Un patriota peruano desterrado en la prisión de Chagres
- 18/06/2024 00:00
- 15/06/2024 14:35
Lizardo Seiner señala en su biografía que, según la tradición popular, Zela nunca se adaptó al clima tropical istmeño, posiblemente adquiriendo paludismo o fiebre amarilla [...] Existe un nexo aún nebuloso entre las trayectorias históricas del Perú y Panamá. La marcada distancia entre el itsmo y los Andes parece ofrecer una explicación obvia ante la ausencia de información. Sin embargo, hurgando acuciosamente en la literatura historiográfica, caemos en cuenta de que varios hechos vinculan a estas regiones en términos económicos, políticos y sociales. Precisamente, en los momentos en que Hispanoamérica luchaba por alcanzar su libertad política de España, surgió para 1811 en el sur peruano un mítico movimiento que terminó agonizante en el puerto istmeño de Chagres.
Francisco Antonio de Zela y Arizaga, nacido en Lima el 24 de julio de 1768, se dedicó, como su padre, a la labor de fundidor y ensayador de monedas en las Reales Cajas de Arica. Al casarse con la tacneña María Natividad de Siles y Antequera, estableció vínculos con la alta clase militar y económica de la región. Por ello, Zela se radicó en la villa de San Pedro de Tacna, en la intendencia de Arequipa, cerca de la ruta hacia Potosí, en el Alto Perú.
A fines de la primera década del siglo XIX, su posición económica probablemente le permitió participar en debates sobre la libertad de América, apoyando los ánimos emancipadores surgidos en el Alto Perú tras la formación de la junta de gobierno separatista en Buenos Aires.
Entusiasmado por la llegada del ejército libertador argentino a Charcas, liderado por Juan José Castelli, la noche del 20 de junio de 1811, Francisco de Zela lanzó el primer grito de libertad del Perú en Tacna, junto a otros patriotas e intelectuales de clase alta de la villa.
Liderando un grupo armado de españoles, mestizos e indígenas separatistas, ocupó los cuarteles de la ciudad, autoproclamándose “comandante de las Fuerzas Unidas de América”.
No obstante, sus planes de organizar otros puntos de revolución contra el régimen peninsular se desmoronaron con la derrota del ejército argentino en la batalla de Guaqui, gestada por el general contrarrevolucionario José Manuel Goyeneche.
A pesar de ello, Zela ordenó a su ejército movilizarse hacia Caramolle, aunque tuvo que dirigir los movimientos desde su domicilio al caer enfermo.
Las victorias españolas frente a los ejércitos patriotas del Alto Perú terminaron por desmoralizar a los separatistas tacneños.
Finalmente, Goyeneche llegó a la villa y muchos, incluyendo Zela, se rindieron sin dar batalla. Fueron enviados a la cárcel pública de Tacna mientras se investigaba la sublevación del 20 de junio.
Zela fue trasladado a Lima para ser enjuiciado.
De acuerdo al relato de Rolando Arévalo, no recibió la pena máxima debido a sus conexiones con familias poderosas, quienes pagaron altas sumas de dinero como fianza.
Su destino fue el destierro por diez años en la prisión de San Lorenzo de Chagres, partiendo del Callao en marzo de 1815, llevando a uno de sus hijos, quien falleció poco después.
Lizardo Seiner señala en su biografía que, según la tradición popular, Zela nunca se adaptó al clima tropical istmeño, posiblemente adquiriendo paludismo o fiebre amarilla, dejándolo aún más débil. Intentó conmutar su pena al trabajo forzoso en España, sin tener éxito.
Es muy probable que Zela haya fallecido en algún momento de 1819, según el parte del gobernador de Chagres, documento ahora perdido.
El testimonio de su viuda indica que la noticia de su muerte le fue notificada recién en 1824. Sin embargo, en los años posteriores la historiografía, de un modo moralizante, estableció la fecha de su deceso el 28 de julio de 1821, coincidiendo con la mítica proclamación de la independencia del Perú por el libertador San Martín en Lima. Esta efeméride romántica ha sido desmentida al día de hoy. Ahora bien, ¿terminarían con la prisión y muerte del patriota Zela en Chagres las relaciones andinas-itsmeñas en tiempos de la Emancipación americana? Los eventos mencionados anteriormente - coincidencia o no - reflejan el inicio de un vínculo que alcanzaría su punto máximo con la presencia de Bolívar en el Perú.
El autor es historiador
Existe un nexo aún nebuloso entre las trayectorias históricas del Perú y Panamá. La marcada distancia entre el itsmo y los Andes parece ofrecer una explicación obvia ante la ausencia de información. Sin embargo, hurgando acuciosamente en la literatura historiográfica, caemos en cuenta de que varios hechos vinculan a estas regiones en términos económicos, políticos y sociales. Precisamente, en los momentos en que Hispanoamérica luchaba por alcanzar su libertad política de España, surgió para 1811 en el sur peruano un mítico movimiento que terminó agonizante en el puerto istmeño de Chagres.
Francisco Antonio de Zela y Arizaga, nacido en Lima el 24 de julio de 1768, se dedicó, como su padre, a la labor de fundidor y ensayador de monedas en las Reales Cajas de Arica. Al casarse con la tacneña María Natividad de Siles y Antequera, estableció vínculos con la alta clase militar y económica de la región. Por ello, Zela se radicó en la villa de San Pedro de Tacna, en la intendencia de Arequipa, cerca de la ruta hacia Potosí, en el Alto Perú.
A fines de la primera década del siglo XIX, su posición económica probablemente le permitió participar en debates sobre la libertad de América, apoyando los ánimos emancipadores surgidos en el Alto Perú tras la formación de la junta de gobierno separatista en Buenos Aires.
Entusiasmado por la llegada del ejército libertador argentino a Charcas, liderado por Juan José Castelli, la noche del 20 de junio de 1811, Francisco de Zela lanzó el primer grito de libertad del Perú en Tacna, junto a otros patriotas e intelectuales de clase alta de la villa.
Liderando un grupo armado de españoles, mestizos e indígenas separatistas, ocupó los cuarteles de la ciudad, autoproclamándose “comandante de las Fuerzas Unidas de América”.
No obstante, sus planes de organizar otros puntos de revolución contra el régimen peninsular se desmoronaron con la derrota del ejército argentino en la batalla de Guaqui, gestada por el general contrarrevolucionario José Manuel Goyeneche.
A pesar de ello, Zela ordenó a su ejército movilizarse hacia Caramolle, aunque tuvo que dirigir los movimientos desde su domicilio al caer enfermo.
Las victorias españolas frente a los ejércitos patriotas del Alto Perú terminaron por desmoralizar a los separatistas tacneños.
Finalmente, Goyeneche llegó a la villa y muchos, incluyendo Zela, se rindieron sin dar batalla. Fueron enviados a la cárcel pública de Tacna mientras se investigaba la sublevación del 20 de junio.
Zela fue trasladado a Lima para ser enjuiciado.
De acuerdo al relato de Rolando Arévalo, no recibió la pena máxima debido a sus conexiones con familias poderosas, quienes pagaron altas sumas de dinero como fianza.
Su destino fue el destierro por diez años en la prisión de San Lorenzo de Chagres, partiendo del Callao en marzo de 1815, llevando a uno de sus hijos, quien falleció poco después.
Lizardo Seiner señala en su biografía que, según la tradición popular, Zela nunca se adaptó al clima tropical istmeño, posiblemente adquiriendo paludismo o fiebre amarilla, dejándolo aún más débil. Intentó conmutar su pena al trabajo forzoso en España, sin tener éxito.
Es muy probable que Zela haya fallecido en algún momento de 1819, según el parte del gobernador de Chagres, documento ahora perdido.
El testimonio de su viuda indica que la noticia de su muerte le fue notificada recién en 1824. Sin embargo, en los años posteriores la historiografía, de un modo moralizante, estableció la fecha de su deceso el 28 de julio de 1821, coincidiendo con la mítica proclamación de la independencia del Perú por el libertador San Martín en Lima. Esta efeméride romántica ha sido desmentida al día de hoy. Ahora bien, ¿terminarían con la prisión y muerte del patriota Zela en Chagres las relaciones andinas-itsmeñas en tiempos de la Emancipación americana? Los eventos mencionados anteriormente - coincidencia o no - reflejan el inicio de un vínculo que alcanzaría su punto máximo con la presencia de Bolívar en el Perú.