El discreto encanto de la diplomacia cultural
- 02/06/2024 00:00
- 01/06/2024 15:34
La impresión que deja el arte y la cultura de un país es capaz de generar admiración, cooperación y apoyo de la comunidad internacional en nuestras causas nacionales Se dice que en el amor y el trabajo la impresión es lo que cuenta, y así ha sido especialmente con nuestra diplomacia que desde hace más de un siglo ha encabezado las luchas por nuestra soberanía, por eliminarnos de las listas negras europeas y, recientemente, dando a conocer nuestras soluciones a la falta de agua para el funcionamiento del canal. Pero es a través de la discreta persuasión de la diplomacia cultural, de la indeleble impresión del arte y la cultura, que podremos obtener la admiración, cooperación y apoyo de la comunidad internacional en nuestras causas nacionales.
“Una primavera continua” Uno de los primeros ejemplos de nuestra diplomacia cultural fue en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 donde Panamá tuvo un pabellón que estuvo acompañado de un texto descriptivo de la joven república junto a estampas del mejor fotógrafo de entonces, Carlos Endara. El escrito es elocuente, de prosa elegante y las fotos de Endara muestran una serena belleza de nuestros edificios, parques y monumentos de aquella época que es casi irreconocible actualmente. Pocas veces he visto retratado a nuestro país de tal manera.
En Sevilla, haciendo alarde de nuestro pasado hispánico, nos dimos a la tarea de interesar a los españoles para que migrasen a nuestro país describiéndolo como una tierra de clima placentero (“una primavera continua”), financieramente estable, de gente de buen porte y vigor, donde “la instrucción pública consume un 25% de las rentas nacionales, más o menos”, y bajo la protección de los Estados Unidos. “Es un país que se ofrece con admirables perspectivas para el emigrante europeo...”, concluye el folleto. Efectivamente, muchos peninsulares se establecerían en Panamá unos años después, pero escapando del horror de la guerra civil y del régimen de Franco.
París, Paname A los panameños que visitan París les sorprende conocer que a esa ciudad se le llame Paname, un apodo que se remonta a la época del canal francés. Y una de las panameñas que ha creado más puentes para unir a Paname con Panamá es Mariana Pereira, quien anteriormente fue la attaché cultural en nuestra embajada en Francia y actualmente es la agregada de negocios. Pereira, ejemplo de vocación a la diplomacia cultural de Panamá, durante distintas administraciones ha presentado películas de nuestros cineastas en festivales franceses, exhibiciones artísticas en la Semana de América Latina en París, charlas sobre artes visuales y literatura panameña en el Instituto Cervantes, entre un sinnúmero de actividades a lo largo del país galo. En mi caso particular, fue uno de los motores claves de mi performance Le Plongeon (El clavado) para el Centre d’ Art Pompidou en 2010, un cabaré acuático en la elegante piscina flotante en el Sena Josephine Baker, en colaboración con clubes de natación, jóvenes poetas y bailarines urbanos de todo París, al ritmo de una composición musical inspirada en aquella artista francoestadounidense y creada especialmente para esa faustosa noche.
Pereira sugiere que para mejorar nuestra diplomacia cultural se debe crear un presupuesto por embajada para manejar estos proyectos (independientemente de los presupuestos ya asignados), lo que daría una seguridad económica y se sabría con cuánto dinero contar anualmente. Sobre las actividades dice: “Es mejor hacer un proyecto de calidad al año que varios mediocres. La audiencia debe ser el público general del país, la persona de la calle, no el cuerpo diplomático ni los panameños que viven allí pues ellos ya conocen nuestra cultura. Lo importante es crear un impacto en esa sociedad.” Y el impacto no es el número de visitantes ni los “me gusta” de una plataforma, sino el recuerdo que queda en la memoria emocional de los asistentes que se replica a través de conversaciones informales, debates académicos y escritos posteriores que surgen espontáneamente.
También es importante preparar al personal diplomático sobre el arte y la cultura nacional e internacional, incluyendo a los embajadores, y crear un comité de expertos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Micultura, junto a los encargados culturales de las embajadas, para que organice y seleccione proyectos y actividades como charlas, exhibiciones de arte y de piezas arqueológicas de acuerdo con el contexto y nuestros intereses en el momento adecuado.
Arte en las embajadas Un efectivo ejemplo de la diplomacia cultural en acción es el programa Art in Embassies o Arte en las embajadas de los Estados Unidos y fue fundado 1963 durante la administración de John F. Kennedy. Si bien la idea de utilizar el arte y la cultura para seducir internacionalmente comenzó unos años antes en el Museo de Arte Moderno de Nueva York no fue sino a través del Departamento de Estado de los Estados Unidos (su ministerio de relaciones exteriores) que se implementó como una herramienta de seducción para los negocios y el comercio sino también como propaganda ideológica durante el periodo de la guerra fría con la desaparecida URSS y los países del bloque soviético.
El programa consiste en que las embajadas organicen exposiciones temporales y permanentes dentro de una serie de actividades culturales más amplias que incluyen la participación de distintas comunidades locales. Esta semana en la residencia de la embajadora de los Estados unidos en Panamá se inauguró una de estas exhibiciones en la que invitaron a artistas, curadores, periodistas culturales, dueños de galerías de arte, gestores culturales, mecenas e inclusive al futuro ministro de Medio Ambiente, a admirar una selección de obras de la colección. La selección fue hecha por la embajadora de los Estados Unidos en nuestro país Mari Carmen Aponte junto con una curadora.
La embajadora es una apasionada del arte y la naturaleza, nos confesó durante la velada, por lo que participó en la curaduría incorporando obras de su propiedad y artistas contemporáneos puertorriqueños como Arnaldo Roche Rabell, quien estudió y vivió en Chicago, nos explicó Giselle Mercier, organizadora del evento, y que trágicamente murió muy joven. La exhibición también presentó, entre otros artistas y obras, una conmovedora fotografía en blanco y negro de Jack Delano, y una delicada litografía de un tallo con hojas de Ellsworth Kelly, uno de los más renombrados artistas estadounidenses del siglo XX. Uno de los mayores éxitos de la velada y el programa fue la incorporación de un grupo de jóvenes artistas de la danza contemporánea de la Fundación Espacio Creativo Panamá, creada por Analida Galindo, quienes individualmente presentaron las obras a los asistentes creando puentes de ideas entre generaciones.
¿Podrá esta nueva administración de gobierno establecer programas internacionales similares a este, u otros nuevos, que nos ayuden a mejorar nuestra imagen en el exterior a través de nuestra riqueza cultural y artística tradicional, histórica y contemporánea? La conmemoración del bicentenario del Congreso Anfictiónico de Panamá en 2026 es una oportunidad para diseñar una serie de proyectos artísticos, históricos y culturales tanto para los panameños como para los invitados internacionales, y presentar una imagen competente y sofisticada ante los nuevos desafíos medioambientales, económicos y geopolíticos.
Se dice que en el amor y el trabajo la impresión es lo que cuenta, y así ha sido especialmente con nuestra diplomacia que desde hace más de un siglo ha encabezado las luchas por nuestra soberanía, por eliminarnos de las listas negras europeas y, recientemente, dando a conocer nuestras soluciones a la falta de agua para el funcionamiento del canal. Pero es a través de la discreta persuasión de la diplomacia cultural, de la indeleble impresión del arte y la cultura, que podremos obtener la admiración, cooperación y apoyo de la comunidad internacional en nuestras causas nacionales.
Uno de los primeros ejemplos de nuestra diplomacia cultural fue en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 donde Panamá tuvo un pabellón que estuvo acompañado de un texto descriptivo de la joven república junto a estampas del mejor fotógrafo de entonces, Carlos Endara. El escrito es elocuente, de prosa elegante y las fotos de Endara muestran una serena belleza de nuestros edificios, parques y monumentos de aquella época que es casi irreconocible actualmente. Pocas veces he visto retratado a nuestro país de tal manera.
En Sevilla, haciendo alarde de nuestro pasado hispánico, nos dimos a la tarea de interesar a los españoles para que migrasen a nuestro país describiéndolo como una tierra de clima placentero (“una primavera continua”), financieramente estable, de gente de buen porte y vigor, donde “la instrucción pública consume un 25% de las rentas nacionales, más o menos”, y bajo la protección de los Estados Unidos. “Es un país que se ofrece con admirables perspectivas para el emigrante europeo...”, concluye el folleto. Efectivamente, muchos peninsulares se establecerían en Panamá unos años después, pero escapando del horror de la guerra civil y del régimen de Franco.
A los panameños que visitan París les sorprende conocer que a esa ciudad se le llame Paname, un apodo que se remonta a la época del canal francés. Y una de las panameñas que ha creado más puentes para unir a Paname con Panamá es Mariana Pereira, quien anteriormente fue la attaché cultural en nuestra embajada en Francia y actualmente es la agregada de negocios. Pereira, ejemplo de vocación a la diplomacia cultural de Panamá, durante distintas administraciones ha presentado películas de nuestros cineastas en festivales franceses, exhibiciones artísticas en la Semana de América Latina en París, charlas sobre artes visuales y literatura panameña en el Instituto Cervantes, entre un sinnúmero de actividades a lo largo del país galo. En mi caso particular, fue uno de los motores claves de mi performance Le Plongeon (El clavado) para el Centre d’ Art Pompidou en 2010, un cabaré acuático en la elegante piscina flotante en el Sena Josephine Baker, en colaboración con clubes de natación, jóvenes poetas y bailarines urbanos de todo París, al ritmo de una composición musical inspirada en aquella artista francoestadounidense y creada especialmente para esa faustosa noche.
Pereira sugiere que para mejorar nuestra diplomacia cultural se debe crear un presupuesto por embajada para manejar estos proyectos (independientemente de los presupuestos ya asignados), lo que daría una seguridad económica y se sabría con cuánto dinero contar anualmente. Sobre las actividades dice: “Es mejor hacer un proyecto de calidad al año que varios mediocres. La audiencia debe ser el público general del país, la persona de la calle, no el cuerpo diplomático ni los panameños que viven allí pues ellos ya conocen nuestra cultura. Lo importante es crear un impacto en esa sociedad.” Y el impacto no es el número de visitantes ni los “me gusta” de una plataforma, sino el recuerdo que queda en la memoria emocional de los asistentes que se replica a través de conversaciones informales, debates académicos y escritos posteriores que surgen espontáneamente.
También es importante preparar al personal diplomático sobre el arte y la cultura nacional e internacional, incluyendo a los embajadores, y crear un comité de expertos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Micultura, junto a los encargados culturales de las embajadas, para que organice y seleccione proyectos y actividades como charlas, exhibiciones de arte y de piezas arqueológicas de acuerdo con el contexto y nuestros intereses en el momento adecuado.
Un efectivo ejemplo de la diplomacia cultural en acción es el programa Art in Embassies o Arte en las embajadas de los Estados Unidos y fue fundado 1963 durante la administración de John F. Kennedy. Si bien la idea de utilizar el arte y la cultura para seducir internacionalmente comenzó unos años antes en el Museo de Arte Moderno de Nueva York no fue sino a través del Departamento de Estado de los Estados Unidos (su ministerio de relaciones exteriores) que se implementó como una herramienta de seducción para los negocios y el comercio sino también como propaganda ideológica durante el periodo de la guerra fría con la desaparecida URSS y los países del bloque soviético.
El programa consiste en que las embajadas organicen exposiciones temporales y permanentes dentro de una serie de actividades culturales más amplias que incluyen la participación de distintas comunidades locales. Esta semana en la residencia de la embajadora de los Estados unidos en Panamá se inauguró una de estas exhibiciones en la que invitaron a artistas, curadores, periodistas culturales, dueños de galerías de arte, gestores culturales, mecenas e inclusive al futuro ministro de Medio Ambiente, a admirar una selección de obras de la colección. La selección fue hecha por la embajadora de los Estados Unidos en nuestro país Mari Carmen Aponte junto con una curadora.
La embajadora es una apasionada del arte y la naturaleza, nos confesó durante la velada, por lo que participó en la curaduría incorporando obras de su propiedad y artistas contemporáneos puertorriqueños como Arnaldo Roche Rabell, quien estudió y vivió en Chicago, nos explicó Giselle Mercier, organizadora del evento, y que trágicamente murió muy joven. La exhibición también presentó, entre otros artistas y obras, una conmovedora fotografía en blanco y negro de Jack Delano, y una delicada litografía de un tallo con hojas de Ellsworth Kelly, uno de los más renombrados artistas estadounidenses del siglo XX. Uno de los mayores éxitos de la velada y el programa fue la incorporación de un grupo de jóvenes artistas de la danza contemporánea de la Fundación Espacio Creativo Panamá, creada por Analida Galindo, quienes individualmente presentaron las obras a los asistentes creando puentes de ideas entre generaciones.
¿Podrá esta nueva administración de gobierno establecer programas internacionales similares a este, u otros nuevos, que nos ayuden a mejorar nuestra imagen en el exterior a través de nuestra riqueza cultural y artística tradicional, histórica y contemporánea? La conmemoración del bicentenario del Congreso Anfictiónico de Panamá en 2026 es una oportunidad para diseñar una serie de proyectos artísticos, históricos y culturales tanto para los panameños como para los invitados internacionales, y presentar una imagen competente y sofisticada ante los nuevos desafíos medioambientales, económicos y geopolíticos.