Panamá

‘El general ha muerto’

Guillermo Cochez Farrugia, autor de ‘El general ha muerto’. Cedida
Actualizado
  • 29/07/2024 00:00
Creado
  • 28/07/2024 19:01

El teléfono negro de disco, no paraba de sonar. Algo grave le había pasado al general Omar Torrijos. Las llamadas eran dirigidas a una persona que en ese momento era mi jefa en la oficina donde laboraba, quien tenía una estrecha relación de amistad con ‘El Viejo’.

De pronto, una de las tantas llamadas confirmó la noticia: el general había muerto. La persona rompió en llanto, un llanto inconsolable. Esa mañana se percibía un cielo gris que se cernía sobre la ciudad, el aire se sentía pesado aquel día que nos recordó la fragilidad de la vida y la realidad de que todo puede cambiar en un instante. Era un recordatorio de lo esfímera y vulnerable que es la existencia humana.

Recuerdo el funeral de Estado, como si fuera hoy: Miles de personas se dieron cita en la orilla de las calles para despedir al general; en tanto que otros miles caminaban con la cabeza gacha, y en silencio, detrás del féretro. Algunos llevaban flores en sus manos, un tributo a la vida que se había ido.

Omar Torrijos falleció el 31 de julio de 1981 en un accidente aéreo en Cerro Marta, cerca de la provincia de Coclé. Su muerte, que involucró a otros seis ocupantes, generó una profunda conmoción en Panamá y en toda América Latina, dado su papel en las negociaciones del Tratado del Canal de Panamá y sus reformas sociales.

El día de su muerte, Torrijos abordó una avioneta presidencial de tipo De Havilland Canada DHC-6 Twin Otter, que despegó del aeropuerto de Penonomé. A pesar de las malas condiciones climáticas, el vuelo partió hacia Coclesito. En su momento se dijo que la aeronave se estrelló en las montañas debido a la densa niebla y las tormentas, lo que resultó en la desintegración del aparato y la muerte de todos a bordo.

Las investigaciones iniciales, que incluyeron a la Fuerza Aérea Panameña y el FBI, concluyeron que el accidente fue causado por “un error humano y las adversas condiciones meteorológicas”. Sin embargo, la falta de pruebas concluyentes ha dado lugar a diversas teorías de conspiración que sugieren que Torrijos pudo haber sido asesinado.

¿Qué le hizo escribir sobre un tema tan controversial como el de la muerte del general Torrijos?

En Panamá poco se conoce de hechos tan importantes y trascendentes como el asesinato del presidente José Antonio Remón Cantera, ocurrido el 2 de enero de 1955 y el supuesto accidente donde muere el general Torrijos, el 31 de julio de 1981. Ambos casos tienen algo en común: las autoridades responsables de investigar los sucesos no cumplieron con su deber de hacerlo en forma diligente que despejara todo tipo de sospechas.

En el caso del presidente Remón fue su propio hermano, Alejandro Remón, como nuevo ministro de Gobierno y Justicia, quien entorpeció las investigaciones, retirando del país a los investigadores extranjeros que el gobierno había contratado. Increíblemente ni la familia del occiso ayudó en la investigación. En el caso del general Torrijos, quienes lo sucedieron y que debieron ser los más interesados en investigar lo ocurrido, simplemente no lo hicieron, quizás por miedo de lo que encontrarían y que pudiera involucrar a miembros de los mismos estamentos militares. Al llegado a esa conclusión, pensé que el país se merece conocer detalles de estos sucesos que tanto han influenciado en el desarrollo político del país.

¿Qué papel tuvieron los sucesores de Torrijos en los hechos que pudieron culminar en su muerte?

Al morir Torrijos queda encargado el coronel Florencio Flores Aguilar, segundo al mando en la Guardia Nacional. Como oficial institucional, estaba comprometido con la promesa de Torrijos de que los militares debían replegarse al haberse cumplido la etapa crucial de la recuperación del Canal de Panamá, en 1977, cediendo todas las responsabilidades de gobierno a los civiles.

Esa actitud civilista del coronel Flores motivó que, a seis meses de su designación, el 3 de marzo de 1982, lo sacaran a la fuerza de la comandancia, asumiendo la jefatura Rubén Darío Paredes que se ascendió a general de brigada, como lo era Torrijos. Hicieron un pacto entre los cuatro sucesores que venían en línea: Paredes, Armando Abel Contreras, Manuel Antonio Noriega y Roberto Díaz Herrera. A cada uno le tocaría un año en la comandancia.

Debo imaginar que los sucesores de Torrijos pensaron que, si el general Vallarino había sido comandante 17 años y Torrijos 13, no era justo que a ellos se les privara de poder tener todo el poder militar.

Paredes duró casi año y medio porque conspiraron para jubilar antes al coronel Contreras, asumiendo tras él Noriega, que se quedó al mando desde agosto de 1983, hasta el 20 de diciembre de 1989, día de la invasión.

Díaz Herrera, al igual que Contreras, fue jubilado sin llegar a ser comandante. Paredes se fue de la Guardia Nacional pensando que Noriega lo apoyaría en su aspiración a ser candidato a presidente por el PRD, lo que no ocurrió.

¿Cree que se hizo una buena investigación como para determinar que fue un accidente?

Nadie al margen del gobierno tuvo acceso a esa investigación. La Procuraduría, a cargo de Olmedo Miranda, estaba totalmente entregada a los militares. Miranda nombró una comisión de 5 miembros: 3 funcionarios de Aeronáutica Civil y dos miembros de la Fuerza Aérea (FAP). La compañía que fabricó el avión –De Havilland de Canadá– y la que construyó los motores –Brickney– sostuvieron que no hubo fallo alguno con el avión ni con el motor, pero eso no excluye que otras razones existieran y que ningún subalterno se hubiese atrevido a revelar.

Marcel Salamín, el asesor de Torrijos que le corresponde anunciar a la alta oficialidad y ministros reunidos para saber la suerte de Torrijos, cuenta en su libro “Camino a Cerro Marta. El asesinato de Omar”, que una vez él anuncia que no había restos en el avión siniestrado, le pregunta a un coronel sobre las investigaciones que se harían ante el inesperado suceso, y éste le respondió: “Aquí no va a haber ninguna investigación. Esto fue un accidente. Es una orden. Punto y fuera”. Salamín quedó atónito con esa respuesta. La orden de no investigar venía del alto mando de la Guardia Nacional.

¿Hubo mano criminal en este caso? ¿o fue un accidente?

Como abogado te tengo que contestar que mientras no haya evidencias se tiene que concluir que fue un accidente. Sin embargo, las dudas de que hubo mano criminal no desaparecerán tan fácilmente.

Torrijos temía por su muerte desde hacía mucho tiempo. Tenía una relación muy mala con Fidel Castro porque, como uno de los que apoyó la revolución sandinista, no concebía que la dictadura cubana se aprovechara de esa coyuntura y tratara de controlar todo lo que pasaba en ese país. La relación de Torrijos con el gobierno de Ronald Reagan no era la mejor, como tampoco lo era su relación con el dictador Daniel Ortega.

Por otro lado, los que seguían en el escalafón a Torrijos, con excepción del coronel Florencio Flores, eran muy ambiciosos y también querían llegar a ser comandantes algún día. Por eso, al salir Flores de la comandancia, se reparten el mando de la Guardia Nacional entre los 4 que seguían en línea: Rubén Darío Paredes, Armando Contreras, Manuel Antonio Noriega y Roberto Díaz Herrera. ¿Habrán hecho ellos algo para zafarse de Torrijos? Jamás lo sabremos.

¿Es su libro una biografía del general Torrijos?

En lo absoluto. Nunca crucé palabras con él. Mi libro contiene tres etapas en la vida del general. La primera, la del golpe de Estado de 1968, donde él no participa como actor principal, sino el coronel Boris Martínez, que suma a Torrijos a la sublevación, ya que era el oficial de mayor graduación. Poco más de tres meses después, en febrero de 1969, Torrijos se deshace de Martínez y lo manda al exilio, a Miami, con algunos de sus seguidores. Torrijos asume todo el poder en la Guardia Nacional y en la dirección del país.

Una segunda parte se centra en los detalles del mismo accidente que le costó la vida y concluye con su funeral.

Por último, describo algunos hechos que relatan lo que ocurrió en las filas militares después de la muerte del general, donde salen a relucir toda clase de pugnas y el involucramiento de los militares en actividades criminales como el lavado de dinero y el narcotráfico, como lo fue el descubrimiento del laboratorio de drogas en Darién y los dineros producto del narcotráfico que se lavaban en el centro bancario con el apoyo directo de los militares.

A su entender, ¿cuál es la conclusión más importante que sacas al estudiar a este icónico personaje?

Los 21 años de dictadura militar, 13 bajo Torrijos y el resto bajo Paredes y Noriega, fomentan en extremo la impunidad en el país. Torrijos, para evitar fisuras en su gobierno, evita sancionar penalmente a quienes se le descubre cometiendo un ilícito. Para el general, había tres caminos a tomar: si cometes un delito como ministro o funcionario, te cambio de puesto, o te despido del cargo y te vas para tu casa o, simplemente, ponían en el congelador al infractor y no le hablaban por un cierto periodo de tiempo. Considero que ese legado de Torrijos y los militares ha permeado en Panamá, después que los militares caen, en 1989.

criminal no desaparecerán tan fácilmente”
Como abogado te tengo que contestar que mientras no haya evidencias se tiene que concluir que fue un accidente. Sin embargo, las dudas de que hubo mano