La moral única
- 21/01/2024 00:00
- 20/01/2024 15:33
En países como el nuestro, que cuenta con una fuerte tradición religiosa, todavía ciertos funcionarios de alto rango consideran que las leyes civiles deben adecuarse a las enseñanzas morales enmarcadas dentro del dogma cristiano La moral única es pensar que “Sólo mi Dios es Dios; mi religión es la única verdadera; mis ideas son las única válidas; o que el único sexo que debe gobernar es el masculino.” En fin, siempre que el poder político adopta una moral única, menoscaba los derechos de los que no la comparten, convierten en delito lo que para los poderosos era pecado y hacen imposible ejercer la laicidad y tener un Estado democrático.
Entre las principales conquistas de la modernidad sobresale la separación entre el poder público y otros tipos de poder, como la Iglesia, que responden a intereses de sectores particulares de la sociedad. Desde el Concilio Vaticano II, hace más de 58 años que se trató de modernizar el catolicismo y hubo un pronunciamiento oficial sobre la separación entre la Iglesia y el Estado. No obstante, en países como el nuestro, que cuenta con una fuerte tradición religiosa, todavía ciertos funcionarios de alto rango consideran que las leyes civiles deben adecuarse a las enseñanzas morales enmarcadas dentro del dogma cristiano. Desvaloran otros puntos de vista e imponen sus propias representaciones al conjunto de la sociedad. Esto lo pudimos ver cuando las manifestaciones (importadas de otros países) de la campaña “Con mis hijos no te metas”, en contra de la educación integral en sexualidad. Sostenían que estas opiniones correspondían a la mayoría del pueblo y por ello eran legítimas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayoría de las personas que participaban en las manifestaciones ni siquiera habían leído la ley de educación sexual. Sus convicciones eran fuertes porque habían sido históricamente impuestas por grupos concretos de poder dominantes que han subestimado o han prescrito otras creencias religiosas, como sucedió durante la colonia española con los indígenas. El concepto de “pueblo” es una generalidad muy simplificada que no toma en cuenta la heterogeneidad de culturas que componen nuestras sociedades. El respeto a los Derechos Humanos es aplicable a todo ser humano y no es cuestión de mayorías o minorías, que tienen derecho a igual dignidad y respeto. Se debe llegar a un compromiso radical con los neoconservadores. Hay tres debates fundamentales en torno al tema del Estado laico: La educación laica; el derecho a la libre decisión sobre el número y espaciamiento de los hijos y la libertad sexual; y por último, la equidad de género.
El fundamentalismo como concepto moderno nació del debate sobre las políticas educativas. Algunos sectores cristianos no católicos se opusieron a la enseñanza de las teorías de Darwin y a las búsquedas científicas, porque contradecían el relato bíblico sobre el origen de los seres humanos. En América Latina es muy reciente el reconocimiento explícito del Estado laico, con excepción de México, Uruguay Nicaragua y Cuba, aunque todas reconocen la libertad de cultos. La enseñanza religiosa y la práctica de cualquier culto no deben incorporarse en la enseñanza pública. De eso peca la Constitución panameña, al obligar a enseñar la religión católica en las escuelas públicas (artículo 107), la invocación a Dios en el preámbulo y el reconocimiento del privilegio de la Iglesia Católica. También se ve en la costumbre de imponer la ley seca durante los días de duelo de la Iglesia Católica y la invocación religiosa en los actos públicos, así como la cantidad de imágenes religiosas dentro de las escuelas públicas de Panamá.
En la década de los 60 del siglo pasado se descubrió la píldora anticonceptiva y la posibilidad de separar el placer sexual de la reproducción dejó de ser un privilegio masculino. La CEDAW en su artículo 12 dispone que los Estados Partes deben asegurarse de que las mujeres tengan acceso a la planificación familiar. La Iglesia Católica y otras iglesias cristianas se opusieron a la ratificación de su Protocolo Facultativo porque “abría las puertas al aborto, el lesbianismo y la prostitución y lograron la no ratificación en Chile, El Salvador y Nicaragua. La libertad sexual consiste en la libertad para decidir qué relación sexual se quiere, con quién y cuándo tenerla. La Iglesia Católica considera que no debe haber libertad sexual y que solamente se debe tener relaciones sexuales en el matrimonio con fines reproductivos y no de placer. Se oponen a que los niños y niñas reciban información contra los abusos sexuales por parte de parientes y de autoridades institucionales.
Otro debate importante es la discriminación contra las mujeres en la Iglesia Católica, con la prohibición de ejercer el sacerdocio, o la aplicación del Canon 810, que establece que los o las profesoras de las Universidades Católicas pueden ser removidas de su cargo si no se adecúan a los principios y valores de la Iglesia, contraponiéndose a la libertad de cátedra y de conciencia.
La moral única es pensar que “Sólo mi Dios es Dios; mi religión es la única verdadera; mis ideas son las única válidas; o que el único sexo que debe gobernar es el masculino.” En fin, siempre que el poder político adopta una moral única, menoscaba los derechos de los que no la comparten, convierten en delito lo que para los poderosos era pecado y hacen imposible ejercer la laicidad y tener un Estado democrático.
Entre las principales conquistas de la modernidad sobresale la separación entre el poder público y otros tipos de poder, como la Iglesia, que responden a intereses de sectores particulares de la sociedad. Desde el Concilio Vaticano II, hace más de 58 años que se trató de modernizar el catolicismo y hubo un pronunciamiento oficial sobre la separación entre la Iglesia y el Estado. No obstante, en países como el nuestro, que cuenta con una fuerte tradición religiosa, todavía ciertos funcionarios de alto rango consideran que las leyes civiles deben adecuarse a las enseñanzas morales enmarcadas dentro del dogma cristiano. Desvaloran otros puntos de vista e imponen sus propias representaciones al conjunto de la sociedad. Esto lo pudimos ver cuando las manifestaciones (importadas de otros países) de la campaña “Con mis hijos no te metas”, en contra de la educación integral en sexualidad. Sostenían que estas opiniones correspondían a la mayoría del pueblo y por ello eran legítimas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayoría de las personas que participaban en las manifestaciones ni siquiera habían leído la ley de educación sexual. Sus convicciones eran fuertes porque habían sido históricamente impuestas por grupos concretos de poder dominantes que han subestimado o han prescrito otras creencias religiosas, como sucedió durante la colonia española con los indígenas. El concepto de “pueblo” es una generalidad muy simplificada que no toma en cuenta la heterogeneidad de culturas que componen nuestras sociedades. El respeto a los Derechos Humanos es aplicable a todo ser humano y no es cuestión de mayorías o minorías, que tienen derecho a igual dignidad y respeto. Se debe llegar a un compromiso radical con los neoconservadores. Hay tres debates fundamentales en torno al tema del Estado laico: La educación laica; el derecho a la libre decisión sobre el número y espaciamiento de los hijos y la libertad sexual; y por último, la equidad de género.
El fundamentalismo como concepto moderno nació del debate sobre las políticas educativas. Algunos sectores cristianos no católicos se opusieron a la enseñanza de las teorías de Darwin y a las búsquedas científicas, porque contradecían el relato bíblico sobre el origen de los seres humanos. En América Latina es muy reciente el reconocimiento explícito del Estado laico, con excepción de México, Uruguay Nicaragua y Cuba, aunque todas reconocen la libertad de cultos. La enseñanza religiosa y la práctica de cualquier culto no deben incorporarse en la enseñanza pública. De eso peca la Constitución panameña, al obligar a enseñar la religión católica en las escuelas públicas (artículo 107), la invocación a Dios en el preámbulo y el reconocimiento del privilegio de la Iglesia Católica. También se ve en la costumbre de imponer la ley seca durante los días de duelo de la Iglesia Católica y la invocación religiosa en los actos públicos, así como la cantidad de imágenes religiosas dentro de las escuelas públicas de Panamá.
En la década de los 60 del siglo pasado se descubrió la píldora anticonceptiva y la posibilidad de separar el placer sexual de la reproducción dejó de ser un privilegio masculino. La CEDAW en su artículo 12 dispone que los Estados Partes deben asegurarse de que las mujeres tengan acceso a la planificación familiar. La Iglesia Católica y otras iglesias cristianas se opusieron a la ratificación de su Protocolo Facultativo porque “abría las puertas al aborto, el lesbianismo y la prostitución y lograron la no ratificación en Chile, El Salvador y Nicaragua. La libertad sexual consiste en la libertad para decidir qué relación sexual se quiere, con quién y cuándo tenerla. La Iglesia Católica considera que no debe haber libertad sexual y que solamente se debe tener relaciones sexuales en el matrimonio con fines reproductivos y no de placer. Se oponen a que los niños y niñas reciban información contra los abusos sexuales por parte de parientes y de autoridades institucionales.
Otro debate importante es la discriminación contra las mujeres en la Iglesia Católica, con la prohibición de ejercer el sacerdocio, o la aplicación del Canon 810, que establece que los o las profesoras de las Universidades Católicas pueden ser removidas de su cargo si no se adecúan a los principios y valores de la Iglesia, contraponiéndose a la libertad de cátedra y de conciencia.