Columnistas

Resolvamos la principal contaminación ambiental

Actualizado
  • 13/05/2024 23:00
Creado
  • 11/05/2024 13:12

Sobresalen en Panamá cuatro contaminaciones ambientales: visual, acústica, por desechos sólidos y por aguas servidas. La contaminación visual, especialmente en calles y carreteras, es un ejemplo de parte de un conjunto de acciones que disminuyen la calidad de vida de las personas, particularmente en las áreas urbanas y suburbanas en donde está la mayoría de la población, en las zonas turísticas de playas y montañas y en los ejes viales que las comunican.

Tras la publicación de diversas denuncias en los medios de este grave problema, nada se ha hecho para resolverlo en esta administración presidencial y más bien ha empeorado. Sucede, por ejemplo, al añadir vallas publicitarias de gran tamaño de empresas privadas y de entidades públicas en el espacio exclusivo junto a las carreteras nacionales y vecinales que pertenece al Estado, hasta en la autopista Arraiján-La Chorrera, que afean el paisaje, distraen a conductores y provocan accidentes viales. Se añaden anuncios luminosos en las ciudades que afectan a los vecinos inmediatos. Las autoridades nacionales y municipales se muestran indiferentes a la proliferación de dichas vallas publicitarias de todo tipo y tamaño y, al contrario de lo que se ha logrado en el mundo más civilizado y hasta en Colombia y Costa Rica, las permiten y omiten adoptar normas propuestas para controlarlas. ¿Vale más el negocio de algunos, sobre todo clientes políticos, que la seguridad de muchos?

Los ambientalistas, salvo excepciones, tan ruidosos para denunciar la desforestación o la minería a cielo abierto y otras situaciones presuntamente peligrosas muy alejadas de las áreas más pobladas del país, parecen ignorar esta contaminación visual y otras más dañinas que afectan a muchísima más gente. Destaca la falta de denuncia para controlar también, por ejemplo, la contaminación acústica que después del paréntesis de dos años de pandemia de Covid-19, ha despertado con ímpetu renovado, especialmente en los lugares públicos y los centros de diversión abiertos, ante la general indiferencia de las autoridades.

Este tipo de contaminación tiene en Panamá una auténtica historia de terror con graves efectos en la salud pública, en problemas de sordera y de estrés para sus innumerables víctimas, lo que podría subsanarse con legislación adecuada y la firme presencia de autoridades en todos los sitios de incumplimiento de las normas apropiadas. El panameño no habla normalmente, sino que grita, en parte por las dificultades para oír a causa de la agresión acústica a la que se somete desde temprano, dicen los expertos.

Hay innumerables niños que desde las más tiernas edades son expuestos por sus padres y tutores irresponsables, a la contaminación acústica, con efectos permanentes en su salud. Sucede hasta en los espacios sociales más destacados que irrespetan a menudo las normas sanitarias vigentes relativas a los ruidos excesivos y perturban impunemente la tranquilidad del vecindario. El necesario proyecto de ley 751 sobre el tema que aprobó la Asamblea Nacional en septiembre de 2023, nunca fue sancionado por el presidente Cortizo y lo devolvió a dicha Asamblea. ¿Disgustaría a personas y empresarios ruidosos?

Sucede lo mismo con la contaminación por desechos sólidos, la basura que inunda las ciudades, los poblados y hasta las carreteras del país ante la pasividad de autoridades y de muchos defensores del ambiente. Por ejemplo, no hubo manifestaciones de ecologistas cuando los incendios de Cerro Patacón que llenaron la capital de humo tóxico por semanas. Basura que en otros lugares de Latinoamérica es tratada en plantas de procesamiento con la última tecnología para reciclar productos y producir energía, propuesta al nuevo gobierno en 2029 para quedar bajo la administración municipal. Pero la responsabilidad continuó en la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario, entidad pública especializada, politizada y clientelar. Esa basura, en su inmensa mayoría – solo se recicla el 5%-, se lleva a dos rellenos sanitarios y 60 vertederos sanitarios a cielo abierto, primitivos y repletos, cercanos a áreas pobladas, que contaminan también los cursos de agua, las capas freáticas y las costas de ambos océanos. Sobresale el plástico omnipresente.

El reciclaje tecnológico de la basura es un asunto técnicamente factible con numerosos ejemplos en el extranjero, hasta en Colombia dónde se aprovecha 20% de los residuos sólidos. Mientras, se ataca exitosamente la contaminación por aguas servidas, para sanear la bahía de Panamá.

Saludemos el avance, a lo largo de varias administraciones presidenciales, desde 2001, del Programa Saneamiento de Panamá (SPA), bien administrado. Serán 222 kilómetros de redes de alcantarillado en los distritos de Panamá y San Miguelito, para el desarrollo de obras del sistema sanitario con “cuatro componentes de funcionamiento claves ... a fin de recolectar, transportar y tratar las aguas residuales de la ciudad que actualmente son vertidas sin previo tratamiento a los ríos, quebradas y a la bahía de Panamá”. Proyecto de más de 441 millones de dólares con la primera etapa terminada y la segunda con 45% de avance para que en pocos años podamos también bañarnos en la bahía de Panamá. Ya empezó afortunadamente el saneamiento del área oeste del gran Panamá metropolitano.

Entre los tantos problemas heredados de los últimos gobiernos, ojalá el que acabamos de elegir otorgue prioridad a remediar las cuatro principales contaminaciones ambientales. La solución de las contaminaciones visuales y acústicas podría hacerse rápidamente mediante esfuerzos legislativos y de implementación y fiscalización, mientras que la de desechos sólidos sería muchísimo más larga y costosa y debería implicar más a las entidades municipales. Una administración presidencial más responsable tomaría acciones para procurar en este asunto un gran alivio a la mayoría de la población.

El autor es geógrafo, historiador, planificador