Panamá ante el reto de Trump
- 30/01/2025 00:00
- 29/01/2025 18:50
... ante el riesgo, repito, de que, en la estimación del presidente Trump, podemos ser uno de los “blancos más viables” para demostrar sus propósitos hegemónicos, debemos demostrar nuestra unidad para rechazar sus pretensiones y llevar nuestra posición a todas las instancias internacionales [...] La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, como era previsible, tendrá importantes repercusiones mundiales. Su slogan de campaña: Volver a situar a los Estados Unidos como el poder político, militar y económico hegemónico, que motivó a la mayoría de los electores de su país a darle un respaldo incondicional, ha comenzado a traducirse en declaraciones y acciones con las que pretende hacerlo realidad, para seguir alimentando de sueños a sus seguidores.
Desde luego, muchas de sus ambiciones, especialmente las que lo enfrentarán con los otros polos del poder mundial, con capacidad para defenderse, tanto militar como económicamente, nunca se concretarán. Pero la situación es distinta con las enfiladas a los países como el nuestro que, por nuestra limitada capacidad para enfrentar sus embestidas, todo indica que hemos sido escogidos como los primeros blancos para mostrar a su clientela que está avanzando en el cumplimiento de sus promesas electorales. Aclaradas sus intenciones, que nos colocan ante el mayor reto para nuestro presente y futuro como nación, a nosotros nos toca prepararnos serena y planificadamente para superarlo. Reafirmar, como se ha hecho, pero separadamente, prácticamente por todos los voceros de la vida nacional, nuestros inalienables derechos soberanos sobre nuestro territorio y nuestro canal ha sido positivo; pero ese es apenas uno de los primeros pasos para una larga lucha que requerirá, aparte de declaraciones, acciones de mayor envergadura y proyección para convencer al señor Trump y a “sus halcones” más recalcitrantes que la historia y el derecho están de nuestra parte, de manera indiscutible.
En un artículo anterior recomendaba que una de las primeras medidas que debía tomar nuestro gobierno era reconstituir el Consejo Nacional de Relaciones Exteriores. De esa instancia, que había estado en un incomprensible letargo, por su condición de asesor nato, legalmente establecido para recomendar nuestra política exterior, deben salir las propuestas estratégicas que, debidamente fundadas, le sirvan al presidente para cumplir eficazmente su responsabilidad constitucional de “dirigir las relaciones exteriores” que, en esta coyuntura específica, tienen como prioridad nuestras relaciones con los Estados Unidos.
Un segundo paso debe ser demostrar que frente al reto que se nos ha planteado existe una unidad nacional monolítica. En ese orden, propongo dos medidas específicas: la primera, la elaboración, por iniciativa de la presidencia de “una declaración nacional”, que deben firmar todas las fuerzas políticas, económicas y sociales, ratificando nuestro derecho inalienable a la integridad de nuestro territorio y nuestros derechos soberanos a la propiedad y administración del Canal de Panamá; y la segunda, de acuerdo a la evolución del conflicto, la constitución de un “Gobierno de Unidad Nacional”.
Por las razones que expuse en un párrafo precedente, ante el riesgo, repito, de que, en la estimación del presidente Trump, podemos ser uno de los “blancos más viables” para demostrar sus propósitos hegemónicos, debemos demostrar nuestra unidad para rechazar sus pretensiones y llevar nuestra posición a todas las instancias internacionales existentes y explicarla en todo evento o coyuntura posible.
Nuestras representaciones y diplomáticas, debidamente aleccionadas deben ser nuestra vanguardia en ese esfuerzo; pero también será importante que todas les delegaciones, tanto públicas como privadas, aprovechen las reuniones y foros en los que participen para “exponer nuestra verdad”. A esos efectos, los contenidos de esa “Declaración Nacional” deben servir para nutrirlas de argumentos.
Fuera ideal que, adelantándose a la próxima visita del Secretario de Estado, el gobierno invirtiera todo el tiempo y la concentración necesaria en la elaboración de ese documento y que se concretara su respaldo por todas las fuerzas vivas de la nación. Esa declaración, tal vez, como ninguna otra, podría tener el mayor efecto para comenzar a convencer a la administración Trump de atemperar su posición y abrirse a un diálogo constructivo que aleje las confrontaciones inconducentes.
La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, como era previsible, tendrá importantes repercusiones mundiales. Su slogan de campaña: Volver a situar a los Estados Unidos como el poder político, militar y económico hegemónico, que motivó a la mayoría de los electores de su país a darle un respaldo incondicional, ha comenzado a traducirse en declaraciones y acciones con las que pretende hacerlo realidad, para seguir alimentando de sueños a sus seguidores.
Desde luego, muchas de sus ambiciones, especialmente las que lo enfrentarán con los otros polos del poder mundial, con capacidad para defenderse, tanto militar como económicamente, nunca se concretarán. Pero la situación es distinta con las enfiladas a los países como el nuestro que, por nuestra limitada capacidad para enfrentar sus embestidas, todo indica que hemos sido escogidos como los primeros blancos para mostrar a su clientela que está avanzando en el cumplimiento de sus promesas electorales. Aclaradas sus intenciones, que nos colocan ante el mayor reto para nuestro presente y futuro como nación, a nosotros nos toca prepararnos serena y planificadamente para superarlo. Reafirmar, como se ha hecho, pero separadamente, prácticamente por todos los voceros de la vida nacional, nuestros inalienables derechos soberanos sobre nuestro territorio y nuestro canal ha sido positivo; pero ese es apenas uno de los primeros pasos para una larga lucha que requerirá, aparte de declaraciones, acciones de mayor envergadura y proyección para convencer al señor Trump y a “sus halcones” más recalcitrantes que la historia y el derecho están de nuestra parte, de manera indiscutible.
En un artículo anterior recomendaba que una de las primeras medidas que debía tomar nuestro gobierno era reconstituir el Consejo Nacional de Relaciones Exteriores. De esa instancia, que había estado en un incomprensible letargo, por su condición de asesor nato, legalmente establecido para recomendar nuestra política exterior, deben salir las propuestas estratégicas que, debidamente fundadas, le sirvan al presidente para cumplir eficazmente su responsabilidad constitucional de “dirigir las relaciones exteriores” que, en esta coyuntura específica, tienen como prioridad nuestras relaciones con los Estados Unidos.
Un segundo paso debe ser demostrar que frente al reto que se nos ha planteado existe una unidad nacional monolítica. En ese orden, propongo dos medidas específicas: la primera, la elaboración, por iniciativa de la presidencia de “una declaración nacional”, que deben firmar todas las fuerzas políticas, económicas y sociales, ratificando nuestro derecho inalienable a la integridad de nuestro territorio y nuestros derechos soberanos a la propiedad y administración del Canal de Panamá; y la segunda, de acuerdo a la evolución del conflicto, la constitución de un “Gobierno de Unidad Nacional”.
Por las razones que expuse en un párrafo precedente, ante el riesgo, repito, de que, en la estimación del presidente Trump, podemos ser uno de los “blancos más viables” para demostrar sus propósitos hegemónicos, debemos demostrar nuestra unidad para rechazar sus pretensiones y llevar nuestra posición a todas las instancias internacionales existentes y explicarla en todo evento o coyuntura posible.
Nuestras representaciones y diplomáticas, debidamente aleccionadas deben ser nuestra vanguardia en ese esfuerzo; pero también será importante que todas les delegaciones, tanto públicas como privadas, aprovechen las reuniones y foros en los que participen para “exponer nuestra verdad”. A esos efectos, los contenidos de esa “Declaración Nacional” deben servir para nutrirlas de argumentos.
Fuera ideal que, adelantándose a la próxima visita del Secretario de Estado, el gobierno invirtiera todo el tiempo y la concentración necesaria en la elaboración de ese documento y que se concretara su respaldo por todas las fuerzas vivas de la nación. Esa declaración, tal vez, como ninguna otra, podría tener el mayor efecto para comenzar a convencer a la administración Trump de atemperar su posición y abrirse a un diálogo constructivo que aleje las confrontaciones inconducentes.