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Sociedad, reflexión y análisis

Actualizado
  • 13/08/2024 00:00
Creado
  • 10/08/2024 12:24

Es cierto que todavía hay quienes con ideales firmes ven el futuro con optimismo, sabiendo que con el estudio, el análisis crítico y voluntad férrea, se pueden alcanzar metas, contribuir y aportar a la solución de problemas [...]

La banalidad, los vicios existenciales, el sentido profundamente superficial de la vida, entre otros factores, están incidiendo notablemente en el perfil del hombre moderno. Desde una nueva generación, con poco sentido de compromiso consigo misma y los demás, se abre terreno una sociedad que, con una serie de elementos a su favor, tecnología de punta, aplicación de la misma para acortar distancia, trabajo y esfuerzo en la realización de faenas laborales, académicas, científicas, económicas, agrícolas, etc., no tiene visión y objetivos claros en cuanto a cómo y por qué se debe disponer mejor del tiempo y, por ende, de esos recursos tecnológicos en el mejoramiento de la vida y desarrollo del país.

Es cierto que todavía hay quienes con ideales firmes ven el futuro con optimismo, sabiendo que con el estudio, el análisis crítico y voluntad férrea, se pueden alcanzar metas, contribuir y aportar a la solución de problemas y con ello el encuentro de respuestas y salidas. La vida nos enseña que con diligencia, paciencia, buen uso del tiempo, perspicacia y ganas de crecer intelectual y emocionalmente podemos proyectar un prototipo de ciudadanos capaces de emerger como alternativa social a los grandes problemas que podamos tener.

Lamentablemente, desde medios de comunicación de masa, mala formación en el hogar (disfunción hogareña, malos ejemplos, indisciplina, poco sentido de responsabilidad, carencia de valores, etc.) redes y plataformas accesibles con contenidos deformantes e incitadores a la nulidad del ser, se construye un proyecto de generación improductiva, sin criticidad y con bisagras en la nuca, lo que los lleva a aceptar lo que esencialmente es absurdo y estúpido.

No es casual que ya ciertos autores y estudiosos sociales hayan elevado su voz de alerta al respecto. Mario Vargas Llosa, Eric Fronn, Umberto Eco, entre otros, desde distintas perspectivas y épocas, han puesto de relieve su preocupación y el hecho de la presencia de una desvirtualización de la condición humana. Desde luego, todo su enfoque tomando como referente rasgos conductuales de grupos sociales.

Como una suerte de temática recurrente he abordado este tema, pues a diario, en la calle, en centros educativos y universitarios, convivimos y compartimos con jóvenes, en su mayoría, desconectados del mundo real, con poco interés por la lectura, la búsqueda de información valiosa, concurrencia a debates y foros donde se abordan temas de mucha relevancia e interés; más concentrados en la trivialidad del celular, las redes y música estridente y hueca.

Es lógico que en condición de educador nos sintamos inquietos frente a esta realidad y tratemos de buscar vías pedagógicas, didácticas y metodológicas para cambiar esta situación o, por lo menos, insinuar la luz en medio de esa oscuridad que se cierne sobre ellos. No es fácil, el daño es sicoideológico y es secuela colateral del trabajo subliminal que se está dando en nuestras sociedades, donde la inducción y la alienación no son casuales.

Nos compete, por consiguiente, a todos los profesionales del país esforzarnos en propiciar cambios profundos en la mentalidad de nuestra cimiente juvenil y exhortar a los padres que, desde sus hogares, unifiquen la familia y reprogramen a sus hijos para bascular y dar otra dirección al futuro, permitiendo transformaciones significativas en el país, que traigan consigo una educación eficiente, integral, inclusiva, humanizante y armónica con la urgente recomposición social.

El autor es docente