Columnistas

Un lugar para los jóvenes

Actualizado
  • 15/08/2024 00:00
Creado
  • 14/08/2024 13:24

La necesidad de cambio que sienten los jóvenes es un reflejo de la dinámica natural de la sociedad, que necesita renovación y adaptación continua para sobrevivir y prosperar

El médico inglés Ronald Gibson inició una conferencia sobre conflictos generacionales con una reflexión provocadora: “Nuestra juventud es mal educada, no respeta a las autoridades y carece de consideración por los mayores”. Luego citó otra frase: “La juventud de hoy está arruinada. Son malhechores y ociosos, incapaces de mantener nuestra cultura”. Al ver que la mayoría de los asistentes asentía, Gibson reveló el origen de las citas: la primera era de Sócrates, de hace más de 2 mil años, y la segunda provenía de un vaso de arcilla con más de 4 mil años encontrado en las ruinas de Babilonia. Su mensaje fue claro: siempre ha habido una tendencia a criticar a las nuevas generaciones, creyendo que “la juventud pasada fue mejor.

Esta reflexión nos lleva a preguntarnos: ¿realmente ha cambiado algo o simplemente estamos repitiendo patrones de estigmatización? Es crucial entender qué impulsa a los jóvenes a cuestionar, indignarse y buscar su lugar en la sociedad.

La necesidad de cambio que sienten los jóvenes es un reflejo de la dinámica natural de la sociedad, que necesita renovación y adaptación continua para sobrevivir y prosperar.

El cambio y la innovación que los jóvenes representan a menudo se perciben como una amenaza para las estructuras sociales establecidas. Al reconocerse como catalizadores del cambio, con su energía impetuosa y espíritu rebelde, desafían directamente estas estructuras, demandando transformaciones en políticas y en el tejido social que les brinden un futuro más prometedor.

Antes de continuar, es importante entender el concepto de juventud. De acuerdo con la política pública de juventud del ministerio de Desarrollo Social (Mides) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la juventud es una construcción histórica, social y cultural vinculada a la edad. Es un período en el que se adquiere la ciudadanía plena mediante el ejercicio de derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. No se trata únicamente de una etapa biológica ni de un simple tránsito entre la niñez y la adultez, sino de un momento crucial en el que se consolida la identidad y se define el papel de una persona en su comunidad. Lo que distingue a la juventud es su heterogeneidad y diversidad; por ello, las oportunidades de ejercer estos derechos varían según factores como la edad, clase social, etnia, género, ubicación geográfica y nivel educativo. Reconociendo esta diversidad, la política pública de juventud de Panamá se refiere a juventudes en plural, abarcando un rango de edad de 15 a 29 años.

En Panamá, un país con más de 4 millones de habitantes, el 49% tiene menos de 30 años, según el INEC. Este dato representa una oportunidad única para aprovechar el potencial de una generación joven que puede contribuir activamente a su desarrollo. Sin embargo, este panorama también plantea desafíos considerables.

Una de las principales preocupaciones de los jóvenes panameños es la corrupción. Según una encuesta de Fundamorgan y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) aplicada a 3,716 jóvenes, el 33% identifica la corrupción como el mayor desafío, además de una educación pertinente y de calidad. Esta preocupación refleja la vulnerabilidad de los jóvenes frente a las estructuras corruptas que limitan sus oportunidades de desarrollo y crecimiento social.

Ante este panorama, es imperativo formar a los jóvenes en valores y competencias ciudadanas, además de fomentar un pensamiento crítico e innovador que les permita abordar los problemas que les afectan.

Corresponde a todos los actores de la sociedad dar un lugar a los jóvenes, reconociéndolos como sujetos de derechos y actores estratégicos del desarrollo. Es esencial ofrecer espacios de participación que sean verdaderas plataformas para que sus voces sean escuchadas y valoradas, en donde puedan convertir su indignación en acción y tener un impacto en temas esenciales como la reducción de la pobreza, la igualdad de oportunidades, el respeto a los derechos humanos y el acceso a servicios básicos como la educación y la salud.

Solo así podremos lograr una sociedad más inclusiva y equitativa, donde los jóvenes puedan ejercer responsablemente sus derechos y libertades, y en donde tengan un lugar para manifestarse, un lugar de encuentro, un lugar para crear, un lugar para aprender, un lugar con oportunidades, un lugar seguro, un lugar libre de violencia. Un lugar donde puedan trabajar en el boceto del futuro que quieren y necesitan construir.

La autora es subgerente de Proyectos Comunitarios de Fundamorgan