Panamá frente a la historia
- 26/12/2024 00:00
- 25/12/2024 15:16
Panamá es uno de los eslabones más débiles en la cadena de la globalización trunca que ahora el MAGA amenaza directamente para conseguir sus objetivos No es original pensar la política como una representación teatral. La metáfora funciona porque todo el mundo la entiende. El espectáculo evoluciona según cambia la humanidad, sus artes y técnicas. Lo novedoso está de acuerdo con esas transformaciones y su mayor o menor adaptación está en función de la velocidad de los cambios. Hoy la tramoya de lo virtual nos ha deparado una forma de hacer política a la que poco a poco nos vamos habituando. Los mensajes breves, apenas de un par de frases que abordan un asunto ligeramente conocido, con un fuerte componente emocional y catapultados de modo instantáneo a millones de personas, es lo que funciona. Entre los muchos personajes que han dado forma a la actual Kakistocracia (gobierno de los peores) Donald Trump es, sin duda, el más relevante por moverse en el país hegemónico por excelencia. Se trata de una figura que, cuatro años más tarde en que dejó el poder animando subrepticiamente a una rebelión popular por no reconocer el mandato de las urnas, el próximo día 20 volverá a asumir el mando. ¿Nunca segundas partes fueron buenas? Su gran argumento movilizador del voto se articula en torno a cuatro letras -MAGA- que resumen cuatro palabras -Make America Great Again- un sencillo guiño capaz de arrastrar e ilusionar a multitudes alienadas por las distintas crisis económicas y por el devenir sociocultural de los últimos lustros.
Pero no todo es marketing político ni las soflamas son meros estimuladores de las emociones. Detrás del texto siempre hay un relato, un argumento. Quienes pensaron que era simplemente una añagaza no quisieron percibir el significado profundo de los que ofrecían un proyecto de recuperación de la grandeza imperial. Hoy, de pronto, muchos parecen haberse “caído del caballo” y escuchan atónitos las proclamas que leyeron en los libros de historia. ¿No fue el Canal la prueba más evidente del destino manifiesto? ¿Es que el lema precedente de América para los americanos no era el sello de la entrada en la historia con consecuencias dramáticas para el vecindario? ¿No era el gran garrote el mecanismo para imponer la voluntad por encima de los acuerdos, de la negociación?
Por otra parte, políticamente hablando, de acuerdo con los trumpistas, la debilidad de presidentes en apariencia frágiles como Jimmy Carter debería ser definitivamente enterrada en la historia recuperando la señal inequívoca del liderazgo global. El control del Canal es el gran símbolo de ello, como siempre lo fue y nunca debió dejar de serlo, según sus rezos. ¿Por qué extrañarse entonces de la amenaza del sábado? En otro sentido, cuando el orden internacional lleva socavándose tanto tiempo, la presente ley de la selva facilita todo tipo de exabruptos proclamados desde el proscenio que minan la confianza y preparan el terreno para lo peor.
Panamá es uno de los eslabones más débiles en la cadena de la globalización trunca que ahora el MAGA amenaza directamente para conseguir sus objetivos. El nacionalismo sobre el que se asienta promueve el viejo y conocido imperialismo en el que el intervencionismo de nuevo cuño se presenta como el corolario inevitable. Además, la fuerza que las redes sociales poseen prepara el terreno para dulcificar el trauma y lograr que las cosas se despojen de todo tipo de dramatismo que la exhibición ya no teatrera, sino real, pudiera acarrear. Elon Musk, el inseparable amigo del en breve nuevo presidente norteamericano, facilitará el proceso.
No es tiempo de ser espectadores silentes ni de activismo digital banal. La historia se escribe cada día y sus eslabones se construyen a veces con pequeños gestos. El silencio suele ser uno de ellos, pero también, en sentido opuesto, la denuncia, el repudio y la manifestación explícita. No solo la soberanía es inalienable, sino también los mecanismos muy variados que hacen viable día a día la administración del Canal por manos expertas y profesionales, como se ha venido demostrando a lo largo del último cuarto de siglo. Es tiempo de orgullo y de repudio a la injerencia impulsada por megalómanos.
No es original pensar la política como una representación teatral. La metáfora funciona porque todo el mundo la entiende. El espectáculo evoluciona según cambia la humanidad, sus artes y técnicas. Lo novedoso está de acuerdo con esas transformaciones y su mayor o menor adaptación está en función de la velocidad de los cambios. Hoy la tramoya de lo virtual nos ha deparado una forma de hacer política a la que poco a poco nos vamos habituando. Los mensajes breves, apenas de un par de frases que abordan un asunto ligeramente conocido, con un fuerte componente emocional y catapultados de modo instantáneo a millones de personas, es lo que funciona. Entre los muchos personajes que han dado forma a la actual Kakistocracia (gobierno de los peores) Donald Trump es, sin duda, el más relevante por moverse en el país hegemónico por excelencia. Se trata de una figura que, cuatro años más tarde en que dejó el poder animando subrepticiamente a una rebelión popular por no reconocer el mandato de las urnas, el próximo día 20 volverá a asumir el mando. ¿Nunca segundas partes fueron buenas? Su gran argumento movilizador del voto se articula en torno a cuatro letras -MAGA- que resumen cuatro palabras -Make America Great Again- un sencillo guiño capaz de arrastrar e ilusionar a multitudes alienadas por las distintas crisis económicas y por el devenir sociocultural de los últimos lustros.
Pero no todo es marketing político ni las soflamas son meros estimuladores de las emociones. Detrás del texto siempre hay un relato, un argumento. Quienes pensaron que era simplemente una añagaza no quisieron percibir el significado profundo de los que ofrecían un proyecto de recuperación de la grandeza imperial. Hoy, de pronto, muchos parecen haberse “caído del caballo” y escuchan atónitos las proclamas que leyeron en los libros de historia. ¿No fue el Canal la prueba más evidente del destino manifiesto? ¿Es que el lema precedente de América para los americanos no era el sello de la entrada en la historia con consecuencias dramáticas para el vecindario? ¿No era el gran garrote el mecanismo para imponer la voluntad por encima de los acuerdos, de la negociación?
Por otra parte, políticamente hablando, de acuerdo con los trumpistas, la debilidad de presidentes en apariencia frágiles como Jimmy Carter debería ser definitivamente enterrada en la historia recuperando la señal inequívoca del liderazgo global. El control del Canal es el gran símbolo de ello, como siempre lo fue y nunca debió dejar de serlo, según sus rezos. ¿Por qué extrañarse entonces de la amenaza del sábado? En otro sentido, cuando el orden internacional lleva socavándose tanto tiempo, la presente ley de la selva facilita todo tipo de exabruptos proclamados desde el proscenio que minan la confianza y preparan el terreno para lo peor.
Panamá es uno de los eslabones más débiles en la cadena de la globalización trunca que ahora el MAGA amenaza directamente para conseguir sus objetivos. El nacionalismo sobre el que se asienta promueve el viejo y conocido imperialismo en el que el intervencionismo de nuevo cuño se presenta como el corolario inevitable. Además, la fuerza que las redes sociales poseen prepara el terreno para dulcificar el trauma y lograr que las cosas se despojen de todo tipo de dramatismo que la exhibición ya no teatrera, sino real, pudiera acarrear. Elon Musk, el inseparable amigo del en breve nuevo presidente norteamericano, facilitará el proceso.
No es tiempo de ser espectadores silentes ni de activismo digital banal. La historia se escribe cada día y sus eslabones se construyen a veces con pequeños gestos. El silencio suele ser uno de ellos, pero también, en sentido opuesto, la denuncia, el repudio y la manifestación explícita. No solo la soberanía es inalienable, sino también los mecanismos muy variados que hacen viable día a día la administración del Canal por manos expertas y profesionales, como se ha venido demostrando a lo largo del último cuarto de siglo. Es tiempo de orgullo y de repudio a la injerencia impulsada por megalómanos.