Columnistas

¿Qué sucede entre Panamá y China?

Actualizado
  • 11/02/2025 00:00
Creado
  • 10/02/2025 19:28

Conviene recordar lo que dije en mayo de 2023. Alain Peyrefitte publicaba en Francia, en 1973, Quand la Chine S’Evéillera...Le Monde Tremblera. Finalmente, China despertó tras dos siglos de aletargamiento y puso al mundo a temblar. Después del deceso de Mao Zedong, el mayor genocida del siglo XX que finalmente la arruinó, una nueva dirigencia del Partido Comunista chino cambió radicalmente la orientación arcaica e impuso un capitalismo a ultranza para crear la segunda economía del mundo y una clase media con centenares de millones de personas, una infraestructura productiva y urbana modernas y un sistema educativo de primer mundo. Modernizó sus fuerzas armadas. Elevó a China al rango de potencia de primer orden, la segunda, aunque todavía detrás de la única superpotencia, Estados Unidos. La abrió al mundo y a los océanos, primero al Pacífico.

¿A pesar de la invasión del Tíbet, de sus conflictos territoriales con India y en el mar de China Meridional, es la República Popular China un Estado forjador de paz? ¡Lo dudamos! China también acosa y presiona militarmente a Taiwán. Frente a la amenaza china surgió en 2021 el pacto estratégico de Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Ahora, gracias a los errores de Vladimir Putin, China está llevando a Rusia hacia una relación de vasallaje, tal como lo hacía el Imperio chino hace siglos con la península de Indochina.

En 2017, aunque tardíamente, rompimos con Taiwán y establecimos relaciones diplomáticas con China Popular, lo que fue correcto, sin resolver un problema esencial. Los chinos no se adhirieron al protocolo del Tratado de Neutralidad del Canal dicen porque Taiwán lo había hecho, pretexto fútil, ya que ambos Estados forman parte también, por ejemplo, de la APEC.

Desde 1979, el Tratado de Neutralidad Permanente, pactado por nuestro país con Estados Unidos, juega un papel más bien disuasivo frente a las amenazas estratégicas, según la frase de realpolitik del general Torrijos sobre el canal que estaría “bajo el paraguas del Pentágono”, tan vilipendiada por la oposición al régimen militar, situación que se cumple con la OTAN y que añora hoy Ucrania, mientras que Suecia y Finlandia lo lograron. Esa capacidad disuasiva ha sido reforzada gracias a su protocolo al cual se han adherido cuarenta Estados, entre los que se cuentan las mayores potencias marítimas y militares hasta de signos políticos contrarios. Ojalá la Cancillería panameña logre pronto añadir otras potencias como China, Indonesia, México, Brasil, Irán, India y Turquía. La adhesión de China al protocolo del Tratado de Neutralidad Permanente del Canal sería un mensaje muy fuerte de respeto a Panamá.

Debemos revisar, con serenidad, las relaciones entre Panamá y China y reforzar relaciones con su rival ascendente, la India, pujante economía y democracia liberal, líder en tecnología, que ahora la supera en población. Queda ya lejos la visita del presidente Juan Carlos Varela a China (2017) y la de Xi Jinping a Panamá (2018). Mientras, el gobierno de Varela firmó con China decenas de acuerdos de cooperación, con efectos limitados. El intercambio comercial entre dos potencias tan desiguales es relativamente pequeño (sobre todo la Zona Libre de Colón). Quedaba pendiente negociar un tratado de libre comercio, que el gobierno de Laurentino Cortizo quiso resucitar, sin éxito, desde 2022. Varela pactó con China que seríamos un importante eslabón de la Franja y la Ruta, acuerdo todavía sin efectos aparentes, cuya renovación fue vetada por el presidente José Raúl Mulino.

Muchos Estados soberanos con relaciones diplomáticas con la República Popular China tienen activas relaciones económicas con Taiwán y oficinas comerciales, lo que no logró el presidente Varela. Existen en Taiwán y en Europa, África, Asia, América y Oceanía 91 oficinas comerciales, mientras que es urgente abrirlas en Panamá y en Taipéi.

El incremento de la influencia de la República Popular China en la región latinoamericana causa preocupación en muchos porque se apoya en una relación cada vez más fuerte con los regímenes dictatoriales más alejados de la democracia liberal y de la libertad, sobresaliendo Cuba, Venezuela y Nicaragua. Las implicaciones geopolíticas son relativamente importantes porque este avance de China en la región sucede en el contexto de la rivalidad creciente y potencialmente peligrosa con Estados Unidos. Hemos evitado que los chinos instalen en Panamá policías clandestinas como lo han hecho en otros países para perseguir a chinos opositores, pero permitimos el Instituto Confucio en la Universidad de Panamá, organización de propaganda de un Estado totalitario excluida de muchas otras universidades de verdadero renombre en Europa, Australia, Estados Unidos y Canadá.

Panamá, como llave del Pacífico en el continente americano con su canal interoceánico y el principal complejo portuario de Latinoamérica, es una presa para cualquier potencia, especialmente las ribereñas del vasto océano. Las tensiones en aumento entre una China más agresiva en todos los frentes y Estados Unidos que hasta amenaza a sus mejores aliados, nos obligan a manejar con mayor cautela la relación con la superpotencia y la potencia ascendente para evitar daños colaterales y para sacar ventaja de una situación más compleja que evolucionará rápidamente.

A pesar de la presencia de China Popular en Panamá en los últimos ocho años, nadie ha visto aquí que controle el Canal interoceánico y sus alrededores, o que siquiera lo haya intentado, ni hay un solo soldado chino en nuestro suelo. Solamente hay empresas con inversionistas privados chinos, como “Panama Ports” de comportamiento desleal, o se han ganado licitaciones en grandes obras públicas como el cuarto puente sobre el Canal. Es el balance resumido que podemos hacer ahora con calma, lucidez y prudencia.