Una sociedad del 'like'
- 29/09/2024 00:00
- 29/09/2024 00:00
Lo paradójico de esta sociedad individualista es que el permanente deseo de recibir el estímulo del “like” refleja la necesidad de sentir la aprobación de los demás, de sentirse integrado como parte del colectivo Después de observar, recientemente, el comportamiento de internautas opinando sobre ciertas noticias, comprobamos que en su gran mayoría no tienen idea del fondo de ciertos temas, dejándose llevar por la ola de lo que opinan unos y, lo peor, se dejan llevar por la “manipulación” que pudiesen tener algunas plataformas digitales que ahora utilizan algunos medios de comunicación tradicionales para estar a la vanguardia de la tecnología y al alcance de la gente, quien utiliza más los aparatos móviles para conocer de información versus los medios tradicionales, que lamentablemente algunos caen en la difamación, calumnia e injuria, siendo una muestra que vivimos en la plena consumación de la era del vacío, sobre la que ya advirtió el sociólogo y filósofo francés Gilles Lipovetsky (1983).
Así, estamos en una sociedad estupidizada, donde el placer de disfrutar viviendo una experiencia es sustituido por el deseo de utilizarla como excusa para conseguir tener más visibilidad y recibir más likes en unas redes sociales, de las que la gente es cada vez más dependiente, pues el mundo virtual va desplazando en relevancia a la realidad física. De ahí que ahora algunos cuiden mucho más su apariencia física, cómo hablan, etc., especialmente, los políticos, y que lamentablemente ha servido para vender más al electorado que pareciese va perdiendo más el contenido de fondo de una propuesta.
En esta era de posmodernidad capitalista, la sociedad está regida por el individualismo y el individuo recibe un permanente estímulo de necesidades y tiene una constante necesidad de exposición. Todo es instantáneo, vertiginoso y efímero. Se hace culto del consumo y, una vez convertida la persona en consumidora, las redes sociales le facilitan poder convertirse también en marca y así utilizar las vivencias como gancho para que los demás consuman su contenido y pasen a ser sus seguidores.
En esta época de narcisismo colectivo, la mayoría de la gente no trata de compartir contenido propio o ajeno que aporte calidad, conocimiento o reflexión, sino que utiliza las redes sociales para compartir aquello que piensa que puede resultar susceptible de recibir más likes, ya sea hablar del tema banal de moda, compartir un GIF de gatitos o difundir un video llamativo. De ahí que tiempo atrás una exfuncionaria de alto cargo presentaba sus actividades con cierta frecuencia, utilizando videos de YouTube, los cuales podrían ser educativos o didácticos; pero a su vez podría estar afectando el derecho al honor de muchas personas, violando en alguna forma la dignidad humana.
¿Cuántas veces hemos visto, por ejemplo, a gente que va a un concierto y en vez de escuchar las canciones se dedica a grabar videos para subirlos después a las redes sociales? Lo paradójico de esta sociedad individualista es que el permanente deseo de recibir el estímulo del like refleja la necesidad de sentir la aprobación de los demás, de sentirse integrado como parte del colectivo. En un mundo cada vez más impersonal y acelerado, la gente se siente sola e intenta llenar ese vacío tratando de agradar a los demás, dándoles aquello que esperan, con señuelos que mañana serán olvidados y sustituidos por otros.
En definitiva, es evidente que vivimos en un tipo de sociedad que produce unos efectos perniciosos sobre los que debemos reflexionar.
Después de observar, recientemente, el comportamiento de internautas opinando sobre ciertas noticias, comprobamos que en su gran mayoría no tienen idea del fondo de ciertos temas, dejándose llevar por la ola de lo que opinan unos y, lo peor, se dejan llevar por la “manipulación” que pudiesen tener algunas plataformas digitales que ahora utilizan algunos medios de comunicación tradicionales para estar a la vanguardia de la tecnología y al alcance de la gente, quien utiliza más los aparatos móviles para conocer de información versus los medios tradicionales, que lamentablemente algunos caen en la difamación, calumnia e injuria, siendo una muestra que vivimos en la plena consumación de la era del vacío, sobre la que ya advirtió el sociólogo y filósofo francés Gilles Lipovetsky (1983).
Así, estamos en una sociedad estupidizada, donde el placer de disfrutar viviendo una experiencia es sustituido por el deseo de utilizarla como excusa para conseguir tener más visibilidad y recibir más likes en unas redes sociales, de las que la gente es cada vez más dependiente, pues el mundo virtual va desplazando en relevancia a la realidad física. De ahí que ahora algunos cuiden mucho más su apariencia física, cómo hablan, etc., especialmente, los políticos, y que lamentablemente ha servido para vender más al electorado que pareciese va perdiendo más el contenido de fondo de una propuesta.
En esta era de posmodernidad capitalista, la sociedad está regida por el individualismo y el individuo recibe un permanente estímulo de necesidades y tiene una constante necesidad de exposición. Todo es instantáneo, vertiginoso y efímero. Se hace culto del consumo y, una vez convertida la persona en consumidora, las redes sociales le facilitan poder convertirse también en marca y así utilizar las vivencias como gancho para que los demás consuman su contenido y pasen a ser sus seguidores.
En esta época de narcisismo colectivo, la mayoría de la gente no trata de compartir contenido propio o ajeno que aporte calidad, conocimiento o reflexión, sino que utiliza las redes sociales para compartir aquello que piensa que puede resultar susceptible de recibir más likes, ya sea hablar del tema banal de moda, compartir un GIF de gatitos o difundir un video llamativo. De ahí que tiempo atrás una exfuncionaria de alto cargo presentaba sus actividades con cierta frecuencia, utilizando videos de YouTube, los cuales podrían ser educativos o didácticos; pero a su vez podría estar afectando el derecho al honor de muchas personas, violando en alguna forma la dignidad humana.
¿Cuántas veces hemos visto, por ejemplo, a gente que va a un concierto y en vez de escuchar las canciones se dedica a grabar videos para subirlos después a las redes sociales? Lo paradójico de esta sociedad individualista es que el permanente deseo de recibir el estímulo del like refleja la necesidad de sentir la aprobación de los demás, de sentirse integrado como parte del colectivo. En un mundo cada vez más impersonal y acelerado, la gente se siente sola e intenta llenar ese vacío tratando de agradar a los demás, dándoles aquello que esperan, con señuelos que mañana serán olvidados y sustituidos por otros.
En definitiva, es evidente que vivimos en un tipo de sociedad que produce unos efectos perniciosos sobre los que debemos reflexionar.