Reflexiones de finales del verano 2025
- 29/04/2025 00:00
Al final del verano panameño (estación seca) reitero, porque conviene hacerlo en una sociedad de memoria corta, algunos conceptos de mi último libro titulado Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2024 (disponible en: www.omarjaen@com.pa). Al término del primer cuarto del siglo XXI, podemos otear con preocupación la evolución de la sociedad panameña en crisis agravada por el inquilino de la Casa Blanca que ha trastocado el orden internacional y afectado injustamente a Panamá al salir de una época de grandes problemas, deterioro institucional, pero también de moderada esperanza y logros importantes.
Logros remarcables como la tasa más elevada en Latinoamérica del crecimiento del PIB durante tres décadas, una ampliación sustancial de las clases medias y la disminución dramática de la pobreza y la miseria extrema antes de la catástrofe en 2020-2021. Fue época de pandemia y de retraso económico, político y social, el mayor del continente, propiciado por una administración presidencial irresponsable que nos endeudó para, además, pagar empleos públicos clientelares.
Consolidamos nuestra capacidad de logística internacional al construir el primer centro portuario de Latinoamérica, ampliar la capacidad del Canal, establecer un vigoroso hub aeroportuario y modernizar el corredor transístmico vial y ferroviario, incluyendo la vía Chiriquí-Bocas del Toro. De 2014 a 2019, el PIB de Panamá creció a una tasa promedio de 4,7 %, mientras que Latinoamérica mostró un promedio de 1,1 %. En 2020, el PIB se contrajo cerca de 18 %, el retroceso más significativo de la región, debido al deficiente manejo gubernamental de la pandemia.
La economía de Panamá se recuperó rápidamente en 2021, creciendo un 15,3 %, por las importantes inversiones, sobre todo extranjeras, y el aumento de las exportaciones de una nueva mina de cobre en Donoso, y llegó al 10 % en 2022. La economía creció 7,4 % en 2023, desplomándose a 2,9 % en 2024 por el cierre de la mina del valioso mineral raro, verdadera catástrofe económica y social apadrinada por el oportunismo político y el ambientalismo irracional. Solamente queda más desempleo (9,5 %), desconfianza internacional y elevada informalidad (49 %).
Mientras, la crisis que vivimos ha desnudado muestra incapacidad, durante las primeras tres décadas de democracia liberal, de construir una sólida institucionalidad política y una justicia vigorosa e imparcial, el imperio de un Estado de derecho verdaderamente laico y respetuoso de los derechos hasta de las minorías más vulnerables, por hacer un país con menores desigualdades sociales y disparidades regionales, con menos pobreza e ignorancia, con mayor seguridad ciudadana. Estamos a tiempo para enmendar. El proyecto presidencial de reforma constitucional, primero con “alfabetización ciudadana”, podría también echar las bases del sólido rescate de Panamá.
Recordemos que hace tres décadas desechamos la adopción de una Constitución Política más moderna para afianzar un Estado de derecho con mayor equilibrio de poderes, mejor blindado contra la corrupción pública, considerada hoy el principal problema nacional. Ahondamos una crisis que exhibe la inmensa corrupción pública, para muchos ya “rasgo cultural”, que se sitúa desde hace años en un nivel muy superior en el índice comparativo a escala internacional, y la reiterada impunidad de sus poderosos actores, fenómenos que han debilitado a Panamá frente al mundo.
Fortalecimos el populismo y el clientelismo y reforzamos la catástrofe de la educación nacional de muy baja calidad sometida desde hace décadas a uno de los peores sistemas del continente, con un Ministerio que ha comandado la “mala educación” para fabricar ciudadanos incultos, con poca capacidad crítica. Sistema dominado por gremios de educadores dirigidos por gente sin conciencia profesional y ciudadana, no obstante, con los docentes mejor pagados de Latinoamérica y el Caribe. Con universidades muy mediocres que ocupan lugares alejados de la excelencia, aún en el ámbito latinoamericano, bajo un sistema clientelar copiado del más corrupto partidista, dirigidas por gentes que se vanaglorian de su ineptitud, incapaces de liderar los cambios indispensables.
Tenemos una democracia dominada por una Asamblea Nacional con más de 4.000 empleados y un presupuesto mayor que las de países diez veces más poblados, epítome de la corrupción pública y del despilfarro, con personas que cobran sin trabajar, infiltrada se dice, cada vez más por gente del crimen organizado, donde hasta osan proponer leyes de amnistía para grandes delincuentes comunes. Asamblea que decepciona por el exceso de demagogia, que no mejora su reglamento interno que favorece la corrupción, y negó mejor legislación como, por ejemplo, una ley óptima para reformar la Caja de Seguro Social según nuestra cruda realidad demográfica y financiera.
Tenemos una sociedad dirigida por una élite en parte con escaso sentido del Estado nacional, con dirigentes que han sido incapaces de administrar correctamente el Gobierno panameño, de crear un servicio civil moderno y una “cultura de mantenimiento” de la infraestructura pública. Estado con un presupuesto gubernamental anual de tres decenas de miles de millones de dólares con mucho despilfarro desde hace dos décadas en clientelismo y corrupción pública.
Sociedad dominada por gente que funciona como si viviéramos en un mundo arcaico, entre los más atrasados por la “mentalidad” de toda la región latinoamericana. Sociedad panameña plagada de extremistas religiosos y laicos, creyentes en la magia y la superstición, que dificultan la modernización social, el desarrollo económico y la educación científica.
Tomará años, dicen los expertos, potenciar el crecimiento y desarrollo de Panamá, tarea heredada por el gobierno de José Raúl Mulino, ahora bajo la ominosa presión norteamericana en una escalada de exigencias de trofeos gratuitos a un país pequeño y débil. Acción que podríamos neutralizar mejor con una vigorosa unidad nacional que supere los mezquinos intereses politiqueros, y fuerte apoyo multilateral, tarea pendiente de nuestra diplomacia.