La carrera administrativa
- 19/10/2024 00:00
- 18/10/2024 18:54
La meritocracia es una tarea pendiente para Panamá. La idoneidad es un requisito indispensable en el funcionario Es altamente positiva toda medida destinada a reordenar o consolidar la carrera administrativa. Algún gobierno debe tener la iniciativa. Si bien es cierto que la carrera tiene, inicialmente, un propósito político, de protección a los copartidarios en la burocracia, no es menos acertado afirmar que alguien tiene que dar el primer paso. Lo que importa es que ese primer paso sea tan objetivo y correcto que no deje fisuras para que las próximas administraciones, so pretexto de enderezar los métodos establecidos, eche por tierra la instauración o perfeccionamiento de la carrera. En otras palabras, de la corrección de la iniciativa depende la perdurabilidad de la carrera administrativa. La burocracia del siglo XXI no puede estar sometida a las lealtades políticas con relación al gobierno de turno. Un solo requisito debe exigirse al funcionario público: la idoneidad. Entendiendo por idoneidad, según apunta el tratadista Bielsa, como la capacidad profesional, técnica y moral para desempeñar un cargo.
El espectáculo ofensivo y deprimente que se ofrece al inicio de una nueva administración, cuando, lista en mano, se destituye uno a uno a todo empleado no inscrito en el partido gobernante, debe finalizar, porque el compromiso del servidor público es con el Estado. Ese es el principio que justifica la carrera administrativa.
A pesar de la ferocidad antropófaga de los partidos clientelistas, la historia registra hitos de superación en el campo de la estabilidad del funcionario. El magisterio, por ejemplo, hasta el año 1946, era botín de la empleomanía partidaria. No existía estabilidad y anualmente se hacían los nombramientos de todos los maestros de la República. Al final de las vacaciones anuales, en abril, sabían los educadores si continuaban en sus posiciones docentes. Mientras tanto, el maestro era sometido a todas las ansiedades y el partido del gobierno incluía el sectarismo político en la planilla del Ministerio de Educación, con sus respectivas consecuencias funestas.
En 1946, bajo la presidencia de don Enrique A. Jiménez, siendo ministro de Educación don José Daniel Crespo y con el liderazgo magisterial de la educadora Sara Sotillo, se dicta la ley que consagra el escalafón magisterial y su histórica estabilidad.
En ese mismo momento de lucidez política, 1946, se dota a la Universidad de Panamá de autonomía definitiva y se instaura el más precioso don del educador universitario: ejercer sus funciones con estabilidad y sin el temor de una represalia oficial. Estas son las conquistas perdurables de la llamada Patria Vieja.
En otros niveles o secciones del servicio público, se ha consagrado la estabilidad luego de acumular algunos años de servicio. En mi carácter de diputado, quedé vinculado a uno de los primeros ensayos de estabilidad de los funcionarios del Seguro Social.
La tradicional barrería de cada quinquenio debe cesar. Es un remedo o imitación de la primitiva Ley del Talión, de inagotable ejercicio o ejecución. Conozco casos insólitos en los que la persecución alcanzaba a la tercera generación de los adversarios del gobierno de turno.
En el sector privado se tiene como una conquista de la clase obrera la estabilidad del trabajador. Ha sido una lucha tenaz, y si bien es cierto que la estabilidad no es absoluta, tiene sus portillos de escape o burladeros, al menos su omisión cuenta con ciertas compensaciones. La experiencia en el sector privado enseña que la estabilidad es positiva porque el trabajador se identifica más con los intereses de la empresa y su personalidad se aquilata, crece en dignidad, sin el temor del despido. Ese temor tiende a engendrar conductas serviles o adocenadas en el subalterno.
Es saludable que el futuro servidor del Estado sepa que por sus méritos ingresa, se mantiene y se supera en el servicio; que ninguna otra condición determine el logro de un cargo burocrático. La costumbre de exigir a la hora del ingreso el carnet del partido gobernante debe ser eliminada por inmoral, irrespetuosa y degradante.
Lo triste es que, en el pasado, durante todos los años de la dictadura militar, se daban peores episodios, muy deleznables, protagonizados por profesionales que tenían en sus propias manos los recursos para defenderse en la vida. En las elecciones del Colegio Nacional de Abogados reclutaban a los abogados cesantes y les ofrecían cargos públicos si se adherían a la nómina oficial. Resultaban famosos y censurables aquellos repartos burocráticos tan contrarios al juramento universitario. Esos procedimientos determinaron que muchos abogados se retiraran para siempre del colegio.
En la Francia de hoy, distante políticamente varios días luz de nosotros, el presidente conservador Nicolás Sarkozy, para sustituir al conservador español Rodrigo Rato, ha recomendado a su adversario socialista Dominique Strauss-Kahn para presidente del Fondo Monetario Internacional. Lo recomienda por su talento, por su idoneidad, por sus prendas morales.
A golpe de ensayos y de iniciativas superiores, algún día en Panamá estrenaremos los hechos que hoy distinguen a Francia. Al menos, por lo pronto, que se perfeccione definitivamente la carrera administrativa con seriedad, rigor e imparcialidad, tal como en 1946 se instituyó la Ley del Magisterio.
Publicado en Testimonio de una Época, volumen III, 14 de julio de 2007, págs.174-175
El magisterio, por ejemplo, hasta 1946 era botín de la empleomanía partidaria. No existía estabilidad y anualmente se hacían los nombramientos de todos los maestros de la República”.
Es altamente positiva toda medida destinada a reordenar o consolidar la carrera administrativa. Algún gobierno debe tener la iniciativa. Si bien es cierto que la carrera tiene, inicialmente, un propósito político, de protección a los copartidarios en la burocracia, no es menos acertado afirmar que alguien tiene que dar el primer paso. Lo que importa es que ese primer paso sea tan objetivo y correcto que no deje fisuras para que las próximas administraciones, so pretexto de enderezar los métodos establecidos, eche por tierra la instauración o perfeccionamiento de la carrera. En otras palabras, de la corrección de la iniciativa depende la perdurabilidad de la carrera administrativa. La burocracia del siglo XXI no puede estar sometida a las lealtades políticas con relación al gobierno de turno. Un solo requisito debe exigirse al funcionario público: la idoneidad. Entendiendo por idoneidad, según apunta el tratadista Bielsa, como la capacidad profesional, técnica y moral para desempeñar un cargo.
El espectáculo ofensivo y deprimente que se ofrece al inicio de una nueva administración, cuando, lista en mano, se destituye uno a uno a todo empleado no inscrito en el partido gobernante, debe finalizar, porque el compromiso del servidor público es con el Estado. Ese es el principio que justifica la carrera administrativa.
A pesar de la ferocidad antropófaga de los partidos clientelistas, la historia registra hitos de superación en el campo de la estabilidad del funcionario. El magisterio, por ejemplo, hasta el año 1946, era botín de la empleomanía partidaria. No existía estabilidad y anualmente se hacían los nombramientos de todos los maestros de la República. Al final de las vacaciones anuales, en abril, sabían los educadores si continuaban en sus posiciones docentes. Mientras tanto, el maestro era sometido a todas las ansiedades y el partido del gobierno incluía el sectarismo político en la planilla del Ministerio de Educación, con sus respectivas consecuencias funestas.
En 1946, bajo la presidencia de don Enrique A. Jiménez, siendo ministro de Educación don José Daniel Crespo y con el liderazgo magisterial de la educadora Sara Sotillo, se dicta la ley que consagra el escalafón magisterial y su histórica estabilidad.
En ese mismo momento de lucidez política, 1946, se dota a la Universidad de Panamá de autonomía definitiva y se instaura el más precioso don del educador universitario: ejercer sus funciones con estabilidad y sin el temor de una represalia oficial. Estas son las conquistas perdurables de la llamada Patria Vieja.
En otros niveles o secciones del servicio público, se ha consagrado la estabilidad luego de acumular algunos años de servicio. En mi carácter de diputado, quedé vinculado a uno de los primeros ensayos de estabilidad de los funcionarios del Seguro Social.
La tradicional barrería de cada quinquenio debe cesar. Es un remedo o imitación de la primitiva Ley del Talión, de inagotable ejercicio o ejecución. Conozco casos insólitos en los que la persecución alcanzaba a la tercera generación de los adversarios del gobierno de turno.
En el sector privado se tiene como una conquista de la clase obrera la estabilidad del trabajador. Ha sido una lucha tenaz, y si bien es cierto que la estabilidad no es absoluta, tiene sus portillos de escape o burladeros, al menos su omisión cuenta con ciertas compensaciones. La experiencia en el sector privado enseña que la estabilidad es positiva porque el trabajador se identifica más con los intereses de la empresa y su personalidad se aquilata, crece en dignidad, sin el temor del despido. Ese temor tiende a engendrar conductas serviles o adocenadas en el subalterno.
Es saludable que el futuro servidor del Estado sepa que por sus méritos ingresa, se mantiene y se supera en el servicio; que ninguna otra condición determine el logro de un cargo burocrático. La costumbre de exigir a la hora del ingreso el carnet del partido gobernante debe ser eliminada por inmoral, irrespetuosa y degradante.
Lo triste es que, en el pasado, durante todos los años de la dictadura militar, se daban peores episodios, muy deleznables, protagonizados por profesionales que tenían en sus propias manos los recursos para defenderse en la vida. En las elecciones del Colegio Nacional de Abogados reclutaban a los abogados cesantes y les ofrecían cargos públicos si se adherían a la nómina oficial. Resultaban famosos y censurables aquellos repartos burocráticos tan contrarios al juramento universitario. Esos procedimientos determinaron que muchos abogados se retiraran para siempre del colegio.
En la Francia de hoy, distante políticamente varios días luz de nosotros, el presidente conservador Nicolás Sarkozy, para sustituir al conservador español Rodrigo Rato, ha recomendado a su adversario socialista Dominique Strauss-Kahn para presidente del Fondo Monetario Internacional. Lo recomienda por su talento, por su idoneidad, por sus prendas morales.
A golpe de ensayos y de iniciativas superiores, algún día en Panamá estrenaremos los hechos que hoy distinguen a Francia. Al menos, por lo pronto, que se perfeccione definitivamente la carrera administrativa con seriedad, rigor e imparcialidad, tal como en 1946 se instituyó la Ley del Magisterio.
Publicado en Testimonio de una Época, volumen III, 14 de julio de 2007, págs.174-175