Vida y cultura

El poder de la psicopatía

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Actualizado
  • 12/04/2024 23:00
Creado
  • 12/04/2024 15:50

Hay un grandísimo porcentaje de llamados ‘psicópatas funcionales’ que se mimetizan entre nosotros y son capaces de realizar acciones sin que les tiemble la mano o el corazón

Los estudiosos en psicología, psiquiatría, sociología, historia y política están de acuerdo en que Hitler y sus secuaces tenían amenazado al mundo entre 1933 y 1945. Él, junto a nombres como Mengele, Goebbles, Rainhard o Klaus Barbie, entre otros, son el claro ejemplo de lo que hoy en criminología se llama “la banalidad del mal”.

“Banalidad del mal” es un término que expresa el hecho de que, para algunos individuos, su actuar está dentro de las reglas del sistema al que pertenecen o pertenecieron, sin reflexionar sobre sus acciones; no se preocuparon por las consecuencias de sus actos y solo lo hacían por el cumplimiento de órdenes o por el “bienestar” de su pueblo o por hacer realidad sus propios intereses considerándose a sí mismos “víctimas” de las circunstancias.

Sin embargo, a través de la historia también nos ha quedado claro que muchos de estos rostros del mal que se autollamaron “víctimas” poseían rasgos despiadados, fríos, sádicos, maquiavélicos, paranoicos, narcisistas malignos, megalómanos, y claro, psicópatas.

Tristemente, la historia también nos ha dado otra lista de personajes que consideran a los anteriores como ejemplos a seguir, entre ellos están Ortega, Maduro, Castro, Pinochet, Stalin, Hussein, Putin, etc. Cada uno de ellos justifica o defiende a toda costa sus acciones porque su actuar déspota, inconsulto, tiránico, corrupto, inmoral y despiadado comulga con su propia personalidad.

Si vemos otros ejemplos alejados de la guerra o política, tenemos a personajes como Al Capone cuyo poder creció en un Chicago sin ley, tenemos también a Charles Manson, cuya personalidad magnética encontró terreno fértil en una época donde los jóvenes de la costa oeste de Estados Unidos estaban en búsqueda de su propia identidad, cambios políticos, actos libertinos y drogas cuyo deseo ansioso era el de encontrar a alguien que los liberara de los valores convencionales.

Pablo Escobar, por ejemplo, amasó poder, terror y fortuna en un país aquejado por las guerras internas y un estado de derecho imperfecto que no alcanzaba a conocer el interior de las selvas y barrios cuyas fuerzas del orden apenas podían controlar.

En su camino letal dejaron una estela de familias llenas de dolor, miedo e incertidumbre. También, en algún momento, aparentaron ser grandes hombres, pensadores de altura, considerados héroes, como es el caso de Escobar, benefactores y “empáticos” con las necesidades del pueblo, dispuestos a darlo todo para hacerlos más prósperos y sacarlos de la miseria cuando, en realidad, los psicópatas solo buscan satisfacer sus propias necesidades o lograr sus objetivos, y punto. No les interesa ni se conectan emocionalmente con los demás.

En este punto de mi artículo me viene a la mente un fragmento de Judi James en su libro La biblia del lenguaje corporal que dice: “La realidad, es que los líderes tienen los valores que son el reflejo de sus seguidores”. Cuando existe una alineación de valores entre personajes de distintas áreas profesionales y sus seguidores se produce la unión, de hecho los mayores conflictos se dan por la falta de cohesión entre estos.

También me viene a la mente la frase de Aldous Huxley, novelista y poeta inglés: “Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”. Por cierto, se llama manipulación.

Puede que por esta razón uno de los más grandes estadistas de Estados Unidos, Abraham Lincoln, decía: “Si quieres ganar un adepto para tu causa, convéncelo primero de que eres un amigo sincero” y es aquí donde muchos se estudiaron el mismo libro que indica: abraza, sonríe, besa, escucha, promete, convence, pasa por ‘Go’ y gana.

Hace unos días en la red X, un doctor decía que valdría la pena hacer pruebas psicológicas a ciertos personajes de la política mundial, de hecho no estaba muy alejado de la realidad ya que, en el libro La sabiduría de los psicópatas, de Kevin Dutton, salen a relucir nombres como: J. F. Kennedy, Bill Clinton, Obama y gente de los negocios como Steve Jobs o personajes como Neil Armstrong.

¿Sabía usted, amigo lector, que los psicópatas disfuncionales, los que sí están en las cárceles, son menos del 1% de la población mundial, y que hay otro grandísimo porcentaje llamado “psicópatas funcionales” que se mimetizan entre nosotros y son capaces de realizar acciones sin que les tiemble la mano o el corazón ya que, su actuar frío, calculador e indiferente se lo permite? Es más, hasta son modelos a seguir y se transforman en gurús o líderes.

Le recuerdo algo: una persona que se haga llamar “líder” pero que carezca de integridad, está muy lejos de ser un líder legítimo.

Pero, ¿qué les da fuerza? A veces no solo es su personalidad magnética, rasgo distintivo de su personalidad psicopática, sino que, además, son serpientes que parecen encantadoras y es ahí cuando un receptor indiferente, apático y carente de juicios críticos, analíticos o con un pobre razonamiento vacío en información y cultura general cae en sus intenciones maquiavélicas.

Saber escuchar lo que nos digan o prometan debe y necesita ser cuestionado a cabalidad y es imperativo escuchar los ¿cómo? van a realizar dichas promesas, porque si nos dicen, por ponerles un ejemplo: “vamos mejorar el sistema educativo”, suena espectacular, pero ¡¿cómo?!, “vamos a abastecer de medicamentos las farmacias públicas”, tremendo, pero ¡¿cómo?!...

Cierro con una frase de Antonio Machado que le invitará a reflexionar: “En política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”.