Panamá: coyuntura y perspectivas en la guerra de proteccionismos
- 08/04/2025 00:00
Está claro que parte medular de la guerra económica desatada por la administración Trump no es otra cosa que el búmeran que ha significado la imposición del neoliberalismo globalizador, en el que se hablaba del libre comercio y por eso se crearon organismos monitoreadores y “reguladores” de este proceso, tales como la OMC. En esta apertura de los mercados locales al mercado global, Estados Unidos e Inglaterra llevaron la batuta, privatizando los medios de generación de riquezas en manos de los Estados, debilitando a estos en su función subsidiaria (oferta de servicios para satisfacción de necesidades básicas de la población), fortaleciéndolos en sus funciones represivas y derribando cuanta traba proteccionista había para que las reglas del “libre mercado” florecieran.
El tema es que, en los procesos de la realidad material, sus movimientos se dan de acuerdo con las reglas científicas de la dialéctica —favor no confundirla con el término retórica, como hacen muchos— en la cual, lo nuevo siempre conlleva el germen de su propia negación... Incluso hasta llevarlo a su destrucción. En el caso que nos ocupa, lo que se impulsó desde los años 70 por las élites de las grandes potencias occidentales, para amasar grandes fortunas, estimuló, a la vez, que economías de países del llamado sur global —integrado mayoritariamente por colonias y excolonias— aprovecharan oportunidades que se les abrieron y pasaron a niveles que hoy le disputan a Estados Unidos su hegemonía económica y hasta geopolítica. Ahora, Estados Unidos se percata de que creó su propio monstruo y parte de sus élites, la de los llamados “neoconservadores” y “soberanistas”, se han alineado con Trump en una guerra para recuperar su dominio internacional, pero ¿adivinen cómo? Nada más y nada menos que volviendo a las reglas del proteccionismo estatal que habían desbancado a nivel de los Estados. Esto es lo que se manifiesta a través de la guerra de aranceles llevada a ámbitos planetarios.
A nivel del sur global, las reacciones han sido de defensa de sus economías agredidas con los impuestos arancelarios. La política del movimiento neoconservador, liderado por el señor Trump, está provocando que antiguos enemigos se conviertan en aliados, como el caso de la nueva alianza económica entre Japón, Corea del Sur y China.
En Panamá, los exportadores de bienes (agrícolas y manufacturados) están pegando el grito al cielo a falta de respuesta de un gobierno que cabe esperar no hará mayor esfuerzo por ellos que el que hace por reabrir la destructiva minería metálica en Panamá. En realidad, los exportadores de bienes están más vinculados al Bloque social desarrollista (BSD) que al Bloque social rentista transitista (BSRT), y este tiene sus esperanzas en ampliar sus fortunas a través del control de los fondos de los asegurados de la CSS, así como también en el extractivismo minero y la ampliación de operaciones del Canal de Panamá, aunque en el sentido de poner al país en beneficio del Canal (con negocios que los del BSRT les permiten extraer rentas de esta empresa estatal) y no al Canal para beneficio del país.
Este bloque de poder— cuyos mayores voceros son el propio presidente Mulino, su corte diputadil y los medios comerciales de (in)comunicación— no tiene interés en que se desarrolle el país, solo que crezcan sus negocios dependientes del comercio internacional (incluido el negocio extractivista minero) sus oligopolios (importadores farmacéuticos, distribuidores de alimentos, de combustibles fósiles, etc.) y los servicios financieros (bancos, seguros).
El proteccionismo a gran escala es propicio para que en Panamá se amplíe el mercado interior, impulsando el crecimiento de la pequeña y mediana producción agraria y pesquera, así como crear condiciones para la industrialización de tales productos destinándolos a mercados alternativos al de Estados Unidos, lo cual obliga a reducir los costos inflados de la generación y distribución de energía (negocios controlados por el BSRT). Estos señores/as del BSRT se contentarán con que el ejército gringo inhiba nuestra soberanía, con tal de que “consuma” en el país o que cualquiera de esas grandes corporaciones estadounidenses venga para que redistribuya sus mercaderías desde aquí, con tal que no se toque a sus negocios... Caimán no comerá caimán.
Ergo, el encarecimiento de la vida que se avecina por efecto de las medidas proteccionistas dictatoriales trumpistas será cargado por los exportadores de bienes, los pequeños empresarios y las clases trabajadoras, a las que el gobierno Mulino preferirá reprimir antes que satisfacer sus demandas.