Héctor Ávila: recuerdos de lucha, pérdida y resistencia
- 19/01/2025 00:00
- 18/01/2025 15:38
‘La Decana’ habló con Héctor Ávila, quien tras la invasión estadounidense lideró un movimiento comunal para exigir justicia y reconstrucción en medio de la destrucción y el abandono de su barrio No ha habido un día en el que Héctor Ávila (El Chorrillo, 1946) haya parado de luchar por los derechos de su gente. Después de uno de los momentos más críticos para el barrio que ha visto nacer y crecer a diversas generaciones de su familia, el dirigente se convirtió en un líder comunitario de una causa que actualmente parece haber quedado en el olvido.
Ávila recuerda que fue el 22 de febrero de 1990, a dos meses y días después de la invasión estadounidense, cuando empezó a liderar protestas que bloqueaban el paso en el Puente de las Américas.
A diario desarrollaba protestas como respuesta a la destrucción sufrida en su barrio así como las vidas perdidas durante el enfrentamiento con el ejército estadounidense aquel 20 de diciembre de 1989.
“A mi me exiliaron con mi hija de 11 meses y mi señora esposa el 29 de septiembre de 1989, es decir, yo no estuve aquí para la invasión, pero sufrí porque ahí estaba mi familia y regresé el 15 de febrero del año siguiente. El 22 de febrero empecé a liderar a la comunidad y empezamos a cerrar el Puente de las Américas todos los días, de lunes a viernes”, contó en una conversación con La Estrella de Panamá.
Y es que ningún otro lugar de la ciudad de Panamá sufrió violencia tan trágica y desproporcionada como la que vivió El Chorrillo. El ataque resultó en decenas de muertos y heridos entre la población del barrio e incluso obligó a cientos de familias a huir para escapar de los bombardeos.
Los invasores, con su experiencia militar, eran plenamente conscientes del devastador impacto que tendría un bombardeo aéreo y terrestre contra un puesto de mando militar ubicado junto a una comunidad densamente poblada.
Más consecuencias Otro de los efectos colaterales de estos eventos fue el surgimiento de grupos criminales y el crimen en este sector, realidad que tocó al líder comunitario de cerca. Con el surgimiento de pandillas como los Tiny Toons, liderada en sus inicios por el hijo de Ávila, se desató una ola de violencia que permea hasta la actualidad en El Chorrillo.
“[Cuando regresé a Panamá] yo no sabía. Mi hijo [Héctor Ávila jr.], que fue un excelente estudiante en el bachiller en comercio, se convirtió en ese peldaño colateral de la invasión, el jefe de la poderosa pandilla que dominaba las 48 hectáreas que componen el corregimiento”, dijo Ávila.
Según el relato del dirigente chorrillero, su hijo le explicó que era el resultado de la falta de seguridad tras los hechos del 20 de diciembre y la “ley del más fuerte” lo que lo llevó a ese camino.
Aún así, Ávila lo destaca como un joven respetuoso, un hijo leal que acató sus órdenes hasta el último día e incluso una pieza importante para su lucha social por El Chorrillo.
“Le dije: ‘Yo quiero que tu mantengas la disciplina con tu familia, que cuando estemos en la avenida de los Mártires o el puente no le roben a nadie, así que ya sabes, eres mi gerente de operación’, y el me respondió: ‘Papá, es una orden’”, recordó.
Así, mientras Ávila lograba liderar su comunidad a través del interés por la colectividad, mientras su hijo lo hacía con el terror y la violencia armada. Héctor Ávila jr. falleció en 2006 a la edad de 37 años debido a la rivalidad entre bandas criminales.
“Era un tipo muy inteligente. Yo quise que él fuera universitario y se graduara, es una lástima, me hubiera gustado ver a mi hijo ahora el 27 de enero porque cumpliría 56 años”, apuntó el líder comunitario.
El Chorrillo de hoy En la memoria de Ávila todavía permanecen aquellos por los que luchó hace décadas atrás: Chago, los hijos de Maritza Flores, Pascualito, a quien recuerda por su panadería e infinidades de chorrilleros ya no están producto de la invasión estadounidense.
Fueron muchos los intentos del gobierno por desplazar a los chorrilleros de su espacio en intentos de reparar el daño realizado durante el 20 de diciembre, sin embargo, parte de la comunidad que vivió aquel día todavía se encuentra entre las calles del barrio.
“El presidente me dijo: ‘Oye Héctor, tengo un tremendo proyecto turístico’, pero le dije que no, porque mi papá y mi abuelo murieron en El Chorrillo y yo también quiero morir ahí. Le daban $800 a todos los chorrilleros que se iban, ¿y quienes querían salir? La gente del mal vivir”, contó Ávila.
Pero en la actualidad los pobladores del Chorrillo siguen viviendo entre pandillas, constante inseguridad, aguas negras y el deterioro de las calles y edificios. A esto se suma la falta de iniciativas por parte de las autoridades locales para ayudar al barrio, según el dirigente.
Solo unas bancas de concretos, además de algunos monumentos a santos católicos son los únicos proyectos comunitarios que se han ejecutado hasta el momento.
”El Chorrillo es un barrio que ha sido abandonado por las autoridades locales, solo nos toman de tontos en las elecciones y pero estamos abandonados a nuestra suerte”, afirmó este líder comunitario.
Otro de los problemas entre la población del Chorrillo es la falta de títulos de propiedad para sus viviendas. Aunque la lucha en la que participó Ávila logró la construcción de nuevos edificios para los residentes de este barrio tras la invasión, a día de hoy son pocas las personas que verdaderamente son dueñas de los espacios en los que viven.
Asimismo, Ávila señaló las diferentes organizaciones que se han apropiado de la lucha chorrillera, sin lograr resultados positivos para este barrio. ”Ustedes no son vícitmas, las víctimas fueron los chorrilleros que tuvieron que abandonar sus hogares en ese entonces”, señaló.
”Da tristeza ver lo que está pasando en la comunidad donde yo vengo. El Chorrillo es un barrio que sigue deprimido”, concluyó Ávila.
Héctor Ávila,Líder comunitario del Chorrillo.El Chorrillo es un barrio que ha sido abandonado por las autoridades locales, solo nos toman de tontos en las elecciones y pero estamos abandonados a nuestra suerte”,
No ha habido un día en el que Héctor Ávila (El Chorrillo, 1946) haya parado de luchar por los derechos de su gente. Después de uno de los momentos más críticos para el barrio que ha visto nacer y crecer a diversas generaciones de su familia, el dirigente se convirtió en un líder comunitario de una causa que actualmente parece haber quedado en el olvido.
Ávila recuerda que fue el 22 de febrero de 1990, a dos meses y días después de la invasión estadounidense, cuando empezó a liderar protestas que bloqueaban el paso en el Puente de las Américas.
A diario desarrollaba protestas como respuesta a la destrucción sufrida en su barrio así como las vidas perdidas durante el enfrentamiento con el ejército estadounidense aquel 20 de diciembre de 1989.
“A mi me exiliaron con mi hija de 11 meses y mi señora esposa el 29 de septiembre de 1989, es decir, yo no estuve aquí para la invasión, pero sufrí porque ahí estaba mi familia y regresé el 15 de febrero del año siguiente. El 22 de febrero empecé a liderar a la comunidad y empezamos a cerrar el Puente de las Américas todos los días, de lunes a viernes”, contó en una conversación con La Estrella de Panamá.
Y es que ningún otro lugar de la ciudad de Panamá sufrió violencia tan trágica y desproporcionada como la que vivió El Chorrillo. El ataque resultó en decenas de muertos y heridos entre la población del barrio e incluso obligó a cientos de familias a huir para escapar de los bombardeos.
Los invasores, con su experiencia militar, eran plenamente conscientes del devastador impacto que tendría un bombardeo aéreo y terrestre contra un puesto de mando militar ubicado junto a una comunidad densamente poblada.
Otro de los efectos colaterales de estos eventos fue el surgimiento de grupos criminales y el crimen en este sector, realidad que tocó al líder comunitario de cerca. Con el surgimiento de pandillas como los Tiny Toons, liderada en sus inicios por el hijo de Ávila, se desató una ola de violencia que permea hasta la actualidad en El Chorrillo.
“[Cuando regresé a Panamá] yo no sabía. Mi hijo [Héctor Ávila jr.], que fue un excelente estudiante en el bachiller en comercio, se convirtió en ese peldaño colateral de la invasión, el jefe de la poderosa pandilla que dominaba las 48 hectáreas que componen el corregimiento”, dijo Ávila.
Según el relato del dirigente chorrillero, su hijo le explicó que era el resultado de la falta de seguridad tras los hechos del 20 de diciembre y la “ley del más fuerte” lo que lo llevó a ese camino.
Aún así, Ávila lo destaca como un joven respetuoso, un hijo leal que acató sus órdenes hasta el último día e incluso una pieza importante para su lucha social por El Chorrillo.
“Le dije: ‘Yo quiero que tu mantengas la disciplina con tu familia, que cuando estemos en la avenida de los Mártires o el puente no le roben a nadie, así que ya sabes, eres mi gerente de operación’, y el me respondió: ‘Papá, es una orden’”, recordó.
Así, mientras Ávila lograba liderar su comunidad a través del interés por la colectividad, mientras su hijo lo hacía con el terror y la violencia armada. Héctor Ávila jr. falleció en 2006 a la edad de 37 años debido a la rivalidad entre bandas criminales.
“Era un tipo muy inteligente. Yo quise que él fuera universitario y se graduara, es una lástima, me hubiera gustado ver a mi hijo ahora el 27 de enero porque cumpliría 56 años”, apuntó el líder comunitario.
En la memoria de Ávila todavía permanecen aquellos por los que luchó hace décadas atrás: Chago, los hijos de Maritza Flores, Pascualito, a quien recuerda por su panadería e infinidades de chorrilleros ya no están producto de la invasión estadounidense.
Fueron muchos los intentos del gobierno por desplazar a los chorrilleros de su espacio en intentos de reparar el daño realizado durante el 20 de diciembre, sin embargo, parte de la comunidad que vivió aquel día todavía se encuentra entre las calles del barrio.
“El presidente me dijo: ‘Oye Héctor, tengo un tremendo proyecto turístico’, pero le dije que no, porque mi papá y mi abuelo murieron en El Chorrillo y yo también quiero morir ahí. Le daban $800 a todos los chorrilleros que se iban, ¿y quienes querían salir? La gente del mal vivir”, contó Ávila.
Pero en la actualidad los pobladores del Chorrillo siguen viviendo entre pandillas, constante inseguridad, aguas negras y el deterioro de las calles y edificios. A esto se suma la falta de iniciativas por parte de las autoridades locales para ayudar al barrio, según el dirigente.
Solo unas bancas de concretos, además de algunos monumentos a santos católicos son los únicos proyectos comunitarios que se han ejecutado hasta el momento.
”El Chorrillo es un barrio que ha sido abandonado por las autoridades locales, solo nos toman de tontos en las elecciones y pero estamos abandonados a nuestra suerte”, afirmó este líder comunitario.
Otro de los problemas entre la población del Chorrillo es la falta de títulos de propiedad para sus viviendas. Aunque la lucha en la que participó Ávila logró la construcción de nuevos edificios para los residentes de este barrio tras la invasión, a día de hoy son pocas las personas que verdaderamente son dueñas de los espacios en los que viven.
Asimismo, Ávila señaló las diferentes organizaciones que se han apropiado de la lucha chorrillera, sin lograr resultados positivos para este barrio. ”Ustedes no son vícitmas, las víctimas fueron los chorrilleros que tuvieron que abandonar sus hogares en ese entonces”, señaló.
”Da tristeza ver lo que está pasando en la comunidad donde yo vengo. El Chorrillo es un barrio que sigue deprimido”, concluyó Ávila.