.

En enero de 2024 retomaron el trabajo como parte del proyecto ‘Estudio de los sistemas de intercambio en la región central del istmo y su papel en el desarrollo de las sociedades complejas’, financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).

“El proyecto pretende investigar sobre las redes de intercambio que había en la región en los siglos VIII d.C. y X d.C. En el yacimiento de El Caño se han encontrado artefactos que podemos llamar ‘especiales’, por ejemplo, esmeraldas, recientemente en El Caño y previamente en Sitio Conte, pero no se les había hecho análisis para certificar que fueran realmente esmeraldas y, en segundo lugar, para evaluar los orígenes de su procedencia”, explica el Dr. Carlos Mayo, que lidera los análisis de los materiales encontrados.

En conjunto con la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP), también están analizando en el laboratorio de restauración de la Fundación El Caño, en la Ciudad del Saber, las bases de espejos de pirita encontrados en El Caño, que son similares a los de Mesoamérica.

El Caño fue construido en las llanuras del Pacífico de Panamá, alrededor del 700 d.C y abandonado por el año 1000 d.C. Allí se erigieron columnas de piedra talladas, montículos, calzadas y sepulturas complejas. Según autores como Lothrop (1937 y 1942); Linares (1977), Mayo (2010) y otros, El Caño y el Sitio Conte formaron un conjunto de asentamientos correspondientes a un extenso territorio de más de un cacicazgo.

Una parte de la necrópolis estaba destinada a los enterramientos múltiples y simultáneos de personas de la élite que eran enterradas junto con otras personas que morían para acompañarlas al más allá. Algunos de los miembros de la élite enterrados en El Caño eran niños. Al noroeste de los entierros de la élite se enterraba a las personas ‘humildes’. A partir de los hallazgos, explica la Dra. Mayo, se interpreta que existía una sociedad jerarquizada, estratificada y más compleja de lo que se había pensado.

En campo

El equipo está descubriendo los restos del forjado de madera que servía de tapadera de la cámara funeraria que contiene el enterramiento de la tumba 9, para rescatar los restos humanos en el interior de la cámara, sobre el suelo de la fosa. Entre otros materiales, buscan espejos de teselas de piritas y mineral de hierro, y pendientes de esmeralda. Los investigadores llevan un registro escrito, topográfico y fotográfico de todo lo que se encuentra.

Gabriel Correa, estudiante de antropología en la Universidad de Panamá (UP), anota y describe los materiales y artefactos: huesos humanos, cuentas, cerámicas, objetos de piedra y oro. Comenta que cada artefacto es guardado con una etiqueta en que se anota lo que es, un número de registro, la unidad estratigráfica en que apareció y la fecha. Antes de recogerlo, se coloca la etiqueta junto a él y se le toma una foto que sirve para llevar un control fotográfico de la posición o contexto de cada artefacto in situ.

Elías Zaldívar también es estudiante de antropología de la UP, se encarga de pasar los datos de las cerámicas a una hoja de cálculo. “Estamos buscando los bordes de la fosa, tratando de extraer la cerámica que se va asomando hasta llegar a la pared”.

Gabriel Agreste, estudiante de biogeografía en el centro regional de la UP en Coclé, es voluntario y en los dos últimos años se ha dedicado a limpiar y fotografiar cada objeto que se extrae de la tumba 9.

“Los objetos se clasifican en líticos, huesos de fauna, auríferos y cerámicas, que son las más abundantes”, señala.

Los objetos se guardan en diferentes cajas y se toman muestras de carbono para las pruebas de datación. Una funcionaria de la Dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura permanece en el sitio para inspeccionar los inventarios de los artefactos que se extraen de la tumba.

La antropóloga física Alexa Hancock analiza los dientes humanos para dilucidar patrones de enfermedades, prácticas culturales, estado de nutrición, género y edad.

“Estamos creando una base de datos de los dientes encontrados en El Caño para tener un ejemplo de la población que habitó en esta zona”, comenta Hancock. “Hago tres mediciones de cada diente y lo veo detalladamente con lentes de aumento para saber si el individuo tenía, por ejemplo, caries, lo cual indica que su alimentación contenía mucha azúcar; patologías tales como líneas de hipoplasia, que revelan falta de nutrientes en una fase del desarrollo de la persona; o características genéticas como cíngulos o incisivos en pala. También observo los desgastes en los dientes para calcular la edad de la persona o, dependiendo del tipo de desgaste, si la persona los usaba como una tercera mano, algo que suele ser común entre los artesanos”.

Análisis

Los investigadores han hecho análisis físico-químicos de las esmeraldas con diferentes técnicas, como la fluorescencia de rayos x, fotoluminiscencia, ultravioleta visible y de infrarrojo. Los análisis confirman que son esmeraldas y su huella geoquímica es muy similar a las esmeraldas de origen colombiano de la región de Muzo y Somondoco.

“A diferencia de las esmeraldas que vemos en otras regiones entre las culturas muiscas que no se trabajaban, las esmeraldas en El Caño sí están trabajadas, todas perforadas, pulidas y algunas encastadas en objetos de orfebrería de metal y se usaban como cuentas de collar o como colgantes”, señala el Dr. Mayo.

Mediante los análisis de laboratorio, buscan conocer, además, si las rocas con que están hechas las bases de los espejos en El Caño fueron extraídas en Panamá, o traídas de otros lugares.

La mayoría de los espejos de pirita de El Caño son circulares y solo se conserva la base, porque la pirita (sulfuro de hierro) que se usaba como superficie reflectante, se oxida rápidamente. Los espejos se usaban para mirarse, en rituales y, probablemente, como portales de comunicación con el más allá.

“Los espejos de El Caño solo se han encontrado en los entierros de personas de la élite, por lo que se teoriza que probablemente había un intercambio entre élites”, detalla Delvis Hernández, estudiante de geología de la UTP e investigador de la Fundación El Caño.

Antonio Zamora, estudiante de quinto año de ingeniería geológica de la UTP, usa un microscopio petragráfico para una mejor toma y visualización de las delgadas láminas hechas a las bases de piedra de algunos espejos. La siguiente fase consiste en comparar las rocas que se encuentran en Panamá y el material de los espejos de El Caño.

“En playa Corona tomamos diferentes muestras para analizar y revisar la base de datos, para tener este catálogo y determinar su procedencia. Vamos a diferentes formaciones de Panamá para tener un mayor rango de comparación y armar la información más precisa. Al terminar la caracterización, queremos hacer un análisis de elementos (RFX) para tener una mayor comparación, precisión y evidencia para poder decir si los materiales son locales o extranjeros”, señala Zamora.