- 24/04/2025 00:00
A través de la narrativa desde la animación, el director Félix “Trillo” Guardia muestra el legado del artista panameño Julio Zachrisson en su nuevodocumental, en el ámbito del IFF Panamá. Julio Augusto Zachrisson (Panamá, 1928 - Madrid, 2021), nació en la Ciudad de Panamá y pronto se convirtió en uno de los grabadores de mayor renombre en el país, habiendo estudiado la pintura muralista junto a personajes como José Luis Cuevas o Pedro Coronel, y dejando su huella de forma contundente en los trazos culturales de la referencia artística en Panamá.
Recibió múltiples reconocimientos internacionales y nacionales, incluyendo la Condecoración Vasco Núñez de Balboa por parte del Gobierno de Panamá en 2006. Su obra forma parte de importantes colecciones, como en la Biblioteca Nacional de España, el Museo de Arte Contemporáneo en Madrid, el Museo de Arte Contemporáneo de América Latina, Washington, D.C.; Museum of Modern Art y el Metropolitan Museum of Art, ambos en Nueva York; Museo de Poznan en Polonia, entre otros.
Pero ¿qué tanto sabemos de lo que ocurría en su mente y la inspiración para sus obras? De esto nos habla el documental “El Brujo: Julio Zachrisson”, estrenada durante el IFF Panamá y parte de un proyecto transmedia, un recuento de las obras más significativas del grabador que cobran vida a través del lente del director Félix “Trillo” Guardia y el productor Tomás Cortés, junto con los trazos del director de animación Fernando Toussaint. La cinta se presenta como un retrato íntimo, conmovedor y a ratos disparatado de uno de los grandes artistas del siglo XX.
En una conversación con Cortés y Guardia, la dupla de cineastas comentó a La Decana su proceso de inspiración, el viaje a Madrid a conocer a Zachrisson y cómo este dio inicio a una amistad profunda y transformadora que les llevó a crear el proyecto transmedia Legado Zachrisson, que comprende la película de animación “Toro Volandero”, que será finalizado en 2026, una plataforma web para navegar por las más de 450 obras digitalizadas del artista, y exhibiciones interactivas para museos y galerías.
¿Cómo nace la inspiración para realizar ‘El Brujo’ y cómo se conecta con la figura de Zachrisson? G: Nace de una profunda curiosidad y admiración. Mi abuela tenía un grabado de Julio Zachrisson colgado en su sala. Yo lo miraba de niño y, francamente, me parecía feo, disonante con la decoración. Pero esa repulsión inicial fue lo que despertó una inquietud más profunda: ¿qué hay detrás de esta obra? Descubrí que era de un pintor panameño que vivía en Madrid y eso me llevó a investigar más, a enamorarme de su estilo y de su historia. Así fue como, allá por el año 2015, decidí embarcarme en un viaje en busca de aquel loco. Cuando Tomás [Cortés] se unió al proyecto, le dimos forma a esa curiosidad: queríamos hacer una película, pero lo que terminó surgiendo fue mucho más que eso.
Este documental no solo retrata a un artista extraordinario, sino que representa una oda a una figura irrepetible. “El Brujo” es un retrato íntimo de un hombre que decidió ser artista contra todo pronóstico, sin perder jamás su autenticidad. Ojalá que sirva como una inspiración, especialmente para los jóvenes: que entiendan que uno puede ser quien quiere ser, siempre que tenga la convicción de hacerlo.
¿Cuál fue el mayor valor que encontraron en Zachrisson como persona y como artista? G: Lo más hermoso de este proceso fue la amistad que logramos construir con Julio. Era un hombre que nos llevaba generaciones, ¡casi 60 años!, pero su curiosidad era contagiosa, su capacidad de conectar con cualquiera, desbordante. Esa humanidad lo hacía un ser fascinante más allá de su obra.
C: Hay un detalle que me encanta: su manera de hablar era como la de nuestros abuelos panameños, con ese acento y sabor antiguos. Eso también es parte del legado que queremos rescatar. Su arte puede parecer grotesco o chocante al principio, pero una vez lo analizas con detenimiento, te empieza a fascinar. Es “tan feo que es lindo”, como solemos decir. Esa dualidad de atracción y repulsión es lo que lo hace inolvidable.
¿Cómo fue producir esta obra hace una década y cómo evolucionó hacia un proyecto de legado? C: Este es un proyecto de diez años de trabajo. Lo que comenzó como un documental terminó convirtiéndose en un compromiso mayor: preservar el legado digital de Julio. Zachrisson no tuvo hijos, pero dejó una obra vastísima. Digitalizamos más de 600 de sus obras en altísima calidad, junto con entrevistas, documentos, fotografías y nos dimos cuenta de que una sola película no bastaba.
Algo que poca gente sabe: las planchas originales de Julio —las matrices de sus grabados— comparten bóveda en Madrid con las de Goya, Dalí y Picasso. Eso habla de su peso artístico. Y nosotros, como país, no podemos darnos el lujo de olvidar a una figura así. “El Brujo” se siente como una oda a Zachrisson y al arte mismo...
G: Así es, estos días me he percatado de que en verdad es una película para Panamá. Es nuestro aporte a las nuevas generaciones que ya están creciendo y buscan convertirse en artistas. Muchos quizás se pregunten qué comprende ser un artista, y creo que “El Brujo” responde algunas preguntas, y es para que esos panameños curiosos tengan una oportunidad de conectarse con este personaje que era un artista, y un bohemio hecho y derecho y que nunca –más allá de la reacción a que pudiera causar su obra–, nunca dudó de sí mismo, decidió que iba a ser pintor y eso fue a lo que entregó su carrera en todo momento siendo un ejemplo de lo que un artista debe ser.
Hablemos un poco de ‘El Toro Volandero’. ¿Qué representa esta obra y cómo se diferencia de ‘El Brujo’? G: “El Toro Volandero” nace de la necesidad de explorar el universo visual de Julio desde la ficción. Si “El Brujo” es un retrato documental fiel y profundo, “El Toro” es una reinterpretación libre, creativa, una aventura animada inspirada en sus personajes y temáticas. La historia sigue a un toro de lidia que muere en una corrida en España y renace en el universo visual de Zachrisson. Allí encuentra a un brujo de circo que intenta capturarlo. A partir de ese encuentro, se inicia un viaje surrealista a través de capas de realidad, subconsciente y mitología.
C: Es un homenaje desde la imaginación: personajes grotescos, mundos eróticos, crítica social, identidad, colonialismo... Todo está ahí, pero contado desde la animación, explorando estilos que van desde el ‘cut-out’ hasta el ‘stop motion’, siempre respetando el alma de la obra original.
¿Cuál es el mensaje que esperan dejar, especialmente a las nuevas generaciones? C: Nuestra esperanza es que este trabajo motive a los jóvenes a atreverse. Zachrisson fue un hombre que eligió su camino sin pedir permiso. Fue artista hasta el final, sin concesiones. Queremos que “El Brujo” y “El Toro Volandero” sean un recordatorio de que el arte es un acto de convicción, de que se puede vivir auténticamente si uno cree en sí mismo. Julio no solo fue un gran artista, fue un ejemplo de vida.
G: Sí, y también queremos que vean que en Panamá hay legado, hay historia, hay figuras que merecen ser recordadas y celebradas. No tenemos que mirar siempre afuera para encontrar inspiración. Aquí también hay grandeza. Al final, creo que “El Brujo” es una carta de amor a Panamá, a su arte y a su memoria. Y “El Toro Volandero” es un puente hacia el futuro, una apuesta por la imaginación como forma de preservar la identidad. No es solo un rescate artístico; es una afirmación de que el arte panameño tiene voz, historia y futuro.
Julio Augusto Zachrisson (Panamá, 1928 - Madrid, 2021), nació en la Ciudad de Panamá y pronto se convirtió en uno de los grabadores de mayor renombre en el país, habiendo estudiado la pintura muralista junto a personajes como José Luis Cuevas o Pedro Coronel, y dejando su huella de forma contundente en los trazos culturales de la referencia artística en Panamá.
Recibió múltiples reconocimientos internacionales y nacionales, incluyendo la Condecoración Vasco Núñez de Balboa por parte del Gobierno de Panamá en 2006. Su obra forma parte de importantes colecciones, como en la Biblioteca Nacional de España, el Museo de Arte Contemporáneo en Madrid, el Museo de Arte Contemporáneo de América Latina, Washington, D.C.; Museum of Modern Art y el Metropolitan Museum of Art, ambos en Nueva York; Museo de Poznan en Polonia, entre otros.
Pero ¿qué tanto sabemos de lo que ocurría en su mente y la inspiración para sus obras? De esto nos habla el documental “El Brujo: Julio Zachrisson”, estrenada durante el IFF Panamá y parte de un proyecto transmedia, un recuento de las obras más significativas del grabador que cobran vida a través del lente del director Félix “Trillo” Guardia y el productor Tomás Cortés, junto con los trazos del director de animación Fernando Toussaint. La cinta se presenta como un retrato íntimo, conmovedor y a ratos disparatado de uno de los grandes artistas del siglo XX.
En una conversación con Cortés y Guardia, la dupla de cineastas comentó a La Decana su proceso de inspiración, el viaje a Madrid a conocer a Zachrisson y cómo este dio inicio a una amistad profunda y transformadora que les llevó a crear el proyecto transmedia Legado Zachrisson, que comprende la película de animación “Toro Volandero”, que será finalizado en 2026, una plataforma web para navegar por las más de 450 obras digitalizadas del artista, y exhibiciones interactivas para museos y galerías.
G: Nace de una profunda curiosidad y admiración. Mi abuela tenía un grabado de Julio Zachrisson colgado en su sala. Yo lo miraba de niño y, francamente, me parecía feo, disonante con la decoración. Pero esa repulsión inicial fue lo que despertó una inquietud más profunda: ¿qué hay detrás de esta obra? Descubrí que era de un pintor panameño que vivía en Madrid y eso me llevó a investigar más, a enamorarme de su estilo y de su historia. Así fue como, allá por el año 2015, decidí embarcarme en un viaje en busca de aquel loco. Cuando Tomás [Cortés] se unió al proyecto, le dimos forma a esa curiosidad: queríamos hacer una película, pero lo que terminó surgiendo fue mucho más que eso.
Este documental no solo retrata a un artista extraordinario, sino que representa una oda a una figura irrepetible. “El Brujo” es un retrato íntimo de un hombre que decidió ser artista contra todo pronóstico, sin perder jamás su autenticidad. Ojalá que sirva como una inspiración, especialmente para los jóvenes: que entiendan que uno puede ser quien quiere ser, siempre que tenga la convicción de hacerlo.
G: Lo más hermoso de este proceso fue la amistad que logramos construir con Julio. Era un hombre que nos llevaba generaciones, ¡casi 60 años!, pero su curiosidad era contagiosa, su capacidad de conectar con cualquiera, desbordante. Esa humanidad lo hacía un ser fascinante más allá de su obra.
C: Hay un detalle que me encanta: su manera de hablar era como la de nuestros abuelos panameños, con ese acento y sabor antiguos. Eso también es parte del legado que queremos rescatar. Su arte puede parecer grotesco o chocante al principio, pero una vez lo analizas con detenimiento, te empieza a fascinar. Es “tan feo que es lindo”, como solemos decir. Esa dualidad de atracción y repulsión es lo que lo hace inolvidable.
C: Este es un proyecto de diez años de trabajo. Lo que comenzó como un documental terminó convirtiéndose en un compromiso mayor: preservar el legado digital de Julio. Zachrisson no tuvo hijos, pero dejó una obra vastísima. Digitalizamos más de 600 de sus obras en altísima calidad, junto con entrevistas, documentos, fotografías y nos dimos cuenta de que una sola película no bastaba.
Algo que poca gente sabe: las planchas originales de Julio —las matrices de sus grabados— comparten bóveda en Madrid con las de Goya, Dalí y Picasso. Eso habla de su peso artístico. Y nosotros, como país, no podemos darnos el lujo de olvidar a una figura así. “El Brujo” se siente como una oda a Zachrisson y al arte mismo...
G: Así es, estos días me he percatado de que en verdad es una película para Panamá. Es nuestro aporte a las nuevas generaciones que ya están creciendo y buscan convertirse en artistas. Muchos quizás se pregunten qué comprende ser un artista, y creo que “El Brujo” responde algunas preguntas, y es para que esos panameños curiosos tengan una oportunidad de conectarse con este personaje que era un artista, y un bohemio hecho y derecho y que nunca –más allá de la reacción a que pudiera causar su obra–, nunca dudó de sí mismo, decidió que iba a ser pintor y eso fue a lo que entregó su carrera en todo momento siendo un ejemplo de lo que un artista debe ser.
G: “El Toro Volandero” nace de la necesidad de explorar el universo visual de Julio desde la ficción. Si “El Brujo” es un retrato documental fiel y profundo, “El Toro” es una reinterpretación libre, creativa, una aventura animada inspirada en sus personajes y temáticas. La historia sigue a un toro de lidia que muere en una corrida en España y renace en el universo visual de Zachrisson. Allí encuentra a un brujo de circo que intenta capturarlo. A partir de ese encuentro, se inicia un viaje surrealista a través de capas de realidad, subconsciente y mitología.
C: Es un homenaje desde la imaginación: personajes grotescos, mundos eróticos, crítica social, identidad, colonialismo... Todo está ahí, pero contado desde la animación, explorando estilos que van desde el ‘cut-out’ hasta el ‘stop motion’, siempre respetando el alma de la obra original.
C: Nuestra esperanza es que este trabajo motive a los jóvenes a atreverse. Zachrisson fue un hombre que eligió su camino sin pedir permiso. Fue artista hasta el final, sin concesiones. Queremos que “El Brujo” y “El Toro Volandero” sean un recordatorio de que el arte es un acto de convicción, de que se puede vivir auténticamente si uno cree en sí mismo. Julio no solo fue un gran artista, fue un ejemplo de vida.
G: Sí, y también queremos que vean que en Panamá hay legado, hay historia, hay figuras que merecen ser recordadas y celebradas. No tenemos que mirar siempre afuera para encontrar inspiración. Aquí también hay grandeza. Al final, creo que “El Brujo” es una carta de amor a Panamá, a su arte y a su memoria. Y “El Toro Volandero” es un puente hacia el futuro, una apuesta por la imaginación como forma de preservar la identidad. No es solo un rescate artístico; es una afirmación de que el arte panameño tiene voz, historia y futuro.