Cómo saber cuándo parar
- 11/01/2025 00:00
- 10/01/2025 18:52
La falta de límites y comunicación efectiva puede llevar al agotamiento. Un cuento ilustra la importancia de “afilar el hacha”: detenerse, reflexionar y priorizar el bienestar para optimizar esfuerzos y manejar expectativas. Encuentro cada vez más, en las empresas con las que colaboro o incluso en las conversaciones con amigos y colegas, la dificultad para saber poner límites. Todos dicen: el tiempo parece que se aceleró, y no alcanza.
Yo creo que es una percepción debido al exceso de información y disponibilidad de ella que tenemos, de modo que no nos queda otra alternativa que armar nuestra propia burbuja de tiempo.
Priorizarnos para estar bien, saber comunicar cuando no podemos hacer algo, la comunicación brindará información a la otra persona para que pueda manejar expectativas.
Muchas veces escucho decir: mi jefe me da cosas para hacer y son todas urgencias. Claro, quizás para tu jefe sea bueno también saber cuándo va a recibir algo antes y qué esperar como respuesta. Pueden darte 10 cosas y que tu digas: esto estará para mañana, esto otro para el lunes, y así.
Pero aquí la pregunta es... ¿cómo darnos cuenta de que necesitamos parar, sin llegar a enfermarnos? Para ello, hoy traigo un cuento de uno de los libros que utilizo para mis workshops de coaching y el cual podes pedirme. Aquí va:
Había una vez un leñador muy fuerte que solicitó trabajo en un aserradero. Fue contratado para el puesto e incluso le ofrecieron un buen sueldo, por lo cual, se decidió a tener éxito y hacer su mejor esfuerzo. Su jefe le dio un hacha y le mostró el camino hacia la zona del bosque donde estaría trabajando.
En su primer día el leñador derribó dieciocho árboles, dejando muy satisfecho a su jefe. “Bien hecho. Sigue así”, dijo el jefe.
Animado y motivado por las palabras de aliento del jefe, el leñador se presentó al día siguiente más entusiasmado de lo que había estado el día anterior. Para su decepción, únicamente logró derribar 15 árboles ese día. En el tercer día, el leñador se esforzó aún más, pero terminó con una cifra de tan solo 10 árboles. A medida que pasaban los días y a pesar de que ponía su mejor esfuerzo en su trabajo, el leñador lograba cortar menos y menos árboles cada vez.
“Debo estar perdiendo mi fuerza”, pensó para sí mismo, y decidió acercarse a su jefe para disculparse y expresar su incapacidad de entender lo que le estaba ocurriendo.
¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?”, le preguntó su jefe.
“¿Afilar?”, respondió el leñador. “No tuve tiempo para detenerme y afilar mi hacha; estaba demasiado ocupado derribando árboles”.
Del libro The Coaching Game.
¿Sueles parar para afilar el hacha?
Henry David Thoreau,Escritor y poeta.No basta con estar ocupado. Así están las hormigas. La pregunta es: ¿en qué estamos ocupados?”.
Encuentro cada vez más, en las empresas con las que colaboro o incluso en las conversaciones con amigos y colegas, la dificultad para saber poner límites. Todos dicen: el tiempo parece que se aceleró, y no alcanza.
Yo creo que es una percepción debido al exceso de información y disponibilidad de ella que tenemos, de modo que no nos queda otra alternativa que armar nuestra propia burbuja de tiempo.
Priorizarnos para estar bien, saber comunicar cuando no podemos hacer algo, la comunicación brindará información a la otra persona para que pueda manejar expectativas.
Muchas veces escucho decir: mi jefe me da cosas para hacer y son todas urgencias. Claro, quizás para tu jefe sea bueno también saber cuándo va a recibir algo antes y qué esperar como respuesta. Pueden darte 10 cosas y que tu digas: esto estará para mañana, esto otro para el lunes, y así.
Pero aquí la pregunta es... ¿cómo darnos cuenta de que necesitamos parar, sin llegar a enfermarnos? Para ello, hoy traigo un cuento de uno de los libros que utilizo para mis workshops de coaching y el cual podes pedirme. Aquí va:
Había una vez un leñador muy fuerte que solicitó trabajo en un aserradero. Fue contratado para el puesto e incluso le ofrecieron un buen sueldo, por lo cual, se decidió a tener éxito y hacer su mejor esfuerzo. Su jefe le dio un hacha y le mostró el camino hacia la zona del bosque donde estaría trabajando.
En su primer día el leñador derribó dieciocho árboles, dejando muy satisfecho a su jefe. “Bien hecho. Sigue así”, dijo el jefe.
Animado y motivado por las palabras de aliento del jefe, el leñador se presentó al día siguiente más entusiasmado de lo que había estado el día anterior. Para su decepción, únicamente logró derribar 15 árboles ese día. En el tercer día, el leñador se esforzó aún más, pero terminó con una cifra de tan solo 10 árboles. A medida que pasaban los días y a pesar de que ponía su mejor esfuerzo en su trabajo, el leñador lograba cortar menos y menos árboles cada vez.
“Debo estar perdiendo mi fuerza”, pensó para sí mismo, y decidió acercarse a su jefe para disculparse y expresar su incapacidad de entender lo que le estaba ocurriendo.
¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?”, le preguntó su jefe.
“¿Afilar?”, respondió el leñador. “No tuve tiempo para detenerme y afilar mi hacha; estaba demasiado ocupado derribando árboles”.
Del libro The Coaching Game.
¿Sueles parar para afilar el hacha?