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Política matrimonial, ¿práctica virreinal?

Actualizado
  • 16/08/2024 23:00
Creado
  • 16/08/2024 11:05

El arribo de un nuevo virrey significaba el inicio de pugnas [...] de dos grupos [...]. De un lado “aquellas personas allegadas que habían viajado a América [...] con la perspectiva de ser recompensadas”, y de otro, los descendientes de los conquistadores y de los primeros pobladores españoles en territorios americanos [...] lo que los llevó a establecer diversas estrategias de negociación para dar cauce a sus intereses

El virrey, por extensión del monarca, gozaba, en la América española, de una liberalidad parcial para otorgar privilegios y oficios. Latasa (2012), refiriéndose a un trabajo previo de Cañeque (2005) sobre este asunto, señala que “tal delegación tenía un doble objetivo político: por un lado, buscaba fomentar la gratitud hacia el monarca distante y hacia su virrey; por otro, procuraba lograr un control más efectivo de los territorios americanos mediante el establecimiento de redes de lealtad personal que afianzaran el poder del mandatario local y, por extensión, el del rey”. En ese plano se encontraban también las alianzas matrimoniales de los funcionarios peninsulares que acompañaban al virrey en la entronización de su cargo en la capital virreinal con, usualmente, los y las jóvenes de las élites locales.

El arribo de un nuevo virrey significaba el inicio de pugnas - ocultas bajo el ceremonial cortesano - de dos grupos claramente identificables. De un lado “aquellas personas allegadas que habían viajado a América en la cohorte del virrey con la perspectiva de ser recompensadas” (Urquijo, 1998), y de otro, los descendientes de los conquistadores y de los primeros pobladores españoles en territorios americanos (“los criollos”) lo que los llevó a establecer diversas estrategias de negociación para dar cauce a sus intereses (Sánchez, 1994). No todos los investigadores comparten este punto de vista, Büschges (1994) y Rosenmüller (1998) matizan este enfrentamiento indicando que las tensiones se aplacaban cuando se lograba la realización de un matrimonio que terminaba absorbiendo al cortesano virreinal foráneo como parte de los criollos.

Uno de los segmentos históricos mejor estudiados gracias a las fuentes primarias existentes es el del gobierno del virrey del Perú, Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, quien durante casi tres años y medio había sido virrey de Nueva España (México) donde se caracterizó por la distribución de gracias y mercedes entre sus allegados. Bromley (1953) señala que Montesclaros “desembarcó en El Callao el 12 de diciembre de 1607 y el 21 tuvo lugar la entrada oficial en Lima. El cabildo no regateó gastos para que la fiesta se celebrara con todo esplendor: además de los diez mil ducados autorizados, se gastaron otros seis mil que abonaron los regidores. El virrey, según era costumbre, entró por un arco triunfal, hizo el juramento solemne y recorrió la ciudad montado en un caballo blanco engalanado con terciopelo y chapeado de plata”.

Montesclaros, que hizo de los enlaces matrimoniales una política, no tuvo ningún hijo legítimo durante su estancia en América, pero sí nacieron en la ciudad de Los Reyes (Lima) dos vástagos ilegítimos. Una fue María Magdalena de Mendoza y el otro fue Antonio de Mendoza y Luna quien al crecer se haría militar y se distinguiría en las guerras de Nápoles (Testamento del 8 de octubre de 1628, escribano Diego Ruiz de Tapia, Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Madrid, Pr. 2352, ff. 438r-441v). Su afecto, entonces, lo centró en su sobrino Rodrigo de Mendoza a quien casó con la dama limeña Elvira de Vargas y Carvajal, nieta de Nicolás de Ribera El Viejo, uno de los trece de la Isla del Gallo y que estuvo con Pizarro en Panamá desde el inicio de su proyecto de conquista del Perú.

Otro de los miembros de su séquito, Francisco de Mesía Sandoval, fue nombrado capitán de la guardia virreinal, corregidor de Loja y minas de Zaruma (Audiencia de Quito), a quien casó con la limeña María Magdalena Ramón, hija del entonces gobernador de Chile, para silenciar las críticas (Latasa, 2012).

José de Castilla Altamirano, nacido en México y distinguido miembro de la aristocracia novohispana fue designado caballerizo mayor de Montesclaros porque su familia había prestado veinte mil pesos al virrey para preparar su viaje de toma de mando al Perú. La negativa a contraer nupcias en Lima le valió la pérdida del favor del marqués que dictaminó su retorno a Nueva España sin, claro, honrar la deuda.

Cañeque (2005) estudió “la importancia que tuvieron los mecanismos de la gracia y otorgamiento de mercedes en el contexto de las cortes virreinales indianas” siendo una de sus principales conclusiones que durante el período de los Austrias (s. XVI y XVII), los criollos tuvieron mayor oportunidad de ser asimilados dentro de los mandos medios y bajos de la administración que durante el período borbónico (s.XVIII) donde se limitó o clausuró ese acceso con el consiguiente descontento de las élites. Si a esta ecuación económico-sociológica se le añaden las ideas de la Ilustración y el Enciclopedismo no es de extrañar la gestación de ideas revolucionarias en las élites y los sectores productivos de la sociedad virreinal -con independencia al gremio al que se perteneciera- en favor de una autonomía supervisada primero, y un separatismo total, después; como efectivamente sucedería a partir de 1808.

El autor es embajador peruano