Alessandra Rosas, ‘todos lo sabíamos menos tú’
- 06/10/2024 00:00
- 05/10/2024 17:16
La pintora panameña cuenta la historia de cómo logró convertirse en artista y habla de sus obras más emblemáticas La genialidad es una condición que marca a sus elegidos desde su temprana edad; ellos logran sobresalir con excelencia en las diversas disciplinas en que pretenden ejercer. En cambio, el talento es un don que necesita un constante estímulo para consolidar con mucha fuerza su propia condición, aunque muchas veces el trabajo creativo se suspende temporalmente por infinitas necesidades.
Al género femenino le es común encontrar esa momentánea suspensión. Jóvenes talentosas que irrumpen en el panorama artístico con mucho vigor, con excelentes trabajos pictóricos, al enfrentar una maternidad se vuelcan en la tierna responsabilidad de acudir a su prole y esporádicamente atienden el crecimiento de su propio don artístico. Hasta que los hijos crecen, entran en la madurez, abandonan la protección del hogar y (ellas) son devueltas a sus propios dones naturales y regresan cargadas de esa extraordinaria madurez que dan las responsabilidades de criar un hijo... explotan por segunda vez con inesperadas energías creativas.
Nuestra tertulia Amable lector, para este texto hemos llamado a la pintora Alessandra Rosas Fuentes, que encierra con sus pinturas un interesante mundo personal, el cual iremos a conocer, invitándolos a que me acompañen a disfrutar de esta extraordinaria pintora que, como verán, tiene mucho que brindarnos.
La del medio Delfina Fuentes Dávila (mexicana) conoció a un joven estudiante panameño, Remberto Rosas, que estudiaba Ingeniería Bioquímica en la Universidad Tecnológica de Monterrey, México. Con el tiempo debido, se casan y forman una familia que, al radicarse en Panamá, siembra sus esperanzas en el IMA de Divisa, pero al acercarse el momento de su segundo parto, Delfina se traslada a Chitré, donde nace Alessandra en 1975. “La del medio”, pues son tres hijas las que formarán parte de este hogar.
La infancia de las tres hermanas Rosas Fuentes pasa tranquilamente entre las ciudades de Panamá, Divisa y los tres meses de vacaciones en la ciudad de Soná, lugar de donde proviene la conocida familia de su padre Remberto R. Rosas Guerra.
Todos lo sabíamos menos tú Al cumplir sus 17 años, ya lista para trasladarse a estudiar psicología en Monterrey, sus padres la llevan a un restaurante en el barrio chino de Panamá. Allí, Alessandra, que desde hacía varios días quería externar una preocupación que tenía muy oculta, con timidez, mientras come, toma la palabra y le dice a toda la familia que ella no quiere estudiar psicología, que lo suyo, en verdad, son las artes. Un silencio invade la mesa ocupada por los Rosas Fuentes y el padre se le acerca, la abraza y le dice: “todos lo sabíamos, menos tú”. Fue ese importante apoyo el que da energía a Alessandra y consigna a nuestro suelo patrio una estupenda pintora.
El deseo formal de estudiar arte se materializó en 1992; la enviaron a Monterrey, donde pudo formar parte de la Asociación de Artistas Plásticos de Nuevo León, con la que realizó dos exposiciones individuales y colectivas.
De vuelta a Panamá, inició estudios formales de Licenciatura en Artes Plásticas y Visuales en la Universidad de Panamá, desde 1994 hasta 1999.
Durante esos años, estudió en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York y en la Universidad de Ada, Oklahoma, gracias a la visión de su madre y la admiración por su prima hermana, Melcina Rosas, artista plástica panameña radicada en Nueva York. Esas fueron experiencias que marcaron su vida como artista, incluso más que sus estudios formales.
El siguiente paso fue estudiar Restauración de Obras Pictóricas en Roma, Italia, en donde, por cuatro años, vivió, estudió, trabajó, se casó y tuvo a su primera hija. Este intenso y veloz recorrido dona a esta pintora de un estilo particular, donde sus pinceladas y cultura cromática se encierran en un particular llamado a un realismo ecléctico y no formal, sin olvidar —en su crecimiento— su aporte como asistente de muralista, en diversas obras para el maestro Carlos G. Palomino, realizadas en la Universidad de Panamá y los edificios de la Procuraduría de la Nación y la Gobernación.
Panamá, 1996 – 1998 Su mural “Los dones de la pollera”, expuesto en el tercerpiso, así como en la Galería Permanente del edificio de la maternidad del hospital Santo Tomás, con la obra “Maternidad panameña”, Panamá, 2004.
Su donación junto a la Embajada de Panamá ante la Santa Sede de la obra “Entronización de Santa María de la Antigua” en el Santuario del Divino Amore, Roma, Italia, 2003 y su participación en el Pabellón de Centroamérica de la “Biennale di Venezia”, en representación de la República de Panamá, Venecia, Italia, 2001.
Alessandra vista a través de Alessandra Nos dice: “Siempre me he considerado una retratista. Mis personajes son, por ende, un retrato de lo que vivo y veo, y espero que el público pueda asomarse en ellos como se asoma en un espejo fantástico”. Estas simples palabras son la clave para entrar al fantástico mundo de sus pinturas, pero iremos más y más y más a descifrarlo. Para ello, entraremos a disfrutar de esta maravillosa pintura al óleo que lleva como título: San José y el Niño.
Alfa y omega Don Remberto (padre de Alessandra) fallece demasiado temprano, dejando un enorme vacío en la familia de nuestra pintora. Es entonces que, a través de un constante “positivo delirio artístico” es guiada a su regreso a la pintura profesional en Panamá. Aparecen en el horizonte de Alessandra muchas señales, como lo son: cambios, pérdidas e inesperados momentos donde su paleta se enriquece de nuevos vigores, para seguir luchando en busca de nuevos amaneceres.
El adormecido talento (don natural de cada mujer) emerge para sostener, desde adentro, aquellas compañeras que en su adolescencia soñaban a colores y miraban las siluetas de las nubes, distinguiendo con más claridad que nosotros los varones, los diversos matices con que las flores nos suelen deslumbrar... ellas (mujeres), a su regreso retornan con enriquecidos valores que forman la vida real y la dulzura que otorga una maternidad.
Entonces, como en un rompecabezas de ideas, Alessandra toma las fotos de su padre, cuando joven y antes de morir, las une, toma las fotos de su hijo de un año de nacido, y crea la obra pictórica San José y el Niño. Donde, paradójicamente, se representa el dolor de la ausencia y la certeza de la vida, una maravillosa tela que nos une a todos en la compresión de la eternidad y la esperanza necesaria para seguir produciendo obras donde podamos reflexionar y reflejarnos.
La obra San José y el Niño fue donada a monseñor Ulloa y forma parte de la rica colección que la Iglesia católica panameña conserva de los artistas católicos de nuestro país. El recorrido de esta pintora es la misma lucha de cientos de mujeres panameñas que con solitarias batallas surcan con tenacidad el panorama artístico, regalándonos estupendas obras. Un gracias a Alessandra y sigue triunfando.
La genialidad es una condición que marca a sus elegidos desde su temprana edad; ellos logran sobresalir con excelencia en las diversas disciplinas en que pretenden ejercer. En cambio, el talento es un don que necesita un constante estímulo para consolidar con mucha fuerza su propia condición, aunque muchas veces el trabajo creativo se suspende temporalmente por infinitas necesidades.
Al género femenino le es común encontrar esa momentánea suspensión. Jóvenes talentosas que irrumpen en el panorama artístico con mucho vigor, con excelentes trabajos pictóricos, al enfrentar una maternidad se vuelcan en la tierna responsabilidad de acudir a su prole y esporádicamente atienden el crecimiento de su propio don artístico. Hasta que los hijos crecen, entran en la madurez, abandonan la protección del hogar y (ellas) son devueltas a sus propios dones naturales y regresan cargadas de esa extraordinaria madurez que dan las responsabilidades de criar un hijo... explotan por segunda vez con inesperadas energías creativas.
Amable lector, para este texto hemos llamado a la pintora Alessandra Rosas Fuentes, que encierra con sus pinturas un interesante mundo personal, el cual iremos a conocer, invitándolos a que me acompañen a disfrutar de esta extraordinaria pintora que, como verán, tiene mucho que brindarnos.
Delfina Fuentes Dávila (mexicana) conoció a un joven estudiante panameño, Remberto Rosas, que estudiaba Ingeniería Bioquímica en la Universidad Tecnológica de Monterrey, México. Con el tiempo debido, se casan y forman una familia que, al radicarse en Panamá, siembra sus esperanzas en el IMA de Divisa, pero al acercarse el momento de su segundo parto, Delfina se traslada a Chitré, donde nace Alessandra en 1975. “La del medio”, pues son tres hijas las que formarán parte de este hogar.
La infancia de las tres hermanas Rosas Fuentes pasa tranquilamente entre las ciudades de Panamá, Divisa y los tres meses de vacaciones en la ciudad de Soná, lugar de donde proviene la conocida familia de su padre Remberto R. Rosas Guerra.
Al cumplir sus 17 años, ya lista para trasladarse a estudiar psicología en Monterrey, sus padres la llevan a un restaurante en el barrio chino de Panamá. Allí, Alessandra, que desde hacía varios días quería externar una preocupación que tenía muy oculta, con timidez, mientras come, toma la palabra y le dice a toda la familia que ella no quiere estudiar psicología, que lo suyo, en verdad, son las artes. Un silencio invade la mesa ocupada por los Rosas Fuentes y el padre se le acerca, la abraza y le dice: “todos lo sabíamos, menos tú”. Fue ese importante apoyo el que da energía a Alessandra y consigna a nuestro suelo patrio una estupenda pintora.
El deseo formal de estudiar arte se materializó en 1992; la enviaron a Monterrey, donde pudo formar parte de la Asociación de Artistas Plásticos de Nuevo León, con la que realizó dos exposiciones individuales y colectivas.
De vuelta a Panamá, inició estudios formales de Licenciatura en Artes Plásticas y Visuales en la Universidad de Panamá, desde 1994 hasta 1999.
Durante esos años, estudió en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York y en la Universidad de Ada, Oklahoma, gracias a la visión de su madre y la admiración por su prima hermana, Melcina Rosas, artista plástica panameña radicada en Nueva York. Esas fueron experiencias que marcaron su vida como artista, incluso más que sus estudios formales.
El siguiente paso fue estudiar Restauración de Obras Pictóricas en Roma, Italia, en donde, por cuatro años, vivió, estudió, trabajó, se casó y tuvo a su primera hija. Este intenso y veloz recorrido dona a esta pintora de un estilo particular, donde sus pinceladas y cultura cromática se encierran en un particular llamado a un realismo ecléctico y no formal, sin olvidar —en su crecimiento— su aporte como asistente de muralista, en diversas obras para el maestro Carlos G. Palomino, realizadas en la Universidad de Panamá y los edificios de la Procuraduría de la Nación y la Gobernación.
Su mural “Los dones de la pollera”, expuesto en el tercerpiso, así como en la Galería Permanente del edificio de la maternidad del hospital Santo Tomás, con la obra “Maternidad panameña”, Panamá, 2004.
Su donación junto a la Embajada de Panamá ante la Santa Sede de la obra “Entronización de Santa María de la Antigua” en el Santuario del Divino Amore, Roma, Italia, 2003 y su participación en el Pabellón de Centroamérica de la “Biennale di Venezia”, en representación de la República de Panamá, Venecia, Italia, 2001.
Nos dice: “Siempre me he considerado una retratista. Mis personajes son, por ende, un retrato de lo que vivo y veo, y espero que el público pueda asomarse en ellos como se asoma en un espejo fantástico”. Estas simples palabras son la clave para entrar al fantástico mundo de sus pinturas, pero iremos más y más y más a descifrarlo. Para ello, entraremos a disfrutar de esta maravillosa pintura al óleo que lleva como título: San José y el Niño.
Don Remberto (padre de Alessandra) fallece demasiado temprano, dejando un enorme vacío en la familia de nuestra pintora. Es entonces que, a través de un constante “positivo delirio artístico” es guiada a su regreso a la pintura profesional en Panamá. Aparecen en el horizonte de Alessandra muchas señales, como lo son: cambios, pérdidas e inesperados momentos donde su paleta se enriquece de nuevos vigores, para seguir luchando en busca de nuevos amaneceres.
El adormecido talento (don natural de cada mujer) emerge para sostener, desde adentro, aquellas compañeras que en su adolescencia soñaban a colores y miraban las siluetas de las nubes, distinguiendo con más claridad que nosotros los varones, los diversos matices con que las flores nos suelen deslumbrar... ellas (mujeres), a su regreso retornan con enriquecidos valores que forman la vida real y la dulzura que otorga una maternidad.
Entonces, como en un rompecabezas de ideas, Alessandra toma las fotos de su padre, cuando joven y antes de morir, las une, toma las fotos de su hijo de un año de nacido, y crea la obra pictórica San José y el Niño. Donde, paradójicamente, se representa el dolor de la ausencia y la certeza de la vida, una maravillosa tela que nos une a todos en la compresión de la eternidad y la esperanza necesaria para seguir produciendo obras donde podamos reflexionar y reflejarnos.
La obra San José y el Niño fue donada a monseñor Ulloa y forma parte de la rica colección que la Iglesia católica panameña conserva de los artistas católicos de nuestro país. El recorrido de esta pintora es la misma lucha de cientos de mujeres panameñas que con solitarias batallas surcan con tenacidad el panorama artístico, regalándonos estupendas obras. Un gracias a Alessandra y sigue triunfando.