El misterio que guardan las montañas de Boquete, el caso de las holandesas
- 01/04/2024 00:00
- 31/03/2024 17:37
Publicamos nuevamente este reportaje ganador del premio Victoria este 10 de octubre. En las montañas de Boquete se esconde un gran misterio desde hace 10 años. El 1 de abril de 2014, pasada la una de la tarde dos jóvenes neerlandesas ingresaron a uno de los senderos más visitados, El Pianista, pero nunca salieron. Eran dos turistas, Kris Kremer y Lisanne Froon, de 21 y 22 años, quienes visitaron Panamá con la intención de estudiar español y hacer voluntariado con niños, una pasión que las unía.
Las fotos que posteriormente dieron luces de sus pasos, retratan a dos jóvenes disfrutando de la naturaleza. A la 1:14 p.m., Lisanne tomó cinco fotos del sendero, pero después algo pasó. A las 4:39 se marcó al 112, el número de emergencias de Holanda, del teléfono de Kris. Unos minutos después, a las 4:51 se hizo otra llamada al mismo número, pero del móvil de Lisanne. Lo que ocurrió en ese lapso de tiempo hasta hoy es indescifrable.
Las primeras evidencias del peligro aparecieron meses después en el sector de Alto Romero a orillas del río Culubre. Los lugareños recogieron ciertos restos óseos y una mochila con sus pertenencias. Una costilla y el coxis de Kris, y un pie y fémur de Lisanne, todos hallados en lugares y fechas distintas.
Boquete es un distrito ubicado en la provincia de Chiriquí al oriente panameño. Un lugar con olor a café y flores, de clima templado que invita a explorar sus senderos llenos de vegetación y ríos. Kris y Lisanne lo habían visto en los panfletos turísticos, prepararon su viaje desde octubre. A Kris le gustaba visitar lugares con montañas y aguantaba caminatas largas. Como trabajadora social estaba emocionada por ofrecer sus servicios a una guardería de Boquete. “Soy una persona creativa, trato de resolver los problemas, pensar que no existe lo imposible”, se definió en la aplicación del voluntariado. Lisanne, se graduó de psicóloga y educación especial. De vez en cuando solía cuidar niños y antes de venir a Panamá era anfitriona en un restaurante.
La incógnita de lo que pudo haber ocurrido a dos jóvenes llenas de vida que exploraban un sendero, ha llamado la atención de investigadores, cinematógrafos y periodistas internacionales. Sobre ‘las holandesas’ se han publicado libros, vídeos y series. Todos intentan desentrañar qué les pasó y dónde está el resto de sus osamentas. Las especulaciones abarcan desde un accidente a un acto criminal. Nada está comprobado. De hecho, la tesis de la fiscalía inició bajo la premisa de que se trató de un homicidio, ‘contra la vida e integridad personal’ en perjuicio de las jóvenes, pero durante las averiguaciones la fiscal Betzaida Pittí alegó que las evidencias recabadas eran insuficientes para sustentar la hipótesis. Luego de cinco tomos de investigación, Pittí sobreseyó el caso bajo la premisa de que se trató de un accidente.
La voz de alerta la dio Feliciano González, el guía turístico que llegó a buscarlas el 2 de abril a la casa donde se hospedaban. Ahí se percató, junto a la anfitriona, de que no habían dormido allí. Al día siguiente González lo reportó a la Fiscalía y se inició la búsqueda.
Las calles de Boquete se tapizaron de carteles con sus rostros. Se activaron búsquedas en el sendero, restaurantes, hoteles, hospitales, paradas de bus. Sus padres ofrecieron una recompensa de $30 mil, pero todo fue infructuoso. Las especulaciones sobre su paradero se traducían en múltiples llamadas a la fiscalía que informaban de supuestos sitios donde podían estar escondidas en contra de su voluntad. “Que estaban muertas y habían sido sepultadas dentro de la vegetación cerca al puente de cruce de madera”, se lee en el expediente de la fiscalía al que tuvo acceso este medio. Sin embargo, los guías turísticos creían que se habían perdido en las montañas del sendero.
Dos meses después, el 12 de junio, surgieron las primeras señales. La esposa de Luis Atencio, un residente de Valle Risco cercano al río Culebra, en las montañas de Alto Romero, sembraba arroz por la tarde cuando vio un maletín entre unas piedras, atorado en las ramas que arrastra el río. En la mochila, que estaba ubicada a más de 10 horas a pie del último registro fotográfico de las jóvenes, había un iPhone, un Samsung, una cámara, dos sujetadores, $87, lentes de sol y una tarjeta a nombre de Lisanne. Todo estaba mojado. Más adelante, el análisis forense revelaría detalles de los teléfonos. Que al ingresar al sendero el móvil de Lisanne tenía un 64% de batería, pero en dos días se agotó. Mientras que el iPhone de Kris mostraba un poco menos de la mitad y duró hasta el 5 de abril. Por falta de señal teléfonos no dieron pistas de las coordenadas geográficas donde desaparecieron. Tampoco se encontró algún mensaje que explicara lo ocurrido en caso de que alguien los encontrara.
La cámara tenía agua, pero la memoria guardaba imágenes que trazaban una idea de sus pasos. Tomaron fotos del paisaje y del sendero. Pero también hicieron 90 fotos entre la una y las cuatro de la madrugada del ocho de abril, fecha que continuaba la búsqueda en la zona. La mayoría oscuras, lo que podría indicar dos cosas: que intentaban llamar la atención con el flash, o que iluminaban el camino. Una foto, que se tomó a la 1:38 a.m., retrata una roca rodeada de vegetación de poca altura y un barranco contiguo. Un minuto después captaron una piedra grande y una rama que tiene atadas dos bolsas rojas. Dar con ese sitio es como encontrar una aguja en un pajar. Romain Casalta, un francés atraído por la gran incógnita ha hecho siete expediciones a Boquete entre 2019 y 2023, pasó días y noches en el bosque en busca de una explicación. Mañana podrá leer su relato.
El 18 de junio la Fiscalía recibió otra llamada que reportaba un segundo hallazgo en Alto Romero. Esta vez, los moradores visualizaron un macabro objeto del que emanaba un mal olor. Se trataba de un botín con un pie adentro, el calcetín hasta el tobillo, como si se hubiera desprendido del resto de la pierna. Estaba en un banco de agua donde el río arrastra objetos. También recogieron un hueso, un coxis izquierdo. Y más próximo a una cascada, a media hora a pie del primer lugar, vieron unos shorts celestes de jeans, parecidos a los que vestía Kris aquel día. La pelvis presentaba tejido en putrefacción. Si bien, El Pianista puede conducir al río Culebra, toma días a pie. Aún así, en el expediente del cual se extrae la información para este artículo, nunca se determinó el tiempo de descomposición, lo que hubiera aproximado la fecha de su muerte. En general, los análisis forenses se centraron en cotejar el ADN. Así determinaron que el pie pertenecía a Lisanne, y el coxis a Kris. Cuando la fiscalía tomó declaración a los moradores que hallaron los restos, obvió hacer preguntas como: si había más testigos, cómo se manipularon las evidencias y detalles que complementaran el hecho.
Fue la peor noticia que recibieron sus familiares. Un capítulo oscuro que asomaba más dudas sobre el fatal desenlace. Los embargó de profundo dolor.
Dos días después, Lorenzo Montezuma, morador de Alto Romero que participaba en la búsqueda con otros residentes, vio entre dos lajas del río un hueso largo con nervios. “Con un palo lo agarré y lo eché en una bolsa”, narró.
La forma en que fueron hallados los restos óseos desvirtuó la cadena de custodia, clave en este tipo de investigaciones. Dada la lejanía y dificultad para acceder al sitio a pie, la fiscal pidió a los lugareños que de encontrar algo lo echaran en una bolsa y la contactaran.
A raíz de los hallazgos el Servicio Nacional de Fronteras amplió la hipótesis de que las turistas habían sufrido un accidente en las riberas del río.
La incógnita se acentuó el 2 de agosto, cuando Luis Atencio reportó que un grupo de personas de la comunidad encontró, nuevamente a la orilla del río, algo que parecía una costilla. Estaba seca, sin tejidos o grasa, con deterioro en el hueso. La coloración blanquecina indicaba dos cosas: su exposición al sol o que la inhumación era de un terreno con fosfatos y carbonatos. La costilla coincidió con el ADN de Kris. En el expediente no hay registro de la búsqueda de suelos con esas características, como para determinar su procedencia.
La inusual aparición de ciertos restos dio fuerza a la teoría de criminólogos consultados por este diario que se trató de un acto criminal. Las sospechas motivaron diligencias de la fiscalía a las casas contiguas al río, pero nada. Saltaban más preguntas. ¿Dónde estaba el resto de la osamenta y de la vestimenta? Si la corriente arrastró los restos, ¿por qué dejó atrás la mayor parte? Interrogantes que persisten.
La fiscalía pidió ayuda a los forenses holandeses. Analizaron 13 muestras de la mochila para identificar huellas y analizar los teléfonos y la cámara.
Determinaron que las jóvenes hicieron, sin éxito, ocho llamadas de auxilio (seis al 112 y dos al 911) entre el 1 y el 3 de abril. Que prendían y apagaban el celular con los códigos correctamente, para conservar la batería. Esto hace suponer que estaban en posesión de los aparatos, y no un tercero.
La última vez que se introdujo el código de acceso en el teléfono de Kris fue el 6 de abril a la 1:37 p.m. Luego, el 11 de abril casi a las once se volvió a prender, pero no se introdujo el código, ni presentó actividad. Cinco minutos después se apago. Los forenses no lograron detectar perfiles de ADN en los teléfonos y la cámara. Lo que sí ubicaron fueron tres huellas en la cinta adhesiva que unía los teléfonos a la cámara, pero la fiscal no las mandó a analizar en Panamá. En la pantalla de celular no se encontró sangre, semen, saliva u orina.
De la mochila se obtuvieron 13 muestras de ADN. En las muestras 1 y 3 se encontraron perfiles de dos mujeres desconocidas, que tampoco se cotejaron en Panamá. Tampoco relacionaron dos perfiles de muestra cinco, uno de un hombre, lo que impidió determinar si se trató de una contaminación o de un sospechoso. La fiscalía también obvió la comparación de arcilla y restos botánicos de la mochila, por tanto no se sabe si la arcilla en la parte exterior de las correas se adquirió al moverla o pertenecía al lugar donde se halló. Lo mismo con la vegetación. En los shorts no se halló sangre, semen, saliva, o células epiteliales.
En el expediente la fiscalía no identificó sospechosos. La investigación cierra con una nota anónima que llegó a la embajada de Holanda en Canadá: “Por favor, no detengan la búsqueda, hay evidencias, buscaron en el lugar equivocado, los malechores se encuentran libres”.
En las montañas de Boquete se esconde un gran misterio desde hace 10 años. El 1 de abril de 2014, pasada la una de la tarde dos jóvenes neerlandesas ingresaron a uno de los senderos más visitados, El Pianista, pero nunca salieron. Eran dos turistas, Kris Kremer y Lisanne Froon, de 21 y 22 años, quienes visitaron Panamá con la intención de estudiar español y hacer voluntariado con niños, una pasión que las unía.
Las fotos que posteriormente dieron luces de sus pasos, retratan a dos jóvenes disfrutando de la naturaleza. A la 1:14 p.m., Lisanne tomó cinco fotos del sendero, pero después algo pasó. A las 4:39 se marcó al 112, el número de emergencias de Holanda, del teléfono de Kris. Unos minutos después, a las 4:51 se hizo otra llamada al mismo número, pero del móvil de Lisanne. Lo que ocurrió en ese lapso de tiempo hasta hoy es indescifrable.
Las primeras evidencias del peligro aparecieron meses después en el sector de Alto Romero a orillas del río Culubre. Los lugareños recogieron ciertos restos óseos y una mochila con sus pertenencias. Una costilla y el coxis de Kris, y un pie y fémur de Lisanne, todos hallados en lugares y fechas distintas.
Boquete es un distrito ubicado en la provincia de Chiriquí al oriente panameño. Un lugar con olor a café y flores, de clima templado que invita a explorar sus senderos llenos de vegetación y ríos. Kris y Lisanne lo habían visto en los panfletos turísticos, prepararon su viaje desde octubre. A Kris le gustaba visitar lugares con montañas y aguantaba caminatas largas. Como trabajadora social estaba emocionada por ofrecer sus servicios a una guardería de Boquete. “Soy una persona creativa, trato de resolver los problemas, pensar que no existe lo imposible”, se definió en la aplicación del voluntariado. Lisanne, se graduó de psicóloga y educación especial. De vez en cuando solía cuidar niños y antes de venir a Panamá era anfitriona en un restaurante.
La incógnita de lo que pudo haber ocurrido a dos jóvenes llenas de vida que exploraban un sendero, ha llamado la atención de investigadores, cinematógrafos y periodistas internacionales. Sobre ‘las holandesas’ se han publicado libros, vídeos y series. Todos intentan desentrañar qué les pasó y dónde está el resto de sus osamentas. Las especulaciones abarcan desde un accidente a un acto criminal. Nada está comprobado. De hecho, la tesis de la fiscalía inició bajo la premisa de que se trató de un homicidio, ‘contra la vida e integridad personal’ en perjuicio de las jóvenes, pero durante las averiguaciones la fiscal Betzaida Pittí alegó que las evidencias recabadas eran insuficientes para sustentar la hipótesis. Luego de cinco tomos de investigación, Pittí sobreseyó el caso bajo la premisa de que se trató de un accidente.
La voz de alerta la dio Feliciano González, el guía turístico que llegó a buscarlas el 2 de abril a la casa donde se hospedaban. Ahí se percató, junto a la anfitriona, de que no habían dormido allí. Al día siguiente González lo reportó a la Fiscalía y se inició la búsqueda.
Las calles de Boquete se tapizaron de carteles con sus rostros. Se activaron búsquedas en el sendero, restaurantes, hoteles, hospitales, paradas de bus. Sus padres ofrecieron una recompensa de $30 mil, pero todo fue infructuoso. Las especulaciones sobre su paradero se traducían en múltiples llamadas a la fiscalía que informaban de supuestos sitios donde podían estar escondidas en contra de su voluntad. “Que estaban muertas y habían sido sepultadas dentro de la vegetación cerca al puente de cruce de madera”, se lee en el expediente de la fiscalía al que tuvo acceso este medio. Sin embargo, los guías turísticos creían que se habían perdido en las montañas del sendero.
Dos meses después, el 12 de junio, surgieron las primeras señales. La esposa de Luis Atencio, un residente de Valle Risco cercano al río Culebra, en las montañas de Alto Romero, sembraba arroz por la tarde cuando vio un maletín entre unas piedras, atorado en las ramas que arrastra el río. En la mochila, que estaba ubicada a más de 10 horas a pie del último registro fotográfico de las jóvenes, había un iPhone, un Samsung, una cámara, dos sujetadores, $87, lentes de sol y una tarjeta a nombre de Lisanne. Todo estaba mojado. Más adelante, el análisis forense revelaría detalles de los teléfonos. Que al ingresar al sendero el móvil de Lisanne tenía un 64% de batería, pero en dos días se agotó. Mientras que el iPhone de Kris mostraba un poco menos de la mitad y duró hasta el 5 de abril. Por falta de señal teléfonos no dieron pistas de las coordenadas geográficas donde desaparecieron. Tampoco se encontró algún mensaje que explicara lo ocurrido en caso de que alguien los encontrara.
La cámara tenía agua, pero la memoria guardaba imágenes que trazaban una idea de sus pasos. Tomaron fotos del paisaje y del sendero. Pero también hicieron 90 fotos entre la una y las cuatro de la madrugada del ocho de abril, fecha que continuaba la búsqueda en la zona. La mayoría oscuras, lo que podría indicar dos cosas: que intentaban llamar la atención con el flash, o que iluminaban el camino. Una foto, que se tomó a la 1:38 a.m., retrata una roca rodeada de vegetación de poca altura y un barranco contiguo. Un minuto después captaron una piedra grande y una rama que tiene atadas dos bolsas rojas. Dar con ese sitio es como encontrar una aguja en un pajar. Romain Casalta, un francés atraído por la gran incógnita ha hecho siete expediciones a Boquete entre 2019 y 2023, pasó días y noches en el bosque en busca de una explicación. Mañana podrá leer su relato.
El 18 de junio la Fiscalía recibió otra llamada que reportaba un segundo hallazgo en Alto Romero. Esta vez, los moradores visualizaron un macabro objeto del que emanaba un mal olor. Se trataba de un botín con un pie adentro, el calcetín hasta el tobillo, como si se hubiera desprendido del resto de la pierna. Estaba en un banco de agua donde el río arrastra objetos. También recogieron un hueso, un coxis izquierdo. Y más próximo a una cascada, a media hora a pie del primer lugar, vieron unos shorts celestes de jeans, parecidos a los que vestía Kris aquel día. La pelvis presentaba tejido en putrefacción. Si bien, El Pianista puede conducir al río Culebra, toma días a pie. Aún así, en el expediente del cual se extrae la información para este artículo, nunca se determinó el tiempo de descomposición, lo que hubiera aproximado la fecha de su muerte. En general, los análisis forenses se centraron en cotejar el ADN. Así determinaron que el pie pertenecía a Lisanne, y el coxis a Kris. Cuando la fiscalía tomó declaración a los moradores que hallaron los restos, obvió hacer preguntas como: si había más testigos, cómo se manipularon las evidencias y detalles que complementaran el hecho.
Fue la peor noticia que recibieron sus familiares. Un capítulo oscuro que asomaba más dudas sobre el fatal desenlace. Los embargó de profundo dolor.
Dos días después, Lorenzo Montezuma, morador de Alto Romero que participaba en la búsqueda con otros residentes, vio entre dos lajas del río un hueso largo con nervios. “Con un palo lo agarré y lo eché en una bolsa”, narró.
La forma en que fueron hallados los restos óseos desvirtuó la cadena de custodia, clave en este tipo de investigaciones. Dada la lejanía y dificultad para acceder al sitio a pie, la fiscal pidió a los lugareños que de encontrar algo lo echaran en una bolsa y la contactaran.
A raíz de los hallazgos el Servicio Nacional de Fronteras amplió la hipótesis de que las turistas habían sufrido un accidente en las riberas del río.
La incógnita se acentuó el 2 de agosto, cuando Luis Atencio reportó que un grupo de personas de la comunidad encontró, nuevamente a la orilla del río, algo que parecía una costilla. Estaba seca, sin tejidos o grasa, con deterioro en el hueso. La coloración blanquecina indicaba dos cosas: su exposición al sol o que la inhumación era de un terreno con fosfatos y carbonatos. La costilla coincidió con el ADN de Kris. En el expediente no hay registro de la búsqueda de suelos con esas características, como para determinar su procedencia.
La inusual aparición de ciertos restos dio fuerza a la teoría de criminólogos consultados por este diario que se trató de un acto criminal. Las sospechas motivaron diligencias de la fiscalía a las casas contiguas al río, pero nada. Saltaban más preguntas. ¿Dónde estaba el resto de la osamenta y de la vestimenta? Si la corriente arrastró los restos, ¿por qué dejó atrás la mayor parte? Interrogantes que persisten.
La fiscalía pidió ayuda a los forenses holandeses. Analizaron 13 muestras de la mochila para identificar huellas y analizar los teléfonos y la cámara.
Determinaron que las jóvenes hicieron, sin éxito, ocho llamadas de auxilio (seis al 112 y dos al 911) entre el 1 y el 3 de abril. Que prendían y apagaban el celular con los códigos correctamente, para conservar la batería. Esto hace suponer que estaban en posesión de los aparatos, y no un tercero.
La última vez que se introdujo el código de acceso en el teléfono de Kris fue el 6 de abril a la 1:37 p.m. Luego, el 11 de abril casi a las once se volvió a prender, pero no se introdujo el código, ni presentó actividad. Cinco minutos después se apago. Los forenses no lograron detectar perfiles de ADN en los teléfonos y la cámara. Lo que sí ubicaron fueron tres huellas en la cinta adhesiva que unía los teléfonos a la cámara, pero la fiscal no las mandó a analizar en Panamá. En la pantalla de celular no se encontró sangre, semen, saliva u orina.
De la mochila se obtuvieron 13 muestras de ADN. En las muestras 1 y 3 se encontraron perfiles de dos mujeres desconocidas, que tampoco se cotejaron en Panamá. Tampoco relacionaron dos perfiles de muestra cinco, uno de un hombre, lo que impidió determinar si se trató de una contaminación o de un sospechoso. La fiscalía también obvió la comparación de arcilla y restos botánicos de la mochila, por tanto no se sabe si la arcilla en la parte exterior de las correas se adquirió al moverla o pertenecía al lugar donde se halló. Lo mismo con la vegetación. En los shorts no se halló sangre, semen, saliva, o células epiteliales.
En el expediente la fiscalía no identificó sospechosos. La investigación cierra con una nota anónima que llegó a la embajada de Holanda en Canadá: “Por favor, no detengan la búsqueda, hay evidencias, buscaron en el lugar equivocado, los malechores se encuentran libres”.