Todos los panameños debemos ser realistas
- 05/03/2025 00:00
- 04/03/2025 17:27
Hay que tener en cuenta que los Estados Unidos y China son enemigos tanto comerciales como militares y, en caso de desatarse un conflicto bélico entre estos dos países, uno de los primeros objetivos de China sería destruir el Canal de Panamá, algo parecido a lo que Japón hizo con Pearl Harbor Es un hecho que el gobierno de la República Popular China no ha firmado el protocolo del Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá; de modo que ningún acuerdo imposibilita que ese país lleve a cabo operaciones bélicas contra nuestro Canal, perjudicando no sólo a los Estados Unidos de América, si no también a nuestro país.
Hay que tener en cuenta que los Estados Unidos y China son enemigos tanto comerciales como militares y, en caso de desatarse un conflicto bélico entre estos dos países, uno de los primeros objetivos de China sería destruir el Canal de Panamá, algo parecido a lo que Japón hizo con Pearl Harbor.
No sería necesario destruir todas las instalaciones de nuestro Canal para hacerlo inoperable; bastaría con demoler suficientes esclusas y puentes para lograr dicho propósito, especialmente lo suficiente para vaciar el lago Gatún de agua dulce. Tampoco es necesario que el personal nombrado por China Popular en los puertos lleve a cabo dicho sabotaje; es suficiente con que suministre información de inteligencia a quienes puedan hacerlo.
¿De qué valdrían tantas luchas por recuperar nuestra soberanía si nuestro Canal llegara a ser inservible? ¿Acaso no nos damos cuenta del perjuicio que un canal inservible causaría a nuestra economía y a nuestro pueblo?
Debemos recordar que el expresidente Juan Carlos Varela fue quien estableció relaciones con el gobierno de China Popular, a cambio de recibir un puñado de millones a su haber y de poder exportar su ron a ese país; algo parecido a lo que hizo Judas con Jesús. Es inconcebible que el gobierno panameño quiera aferrarse a dicho entendimiento, que también fue una traición a la República de China, Taiwán, una democracia con la que manteníamos relaciones cordiales, tanto diplomáticas como económicas.
También debemos recordar que los comunistas panameños fueron quienes más celebraron estas relaciones exclusivas con el Gobierno de China Popular, empezando con Genaro López, quien fue invitado al palacio presidencial para brindar por el éxito del proyecto lleno de contradicciones y huecos para la construcción de un ferrocarril de Panamá a David, por parte de China Popular.
Sólo queda que nuestros representantes gubernamentales razonen fríamente y se deshagan de nuestras relaciones diplomáticas con China Popular y de las compañías de esa potencia en Panamá, hasta que ese país deje de ser un peligro para la seguridad de los Estados Unidos y de Panamá.
Es un hecho que el gobierno de la República Popular China no ha firmado el protocolo del Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá; de modo que ningún acuerdo imposibilita que ese país lleve a cabo operaciones bélicas contra nuestro Canal, perjudicando no sólo a los Estados Unidos de América, si no también a nuestro país.
Hay que tener en cuenta que los Estados Unidos y China son enemigos tanto comerciales como militares y, en caso de desatarse un conflicto bélico entre estos dos países, uno de los primeros objetivos de China sería destruir el Canal de Panamá, algo parecido a lo que Japón hizo con Pearl Harbor.
No sería necesario destruir todas las instalaciones de nuestro Canal para hacerlo inoperable; bastaría con demoler suficientes esclusas y puentes para lograr dicho propósito, especialmente lo suficiente para vaciar el lago Gatún de agua dulce. Tampoco es necesario que el personal nombrado por China Popular en los puertos lleve a cabo dicho sabotaje; es suficiente con que suministre información de inteligencia a quienes puedan hacerlo.
¿De qué valdrían tantas luchas por recuperar nuestra soberanía si nuestro Canal llegara a ser inservible? ¿Acaso no nos damos cuenta del perjuicio que un canal inservible causaría a nuestra economía y a nuestro pueblo?
Debemos recordar que el expresidente Juan Carlos Varela fue quien estableció relaciones con el gobierno de China Popular, a cambio de recibir un puñado de millones a su haber y de poder exportar su ron a ese país; algo parecido a lo que hizo Judas con Jesús. Es inconcebible que el gobierno panameño quiera aferrarse a dicho entendimiento, que también fue una traición a la República de China, Taiwán, una democracia con la que manteníamos relaciones cordiales, tanto diplomáticas como económicas.
También debemos recordar que los comunistas panameños fueron quienes más celebraron estas relaciones exclusivas con el Gobierno de China Popular, empezando con Genaro López, quien fue invitado al palacio presidencial para brindar por el éxito del proyecto lleno de contradicciones y huecos para la construcción de un ferrocarril de Panamá a David, por parte de China Popular.
Sólo queda que nuestros representantes gubernamentales razonen fríamente y se deshagan de nuestras relaciones diplomáticas con China Popular y de las compañías de esa potencia en Panamá, hasta que ese país deje de ser un peligro para la seguridad de los Estados Unidos y de Panamá.