Cuando falla la justicia

Panamá y varios otros países de América Latina son presa de un amarre de intereses. Por un lado los que detentan el poder y, por el otro, los que imparten justicia. La solidez de una sociedad radica en que haya separación de poderes, que no es lo clásico en nuestros países. Hay quienes promueven que se legisle sobre el prevaricato y que se elabore para que sea una ley de interés social; que tenga efectos retroactivos para así prevenir a los jueces a que se ajusten al estricto derecho en su interpretación de sus sentencias. Es lo que proponía Benjamin Constant en su obra de Derecho Constitucional, en la que hacia mucho énfasis en un cuarto poder al cual llamó el poder “Preservador”. Y es que en estos tiempos hay que recurrir a Constant, porque la justicia debe ser el balance para nuestro equilibrio, más lo que vemos son indicios de amarres de todo tipo. Decía Constant: “...Mientras el debido proceso subsista, los tribunales oponen al despotismo una resistencia más o menos generosa, pero que siempre sirve para contenerlo”. Y resulta que cada día nos alejamos de ese debido proceso y lo que hacemos es sumirnos en un terreno pantanoso que luego será difícil salir. Ya lo experimentaron Venezuela, Nicaragua, Cuba y varios otros países que van en camino. La justicia tiene que ser el freno para el balance, pero vemos que cada día se une más a los intereses. ¡Así de simple!